El escondite de las mujeres, y las mujeres más allá de la denuncia

Este es un mundo extraño

y no cambiará sin una resistencia fuerte (1)

En la concentración de mujeres el 28 de septiembre (del año pasado) en Kadıköy (Estambul), se anunció el inicio de la campaña “Acabemos urgentemente con los feminicidios”. En el marco de la campaña, se decidieron acciones ruidosas durante cinco minutos cada noche hasta el 25 de noviembre. La demanda: la aplicación del Convenio de Estambul (2). Dos días antes, todas las mujeres del mundo recibieron desde las montañas de Chiapas la invitación al Encuentro Internacional de Mujeres (3). Tal como estaba escrito en la invitación, este año el encuentro internacional de mujeres tenía un único punto en el orden de la asamblea: la violencia contra las mujeres y los planes de lucha contra la misma.

Como se puede ver en ambas llamadas -independientemente del contenido, el significado o la demanda-, hoy el orden del día urgente en las luchas por la liberación de las mujeres de todas las geografías es la violencia. Bajo el lema “No queremos morir/queremos vivir ”, todas las mujeres se están uniendo. El nivel que hoy en día ha alcanzado la violencia del Estado-macho se puede ver muy claramente en este eslogan.

Nos enfrentamos a una violencia machista estatal “extraordinaria”, sumada a la opresión y aplastamiento de las mujeres que, en muchos sentidos, ya se ha normalizado, que fuerza y supera los límites de la tiranía existente sobre las mujeres, a la cual desafortunadamente se ha ido acostumbrando y que está integrada en el patriarcado y el sistema. Esta situación de violencia cruda y desnuda, genera en todas las mujeres la necesidad de obstruirla y detenerla inmediatamente, aunque interrumpa el enfoque de la totalidad de la lucha por la libertad de las mujeres. La tenemos delante nuestro, como una necesidad ardiente.

Basta decir que no se puede leer esta violencia patriarcal “anormal” como diferenciada de los instrumentos normalizados y sistematizados; pasemos de punto por ahora. Nuestra pregunta hoy es la siguiente: ¿qué tendríamos que hacer para responder a esta necesidad ardiente? Es una pregunta que todas nos hemos hecho, ante la cual hemos tenido más o menos éxito buscando respuestas a través de diversas experiencias. En esta búsqueda primero debemos establecer nuestros fundamentos. No con la denuncia de la violencia machista (la violencia del opresor), sino solamente organizando y aplicando su propia contra-violencia (violencia de la oprimida) contra esa violencia destructora, pueden las mujeres liberarse.

Solo esto podrá romper a pedazos la tiranía que ha colocado a las mujeres como objetos en el escenario de la historia. Destrozar esta objetificación y esta relación de tiranía sólo es posible con violencia, y sólo a través de esta violencia puede el objeto establecerse, o sea, adquirir su existencia como sujeto político. Lo que nos va a liberar de este sistema dominante machista, del Estado, del patriarcado, y de los aparatos y medios que lo dirigen, no es únicamente denunciar la violencia del poder del macho-estatal, sino la contra-violencia que van a aplicar las mujeres contra esa violencia. Es con esta contra-violencia que aquellas que han sido objetivizadas y obligadas a vivir bajo la tiranía y la opresión hasta el día de hoy, van a romper y desactivar esa tiranía y van a establecer una nueva ecuación.

De la denuncia de la violencia machista a la declaración de la contra-violencia de las mujeres

¿Dado el nivel al que ha llegado la violencia machista, cuál ha sido y cuál podría ser nuestra respuesta? ¿Qué estamos haciendo para detener y eliminar esta violencia? Denunciarla a las fuerzas de seguridad y a los tribunales, hacer seguimiento de los casos de violencia, “visibilizar” la violencia contra las mujeres con estudios, tipo hojas de reclamaciones en las redes sociales, hacer ruido, etc. ¿Sólo disponemos de estas herramientas? O dicho de otro modo, ¿pueden estas herramientas llevarnos a nuestro verdadero objetivo? Todas éstas son prácticas que las mujeres han organizado y aplicado de mil maneras hasta ahora. Está clarísimo, sin duda, que estas prácticas también han obtenido resultados. Debemos señalar la estructura general tras todos estos casos de violencia que son únicos y singulares para cada mujer. Por otra parte, una única línea de acción atrapada en el bucle de la denuncia no hará avanzar la lucha por la libertad de las mujeres.

La denuncia tiene como objetivo conseguir que el denunciado nunca más vuelva a hacer aquel acto por el cual se le ha denunciado. En caso de que ese acto se repita, será posible identificarlo mediante la experiencia colectiva adquirida y separarlo rápidamente de la comunidad. Ya se conocerá su nombre y su cara. En el mundo de dominación machista, el frente de las mujeres es una escalera que va del ámbito privado al ámbito público. Pero sólo es una escalera. Esta escalera por sí sola no será suficiente para colocarnos (correctamente) en esta ecuación de poderes.

