Los chicos de la prisión de Pozanti

Los hechos tuvieron lugar en una prisión de menores, con mayoría de niños kurdos. Esta historia fue documentada hace ya cinco años por la Asociación de Derechos Humanos (IHD), ofreciendo descripciones detalladas de los abusos, torturas y vejaciones a las que fueron sometidos los niños de la prisión. Siete de aquellos niños relataron a través de sus testimonios escritos, las violaciones, el acoso sexual y las torturas practicadas por los funcionarios y personal de la prisión. Algunos de estos niños fueron ingresados en la prisión bajo la aplicación de la ley antiterrorista, que da el mismo tratamiento a los menores que a los adultos.

Después del informe anterior, Human Rights Foundation, elaboró otro informe basado en los testimonios de 8 niños con las mismas acusaciones contra los administradores de la prisión. En dicho informe, los niños testificaron que habían sido violados por los detenidos adultos, soldados y guardias. Algunos de aquellos niños no fueron capaces de describir qué pasó con ellos. Uno de los niños declaró: “pensé en quitarme la vida, pero pensé en mi madre y no pude”.

Entre las torturas practicadas además de los abusos sexuales, se encontraban palizas periódicas por parte de los guardias, humillación basada en su origen étnico, trabajos forzados, uso de la “falaka” (método de tortura que consiste en azotar la planta de los pies),  y la falta de atención médica.

El silencio sobre la prisión de Pozanti se hizo insoportable. Los medios de comunicación oficiales no atendieron las demandas de información ya que sabían que era una “cuestión kurda” y el gobierno no quería ni oir sobre la misma. Así que los usuarios de Twiter iniciaron una campaña para convertirse en la voz de los niños de la prisión. Bajo dicha presión, los medios de comunicación tuvieron que dejar a un lado el miedo al gobierno y comenzaron a publicar noticias sobre Pozanti. Aún así, no fue sino hasta un año después de denunciar las torturas que el Ministro de Justicia hiciera una declaración sobre los abusos y torturas.

De repente, se les ocurrió una solución “brillante”, trasladando a los niños a otra prisión más lustrosa y ejemplar. El ministerio montó un espectáculo para los medios acerca de la nueva prisión en Sincan (Ankara). Las paredes fueron pintadas de verde.  De las paredes colgaban fotografías “kitsch” con delfines y flores para animar a los niños torturados. Esta vez deberían permanecer en celdas separadas, supervisadas con cámaras, en régimen de aislamiento. Este sería el delicado tratamiento que el Ministerio de Justicia ideó para los niños violados y torturados. A esto hay que añadir, que los 218 niños de Pozanti, trasladados a Sincan se encontraban a ocho horas en coche de Adana, donde vivían sus familias.

Todo esto hubiera acabado aquí, a no ser porque el administrador de la prisión de Pozanti fue designado a la cárcel de Sincan por el Ministerio de Justicia, siendo que él se encontraba allí, esperando a los niños. El segundo administrador de Pozanti, fue designado a otra ciudad kurda, Van, para continuar con su trabajo.

Poco después, la agencia de noticias Dicle, fue objetivo de una masiva operación policial y los tres corresponsales que habían escrito sobre los niños de Pozanti fueron detenidos acusados de ser miembros del KCK, la rama urbana del movimiento kurdo PKK. Todos los que alzaron la voz contra Pozanti, fueron neutralizados siendo enviados a la cárcel.

Parecía ir todo bien en Sincan, hasta la publicación de una carta de Çağdaş Ersöz en una página web de noticias de izquierdas (sendika.org). Çağdaş fue procesado y condenado a varios meses de prisión por protestar contra la implantación de una central de energía eléctrica hidraulica y esplica los dos meses de estancia en Sincan, denunciando abusos y torturas similares. También denunció la existencia de “la sala suave”. Todos en la prisión, incluidos los médicos, conocían de la existencia de esta habitación. En ella los funcionarios llevaban a los menores de 18 años y usaban varios métodos de castigo, como la falaka, humillaciones obligándoles a desnudarse, exposición de los niños durante horas a bajas temperaturas entre otras. Así que ahora sabemos que el color verde de las paredes, las flores y los cisnes eran para soñar después de haber pasado por una sesión de la “sala suave”.

Si hubiera sido una película en las que aparece al final de la misma un rótulo con el mensaje: “Las personas responsables del horror de Pozanti, fueron declarados culpables y condenadas a equis años de prisión”, “Los niños fueron liberados y recibieron tratamiento psicológico adecuado”. En este punto, cualquiera de nosotros podría respirar en paz y pensar que el bien siempre vence al mal. Pero en Turquía, los guiones no acaban igual que en las películas. A pesar de que Turquía ha firmado los convenios internacionales, los niños continúan sufriendo abusos. Exigen a Turquía que tomen medidas inmediatas para garantizar el derecho de los niños, derechos consagrados en los acuerdos internacionales.

FUENTE: https://newrozeuskalkurduelkartea.wordpress.com