La cuestión ecológica: el fundamento del Confederalismo Democrático

La guerra en curso contra ISIS en Rojava (Kurdistán Occidental) ha llevado a los kurdos y su lucha por la autonomía y la libertad a la atención internacional como nunca antes. Se ha prestado mucha atención al concepto de Confederalismo Democrático, a la valentía de las YPJ (Unidades de Protección del Pueblo) en la lucha contra ISIS, a las instituciones democráticas que se están construyendo, a la creación de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) y al multiculturalismo. Pero un área que ha generado relativamente mucha menos atención ha sido el pilar ecológico del modelo democrático que está naciendo en Rojava.

De los tres pilares del Confederalismo Democrático -democracia radical, liberación de género y sostenibilidad ecológica- yo diría que este último es el más crucial, y establece las bases para una sociedad verdaderamente democrática, inclusiva e igualitaria. Una sociedad no puede ser democrática con respecto a las minorías etnorreligiosas ni ser verdaderamente progresista en materia de género si no puede, en primer lugar, demostrar un respeto integral y profundo por nuestra tierra común.

Las consecuencias medioambientales de las aspiraciones liberacionistas de los kurdos han sido devastadoras. Así como los regímenes ocupantes en cuestión utilizaron la violencia de género como una forma de controlar las aspiraciones políticas kurdas, la tierra ha atraído políticas violentas similares. Por esta razón, revivir el medio ambiente, descartar conscientemente los métodos capitalistas de agricultura y ganadería y adoptar un enfoque ecológicamente sostenible hacia la tierra tiene múltiples significados para los kurdos. La tierra como lugar de resistencia, como medio de autoconservación política e ideológica, como símbolo claro de la alternativa al fascismo de la mentalidad estatista moderna y su aniquilación y borrado del rico mosaico cultural existente dentro de sus fronteras. Por esta razón, la marca de la adhesión real de Rojava a la democracia, al final, se demostrará en su respeto e implementación de la sostenibilidad ecológica.

Para los kurdos, como para la mayoría de indígenas desposeídos y apátridas, la conexión con la tierra y la protección ecológica tiene una identidad, un significado histórico e ideológico añadido. Por lo tanto, es natural que la importancia de la sostenibilidad ecológica haya surgido en el contexto kurdo dentro del actual modelo de Confederalismo Democrático en la práctica en Rojava.

Cada año en todo el Gran Kurdistán hay una combinación de desgracias derivadas de la ocupación: desde el bombardeo de la artillería iraní a los ataques aéreos turcos, a los incendios deliberados prendidos por las fuerzas militares de estos regímenes, a la matanza de animales porteadores de los pobres aldeanos kurdos que se ganan la vida por medio del contrabando a través de las “fronteras”, a miles de acres de huertos, miles de cabezas de ganado muerto, aceitunas y pistachos arrancados de raíz a lo largo y ancho de Kobane bajo el régimen de ISIS, a los daños continuos que sufren los olivos ancestrales en Afrin. El medio ambiente del Kurdistán ha sufrido toda una serie de actos violentos por parte del fascismo. Además, al igual que los talibanes destruyeron los antiguos templos budistas de Bamiyán en Afganistán, e ISIS destruyó el sitio de Palmira, Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, incluyendo el Templo de Bel, de 2.000 años de antigüedad, un gobierno turco cada vez más islamofascista ha implementado el mismo modelo con respecto a la tierra y los monumentos kurdos, incluyendo la voladura de Hasankeyf, el sitio de 12.000 años de antigüedad, Patrimonio de la Humanidad, en el norte de Kurdistán (sureste de Turquía), así como el templo de 3.000 años de antigüedad de Ain Dara, en Afrin. La misma mentalidad perversa también ha visto miles de tumbas kurdas bombardeadas y excavadas por Turquía.

Históricamente, la naturaleza de los movimientos de liberación kurdos ha sido tal que el medio ambiente, desde las cordilleras de Zagros hasta Qandil, Halgord y Shaho, ha servido de barrera natural contra las políticas opresoras impuestas por los regímenes de la región. Desde el Peshmerga hasta el PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán), las montañas y el terreno del Kurdistán han sido utilizados para llevar a cabo ataques de la guerrilla y guerras contra los regímenes ocupantes. Pero por esta misma razón, las montañas defensoras y los valles protectores del Kurdistán también han sido blanco de las políticas de asimilación, contrainsurgencia y limpieza étnica.

Sólo en las décadas de 1980-1990, en Turquía e Irak, más de 10.000 aldeas kurdas fueron destruidas, evacuadas a punta de pistola y arrasadas. En Turquía, entre 1991 y 1995, más de 5.000 pueblos fueron destruidos con la intención de transformar fundamentalmente la sociedad y la cultura kurdas, y eliminar una importante base de apoyo para la guerrilla del PKK. Del mismo modo, en Irak, el régimen de Saddam Husein aplicó una política de limpieza étnica durante su notoria campaña contra Al Anfal, así como durante la guerra Irán-Irak de 1980-1988, en la que los kurdos en Irak lucharon contra su régimen. Miles de aldeas fueron arrasadas y cientos de miles de personas, incluidos los no kurdos, como los asirios, fueron desplazadas o asesinadas como resultado de ello.

