De Mosul a Andalucía: los caminos de Zyriab

Gustos, usos y costumbres de tiempos y tierras lejanas que persisten hasta nuestros días, tienen su origen en la enorme influencia y creatividad de un personaje del que poco se supo hasta hace algunos años. Estamos hablando de Abu l-Hasan, un kurdo que llegó a las cortes andaluzas del siglo IX y revolucionó la estética y los placeres mucho más allá de los palacios.

Una noche en Estambul, mi querido amigo Zana me dijo: “¿Vos sabías que el ‘padre del flamenco’ era kurdo?”. Yo pensé que no hablaba en serio, porque de hecho siempre bromeábamos con que “todo empezaba y terminaba en Kurdistán”, aunque en el medio no sabíamos bien qué pasaba, por esto de que Kurdistán no está dibujado en los mapas y entonces algunos se atreven a decir que “no existe”. O quizás, porque Kurdistán solo es real en la imaginación y “en el corazón” de los kurdos, como dice la canción de Şivan Perwer, vaya uno a saber. ¡Pero no! Zana hablaba muy en serio.

Había conocido esta historia en una de las tantas noches de zambra y flamenco con los gitanos en alguna cueva granadina del Sacromonte por las que supo andar y que luego pude reconstruir con algunas de sus recomendaciones y de información sacada un poco de aquí y otro poco de allá.

Zana estaba hablando de Abu l-Hasan, un erudito legendario nacido en Mosul, allá por el siglo IX, en la región que hoy conocemos como Irak. De un padre kurdo y una madre negra, que había sido esclavizada y luego liberada, y que por su origen étnico, su tez oscura y una voz de esas que hacen pensar en lo sublime, comenzaron a llamarlo Ziryãb, una palabra que proviene del persa y significa “pájaro negro”.

Ziryãb sirvió originalmente al califato abasí, fundado allá en el año 750 por un descendiente de Abbás, tío de Mahoma, quien fue el que trasladó la capital de Damasco a Bagdad, convirtiéndola en uno de los principales centros de la civilización mundial durante el califato de Harún al-Rashid, uno de los personaje de “Las mil y una noches”.

Ziryãb se trasladó a esa ciudad fascinante siendo muy joven, y fue allí donde inició gran parte de sus estudios. Al poco tiempo se convirtió en un músico genial y en el discípulo preferido de Ishãq, el músico oficial de la Corte del califa -cuyo nombre completo es más difícil de pronunciar que todos los anteriores. Claro que tenía una personalidad un tanto excéntrica para la época, y así como generaba fascinación, también generaba celos, envidias y enemistades a su paso, tantas como para terminar empujándolo al exilio.

Abandonó Bagdad a los 24 años y se trasladó al país de Sham, a la región que hoy conocemos como Siria. Luego anduvo vagando por el norte de África, en lo que luego fue Túnez, donde permaneció por un tiempo en la corte de los aglabíes, cuyo emir Ziyadat Allah lo alojó con honores y favores hasta que un día se ofendió por unos versos de su autoría y lo castigó con unos cuantos latigazos antes de desterrarlo.

Pero esto no pareció sorprenderlo demasiado, ya que hacía algún tiempo le había escrito al príncipe omeya Al-Hakam I para ofrecerle sus servicios, y aunque este emir ya andaba ganándose fama de ser el más cruel y déspota de todo el califato, Ziryãb no dudó en mudarse definitivamente a Al-Àndalus. Así llamaban los musulmanes a la península ibérica en la Edad Media.

Cuando llegó allí en el año 822, se encontró con que Al-Hakam había muerto. Pero su hijo no sólo sostuvo la invitación de su padre sino que incluso antes de oírlo cantar, la mejoró. Aunque las cifras no están muy claras, se dice que recibía un salario mensual de unos 200 dinares de oro que al parecer, no eran pocos para ese entonces, aunque tuviera que distribuirlos en 20 dinares para cada uno de sus ocho hijos varones. Así dicen que era el acuerdo. Sobre sus dos hijas mujeres, casi nada se ha escrito al respecto, pero le hubiera alcanzado. No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que adoraban a su padre y entre todos armaron una especie de emprendimiento familiar vinculado a la música, ya sea como propagandistas o como discípulos y luego algunos de ellos, como maestros.

A medida que fue ganando confianza y comenzó a mostrar sus dones, el dinero dejó de ser un problema para él. Pronto Ziryãb comenzó a crecer en prestigio y su irrupción en las tierras andaluzas significó un cambio irreversible en las costumbres europeas, muchas de las cuales llegaron hasta aquí y hasta nuestros días. Cosas que consideramos o asumimos como “occidentales” en origen, hoy sabemos que fueron introducidas e inventadas por este kurdo bastante anónimo hasta hace muy pocos años.

Ziryãb fue un gran profesor, además de ser poeta, saberes y talentos que alternaba con su curiosidad por la astronomía, la geografía, meteorología, botánica, cosmética, arte culinario y también por la moda.