Denunciar es importante, saca a la luz visibiliza. Pero mientras esta denuncia no evolucione hacia dar una respuesta a aquello que se denuncia (de manera que lo impida, que lo derrumbe, que elimine su potencial de repetirse), y se quede como solamente una denuncia, esta pierde fuerza y sentido. Nos quedamos con haber denunciado. Llega un punto en que esta manera de hacer nos lleva a conformarnos con esa pizca de alivio. Porque no hay un después. Empiezan a nacer formas de activismo que han perdido su autenticidad: el pacifismo, el movimientismo… Las denuncias que son llevadas a cabo sin una perspectiva política-práctica se vuelven carentes de contenido a partir de cierto punto. Empezarán a cegar, pacificar, atrapar a las mujeres en un único bucle. Hoy en día, cada vez que la lucha de las mujeres ha querido dar un salto, con cada salto ha chocado contra el mismo muro: el conformismo y la memorización. Así, sólo cuando hayamos parado la corriente y cortado el paso a aquello que viene persistiendo (el cuento de toda la vida), podremos ocupar un lugar transformador y conmutador en la ecuación.

Está claro que la denuncia hace ganar visibilidad a la violencia contra las mujeres; podemos decir que, de esta manera, hay más conciencia respecto la lucha contra la violencia machista, y se desarrollan la solidaridad y la valentía entre mujeres. Entonces tenemos que pensar sobre la visibilización. Que todo el mundo sepa una cosa no significa que se haya visibilizado. Hay infinitas convocatorias a manifestaciones, e infinitas cuentas en las redes sociales que se han abierto para hacer denuncias. Pero lo que se ve y se muestra allí en las fotos, en lugar de ser el mundo patriarcal donde está atrapada la mujer, o las instituciones, instrumentos, y mecanismos (y quienes los aplican y mantienen en marcha) de la tiranía que hay sobre ella, o la relación entre todos estos, no va más allá de la figura de una mujer victimizada y sacrificada.

En el principio del Derecho del Estado, las leyes funcionan en términos de culpable-víctima. Este principio sostiene sin interrupción también aquí su retórica. En el punto al que hemos llegado, más que visibilizar los mecanismos desde los cuales nace la violencia, son las mujeres, sus cuerpos, sus sentimientos y sus vidas las que llegan a estar bajo una lupa. Hasta que no sea la misma oprimida que, con la lucha política que proponga, establezca la ecuación, las oprimidas serán objetos de la prensa sensacionalista como víctimas/sacrificadas. Cuando la ecuación se establezca de nuevo desde la lucha de las oprimidas, entonces el objeto se convertirá en sujeto político. Es exactamente en este momento que la lucha política nos podrá rescatar.

Después de esta frase, tenemos el derecho a hacer otra pregunta: la cuestión de si las mujeres son o no son sujetos políticos; pero ¿no somos sujeto político ya? O, si no lo somos, ¿cuál es el camino para serlo? En un mundo de opresores y oprimidas, hay una rueda que gira en lo más profundo de sí: la de asegurar la dominación de los opresores sobre las oprimidas; la rueda de la perpetuidad. Los métodos e intensidad cambiarán según el tiempo y el lugar; la presión, fuerza, explotación, eliminación, ignorancia, expropiación… todos estos factores presentarán un marco cuyos límites han decidido ellos mismos. Los derechos de los siervos, la ciudadanía y lealtad, los derechos humanos, una Constitución, etc.; cambia de nombre, aquí o allá, pero su esencia es la misma.

Si bien lo amplios que sean los límites estará determinado por la fuerza de fricción aplicada por la oprimida sobre la rueda de corte, el límite en sí es el mismo. Lo que nos importa es la destrucción completa de esos límites, sin duda. Sólo si como sujeto político construimos la lucha por la liberación de las mujeres y la empujamos adelante desde esta perspectiva podremos posicionarnos frente al poder. Está claro que, en cada escenario que no consigamos esta posición no vamos a poder evitar ser victimizadas, ser objetos en un drama… De la misma manera que a un obrero no sirve de nada que un trabajador caiga del andamio y muera para poder posicionarse frente a su jefe como un sujeto político

Nuestras demandas tienen el poder de dar un vuelco al orden patriarcal

Que no se entienda mal: no estamos mirando desde dentro de unas categorías. Todo un movimiento revolucionario de Turquía (MRT), aunque se acercó mínimamente a la cuestión de revolución, acumuló muchos más errores respecto la lucha por la libertad de las mujeres. De la misma manera que, desde su manera de entender el mundo, la manera ruda y memorística del MRT de leer el marxismo le impidió crear una política revolucionaria, su aproximación a la lucha por la libertad de las mujeres no le ha permitido ir más allá de una mera categorización de las compañeras como “sin género” o como feministas pequeñoburguesas, como reformistas o comunistas, como feministas o revolucionarias. Una auto-crítica profunda al respecto es muy necesaria. En este sentido, no pensamos en absoluto ignorar ni menospreciar las luchas por la igualdad de género que han llevado a cabo organizaciones de mujeres hasta el día de hoy. Lo que queremos recalcar es que limitarse a reclamar leyes, protestar y hacer acciones del estilo actual no nos va a proporcionar las claves para la lucha por la libertad de las mujeres.

