Las elecciones del pasado 31 de marzo en Turquía no fueron unos comicios menores. Además de renovarse los ayuntamientos, también se elegían las asambleas provinciales, lo cual permitía mostrar cuál era el mapa político del país en estos momentos. Pero, sobre todo, estas elecciones locales se habían presentado como la culminación del ciclo político con el que Recep Tayip Erdogan terminaba la transformación de un sistema parlamentario en otro presidencialista y personal, un plebiscito con el que Erdogan esperaba recibir el espaldarazo popular definitivo a su forma autoritaria de gobernar.
Erdogan y su islamista Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) se presentaba a esta lid electoral en las mejores condiciones que una candidatura podría imaginar: coaligado con otro gran partido, el ultraderechista MHP, con una oposición socialdemócrata –Partido Republicano del Pueblo (CHP)- hundida, atemorizada y paralizada, una prensa silenciada y una administración estatal, judicial, policial y militar depurada de enemigos políticos.
Sin embargo, los resultados no han sido los esperados. Aunque en el cómputo general la alianza entre el AKP y el MHP (Partido de Acción Nacionalista) ha conseguido un porcentaje mayor que el de sus oponentes -51 frente al 37 por ciento-, la realidad es que el gobierno ha perdido en casi todas las grandes ciudades y centros industriales –Bursa, Izmir, Adana, Mersin, Eskisehir-, pero, sobre todo, en las dos “capitales” de Turquía: la política –Ankara- y la comercial y turística Istanbul, con 15 millones de habitantes.
Igualmente, ha vuelto a manos del CHP toda la costa mediterránea, donde se concentra el poderoso sector turístico que sustenta buena parte de la economía turca, de forma especial la región de Antalya.
Tampoco ha podido desalojar, como pretendía, al Partido Democrático de los Pueblos (HDP), defensor de los derechos de la importante minoría kurda, de los ayuntamientos en los distritos del sureste, pese a haber utilizado contra ellos “toda su artillería”, en el sentido más literal de la palabra.
Desde el verano de 2015, el Ejército viene realizando continuas operaciones militares que han dejado cientos de muertos, destruido barrios enteros de las ciudades, provocado el éxodo de cientos de miles de personas y miles de detenidos, sustituyendo, bajo la acusación de “terrorismo”, los ayuntamientos legalmente constituidos por gestoras gubernativas.
Es cierto que debido a esta escalada represiva sin precedentes, el HDP ha perdido tres provincias respecto a las locales de 2014 –Sirnak, Bitlis y Agri-, pero ha arrebatado a la alianza AKP-MHP la de Kars y, por lo general, ha conservado las principales ciudades kurdas, donde, de nuevo, instaurará alcaldías mixtas, con paridad hombre – mujer al frente de los ayuntamientos, un hecho sin precedentes no solo en una sociedad mayoritariamente musulmana como la turca sino en el resto del mundo.
Igual de sorprendente es que en esta apartada región de la Turquía “profunda”, concretamente en la provincia de Dersim (oficialmente Tunceli), haya ganado un partido comunista. Se trata de un hecho asociado a la religión alevi, la concepción más progresista del islam, mayoritaria entre sus habitantes, pero que también se explica por el respaldo de muchos votantes kurdos, igual que ha ocurrido con la victoria del candidato socialdemócrata en Istanbul.
Se trata, por lo tanto, de un vuelco en el mapa político de Turquía, como se puede apreciar comparando los mapas de estas elecciones locales y el de las anteriores de 2014. Las grandes ciudades, donde se concentran los sectores más dinámicos del país, la costa mediterránea, que sustenta la poderosa industria turística, y las provincias del Este han quedado en manos de organizaciones progresistas, defensoras de los derechos de la mujer y contrarias a la orientación autoritaria de Erdogan.
Por su parte, el AKP, que ha impulsado durante los cinco últimos años continuas campañas para aniquilar a la oposición kurda y socialdemócrata, se ha visto obligado a replegarse a sus “cuarteles de invierno” en sus tradicionales bases rurales para recuperarse de las “heridas” sufridas en esta derrota electoral.
FUENTE: Manuel Martorell / Cuarto Poder