La habitación es estrecha y sus paredes oscuras parecen encogerla. Apenas hay una ventana, asegurada con barrotes, por la que entra el sol pero no la brisa del mar. Al lado de la cama, el lavatorio y el inodoro blancos reducen todavía más el espacio. Sobre una de las paredes, hay una biblioteca angosta y negra en la cual se acumulan libros y papeles. Al frente, una mesa sirve para apoyar más libros y papeles. Entre la biblioteca y la mesa, Abdullah Öcalan lee, recostado sobre su lado izquierdo, con las piernas cruzadas y descalzo. En esa habitación -que quedó retratada hace algunos años-, rodeada de casi mil soldados, el líder del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) hace 17 años que pasa sus días y sus noches.
Afuera de la habitación-celda, el paisaje es ideal, aunque Öcalan apenas lo disfruta una hora por día, cuando le permiten salir para que el viento lo rodee. La isla de Imrali está ubicada en el sur del mar de Marmara y mide apenas 10 kilómetros cuadrados. Nadie sabe si cuando Öcalan sale a estirar sus piernas puede ver el cerro Türk Tepesi (“colina de los turcos”), de 217 metros de altura y que corta la tierra plana de la isla, calificada por muchos como la “Guatánamo de Europa”. Entre las prohibiciones que el dirigente sufre es no poder tocar a nadie, por eso ni siquiera puede estrecharles la mano a sus familiares.
Öcalan fue arrestado en 1999 cuando se encontraba en Kenia, camino hacia Sudáfrica, donde el gobierno de Nelson Mandela le había ofrecido refugio. Un operativo de los servicios de inteligencia turcos (MIT), la CIA y el Mossad israelí cortaron esta posibilidad. El líder kurdo fue llevado a Turquía, donde lo condenaron a muerte. Las masivas movilizaciones del pueblo kurdo y la presión internacional permitieron revertir la condena, aunque fue confinado a cadena perpetua.
Los temores
Desde abril del año pasado no se conocen noticias del líder kurdo, y tampoco el Estado turco permite que sus familiares y abogados lo visiten. Luego del intento de golpe de Estado del 15 de julio pasado, el temor por la situación de Öcalan se multiplicó en todo Kurdistán. Las organizaciones políticas y sociales kurdas redoblaron las campañas para que el gobierno de Recep Tayip Erdogan permita que el dirigente sea visitado o, al menos, comunique cómo se encuentra. Los temores crecieron tras la declaración de emergencia en Turquía, medida que le permite al gobierno un poder absoluto sobre el Estado, como se ve por estos días, en los cuales fueron despedidos más de sesenta mil trabajadoras y trabajadores, y el Poder Judicial y el Ejército fueron depurados de miembros díscolos.
Uno de los primeros en pronunciarse sobre Öcalan fue Cemil Bayik, comandante máximo del PKK y co-presidente de la Unión de Comunidades del Kurdistán (KCK, por sus siglas originales), organización que nuclea a cientos de agrupaciones kurdas. En una entrevista con Med Nuçe TV, Bayik recordó que el proceso que desembocó en el intento de golpe de Estado comenzó “con el aislamiento de Öcalan”, que desde la prisión había advertido que si la cuestión kurda no se resolvía Turquía iba a ser víctima de sublevaciones militares. Bayik agregó que “Erdogan fue puesto justamente en el poder después de la conspiración internacional contra Öcalan, y fueron los Estados Unidos y la OTAN los que llevaron al poder a Erdogan”.
El silencio de la soledad
En un principio, Öcalan fue el único prisionero en Imrali. Hace unos años, otros cinco dirigentes kurdos fueron llevados a la isla, pero dos de ellos fueron trasladados a otras cárceles y de los otros tres no se conoce el paradero. Uno de los detenidos trasladados denunció que el líder kurdo recibía de forma permanente cartas en las cuales lo amenazaban de muerte.