Tal como hemos visto tantas veces en la historia de la lucha de las mujeres, según desde dónde se alimenta y en qué se fundamenta, una petición de reforma puede convertirse en una ocasión para grandes revueltas, la parálisis del sistema y luchas radicales de gran dimensión.

Hace 200 años, las mujeres lucharon para conseguir los derechos civiles con riqueza práctica, con toda la creatividad y diversidad que pudieron reunir. No sólo yendo regularmente a la puerta del parlamento o sentándose fuera del mismo, sino usando desde el sabotaje hasta las huelgas de hambre, organizando todos los ámbitos de la vida, de sus vidas, alrededor de esa demanda… Y a la vez ridiculizando a las hordas del Estado-macho… Incluso en los momentos en que el precio a pagar fue el más duro, pronunciaron sus demandas con una burla; como en las palabras de Olympe de Gouge: “Si las mujeres tienen el derecho a subir a la horca, deberían tener también el derecho a votar”. Esta demanda, que conseguiría que la igualdad adquiriera al menos un estatus legal, desató y fortaleció las luchas militantes organizadas de las mujeres. Esto fue corroborado por las mismas mujeres con sus infinitos métodos de resistencia, generados tanto aquel día como en acciones posteriores. Si las reformas no son limitadas por ellas mismas, no se quedarán en el reformismo, sino que podrán abrir camino y encender prácticas mucho más radicales.

Y hoy…

Si volvemos de nuevo al inicio, la campaña que ha sido lanzada es importante en este sentido. La aplicación del Tratado de Estambul en contra de la violencia contra la mujer, es un logro; permitirá a las mujeres respirar en la prensa de presión y violencia que les impone el Estado-macho. Pero también sabemos que al mismo Estado al que le hacemos esta demanda no deja de ser a la vez el que con sus leyes, sus instituciones, su policía y soldados, y con la educación que provee, es cómplice y signatario de asesinatos de mujeres en sus casas, sus calles y instituciones, así como de violaciones, agresiones y toneladas de otros casos de violencia machista. Nuestras demandas están tan arraigadas y son tan profundas que, dentro del marco de la ley establecida y mantenida por los Estados a través de la violencia, no van a encontrar vida. Una demanda legal al Estado fascista burgués, el mismo que formula el marco legal de la relación de explotación y opresión de la mujer, abre a la vez el camino a quedar atrapada en los límites de aquel orden legal burgués que hizo de la propiedad privada su línea roja. A no ser que unamos estas demandas de reforma con una línea de lucha que coloque un trocito de dinamita bajo el sistema legal burgués (sea cual sea, desde el democrático al fascista)…

Desactivemos este sistema capitalista patriarcal que explota, mata y denigra a las mujeres. Hagamos la vida insoportable a los representantes de este sistema; a cada vuelta de la rueda, aumentemos la fricción; hasta arrancar por completo y deshacernos tanto de la rueda como del sistema. Nuestro compromiso, nuestra acción, nuestra campaña sólo tendrá sentido con esta totalidad de propósitos. Y justo en este punto, desde Chiapas nos llegan las palabras auténticas y nítidas de las compañeras: “Compañera y hermana, y si en vez de sólo haber aprendido a gritar desde el dolor, si hubiéramos podido descubrir el momento, lugar y método para pegar el grito que daría vida a un nuevo mundo? Fíjate, hermana y compañera, cómo están las cosas que para poder estar vivas, tenemos que hacer otro mundo. Hasta eso ha llegado el sistema, que sólo podemos vivir si lo matamos de una vez. No arreglarlo un poco, o ponerle buena cara, pedirle que se porte bien, que no sea tan malo, que no se pase. No. Destruirlo, matarlo, desaparecerlo, que no quede nada, ni cenizas. Así lo vemos nosotras, compañera y hermana, que es el sistema o nosotras. Así lo puso el sistema, no nosotras como mujeres que somos”.

Ceren Güneş (4) – 30 de septiembre 2019

Notas:

1- Ética Hacker, Pekka Himanen

2- Convenio del Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica, que se presentó en Estambul en 2011 y que “aborda la violencia contra las mujeres a través de medidas dirigidas a la prevención de la violencia, la protección a las víctimas y el enjuiciamiento de los autores”.

3- Convocatoria al Segundo Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan, EZLN

4- La compañera Ceren Güneş cayó el pasado 3 de noviembre mientras defendía la zona de Til Temer de los ataques del ejército turco y las fuerzas yihadistas. Ceren nació en Turquía, donde inició su militancia comunista, que la llevaría a formar parte del Partido Revolucionario Comunero (DKP/Birlik). Terminados sus estudios de medicina, rechazó la oportunidad de desarrollar una carrera profesional, para entregarse por entero a la lucha revolucionaria. Se unió a la revolución del norte de Siria hace cuatro años, participando en diversas campañas militares y asumiendo la responsabilidad de comandante del Batallón de la Libertad Internacional (IFB)

FUENTE: Traducción de un texto de la militante turca Ceren Günes, recientemente caída en combate en Rojava / Buen Camino / El Salto Diario