Estas políticas de destrucción ambiental y control del espacio han sido deliberadas, sistemáticas y consistentes en las cuatro regiones del Gran Kurdistán. La dominación, el control y el arrasamiento metódico del terreno natural en Kurdistán, implica una mentalidad patriarcal, capitalista y fascista de asimilación y destrucción de la cultura, identidad e historia kurdas, así como de aquéllos que comparten la tierra con ellos. Es un intento de cortar el cordón umbilical esencial entre los kurdos y la tierra, visto como fundamentalmente vinculado a las ideas kurdas de libertad, democracia y coexistencia colectiva. Asimismo, a pesar de la creciente guerra y la creciente capacidad militar de los regímenes en cuestión, las montañas siguen protegiendo a las guerrillas afiliadas a la Unión de Comunidades de Kurdistán (PKK, PYD, PJAK) y a las fuerzas Peshmerga en toda la región. A pesar de los avances tecnológicos y bélicos, el capitalismo todavía tiene que derrotar el terreno y las montañas de la región, que siguen siendo un sitio importante de resistencia, tanto física como metafóricamente. Mientras las montañas permanezcan, los kurdos saben que se puede acceder a un refugio seguro.

Por esta razón, la protección del medio ambiente, la inversión en prácticas ecológicas y sostenibles, y la adopción de esta mentalidad como parte integrante de la libertad individual y colectiva deben ser un concepto fundamental para todos los kurdos. No es sólo otra forma de resistencia, otra forma de autoprotección, de seguridad, sino también otra forma de mantener la continuidad del mosaico de las culturas kurdas. También es un recordatorio de que la lucha contra las fuerzas fascistas, y la lucha por la supervivencia de los oprimidos y los dispuestos, puede llevarse a cabo en múltiples frentes. Puede adoptar la forma no sólo de autoprotección militar, sino también de la formación de instituciones democráticas de base y de organizaciones de la sociedad civil. Naturalmente, esta protección no puede implicar una posesión patriarcal y chovinista de la tierra, sino más bien una sensibilidad orgánica, respetuosa, valiente y revolucionaria hacia la tierra compartida como representación no sólo del amor propio por los oprimidos, sino también del amor comunitario y la coexistencia democrática.

Anteriormente, Rojava sufrió daños ecológicos devastadores bajo el régimen de Assad, lo que hace que su intento de recuperación ecológica sea aún más notable. Bajo el dominio de Damasco, se talaron miles de acres de bosques antiguos para crear espacio para empresas estatales capitalistas dedicadas a la producción de trigo. Como consecuencia, hasta la fecha, cerca del 70% de toda la producción agrícola de Siria procede de las regiones septentrionales que engloba Rojava. Asimismo, durante las décadas de 1960 a 1980 se produjeron diversas políticas de arabización y asimilación baazista, confiscaciones de tierras y manipulaciones étnicas. Los recursos hídricos se redireccionaron a zonas dominadas por los árabes, mientras que las tierras, las granjas, el ganado y los huertos se entregaron a familias árabes transferidas desde otras partes de Siria para apoderarse de tierras kurdas. Asimismo, como parte de las políticas deliberadas del régimen, el saneamiento, la planificación urbana y la infraestructura necesaria nunca se establecieron en las regiones septentrionales como medios deliberados para mantener el subdesarrollo económico y, por lo tanto, controlar las aspiraciones kurdas.

A la luz de esta historia, y del impacto de la guerra con ISIS, además de los continuos ataques aéreos y bombardeos de Turquía alrededor de las regiones de Afrin, era esencial que la tierra reviviera no sólo como símbolo vivo de la alternativa, sino también como un medio de garantizar la seguridad alimentaria en una región fuertemente embargada por Turquía.

Como resultado, han surgido docenas de cooperativas agrícolas, muchas de ellas lideradas por mujeres o aldeas. En Kobane, con mi ONG Hevi Foundation en 2017, recolectamos más de 15.000 dólares de donaciones que fueron entregados a la municipalidad, que luego compró árboles jóvenes cultivados localmente para plantarlos alrededor de la ciudad. La idea detrás de este proyecto era que cada árbol representara a un mártir cuyo nombre sería colocado en un cartel en cada árbol. La familia del mártir sería responsable del mantenimiento y crecimiento del árbol, regándolo y así sucesivamente. Todo lo que se hacía en Kobane y Rojava tenía un significado ideológico significativo. La plantación de los árboles representaba un vínculo de conexión entre la comunidad, los que más se habían sacrificado y la noción de liberación; una liberación que vivía física y metafóricamente a través de los arbolitos recién plantados.

