El fuego de Kurdistán

Erol Polat es representante en América Latina del Congreso Nacional de Kurdistán (KNK, por sus siglas originales), una de las principales instituciones que forman parte del Movimiento de Liberación de Kurdistán. El KNK se encarga de las relaciones y la diplomacia internacionales con el fin de que la lucha y las demandas del pueblo kurdo en Medio Oriente sean reconocidas a nivel mundial.

El Movimiento de Liberación de Kurdistán está conformado por cientos de organizaciones e instituciones, ya sean político-militares, sociales, culturales, de mujeres y ecologistas, entre muchas otras. Este movimiento nació al calor de la lucha encabezada durante más de 40 años por el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), fundado en 1978 en un pequeño pueblo de Bakur (Kurdistán turco, sudeste de Turquía). El líder del movimiento kurdo es Abdullah Öcalan, que se encuentra encarcelado desde 1999 en la isla-prisión de Imrali, en Turquía, luego de ser secuestrado en Kenia en un operativo conjunto de los servicios de inteligencia turcos (MIT), el Mossad israelí y la CIA.

Öcalan, que se encuentra totalmente aislado en Imrali, es también el encargado de sintetizar las discusiones internas en el movimiento kurdo durante la década de 1990. Caída la Unión Soviética (URSS) y en plena crisis de los sistemas comunistas, en el PKK reflexionaron sobre el presente y el futuro de su lucha. La conclusión, en un apretado resumen, fue que las demandas por un Estado-nación kurdo que abarcara el territorio histórico de Kurdistán (sudeste de Turquía, norte de Siria, norte de Irak y Este de Irán), no resolverían la cuestión kurda. Para Öcalan, la creación de un nuevo Estado en Medio Oriente permitiría dividir todavía más la región e, inevitablemente, oprimir a otros pueblos. Por eso, desde el movimiento lanzaron al mundo el paradigma de confederalismo democrático, que tiene como líneas principales la creación de autonomía democrática, a las mujeres como sujeto de la revolución y el cambio social, la organización comunal y cooperativa y la defensa del medio ambiente.

Erol Polat, miembro del KNK

“En Kurdistán, hasta 1980, todas las aldeas eran autónomas y no tenían ningún vínculo con los estados –explica Polat, en diálogo con Revista Zoom–. Sólo las ciudades tenían vínculo con los estados. Porque la mayoría de los kurdos viven en aldeas, como los pueblos indígenas en América Latina. Viven autónomos y organizan su sistema para sobrevivir. Por eso, el movimiento kurdo nombra la autonomía democrática. Autónomo significa, en realidad, organizar desde el barrio, desde lo más pequeño. Entonces la sociedad de estos barrios puede resolver sus problemas. Cuando no puede, existe una confederación para resolverlos”.

Polat, que en varias oportunidades estuvo en América Latina, señala que desde el movimiento kurdo “no necesitamos un sistema central, desde arriba. Por eso, esta autonomía significa democracia y quién va a gobernar en ese barrio. Decimos que los partidos políticos solos no pueden, porque es peligroso y no pueden resolver los problemas. Para nosotros, la sociedad significa todos los sectores: juventud, minorías, partidos políticos, mujeres, cultura, educación, derecho y justicia, autodefensa, religiones o asociaciones civiles, ecologistas, sindicatos, académicos, trabajadores, jubilados y otros. Para el movimiento kurdo, eso significa democracia directa”.

El representante del KNK agrega que “un partido político no tiene que hablar en nombre de otros sectores, sino que tienen que lo tiene que hacer en su nombre. Además, en la autonomía democrática cada sector se organiza en asambleas para resolver los problemas dentro de su sistema. Eso para los kurdos significa autonomía y democracia directa. Las estructuras de estados-naciones existen, pero los grupos que están dominando son los que gobiernan, y eso no es suficiente. Por eso no resuelven los problemas”.

Mujeres en la vanguardia

En los últimos años, el movimiento de mujeres de Kurdistán tuvo una exposición pública impactante. Esto se debe a que en Rojava (Kurdistán sirio) conformaron las Unidades de Protección de las Mujeres (YPJ), organización que encabezó la resistencia contra el Estado Islámico (ISIS) y otros grupos terroristas que intentaron ocupar la región.

Pero la historia de las mujeres kurdas es milenaria. Su organización social dentro del movimiento kurdo tuvo un fuerte impulso en la década de 1990, de la mano de Öcalan y de Sakine Cansiz, principal comandanta del PKK, asesinada en 2013 en París junto a las representantes kurdas Fidan Dogan y Soylemez Leyla. La orden para estas ejecuciones salió de lo más profundo del Estado turco.

