Viajar por Rojava es ser testigo de cómo los diferentes compromisos con la revolución dan lugar a un interrogante: ¿Cómo puede un sistema satisfacer las vastas diferencias entre las variadas aspiraciones humanas?
Este es el segundo de una serie de artículos de Rahila Gupta como testigo de la revolución de Rojava.
Segunda parte
Son las 15:30 y Daham Basha, el funcionario de control de fronteras, está fichando a la salida de su trabajo. Salta al coche conmigo porque su ciudad natal, Rîmelan, está de camino a Amuda, donde voy a alojarme en el Centro de Prensa. El campo está salpicado de pozos de petróleo, una razón por la que Rojava puede llegar a ser autosostenible y por la que tanto Assad como el ISIS podrían desear meter sus sucias manos en ella.
No hay vallas, ni centros comerciales, ni autopistas, ni señal alguna de exceso capitalista; sólo imágenes a gran escala de los “mártires” que han sacrificado sus vidas por la revolución, expuestas normalmente en los puestos de control situados a la entrada y la salida de cada ciudad y pueblo. No podría ser más diferente del Kurdistán iraquí (Gobierno Regional de Kurdistán, KRG).
Karawan, el jefe de Daham, por el contrario, jamás ficha a la salida. Ha dedicado su vida “al servicio del pueblo”. Nunca se ha casado y duerme, se alimenta y respira el aire de las oficinas de la frontera, trabajando hasta la medianoche si es necesario. Adquirió su entrenamiento militar luchando en las montañas turcas junto al PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán), lo que apunta a historias que se entremezclan de los kurdos turcos y sirios y que se harán más claras según avance mi viaje. Cuando la revolución se inició en Siria, estos combatientes regresaron para protegerla. Entre ellos se incluye un gran número de mujeres, una de las cuales, Hediye Yusuf, Co-Presidenta del Cantón de Cizire, la mayor región de Rojava (ahora Co-Presidenta de la Federación Democrática de Rojava y norte de Siria, que fue declarada el 16 de marzo de 2016), tuve la gran suerte de conocer y entrevistar.
Yusuf nos da cabida en su día ya de por sí ocupado. Nos encontramos con ella por la mañana, cuando asiste a la inauguración del nuevo gran edificio de Weqfa Jina, la Fundación de la Mujer Libre de Rojava, por lo que sólo podrá dedicarnos 45 minutos. Así que está de acuerdo en que nos veamos en su casa de Rîmelan, esa noche, que se encuentra a dos horas de distancia. La humildad y la accesibilidad de las personas en lo más alto de la administración es un aspecto de esta sociedad igualitaria que nunca deja de sorprenderme. Su “casa”, al parecer, se encuentra en una gran mansión dentro de un complejo de ese tipo de edificios que han sido reconvertidos en academias. Este complejo fue propiedad del gobierno de Assad y simplemente ha sido tomado por la administración de Rojava. Desde un punto de vista capitalista, la mansión parece apropiada para su status. Pero el guardia en el exterior de la misma nos dirige a una de las academias en el mismo complejo.
Hediye Yusuf tiene su modesta vivienda en una de las academias. Nos encontramos en su sala de estar, que está sencillamente amueblada con una televisión y cojines acolchados dispuestos en el suelo alrededor de tres paredes. Su dormitorio es un cuarto pequeño, equipado con una cama y un armario. Hediye se unió al PKK a la edad de 18 años (ahora tiene 43) en 1990 y tomó la decisión consciente de no casarse para dedicar su vida a la revolución. Fue encarcelada durante dos años y tres meses (en aislamiento durante tres meses en malas condiciones) por sus actividades políticas. “Esta es la vida del revolucionario”, dice ella. Cuando le pregunto “¿no es natural que la gente quiera tener relaciones con otras personas?”, responde: “la mayor revolución es la que debe tener lugar en el interior”. Estoy intrigada por este énfasis en la transformación personal, inusual para los movimientos revolucionarios, que normalmente creen que un cambio de sistema va a transformar el carácter humano. Cuando vuelvo a Londres y me sumerjo en la vasta obra de Öcalan, veo que éste es uno de sus principios. La gente por todas partes cita a Öcalan, un compendio de frases hechas, aunque sinceras, lo que, no obstante, hace sonar las alarmas.
Yusuf es, sin embargo, franca acerca de las dificultades de la co-presidencia, sobre todo cuando su par es un macho recalcitrante, aunque ella no lo dice con estas palabras. El liderazgo compartido entre hombres y mujeres en todos los niveles es una piedra angular de esta sociedad. Como Co-Presidenta del Cantón de Cizire, comparte su puesto con el líder árabe de la tribu shammar, Hamidi Daham al-Hadi, quien bromeó en 2014: “Yo no pedí compartir el poder con una mujer –dijo- ellos me obligaron a hacerlo”. Yusuf dice que al-Hadi no creía que ella fuera capaz de cumplir con sus responsabilidades, pero después de dos años de trabajo conjunto, ha llegado a aceptarla de mala gana como a un igual. Ella se considera más trabajadora que él. Le digo que la compensación por trabajar más duro en puestos de trabajo compartidos por lo general significa más poder, derivado de un mayor conocimiento y familiaridad con el trabajo. Ella sonríe maliciosamente.
