“¿Erdogan, por qué nos haces esto?”

Imagen: Mauricio Centurión / La tinta

Las ventanas tiemblan, el piso treme, escucho mi nombre seguido de unas palabras kurdas, otro estruendo, siento el sonido grueso y agudo del avión pasando por arriba de nuestras cabezas, caminando por mi espalda como si fuese una araña.

Las ventanas tiemblan, el piso treme, es el tercer misil cayendo. Mi nombre es seguido por  una orden para que baje al piso de donde vienen llantos de niños. Las cosas esenciales entran en el bolsillo de la campera y solo cargo la cámara. Lamento no tener una batería extra, me siento torpe pensando en estas cosas en este momento de desesperación.

La Yade (abuela) de la familia controla el ánimo y el miedo colectivo. Estamos dentro de la pieza más segura y caliente, unas 14 personas, la mayoría de los niños duermen, salvo Armanc, que está acostado sobre las piernas de su madre, con las manos cruzadas y temblando. La Yade reza y mira hacia arriba, con las manos abiertas, y dice: “¿Erdogan, por qué nos haces esto? ¿Qué hicimos nosotros? ¿Ser kurdos? ¡Tenemos hijos! ¿Qué hicimos nosotros? ¿Preparar nuestras comidas todos los días e intentar vivir?”.

Muhamed, el padre de algunos de los niños, está con el celular buscando información. En kurdo, dice: “Parece que no es sólo acá en Kobane, hay otras ciudades que fueron atacadas al mismo tiempo”. Y las nombra: Derik, Ain Digna, Ayn Al Arab,Tal Rifat, Malikiyah, Şehba, Zirgan. Los ataques también llegaron a otras zonas kurdas y a lugares épicos para la revolución que hace 40 años impulsan los kurdos, como lo son las montañas en Qandil, en Bashur (Kurdistán iraquí).

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La mañana del 20 de noviembre empezó con un twitter del Ministro de Defensa turco, Hulusi Akar, anunciando que la operación “Garra y Espada” se había realizado con éxito, tras atacar más de 80 objetivos relacionados con la guerrilla en Bashur (Kurdistán iraquí) y las unidades de autodefensa de Rojava. Los ataques se extendieron desde Derik, frontera iraquí-turca-siria, hasta el distrito de Şehba, a 40 kilómetros de la ciudad de Alepo; todo el espacio aéreo de esta zona es controlado por Estados Unidos y Rusia, lo que sugiere que ambos países dieron luz verde al ataque o miraron para otro lado cuando sucedía.

Imagen: Mauricio Centurión / La tinta

En la ciudad kurda de Kobane, uno de los objetivos fue un hospital que estaba preparado en los tiempos de la pandemia para atender a los pobladores. El lugar, fotografiado por periodistas en la mañana siguiente, volvió a ser atacado, dejando a un reportero herido. En Derik, al noreste de Rojava, frontera con Turquía e Irak, los bombardeos acabaron con la vida de dos guardias de una central eléctrica. Cuando las personas acudieron a ayudar, entre ellos enfermeros y periodistas, Turquía volvió a atacar con aviones de guerra y drones, dejando 10 muertos más y media docena de heridos. Una de las personas también fue herida mientras se alejaba del lugar.

Este formato de doble ataque es penalizado por el Acuerdo de Ginebra, ya que consiste en bombardear un sector y cuando las personas acuden a ayudar, lanzar una nueva incursión.

Durante los ataques, cayeron proyectiles de aviones, morteros y drones en las zonas de Şehba, lugar que el Estado turco pretende ocupar desde mayo, y donde actualmente viven, en campos de refugiados, las personas desplazadas del cantón de Afrin, ocupado ilegalmente por Turquía desde 2018. En apenas dos días de bombardeos, al menos 31 personas murieron solo en el norte de Siria, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, con sede en Reino Unido.

La noche transcurre entre llamadas de las familias, saber si están bien, preguntar si hay alguna información nueva. La Yade tiene un grupo de wasap de familiares de Şehids (mártires), los cuales murieron a lo largo de este conflicto que ya lleva demasiados años. Ella perdió a dos de sus hijos: uno de ellos, falleció mientras trabajaba en una brigada desactivando las minas que dejó el Estado Islámico (ISIS). La Yade repite: “Inshala şehid tunê bê” (“Ojala no haya ningún muerto”).