En la actualidad, las mujeres del movimiento kurdo continúan en una lucha a brazo partido para que se las reconozca, no sólo frente al patriarcado intrínseco de los estados-nación que ocupan Kurdistán, sino dentro del propio pueblo kurdo. Para eso, se organizan de forma autónoma e impulsan la Jineolojî, una ciencia de las mujeres que rompa con las enseñanzas machistas en todos los ámbitos.

“El fuego en todas las religiones es una cosa negativa, remite al diablo. Pero en el idioma kurdo, fuego es la primera cosa que significa organizar la vida. Significa país, sistema y harina de trigo. Todo tiene la misma palabra. El fuego es la cocina y el fuego es lo más importante de las mujeres, porque con él organizan la vida, las casas, las aldeas. Los primeros hogares fueron producto de las mujeres”, reflexiona Polat.

“Hay dos palabras en kurdo: una es ‘kom’, que significa común y comunicación. La otra es ‘gom’, que significa el lugar para los animales domesticados. Y estas dos cosas organizan una aldea. Las mujeres eran las encargadas de administrar la vida en la época del Neolítico, es así que podemos decir que las casas y las aldeas son producto de las mujeres”, agrega.

Según Polat, la mitad de las mujeres en este mundo no tiene ningún derecho, pero en la antigüedad ellas fueron quienes organizaron la vida. “Todos los sistemas y todas las ideologías que existen, desde el anarquismo, comunismo o socialismo, los sistemas de religiones, las monarquías, cualquier sistema que podemos explicar, son productos de los hombres y, hasta hoy en día, no resuelven ningún problema –afirma-. Por eso, planteamos que las mujeres deben organizar el nuevo sistema. Las mujeres kurdas tienen esta práctica. En realidad, lo mismo vi en los pueblos indígenas en América Latina, donde las mujeres son una fuerza enorme, grande, para organizar estructuras y la vida”.

“En los años 1980 y 1990, Öcalan dijo que el problema no es de la clase trabajadora, porque los trabajadores son minoría a nivel global, sino de las mujeres que son la mitad del mundo, aunque no existan. Öcalan dice que la raíz de todos los problemas empieza con los hombres, con nosotros. Por eso, en 1996 dijo que había que matar al macho que teníamos adentro”, indica Polat.

Sobre las ideas del líder del PKK, Polat recuerda que Öcalan “analizó que el gran problema es que los hombres robamos a las mujeres su historia. Entonces, tenemos que pensar y rever la historia de nuevo. Hay un problema con nosotros, los hombres, pero si no discutimos sobre eso no vamos a resolver ningún problema”. En la década de 1980, dentro del movimiento kurdo las discusiones con respecto a las mujeres fueron intensas. “Después, las mujeres dijeron: vamos a casa por casa, y cara a cara vamos a hablar, discutir con la sociedad. Porque los hombres, nuestros padres y nosotros como hermanos, en esta época no dejábamos que las mujeres se organizaran”, recuerda.

Los peligros en el territorio

Cuando en 2011, en Siria se desencadenaron las masivas protestas contra el gobierno del presidente Bashar Al Assad y el partido Baaz, que controla el país desde hace varias décadas, los y las kurdas de Rojava no se sumaron masivamente a las protestas. Con un importante bagaje de militancia y resistencia, en el norte sirio en 2012 los pueblos que habitan la región declararon la autonomía con respecto al gobierno central. Sin casi presencia del ejército sirio –ocupado en defender otras zonas del país ante el crecimiento de los grupos yihadistas–, las principales organizaciones kurdas tomaron el control de Rojava y convocaron a los pueblos árabe, asirio, armenio, turcomano, entre otros que conviven en el lugar, para conformar una nueva forma de administración, basada en el confederalismo democrático.

A partir de ese momento, los pueblos de Rojava organizaron sus propias fuerzas de autodefensa para combatir a Al Qaeda y posteriormente a ISIS. En la actualidad, la denominada Administración Autónoma del Norte y el Este de Siria (AANES) controla casi el cuarenta por ciento del territorio del país, incluida la provincia de Raqqa y la mitad de la provincia de Deir Ezzor.