La academia de “Jineología” se encuentra en el mismo complejo. Una disciplina académica que se podría traducir como la sociología de las mujeres o la ciencia de las mujeres (jin = mujer), la especial forma de feminismo de las mujeres kurdas. “Trata de superar la inexistencia de la mujer en la historia… para establecer una verdadera interpretación de la historia mirando el papel de la mujer y haciendo visibles a las mujeres en la historia”, informa Janet Biehl, compañera de Murray Bookchin, cuyas ideas han influido en Abdullah Öcalan, el gurú de la revolución de Rojava. Biehl cita a un profesor de Jineología que considera a las mujeres como “el actor principal en la economía, y la economía como la actividad principal de las mujeres… La modernidad capitalista define la economía como la responsabilidad primaria del hombre. Pero decimos que esto no es cierto, que siempre y en todas partes las mujeres son los principales actores de la economía”. Se anima a la población a asistir a estas academias para educarse en la filosofía que rige la revolución.
En su folleto sobre la revolución de la mujer “Liberando la vida” Öcalan argumenta que el feminismo no puede nunca alcanzar el éxito total en un sistema capitalista, que la igualdad de clase y raza en un sistema democrático secular es parte de la lucha por la liberación de la mujer, y que “un movimiento por la libertad de la mujer debe pretender formaciones políticas anti-jerárquicas y no estatistas”. Öcalan ha renunciado a la nación estado porque cree que es inherentemente patriarcal y anti-democrática. Esta es la razón por la que algunos kurdos no pueden apoyar sin reservas la revolución deRojava, porque ésta ha dejado de exigir la creación del gran Kurdistán.
Nuvin, la mujer que trabaja en el Centro de Prensa y actúa como mi intérprete durante el primer par de días, es uno de ellos. Como estudiante universitaria, participó en las protestas pacíficas contra Assad. Solía escaparse a Qamişlo, la capital del Rojava, para llevar a su familia los panfletos de protestas, con diversas temáticas, todos los viernes: el Viernes de la Libertad; Los Niños Libres del Viernes; Día de la Ira, etcétera. Cuando las protestas se militarizaron y en ellas se infiltraron cristianos y musulmanes radicales, se marchó descorazonada. Algunos manifestantes se unieron al FSA (Ejército Libre de Siria). Su motivación para unirse a las protestas fue la extensa historia de discriminación y criminalización de la cultura y la identidad kurda por parte de Assad. El pueblo kurdo se ha visto a sí mismo durante mucho tiempo como “la nación más grande sin Estado” y algunos tienen aún que aceptar la idea de convertirse en una comunidad autónoma dentro de las fronteras de Siria. A Nuvin le gustaría ver un gran Kurdistán que uniera todas las áreas kurdas de Irak, Irán, Turquía y Siria. No le ha convencido el argumento de que la posición de las mujeres en el KRG, por ejemplo, es mucho peor que en Rojava.
Daham, por el contrario, se contenta con permanecer dentro de las fronteras de Siria porque es sorprendentemente pro-Assad. Cuando señalo la discriminación histórica de los kurdos ejercida por Assad, está de acuerdo, pero dice que todo tiene ventajas y desventajas. Assad no es tan malo como Saddam Hussein. Con Assad había atención médica y educación gratuitas y bienestar. Le pregunto por qué no vive en la Siria de Assad. Dice que se vería obligado a servir en el ejército. Daham apoya la revolución, pero de forma intermitente se refiere a ella como la crisis. Daham se ve a sí mismo con orgullo como kurdo y sirio a la vez y simplemente quiere más autonomía.
También está la cuestión del dinero. A diferencia de su jefe Karawan, Daham cree que el dinero es importante; su salario apenas cubre el coste de sus cigarrillos. Le pregunto si le molesta que su asistente de 16 años gane tanto como él. No, responde, pues trabaja muy duro. La igualdad de ingresos no le molesta tampoco a Nuvin, pero, al igual que Daham, considera que la paga no es suficiente. Nuvin dejó su trabajo de cien dólares en una estación de radio privada por un salario de alrededor de 55 dólares en el centro de prensa, porque en este trabajo tiene la oportunidad de practicar su inglés.
Los diferentes compromisos con la revolución ya resultan evidentes, lo que da lugar a un gran interrogante: ¿cómo puede un sistema satisfacer las enormes diferencias entre las variadas aspiraciones humanas? ¿Y qué aspiraciones serán prioritarias? Y si estas aspiraciones se articulan a través de un proceso auténticamente democrático, le prestarán todos su apoyo?
*Este es el segundo artículo de Rahila Gupta de una serie sobre Rojava, compuesta por seis partes, que se publicará a lo largo de abril y mayo de 2016. / Fuente: Open Democracy / Traducido por Rojava Azadi