“Arrancarles el poder a los islamistas nos va a costar sudor y sangre”

El grito de “Mujer, Vida, Libertad” que inunda las calles de Irán como protesta tras el asesinato de la joven kurda, Mahsa Amini, también llega a España. Nilufar Saberi, Maryam Esmaeilpour y Mediss Tavakkoli, son algunas de las mujeres iraníes que contemplan desde la diáspora lo que ya describen como “revolución”. Entre ellas no se conocen, pero todas han salido estos días a la calle en Madrid para reivindicar sus derechos como mujeres y pedir apoyo internacional hacia las protestas en Irán.

Con este espíritu, se han convocado manifestaciones en distintos puntos de la geografía española, como Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza o Galicia, entre otras. Nilufar Saberi, o Nely, como también la conocen su entorno más cercano, es una de las primeras en gritar al inicio de una de las concentraciones convocadas en la capital en los últimos días. “¡Hoy es el día, Irán te necesita!”, “¡La policía de la moral, vergüenza de Irán!”, “¡Abajo la teocracia, arriba la democracia!”, canta mientras el resto de asistentes contestan a coro.

En conversación con elDiario.es, la iraní recuerda el momento en el que llegó a España, en 1980, cuando tenía 14 años, después de que su familia fuera amenazada por el aparato de la recién instaurada República Islámica de Irán, proclamada por el ayatolá Jomeini, una teocracia que dura hasta hoy con Ebrahim Raisi a la cabeza. Los padres de Nilufar, magos de profesión, habían sido contratados en las fiestas de palacio de la última dinastía persa. Con la llegada del régimen, pasaron a estar en la diana de la nueva autarquía y no encontraron más opción que escapar.

“Salimos con lo puesto, sin amigos, sin idiomas, sin dinero. Para entonces, España no tenía infraestructura para recibir a refugiados”, recuerda Nilufar. España se encontraba en plena transición. Cuarenta y dos años después, no puede contener las lágrimas cuando recuerda la acogida de los vecinos y vecinas de La Elipa, el barrio madrileño que les dio la bienvenida y a quienes dice estar “eternamente agradecida”.

No ha vuelto a pisar la tierra que la vio nacer. El régimen sigue en el poder y el peligro de su familia continúa vigente. “Además soy activista de derechos humanos y eso allí está castigado”, apunta. Reconoce que le encantaría poder visitar Irán algún día, pero para que ese momento llegue, necesita un cambio. “No pienso acceder al símbolo del sometimiento de la mujer sobre la cabeza para entrar a las fronteras de mi tierra natal”, dice, en referencia al velo impuesto en Irán para todas las mujeres.

El velo colocado de una forma distinta a la marcada por la ley fue la excusa de la policía de la moral para detener el pasado 13 de septiembre a la joven kurda de 22 años Mahsa Amini, que murió bajo custodia policial. Su asesinato ha despertado la rabia en las calles iraníes. Este punto de inflexión ha hecho estallar el descontento social de todo un país, dentro y fuera de sus fronteras.

Impotencia

“Estos días están siendo tremendos. Lo vivo con angustia, tristeza, impotencia y hasta un sentimiento de querer pararlo todo, que nos quedemos como estamos, pero que no maten a más gente. Pero, por otro lado, la violación de los derechos humanos en Irán durante más de cuatro décadas es intolerable, y en algún momento tendrá que tener su punto final. Arrancarles el poder a los islamistas nos va a costar sudor y sangre”, dice la mujer.

“En esta ocasión estamos ya demasiado saturadas de tanta injusticia, de tanta matanza, de tanta tortura, de tanta discriminación. En especial, las mujeres estamos ya tan cansadas que hemos perdido el límite de aguantar”, dice con orgullo.

Quiere lanzar un mensaje al mundo: “La tortura, el sometimiento, la discriminación… no es cultura de ningún sitio. La cultura es la música, la gastronomía, cosas bellas para compartir entre la diversidad humana. Si en algún lugar del mundo están discriminando a las mujeres, a las personas LGTBI+, a musulmanes no chiíes o a disidentes; esto no forma parte de ninguna cultura y de la cultura iraní, menos”.

El apoyo de la diáspora

Estos días, Maryam Esmaeilpour tiene los ojos y el alma clavados en su país, Irán. En los descansos que tiene como profesora de español en la Universidad Autónoma de Madrid atiende a medios de comunicación o aprovecha para actualizar la información sobre las protestas y represión sufrida en Irán a través de su cuenta de Instagram, que acumula 107.000 seguidores, destinada anteriormente a volcar contenido didáctico de español.

