¿Qué esconde la reunión de Astaná?

El escenario bélico mundial se transporta a Astaná. La capital kazaja, una vez más, será anfitriona de la nueva ronda de consultas para resolver el conflicto en Siria el próximo lunes 23 de enero. El régimen de Bashar Al-Assad y la oposición Siria –donde se encontrarán representadas las facciones del Ejercito Libre Sirio (ELS), el Frente de Conquista del Levante (ex Al-Qaeda), entre otros– con mediación de Turquía y Rusia, buscan disponer de una agenda política común para la nación levantina y la región. A la misma asistirán también los enviados especiales para asuntos de Siria y la región de la República Popular de China, la Federación Rusa, los Estados Unidos de Norteamérica, miembros del Consejo de Seguridad de la ONU e Irán. Entre tanto, a pedido de los gobiernos de Damasco y Estambul, serán excluidos de las rondas de negociaciones las organizaciones terroristas Estado Islámico (Daesh) y Frente Al-Nusra, al igual que las Unidades de Protección Popular (YPG-YPJ) y el Partido de la Unión Democrática (PYD).

Mientras que el presidente de Rusia, Vladimir Putin, exclamaba que buscaban “una solución política y un compromiso entre todas las partes” para poner fin a la Guerra Civil en Siria, su homólogo turco, Recep Tayyip Erdoğan, sostenía: “Los terroristas de Daesh y Frente al Nusra (grupos proscritos en Rusia) o del PYD (que mantiene diálogos con Rusia) no deben participar en las negociaciones sobre Siria, no importa si se celebran en Astaná, Ginebra u otro lugar”. Seguidamente manifestaba su desacuerdo de que Estados Unidos se sumara a las rondas de consulta. A las reuniones de Astaná, que pretenden ser una plataforma complementaria a las reuniones del próximo 8 de febrero en Ginebra (Suiza), no serán invitados los mayores artífices de la paz en la región, los que mayormente han dado sus vidas contra el terrorismo en Siria, entregando la sangre de sus mártires y librando operaciones militares que han arrebatado amplios territorios al Daesh y el Frente Al-Nusra.

Las YPG/YPJ y el PYD -que son el brazo visible de la Federación de los pueblos del Norte de Siria – Rojava-  son la primera fuerza en reaccionar ante la embestida del Daesh en el Kurdistán sirio. Mientras que todo el mundo daba un paso al costado y se observaba, a través de los medios de comunicación, cómo las organizaciones terroristas sacrificaban a los yezidies en Shengal, las YPG/YPJ ofrecían la vida de mártires jóvenes en la lucha por la liberación de ese pueblo. Son estos pueblos, ubicados en la Anatolia y la Mesopotamia, aquellos que nos legaran las primeras formas de organización civilizatorias. Y, gran paradoja actual, ante la crisis civilizatoria mundial son estos mismos pueblos los que sufren las consecuencias de la mentalidad estatista capitalista moderna. Pero no sólo las fuerzas populares y revolucionarias kurdas liberaron Shengal, de igual manera lo hicieron con Kobanî, Afín, recientemente Mambij, Al-Bab, entre otras, y participaron en la liberación de Alepo (la mayor ciudad siria) junto a otras fuerzas internacionalistas.

Los beneficiados de la guerra

Siete empresas norteamericanas controlan el 72% del capital “invertido” en la guerra contra Siria. 9 millones de dólares diarios son dispuestos para infraestructura, tecnología y armamento en la guerra por parte de los Estados Unidos. Al multiplicar esos 9 millones por la cantidad de días que lleva la guerra, un total de 2107 días, el monto de capital realizado sería de casi 19 mil millones de dólares por parte de empresas norteamericanas. La guerra es, por tanto, para quienes tienen acaparados sus corazones por el dinero y el horror, un negocio redituable. ¿Cuánto será el dinero dispuesto en influencias internacionales, en la OTAN, en servicios de inteligencia? ¿Cuál cuenta sacaríamos si contáramos la intervención militar completa de la guerra en Siria por parte de la coalición internacional? ¿Cuánto habrá ganado el Reino Unido? ¿Cuánto la Unión Europea? ¿Y las monarquías petroleras? ¿Cuánto la Federación Rusa?

La guerra es, por tanto, para quienes tienen acaparados sus corazones por el dinero y el horror, un negocio redituable. ¿Cuánto será el dinero dispuesto en influencias internacionales, en la OTAN, en servicios de inteligencia? ¿Cuál cuenta sacaríamos si contáramos la intervención militar completa de la guerra en Siria por parte de la coalición internacional? ¿Cuánto habrá ganado el Reino Unido? ¿Cuánto la Unión Europea? ¿Y las monarquías petroleras? ¿Cuánto la Federación Rusa?

Pero aún más, es igualmente redituable la reconstrucción de las zonas derruidas. Cuando hablamos de zonas derruidas no hablamos principalmente de casas, comercios y calles, que son de por sí un gran negocio. Hablamos principalmente de represas hidroeléctricas, refinerías petroleras, industria automotriz, entre otras. ¿Cuánto creen los lectores que costaría reconstruir Siria, la cual tiene un Producto Bruto Interno de 40 mil millones de dólares? Lo cierto es que “muchos países empezaron a debatir la reconstrucción de Siria y expresan la disposición a ayudarnos con recursos financieros”, manifestó Bashar Al-Assad a la agencia SANA. Rusia, China e Irán “darán ayuda” financiera a Siria para reconstruir lo que el Estado Islámico y sus bombas han ayudado a destruir.