Ante el actual panorama, desde la KCK expresaron que “siempre hemos defendido que no puede haber vida sin el líder. Hemos evaluado que la vida sin nuestro líder es como una vida peor que el infierno, por lo tanto advertimos: vamos a hacer la vida imposible a los que nos hacen la vida un infierno”.
Al mismo tiempo, el juez Essa Musa, que fue abogado de Nelson Mandela, declaró que “es absolutamente esencial para que haya paz en el Oriente Medio y en Turquía, así como para que exista libertad para el pueblo kurdo, que Öcalan sea puesto en libertad, sin condiciones, y poder participar en el proceso de paz”. Durante la conferencia “La paz y la estabilidad en el Medio Oriente a través de las ideas de Abdullah Öcalan”, que se realizó en la ciudad de Sulaimani, en el Kurdistán Sur (Irak), Essa Musa explicó que el líder kurdo “ofrece una alternativa” política y social que se puede ver en lo que sucede en el Kurdistán sirio (Rojava) “donde la democracia nace desde abajo”.
El garante de la paz
Para una buena mayoría del pueblo kurdo, Öcalan es la persona clave para alcanzar la paz en Turquía. Desde que fue encarcelado, el líder del PKK intentó entablar un diálogo de paz con los sucesivos gobiernos turcos. Bajo el dominio de Erdogan, el PKK (y las organizaciones vinculadas a la guerrilla) entabló un proceso de conversaciones que fue abortado por el gobierno a mediados del año pasado. Öcalan escribió la “Hoja de ruta”, un extenso programa histórico, político y social para alcanzar la paz en el Kurdistán turco, territorio que ahora es azotado por la represión y los bombardeos del Ejército.
En marzo de 2015, Öcalan envió una carta al pueblo kurdo, que por esos días festejaba en Newroz (año nuevo), en la cual llamó a una “solución democrática” y construir una sociedad “libre, igualitaria y constitucional en el marco de la República de Turquía”. En ese momento, el líder kurdo propuso realizar un Congreso para que el PKK defina si continúa o no con la lucha armada. En la misiva, Öcalan también remarcó que “la crisis del neoliberalismo en el imperialismo capitalista está destruyendo nuestra región y llevando a luchas étnicas sin sentido”.
En octubre de 2014, en otro mensaje aseguró que el pueblo de Kobane, ciudad en el Kurdistán sirio, resistirá hasta el final los ataques del Estado Islámico, a la que calificó como “organización artificial que causará graves problemas tanto a los estados, a los gobiernos y a las personas que le apoyan”. Al referirse al diálogo con el gobierno de Erdogan, el líder del PKK expresó que “hablan de proceso de paz pero no he recibido la visita de mis abogados en años. ¿Acaso un proceso de paz puede progresar de esta manera?”.
La semana pasada, quien también alertó sobre la situación sobre Öcalan fue Ibrahim Bilmez, uno de sus abogados, que relató que al otro día de la sublevación militar llamó telefónicamente a Imrali para saber sobre el líder kurdo. La única respuesta que obtuvo fue que el dirigente “estaba bien”. Posteriormente, se solicitaron pedidos de visita a la Oficina del Jefe del Ministerio Público, “pero fueron negados”, aseguró Bilmez. El abogado afirmó que las preocupaciones sobre el líder del PKK “son legítimas y deben abordarse inmediatamente”, porque “se debe asegurar el derecho legal de los abogados para reunirse con Öcalan, así como de su familia”. Bilmez agregó que si las visitas son negadas, el Estado tiene la obligación de otorgarle “su derecho a la comunicación y telefonear a su familia o escribir una nota de puño y letra sobre su bienestar”.
Con una realidad cruzada por la represión ordenada por el gobierno turco, en ciudades y pueblos de Kurdistán y Europa casi todos los días se realizan movilizaciones y actividades exigiendo que Öcalan sea visitado. En el pueblo kurdo saben que la intervención del líder del PKK puede ser fundamental para democratizar no solo Turquía, sino a todo Medio Oriente.
FUENTE: Leandro Albani/Resumen Medio Oriente (www.resumenmediooriente.org)