Sin embargo, el elemento ecológico siempre se ha quedado atrás a la luz de la guerra y las invasiones que se están llevando a cabo en toda la región de Rojava. A mediados de 2015, como parte de nuestro trabajo en el marco de la Junta de Reconstrucción de Kobane, encargada de reconstruir la ciudad destruida, discutimos la importancia de los paneles solares para hacer frente a la falta de electricidad, pero nos vimos limitados por la falta de fondos, las fronteras cerradas y la necesidad de establecer prioridades. Para el 26 de diciembre de 2015, la presa Tishrine había sido liberada y finalmente tuvimos la oportunidad de devolver la electricidad a la ciudad. A pesar de los inmensos daños en las líneas eléctricas, menos de un mes después, Kobane tenía electricidad. Sin embargo, las presas hidroeléctricas dependen en gran medida del agua procedente de río arriba, controlada por Turquía. Usando el agua como arma, la limitación deliberada del flujo de agua a través del río Éufrates ha sido una política adoptada rutinariamente por el régimen de Recep Tayyip Erdogan.

La implementación del proceso de sostenibilidad ecológica tampoco ha sido fácil o sin problemas. Desde la falta de saneamiento que causa daños masivos a los sistemas de agua, hasta el mal manejo de la basura, pasando por la falta de una mentalidad de reciclaje comprometida, y mucho menos de instalaciones, hasta los cientos de pozos de agua que se están excavando y su impacto en la cuenca hidrográfica, persisten grandes problemas ecológicos. Del mismo modo, cientos de perros y gatos vagaban por los montones de basura y viajaban en manadas dentro de las ciudades, lo que causaba más problemas de saneamiento e higiene. Inicialmente, muchos de estos animales tuvieron que ser sacrificados, ya que muchos habían sobrevivido durante la guerra por medio de los cadáveres. Estos problemas persisten no porque Rojava carezca de una conciencia ecológicamente sostenible, sino porque la región se encuentra en condiciones de guerra, la guerra con ISIS continúa, la economía ha sido severamente dañada debido al embargo, y es necesario tomar decisiones difíciles con respecto a los recursos, la experiencia, el equipo y los fondos sobre una base diaria. Como tal, el apoyo internacional, la experiencia y las donaciones son esenciales para ayudar a Rojava a llevar esta carga.

Miles de hectáreas de bosques y huertos fueron destruidas. Los olivos, que eran sagrados y representaban la conexión de la gente con la tierra, fueron cortados por miles.

Recuerdo la primera vez que vi ganado en Kobane a finales de 2015. Las ovejas deambulaban por la colina de Mishtanur, el sonido de sus campanas sonando melódicamente en la fresca madrugada cuando el sol salía sobre la ciudad liberada. Parte de mi trabajo en la Junta de Reconstrucción de Kobane fue documentar el proceso de reconstrucción; para mí este momento fue tan importante como la reconstrucción de las escuelas y las carreteras. Tomé fotos. Me sentí emocionada, incluso cuando me reía de mí misma por tomar fotos de una escena tan ordinaria como una manada de ovejas. Representaba verdaderamente la vida que regresaba a Kobane.

En ese momento no sabíamos que el mismo destino esperaba a la región de Afrin bajo la invasión turca, apoyada por la reagrupación de ISIS, el FSA (Ejército Libre Sirio) y otros yihadistas apoyados por Ankara (al-Qaeda / al-Nusra, etc.). Miles de hectáreas de bosques y huertos fueron destruidas. Los olivos, que eran sagrados y representaban la conexión de la gente con la tierra, fueron cortados por miles. Los activistas ambientales internacionales guardaron silencio mientras esto ocurría.

Para nosotros, los kurdos, la preservación del medio ambiente no es sólo una cuestión ética como ocurre en las sociedades más privilegiadas. La destrucción del medio ambiente es parte de las crisis existencialistas sistemáticas en curso vinculadas a la pérdida de cultura, lengua e historia. La mayoría de los kurdos tienen un profundo interés en la sostenibilidad ambiental y cualquier internacionalista que desee ayudar necesita entender primero la compleja historia de los kurdos y su conexión con la tierra. Una vez que esa comprensión existe, la solidaridad puede lograrse de manera más eficaz, y el conocimiento puede ser compartido pedagógicamente por ambas partes. Después de todo, la revolución ecológica de Rojava es un ejemplo vivo de un modelo alternativo que debe sobrevivir y prosperar, no sólo para los kurdos, sino para el mundo entero.

FUENTE: Hawzhin Azeez / Co-operation Mesopotamia / Fecha original de publicación: 11 de diciembre de 2018 / Traducido por Rojava Azadi Madrid