“Antes eran drones, y te enterabas solo por la explosión o al otro día. Ahora volvieron los aviones, algo habrá pasado”, explica Muhamed. La aplicación Syria live map, que tiene mapeado los ataques, muestra que la zona de vuelo controlada por Rusia se encuentra liberada.

Cuando comenzaron los ataques aéreos, el ministro Akar tuiteó que había llegado la “hora del juicio final”, junto con imágenes de un avión de combate despegando y de una explosión. “¡Hora de rendir cuentas! Esos sinvergüenzas están pagando por sus traicioneros ataques”, manifestó en otro tuit.

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13 de noviembre en Estambul. Una mujer se sienta en un banco en la avenida Istiklal a las 15.40. Permanece en el lugar durante 40 minutos, se levanta, sale caminando y unos minutos después explota una bomba que deja seis muertos y 81 heridos. Ningún grupo terrorista se adjudica el ataque. Al día siguiente, el ministro del Interior Süleyman Soylu acusa al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) por la autoría del atentado. También confirma la detención del presunto terrorista y de otras 50 personas. Soylu afirma que el ataque fue ordenado desde la ciudad de Kobane.

Los actuales ataques turcos contra Rojava son justificados por Ankara como una respuesta al atentado.

Pero esta invasión estaba programada mucho antes. Desde la primavera del 2022, Erdogan intenta invadir la zona que hoy está atacando, pero que en ese entonces no pudo llevar adelante al no tener el visto bueno de Estados Unidos y Rusia. Sobre el atentado en Estambul todavía no hay pruebas contundentes sobre quién lo ejecutó, pero Ankara sigue acusando al PKK y a las Unidades de Protección del Pueblo (YPG). Pero esto no importa: a Turquía le sirve como excusa para lanzar nuevos ataques.

Elegir el día del inicio del Mundial de Fútbol en Qatar tampoco parece ser una idea al azar ni muy novedosa, teniendo en cuenta que son bien conocidos los ejemplos de las atrocidades que se generan en épocas donde el mundo se encuentra con la atención puesta en la Copa del Mundo.

Faltan apenas siete meses para las elecciones presidenciales en Turquía, que se convirtieron para Erdogan en las más difíciles de toda su carrera política: su país se encuentra en las peores condiciones económicas de los últimos tiempos. Erdogan sabe que el electorado turco es afín a las campañas nacionalistas y bélicas, y tiene muy en claro que este tipo de acciones son las únicas que pueden sostenerlo en el poder.

La oposición, integrada por seis partidos de mayor o menor corte nacionalista, es firme defensora de la mano dura contra las milicias kurdas, por lo que toda diferencia con el Ejecutivo queda diluida cuando se trata de responder a un atentado como el que se sufrió Estambul.

Erdogan afirmó: “No estamos limitando a una campaña aérea, vamos a discutir con el Ministerio de Defensa y con los jefes militares hasta dónde nuestras fuerzas terrestres tienen que contribuir; después avanzaremos”.

Desde 2016, Turquía invadió Rojava en tres ocasiones y ganó cientos de kilómetros de territorio a la Administración del Norte y Este de Siria (AANES). Ahora, amenaza en volver a entrar en una zona donde tanto Estados Unidos como Rusia tienen presencia militar. Este modus operandi es bien conocido por el gobierno turco: atacar a los kurdos cuando los índices de popularidad bajan y hacer promesas de reconstrucción del Imperio Otomano.

Imagen: Mauricio Centurión / La tinta

Al cerrar este artículo, los ataques turcos crecieron en todo el territorio de Rojava. Erdogan declaró en una entrevista televisiva: “Llevamos unos días encima de los terroristas con nuestros aviones, cañones y drones. Si Dios quiere, pronto los erradicaremos a todos con nuestros tanques, artillería y soldados”. Al mismo tiempo, un dron turco bombardeaba, al norte de la ciudad de Hesekê, una base de la Coalición Internacional y las Unidades Anti Terrorismo (YAT), creada por la AANES para derrotar a ISIS.

El supuesto combate de Turquía contra el terrorismo amenaza otra vez la vida de cinco millones de persones que hace 10 años viven de manera autónoma y que buscan, en medio de la guerra, los días de paz que siempre les fueron negados.

FUENTE: Mauricio Centurión y Ariadna Masmitjà, desde Rojava / Fotos: Mauricio Centurión / La tinta

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