La amenaza del capitalismo globalizado requiere obligatoriamente que los esfuerzos de los revolucionarios adquieran una dimensión internacional; difícilmente un proceso revolucionario en el Kurdistán o América Latina triunfará si los centros imperialistas no son derrotados o cuanto menos debilitados. Este hecho nos pone a pensar en el carácter internacional de la revolución, la necesidad del programa, la táctica, la estrategia, el sitio que ocupan las minorías revolucionarias en los diferentes países, además de una adecuada lectura de la correlación de fuerzas nacional, regional y mundial. Lamentablemente, buena parte de los revolucionarios del mundo no consideran estos elementos de análisis y terminan siendo “activistas”, personas sin una estructura política y social que intervenga en la realidad, seducidos casi siempre por su individualidad y el deseo de “ayudar” (1) a otros. En la práctica, este comportamiento desmoviliza el potencial revolucionario de estos y reduce su “activismo” a una especie de “modo de vida”, en la que el consumo de diferentes productos, el desarrollo de formas de convivencia liberales –supuestamente “éticas y revolucionarias”–, inmovilizan cualquier posibilidad de actuar, reduciendo su interés por “cambiar al mundo” a una forma cínica y en muchos casos colonial de entender la política y la revolución.
Abdullah Öcalan es muy claro al señalar que la modernidad capitalista ha sido capaz de secuestrar los valores más progresistas de las ideas transformadoras, colonizándolas, volviéndolas un producto de consumo masivo, convirtiéndolas muchas veces en aliados de la contra revolución. El líder kurdo ha desarrollado esta acertada crítica considerando la degeneración y situación cada vez más marginal de la izquierda moderna, desde el anarquismo, el marxismo estatista, hasta el feminismo liberal, entre otras expresiones, que, poco a poco, se han ido alejando del pueblo y se han ido localizando en universidades, cafeterías, clubs, desde los que se contempla, habla, discute la revolución, pero se hace poco o nada por ella.
La acción colonizadora y desmovilizadora de la modernidad capitalista sobre la izquierda moderna, se expresa también como una forma de “fascinación de la pobreza” y lo “salvaje” por ciertas sociedades, como la kurda o latinoamericana, desde una perspectiva blanca occidental. Esta problemática forma de entender al otro, a su historia y lugar en el mundo, trasladada al ámbito del internacionalismo resulta altamente preocupante, más aún cuando los revolucionarios que desean “ayudar” o “solidarizarse” con las causas del “tercer mundo” no alcanzan a entender el verdadero rol que deben tener en la revolución, sea en su país o en los nuestros.
Es entendible que los revolucionarios de los países del llamado “primer mundo” desarrollen esta forma de relación con los procesos que ahora ocurren en el “tercer mundo”, pues la modernidad capitalista ha destrozado la diversidad de sus sociedades, volviéndolas sociedades de lo único a partir del paradigma del hombre blanco, en donde aparentemente cualquier posibilidad revolucionaria se encuentra anulada, o es “más difícil” que en otros lugares. Estos revolucionarios han olvidado –aparentemente– que están en la obligación, mediante la crítica y autocrítica fraterna, de pensar a fondo cómo su “ayuda” y “solidaridad” muchas veces no tienen ningún sustento organizativo, político, social que intervenga en el pueblo de sus países de origen, por lo que terminan, en muchos casos, convirtiéndose en una carga o un estorbo para los pueblos que desean “ayudar”. En una entrevista publicada en 2017 en el portal web Kurdish Question, un voluntario occidental anarquista de las YPG hizo referencia al sentido que debe tener el internacionalismo “occidental” frente a la revolución de Rojava: “Muchos amigos kurdos, en diferentes situaciones, me repitieron lo mismo: ‘¡Vuelve con tu pueblo y continúa la misma lucha allí!’, ‘No necesitamos mártires occidentales, necesitamos una revolución en los países occidentales’ (2).
Esta forma de contemplación o “ayuda” respecto a los procesos revolucionarios ocurridos en la periferia no es patrimonio de los revolucionarios de Occidente, también está presente en aquellos que siendo oriundos del “tercer mundo” desarrollan, mediante la agencia de la modernidad capitalista, la misma perspectiva, tan solo que esta se traduce a la observación de similares contradicciones en su sociedad de origen, sin tomar partido por la transformación de su entorno. Este acto es aún más cínico que el internacionalismo de los occidentales, pues no están en la capacidad de –o no desean– reconocer similares condiciones de existencia y lucha, por las cuales deberían tomar partido en sus países de origen.
De ninguna manera este artículo trata de realizar un sesgo “racial” o “étnico” a la acción de los revolucionarios occidentales o del tercer mundo, influidos con aires colonizadores o de admiración frente a la lucha del pueblo kurdo, sino que trata de visibilizar desde una perspectiva latinoamericana en diálogo con el pueblo kurdo, como muchas veces nuestros pueblos se han convertido objetos de investigación, activismo o fascinación por revolucionarios, que no alcanzan a comprender el complejo desafío que significa la organización de la revolución desde una perspectiva nacional, regional y mundial.
La resistencia al capitalismo, al patriarcado, al Estado-nación, no puede partir de voluntades individuales, sino de la organización, planificación, y entrega decidida de los revolucionarios –en Latinoamérica aún usamos la palabra cuadro– a la revolución, por ello se necesita del desarrollo de capacidades prácticas colectivas que puedan brindar un horizonte superior al de la modernidad capitalista.
Los revolucionarios que viajan al Kurdistán a conocer la revolución, estudian las ideas de Abdullah Öcalan, o se solidarizan con el pueblo kurdo, deben comprometerse seriamente con organizar la revolución en sus países, pensándola como un proceso de escala mundial. El triunfo o derrota de las revoluciones por venir estará en juego en la medida que el internacionalismo vuelva a ser entendido como lo que fue en sus inicios, la lucha por la liberación de la humanidad del yugo capitalista requiere un proceso mundial de articulación, en el que todos tienen un rol que desempeñar de forma organizada. La mejor forma de rendir homenaje al enorme sacrificio que está realizando el pueblo kurdo por mostrar un camino diferente al del capitalismo es organizarse y comprometerse con la revolución.
Notas:
(1) Uso la palabra ayuda para caracterizar una relación de subordinación entre dos partes.
(2) Experiences in Rojava: Interview with an anarchist YPG volunteer. http://kurdishquestion.com/article/3865-experiences-in-rojava-interview-with-an-anarchist-ypg-volunteer
FUENTE: Carlos Pazmiño / Kurdistán América Latina / Para leer la versión en inglés: https://internationalistcommune.com/kritik-des-papier-internationalismus/