Las mujeres se despiden de sus hogares en la antigua ciudad de Hasankeyf

Habibe Sacik se sentó a orillas del río Tigris y lloró junto a docenas de personas. “Vine a ver mi pueblo por última vez”, dijo unos días antes de que las aguas de la controvertida presa de Ilisu inundaran su aldea. “Donde quiera que vayas, cuán lejos viajas, el hogar es el hogar. Sientes su pérdida”.

Sacik es una de las dos mujeres que cuentan la historia de la región a través de los ojos de las mujeres, en un nuevo documental llamado “Siya Ave”, que significa “Sombra del agua” en kurdo. Viajando a lo largo de las orillas del río Tigris, las dos mujeres cuentan sus vidas, impactadas por el proyecto favorito del gobierno turco en el sudeste de Anatolia, la presa Ilisu. Ilisu es la presa hidroeléctrica más grande de Turquía y la joya de la corona del Proyecto del Sureste de Anatolia. Pero también sumerge a Hasankeyf, una ciudad de 12.000 años de antigüedad en la provincia sudoriental de Batman, y hogar de muchas de las civilizaciones de Mesopotamia. Unas 80.000 personas ya han abandonado las tierras de sus antepasados ​​y se mudaron forzados a los nuevos asentamientos ofrecidos, a unos 10 kilómetros de distancia.

El pueblo de Sacik, Celtikbasi, no se encuentra en Hasankeyf –como es conocido internacionalmente-, sino más al este, en el distrito Kurtalan, de Siirt. Ubicado en el valle de Tigris, Celtikbasi, junto con media docena de pueblos cercanos, también fue desalojado el año pasado.

Sacik, quien se mudó a Batman, visitó su pueblo por última vez junto con su mejor amiga desde la infancia, Firyaz Yoksu, quien se había mudado a Estambul hace décadas. Yoksu es también la madre del director del documental, el periodista Metin Yoksu.

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El documental de 25 minutos muestra cómo las mujeres viajan a su pueblo y a otras partes de la región por última vez, compartiendo recuerdos y contando su historia familiar. “No olvidaremos nuestro pueblo, nunca”, dijo Yoksu en cámara. “Pero nuestros nietos no tendrán la oportunidad de verlo”.

Sacik agregó: “Fue nuestro bisabuelo quien se estableció aquí, mis padres nacieron aquí. Estaba cocinando cuando escuché que las aguas crecientes habían llegado a la aldea de al lado. Así que vine inmediatamente, supe que tenía poco tiempo para verlo por última vez”.

Mientras Sacik cogía un autobús desde la siguiente ciudad, Yoksu consiguió que su hijo la llevara desde Estambul, lo que le llevó todo un día. “Tuve que verlo por última vez”, dijo. “Sé que llevaré el anhelo de mi ciudad natal a mi tumba”.

La historia de la controvertida presa en el sureste se remonta a la década de 1950 y lleva más de 60 años de campaña contra su construcción, a pesar de las ventajas que aportaría a la región, escasa de agua. Después de mucho zigzag de gobiernos consecutivos, la construcción comenzó con una ceremonia en 2006 a la que asistió el entonces primer ministro Recep Tayyip Erdogan. 11 años después, en mayo de 2017, las autoridades reubicaron el mausoleo del guerrero Zeynel Bey, del siglo XV, en un espectáculo dirigido y diseñado para silenciar a los críticos, al demostrar que supuestamente el gobierno respeta el patrimonio histórico.

Para los residentes, el movimiento de la tumba fue el último clavo en el ataúd. “Sabía que una vez que la tumba fue trasladada, nada, nadie podría permanecer en Hasankeyf”, dijo Sacide Yagan, quien observó el movimiento desde la terraza de su antigua casa, ahora bajo el agua. “Sabía que tendríamos que mudarnos muy, muy pronto, tanto los vivos como los muertos”.

Se trasladaron más artefactos, aunque quedaron algunos y los residentes se trasladaron gradualmente. Las aguas que crecían lentamente comenzaron a tragarse los valles, luego los pueblos cercanos y finalmente el distrito histórico.

Muchas de las mujeres dicen que fueron a las que más les dolió dejar sus hogares, donde han pasado la mayor parte de sus vidas. “Viví en la misma casa durante 50 años, crié a todos mis hijos allí”, dijo a Al Monitor Emine Demirkan, una residente de Hasankeyf de 70 años. “Construimos esta casa nosotros mismos, haciendo reformas cada vez que teníamos un poco de dinero. Luego nos detuvimos porque nos dimos cuenta de que teníamos que salir de la casa. Obtendremos 230.000 liras turcas (37.800 dólares) por esta casa. Al principio no lo queríamos, pero tuvimos que aceptar. ¿Qué más podíamos hacer? La nueva casa es demasiado pequeña, gastamos mucho para que sea habitable”.

Otra lloraba: “Tengo mucho que decir, pero no tengo palabras, solo dolor. No quiero salir de mi casa, pero ¿qué puedo hacer?”, sollozó, pero negó con la cabeza cuando se le preguntó su nombre, reacia a darlo.

No todos los residentes de Hasankeyf han recibido una vivienda en la nueva ciudad, a unos 10 kilómetros de distancia. Los que no presentaron su solicitud a tiempo fueron rechazados, porque no les quedaban.

Nilufer Iridil, de 34 años, cuyo esposo está desempleado, le dijo a Al Monitor que no sabía qué hacer, porque habían retrasado la solicitud y no tenían casa en la nueva ciudad. “Esta es mi casa y es todo lo que tengo. No tenemos trabajo. Tenemos tres niños. ¿A dónde iremos? Iremos a vivir a las cuevas si no tenemos otra opción”.

Su madre, Remziye Celik, vivía en las casas-cueva que rodeaban la ciudad y dio a luz a su primer hijo en la cueva, antes de mudarse a una casa en el viejo Hasankeyf, dijo Iridil. La familia Celik ahora tiene una casa en el nuevo Hasankeyf. “Pero mi madre está triste”, agregó Iridil. “Ella extraña el casco antiguo, el antiguo vecindario y ella me extraña”.

Kadriye Atmaca, una madre de ocho hijos y 67 años, estaba empacando cuando Al Monitor habló con ella. “Amamos mucho nuestros hogares y es con lágrimas que nos vamos. Solo hacemos eso porque tenemos que hacerlo. Crecimos aquí, nos encanta vivir aquí. No nos vamos voluntariamente. No olvidaré a Hasankeyf, mi paraíso, hasta que muera. Se lo contaré a mis nietos y les mostraré las fotos”, dijo.

Fuente: Mahmut Bozarslan  / Al Monitor / Traducción: Rojava Azadi Madrid