De Serêkaniyê a Kabul: la misma infamia

Estados Unidos lanzó una operación, o mejor decir una invasión, en Afganistán para derrocar al régimen talibán. La guerra se denominó “Operación Libertad Duradera” y provocó casi 200.000 muertes.

Lo que significaba “Libertad Duradera” para Washington se hizo más claro en febrero pasado: inició oficialmente un proceso que devolvería el poder a los talibanes, cuyo gobierno supuestamente Washington había combatido durante tantos años.

El cofundador de los talibanes, el Mullah Abdul Ghani Baradar y el Representante Especial para la Reconciliación de Afganistán en el Departamento de Estado de Estados Unidos, Zalmay Khalilzad, firmaron el “tratado de paz” en la capital de Qatar. Khalilzad, un diplomático estadounidense de origen afgano, significa para los afganos lo que James Jeffrey para los kurdos.

Esta no es la única similitud entre la situación en Afganistán y la de Kurdistán, o la de Rojava, para ser más precisas. Estados Unidos llegó a un acuerdo con los talibanes desafiando la voluntad política de Kabul, incluso recurriendo al chantaje. Se encargó de que los militantes talibanes más feroces, capturados en innumerables operaciones durante los últimos 20 años, fueran liberados de la prisión uno por uno.

Cuando las fuerzas de la Coalición Internacional comenzaron a retirarse rápidamente en mayo, la administración de Kabul -aunque es una marioneta todavía es una especie de gobierno- se vio obligada a “hacer la paz” dentro del contexto trazado por Estados Unidos, con los talibanes intensificando sus ataques contra las fuerzas gubernamentales.

Para traducir: los talibanes, considerados una fuerza ilegítima hasta ayer, son promocionados por el propio Estados Unidos para ocupar el país, y el gobierno se ve obligado por Washington a aceptar esto. Mientras tanto, se permite una situación horrible para los pueblos ante los ojos del mundo entero.

En el proceso, tras el supuesto tratado de paz, han muerto más civiles que durante cualquier fase de la guerra. Hubo un aumento dramático, especialmente en los asesinatos contra mujeres, periodistas, profesionales del derecho y activistas de derechos humanos. Según los informes, al menos 573 civiles han muerto y 1.783 han resultado heridos solo en los primeros tres meses de 2021.

Los talibanes han estado tomando las ciudades de Afganistán, una por una. Recientemente, controlaron la provincia norteña de Kunduz. Anteriormente, habían comenzado a rodear la provincia después de la retirada de las unidades del ejército alemán que tuvo su base allí durante años.

Si bien 250.000 afganos han huido del país, los que se habían refugiado en los países europeos después de 2001 ahora comenzaron a ser deportados con la conclusión de que “la cuestión ya está resuelta”.

¡Cómo se parece, en esencia, la situación en Afganistán a la situación durante la ocupación de Serêkaniyê y Girê Spî! (en Rojava). Washington incluso tiene un plan para entregar el control del aeropuerto de Kabul al régimen del Partido Justicia y Desarrollo y del Partido Movimiento Nacionalista (AKP/MHP), colocando así al Estado fascista turco en Asia Central como base de operaciones avanzada. En otras palabras, busca tener control sobre las bandas islamistas armadas en Afganistán a través del Estado turco, tal como lo hizo en Rojava y en el noreste de Siria.

La política de Washington de obligar al gobierno de Afganistán a “elegir entre la muerte y la peste” ha sido complementada por Alemania y los demás estados miembros de la OTAN.

La OTAN emitió una declaración irrisoria en la que pedía a los talibanes que detuvieran su ocupación y expresaba una “profunda preocupación” por los acontecimientos recientes. Los talibanes tenían que entender que la comunidad internacional nunca los reconocería mientras no se integrara en el proceso político y dejaran de invadir el país por la fuerza, dice el comunicado. ¡Qué infamia e hipocresía tan familiares! Recordemos cómo los estados occidentales habían llamado al Estado turco durante la ocupación de Afrin, Serêkaniyê y Girê Spî, u ¡cómo habían expresado su “preocupación”!

Afganistán ha sido tratado como el tablero de ajedrez en las luchas de poder entre las potencias hegemónicas durante los últimos 150 años. Primero, fue una zona de amortiguamiento en la guerra entre los imperios británico y ruso; luego, ha sido el escenario de la guerra por poderes después de 1979 -durante diez años- entre las fuerzas armadas soviéticas y los muyahidines, quienes tuvieron el apoyo de Estados Unidos, Arabia Saudita y Pakistán. En 2001, fue ocupada por fuerzas de la OTAN lideradas por Estados Unidos.

Los acontecimientos recientes son graves para quienes han soñado vivir en paz, libertad y democracia. Los kurdos pueden sentir esto con más fuerza. El pueblo afgano en seis provincias del país salió a protestar cuando el Estado Islámico (ISIS) estuvo a punto de invadir Kobanê en 2014. Hoy, debemos responder al pueblo afgano mostrando el mismo apoyo.

FUENTE: Meral Çiçek / Özgür Politika / Medya News / Traducción y edición: Kurdistán América Latina

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