En toda Rojava hay presencia militar estadounidense, rusa, del gobierno sirio y en algunas zonas milicias pro-iraníes. Además, el gobierno turco de Recep Tayyip Erdogan ocupa ilegalmente las regiones kurdas de Afrin y Serêkaniyê, donde el bombardeo de forma masiva desplazó a la mayoría de la población originaria, implantó sistemas controlados por grupos yihadistas y trasladó a cientos de familias de ISIS a esas zonas. Todo esto, con el visto bueno de Washington, Moscú y Damasco. 

“Por más que el Estado turco ocupe este territorio, la sociedad va a seguir viviendo con autonomía. En Turquía, donde los kurdos ganaron los municipios, también se organizan así. El Estado solo gobierna con violencia”, sintetiza Polat.

El representante de la KNK estima que “el problema en Medio Oriente no es solo entre los kurdos y los turcos, sino que hay conflictos muy grandes. El primero son los sistemas que existen en Medio Oriente y que nacieron ahí, como los imperios, las religiones, el patriarcado. La mayoría de los problemas del ser humano nacieron en Medio Oriente”. A esta problemática se agrega que por Kurdistán pasa la Ruta de la Seda, impulsada por China, en una región que aglutina a casi el setenta por ciento de la población mundial. En el centro de este frágil tablero de ajedrez, aparece Turquía y sus sueños neo-otomanos.

“Erdogan tiene muchos problemas políticos y económicos. En Turquía, cada día sube el dólar. Erdogan juega con todo el mundo para no perder su posición. Hace veinte años que domina y roba, y no quiere perder su estructura de poder –analiza Polat–. Ahora Erdogan está perdiendo y la oposición está ganando mucho, pero para evitarlo va a atacar algunos lugares, y en ese caso serán los territorios kurdos. A diferencia de Erdogan, la oposición quiere elecciones anticipadas”.

Por estos días, Erdogan volvió a declarar sus intenciones de lanzar otra invasión militar contra el norte de Siria. Polat explica que una posibilidad es que el Estado turco se retire de la provincia siria de Idlib –algo que le demanda Moscú– y traslade sus fuerzas de ocupación a Rojava. Pero, al mismo tiempo, Washington rechaza esta posibilidad, porque implicaría enfrentarse directamente con uno de sus socios de la OTAN.

Los puentes entre Latinoamérica y Kurdistán

Hace algunos años, desde Kurdistán se observa con mucho interés lo que sucede en América Latina. La propuesta política y social del movimiento kurdo tiene muchos puntos de contactos con experiencias latinoamericanas, como el zapatismo en México, el Movimiento Sin Tierra (MST) de Brasil o las organizaciones indígenas y campesinas de Colombia. Uno de los hechos políticos que más interesan en Kurdistán, es el masivo movimiento de mujeres que sigue creciendo en América Latina.

“Para los kurdos, el mundo es muy nuevo. Y para conocer el mundo, necesitamos información en nuestro idioma, cosa que no hay. Los kurdos tienen una propuesta, que es el confederalismo democrático, pero también queremos aprender de otras luchas y otros sistemas o culturas, junto a cómo viven otros pueblos. En América Latina, en general, hay una lucha enorme desde hace quinientos años contra los conquistadores europeos, la cual sigue hasta hoy en día. Es para pensar porque Medio Oriente también fue parte de los imperios europeos”.

“Es necesario aprender de los pueblos. Los kurdos tenemos una visión, un paradigma, pero para que esta visión sea más abierta tenemos que conocer otras luchas, otros pueblos, otras culturas –asevera Polat-. Toda esa información abre las ventanas al pueblo kurdo y podemos mirar, por ejemplo, a los zapatistas en México”.

“En América Latina conocimos las luchas de las mujeres, que es muy importante para el movimiento de mujeres kurdas y para todo Medio Oriente –finaliza Polat-. En la lucha de los movimientos indígenas en Colombia, en Ecuador, en Chile, en México, estos grupos están muy organizados. En muchos casos, el movimiento indígena es el único que tiene organización y una estructura. Si nosotros tenemos la autonomía democrática, los pueblos indígenas de Latinoamérica tienen las mingas, y nosotros tenemos que aprender de eso. En Colombia, cuando fue el paro nacional, estaba en el Cauca y solo los pueblos indígenas tenían una estructura y una organización muy fuerte. Para América Latina es muy importante lo que está pasando en Chile con las mujeres, los mapuche y la asamblea constituyente. Nosotros queremos saber cómo funciona la constituyente chilena, porque nos puede servir para proponer para Kurdistán. Y después, los afros y campesinos son sectores organizados muy importantes. Las próximas revoluciones la van a hacer las mujeres, los pueblos indígenas, afros y campesinos”.

FUENTE: Leandro Albani / Revista Zoom

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