“En 2009 o 2019 también se celebraron protestas, pero no duraron tanto ni tuvieron tanto impacto como ahora. En parte, yo creo que esto se debe a las redes sociales que están sirviendo para dar voz”, comenta. Paradójicamente, el bloqueo de Internet está siendo una de las herramientas del régimen para intentar sofocar las manifestaciones. “Siempre que ha habido la más mínima revuelta, lo primero que se ha atacado han sido las redes sociales para que no se pueda informar, para que no nos podamos organizar”, señala Maryam. Esta vez, parte de la población logra burlar las restricciones tras la autorización de Estados Unidos a empresas tecnológicas a ampliar sus servicios en Irán.

“Aplicaciones como Telegram y Whatsapp no funcionan, por eso apenas tengo contacto con mi familia, pero sí con muchos compañeros, ex alumnos de español que están allí y desde sus redes sociales veo la pasión por querer informar al mundo y pedir ayuda a la comunidad internacional”, explica.

La profesora también apunta hacia un “mayor apoyo de la diáspora, que con todas las diferencias ideológicas que puede haber, tenemos un objetivo común: como mínimo, acabar con la policía de la moral, defender los derechos humanos, en especial los derechos de las mujeres. La gente lo que busca es un Irán libre, donde se separe el islam y el Gobierno”.

Para Maryam, “la muerte de una persona inocente en Irán no es algo raro” y reconoce que el asesinato de Amini “no fue una sorpresa para nadie”. “Estamos transformando el dolor por su muerte en un movimiento para unirnos”, dice.

Maryam confiesa que echa en falta más apoyo desde la esfera política, los movimientos feministas e, incluso, el mundo académico. Sin embargo, guarda más esperanza hacia la sociedad española y espera que las olas de solidaridad demostradas hacia la población ucraniana también se extiendan hacia la iraní: “Si somos seres humanos que defendemos los derechos de las mujeres, es el momento de levantarse y apoyar desde donde se pueda. Debemos hacerlo ahora y no esperar al futuro”.

“Nadie en Irán está a salvo”

La preocupación por la seguridad y bienestar de familiares en Irán también marca el ritmo de estas dos semanas. El bloqueo informativo impide conocer el número real de víctimas, pero, según la ONG Iran Human Rights, al menos 76 manifestantes han sido asesinadas por las fuerzas de seguridad iraníes en las últimas protestas multitudinarias, entre ellos seis mujeres y cuatro niños.

“Nadie en Irán está a salvo, están reprimiendo con armas de fuego, están disparando en las calles”, alerta Mediss Tavakkoli, una joven iraní afincada en España desde hace dos años para completar sus estudios en Psicología Clínica. “No es algo nuevo, el régimen lo lleva haciendo 43 años, pero la brutalidad está siendo más fuerte”, se queja la joven. Mediss, que se define como defensora de derechos humanos, está volcada en intentar que el grito de auxilio de su pueblo no se apague. Recuerda que en su país no cuentan con medios o plataformas informativas independientes: “Queremos ser la voz de nuestra gente”.

“Como iraníes que vivimos en el extranjero, necesitamos contar al mundo la diferencia entre Irán y la República Islámica de Irán. Irán es la gente, la cultura, la naturaleza, la tierra… Pero la República Islámica de Irán es el régimen que ha usurpado nuestro país y nos han envuelto en la peor forma que ningún ser humano puede aceptar, sin humanidad, sin ética, sin religión, sin nada… Las mujeres en Irán vivimos bajo unas condiciones tan inhumanas que no te lo puedes ni imaginar”, dice sin titubear.

Igual que el resto de compañeras, hace un llamamiento a la comunidad internacional y pide que “las embajadas llamen a consulta los embajadores iraníes, que no se hagan más fotos con representantes del régimen ni se den la mano”. Mediss lamenta el tono tibio con el que algunos políticos se refieren a Irán, pero anima a todos los representantes a que “se posicionen en defensa de los derechos humanos”. Pone como ejemplo a Gabriel Boric, el presidente chileno, que en la pasada Asamblea General de la ONU instó a “movilizar los esfuerzos para detener la violencia contra las mujeres en Irán”.

Ellas -Nilufar, Mediss, Maryam y tantas otras miles de mujeres iraníes dentro y fuera de sus fronteras- coinciden en que seguirán movilizándose hasta conseguirlo.

FUENTE: Fabiola Barranco / elDiario.es

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