Mientras Estados Unidos, Rusia y China se disputan la realización de capital a través del juego de la guerra y la paz, en Siria hay más de cuatrocientos setenta mil muertos, cientos de miles de heridos –miles de ellos de extrema gravedad-, más de diez millones de desplazados, ciudades enteras bajo ruinas, pueblos y aldeas inundados, incinerados y desaparecidos. Y la existencia del terror enquistado en la mentalidad a ser devorados por la guerra y el abandono internacional.

Los artífices de la paz

“Hoy es el inicio de un nuevo tiempo en el que comienzan los derechos democráticos, la libertad y la igualdad. Las armas deben de callar”. Con estas palabras, el líder de los pueblos libres del Kurdistán, Abdullah Öcalan, llamaba a los estados de Turquía, Irak, Siria e Irán, a abrirles paso a las fuerzas kurdas para deponer las armas y disputar por vía política la autodeterminación kurda. La respuesta por parte de Turquía fue la invasión al Kurdistán turco y el Kurdistán del sur (Irak), el aumento de la represión por parte de Teherán a los kurdos bajo sus fronteras, sumado a la guerra civil que padecen los kurdos en Siria. Bajo tamañas condiciones, los kurdos han conformado un gobierno de autonomía plena al Norte de Siria, en Rojava, donde el PYD es su mayor artífice.

El PYD, en conjunto con las YPG/YPJ, han logrado mantener a raya al Estado Islámico (Daesh) en el norte de Siria. Con el apoyo aéreo primero de Rusia, y posteriormente de Estados Unidos, las fuerzas kurdas expulsaron de Rojava a las bandas mercenarias sirias. En las operaciones militares desplegadas, los kurdos han recuperado 15.000 km2, liberando amplias zonas que estaban en manos del Estado Islámico. A su vez, en diferentes frentes, han apoyado en territorio a las fuerzas anti-Daesh y conquistado ciudades de importancia estratégica. Actualmente están en la coalición que lleva adelante la Operación Ira del Éufrates (Siria) y analizan participar en la Operación de Mosul (Irak).

En relación a los territorios liberados, las PYD en conjunción con amplias fuerzas democráticas, han adoptado el paradigma del Confederalismo Democrático, transformando las relaciones sexistas patriarcales -siendo la mujer eje de la Revolución en Rojava -, promoviendo estructuras comunales de organización, abogando por relaciones de producción cooperativas y ecológicas. En consecuencia, y bajo la línea de una tercera vía, han generado un mercado interno cooperativo que creó empleo, condición mínima para que las familias kurdas, sirias, armenias, turcomanas, yezidies, vuelvan a sus terruños y puedan reconstruir sus casas. En materia educativa y de salud han realizado campañas de vacunación, abierto hospitales improvisados y sin ayuda de la ONU; instauraron un nuevo diseño curricular para las escuelas creando las condiciones para que los educadores y educadoras retomen a sus labores.

Mientras que los grupos terroristas son invitados a las reuniones de Astaná y Ginebra, mientras que Turquía invalida toda posibilidad de participación para los kurdos, mientras que las YPG/YPJ – PYD se juegan la vida en los campos de batalla contra los mercenarios del Daesh y las fuerzas internacionales se disputan por ver quien se llevará “el premio nobel de la paz”, los mayores hacedores de la paz no han sido convocados a los diálogos para su realización. ¿Será que el interés de los turcos es implementar un nuevo imperio otomano y piensan expandirse al Kurdistán del Sur (Irak) y Kurdistán del Oeste (Siria) ampliando sus territorios y fronteras, con la anuencia de las potencias imperialistas? ¿O será que Siria tiene miedo de ser acusada ante el mundo de las violaciones a los derechos humanos realizadas contra su población y la población kurda? ¿O que las bandas terroristas, patrocinadas por Turquía e Israel –hacedores del genocidio armenio-kurdo y palestino, no quieres ser juzgados ante las cortes internacionales? ¿Será que Rusia y Estados Unidos se repartirán el petróleo y el agua dulce bajo suelo del Kurdistán?

¿Qué pasa en una mesa de negociación?

Las mesas de diálogo están ¿sólo para dialogar? En ellas, distintas partes ponen en cuestión sus propias agendas y discuten, “negocian”. Habrá los que ostenten mayores cuotas de poder y ganancia, y estén dispuestos a ceder en otras tantas cuestiones; habrá quienes sin estar dispuestos a ceder en determinadas cuestiones, otorguen poder a quienes estén dispuestos a respetarles dichas peticiones. Así, unos y otros discuten y negocian. Pero en toda mesa de negociación, por más rígidas y tensas sean las posiciones, siempre hay algún acuerdo de por medio. Y más aún, sobre todo aún más, cuando en esa mesa de dialogo se encuentran representadas las potencias imperialistas y armamentísticas más significativas de la historia, las potencias colonialistas regionales del Oriente Medio, facciones beligerante, organismos internacionales de derechos civiles y los capitales financieros internacionales.

FUENTE: Alejandro Azadî/Kurdistán América Latina