Fue el primero en introducir y transformar el la(ud) en Europa, que luego fue tomando otras formas hasta llegar a la guitarra española. Fue el responsable de hacerlo más liviano, de agregarle una quinta cuerda -entre la segunda y la tercera- y el que comenzó a usar una pluma de águila para tocar, en lugar de la habitual púa de madera, lo cual generaba un sonido muy particular. También tiñó las cuatro cuerdas de un color para simbolizar los humores aristotélicos y la quinta cuerda de otro, para representar el alma. Esa relación cercana entre el origen mágico y religioso de la música y “la cosmología, la medicina, las matemáticas y la ética” estaba presente en las enseñanzas de Zyriab.

Así lo cuenta Mahmoud Guettat, un prestigioso musicólogo tunecino en su libro “La escuela musical de al-Andalus a través de la obra de Ziryãb”, donde también rescata de los registros de la corte del Califa detalles que él mismo relata sobre el proceso y los materiales que utilizaba para la construcción de sus instrumentos.

Creador de un estilo único e influyente de interpretación musical, escribió canciones que fueron interpretadas y transmitidas en Iberia de generación en generación y también es considerado el fundador de las tradiciones musicales andaluzas del norte de África. Hoy en día, muchos lo llaman “el padre del flamenco”, se ve que mi amigo tenía razón. Aunque en realidad fue el precursor de un cierto tipo de guitarra y el flamenco no creo que necesite de un padre, pero ya casi nadie niega su influencia. Hasta Paco de Lucía hizo un disco con su nombre.

Abderraman II, ese hijo sucesor que lo acogió en su Califato, era un adorador de las artes y Ziryãb supo aprovechar ese impulso y toda la libertad con la que contaba, casi para todo lo que se le antojara. Hasta le permitió establecer una de las primeras escuelas de música de Córdoba. Una escuela que incorporó a hombres y mujeres entre sus estudiantes e introdujo algunas pruebas bastante peculiares con el objetivo -según él- de potenciar sus capacidades vocales. Trozos de madera en la boca para que aprendan a mantenerla abierta mientras vocalizaban, fajas atadas a la cintura para que respiren de una determinada manera, y los hacía cantar sostenidamente casi a los gritos para medir el alto y el largo de sus voces y su capacidad pulmonar.

Pero Ziryãb hizo mucho más que eso, porque introdujo hábitos y comportamientos en la cultura y sociedad europea de la época, que modificó por completo el estilo de miles de millones para siempre.

En lo doméstico, introdujo los manteles o hules de cuero fino y sobre ellos, los platos adornados para hacerlos más atractivos al comensal. Adiós a las copas de metal, que fueron reemplazadas por las de cristal para sentir mejor el gusto del vino. Pero también se encargó de innovar en los sabores de la cocina de Córdoba. La vista, el oído, el paladar … Ziryãb no dejó sentido por estimular.

Hace unos años, publicaron en España un libro que se llama “La cocina de Ziryab” y según allí cuentan, también a él se le atribuye el uso de los espárragos y su cultivo, la creación de las albóndigas y el escabeche y el uso de las almendras, pistachos y piñones en muchísimos platos. A él está asociada una poética propia también en la pastelería y es quien creó esa especie de buñuelos fritos, de distintas formas, algunos muy parecidos a los churros que nosotros comemos aquí, pero en Medio Oriente se comen repletos de almíbar.

Este asunto de cambiar la ropa según el clima y la estación, fue una costumbre impuesta por Ziryãb. Sugirió también diferentes tipos de vestimenta para las mañanas, las tardes y las noches.

Los polvos de rosas, albahaca, jazmín, ámbar o almizcle los reemplazó por un tipo de desodorante para deshacerse de los malos olores y también promovió los baños matutinos y vespertinos. Casi un obsesivo de la higiene personal. Se cree que Ziryãb inventó algo así como una pasta de dientes, que popularizó en toda la Iberia islámica. Los ingredientes exactos de esta pasta dental no se conocen actualmente, pero hay registros que sostienen que eran “funcionales y agradables al gusto”.

Según su biógrafo, el no menos controvertido historiador Al-Maqqari (1578-1632), hispanista y escritor argelino, hasta el corte de pelo cambió entre las personas de al-Andalus, Antes de él, hombres y mujeres llevaban su largo cabello separado en el medio y colgando hasta los hombros. Ziryãb se lo cortó y se empezó a dejar el flequillo hasta las cejas, además de popularizar el afeitado entre los hombres. También introdujo el uso de sal y aceites aromáticos para acondicionar el cabello. A Ziryab no se le escapaba nada. Dicen que hasta una especie de Instituto de Belleza fundó, en el que se enseñaban las técnicas de peluquería. Pero aquí un detalle: ya sabemos a quién maldecir los que todavía nos seguimos depilando (a veces) ¡Sí! Ziryãb también tuvo que ver en esto.

Quizás lo más interesante de estos cambios en los gustos y las costumbres que introdujo Ziryãb, es que desbordaron los muros de las mansiones y palacios cordobeses y no estuvieron restringidos a los placeres y el bienestar sólo de la elite gobernante. Ziryãb revolucionó el arte y las costumbres trascendiendo el tiempo y las fronteras. Los kurdos suelen hacer esas cosas. No sé por qué debería sorprendernos.

FUENTE: Nathalia Benavides / Tramas

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