Es hora de sublevarse contra las recompensas pedidas contra los líderes kurdos

El 20 de abril, el Departamento de Estado renovó las recompensas multimillonarias por tres altos líderes del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK): Cemil Bayık, Duran Kalkan y Murat Karayılan. Bayık y Karayılan son miembros fundadores del PKK, y Kalkan es un comandante superior.

El movimiento de libertad kurdo ve a estos hombres como los estrategas en la derrota de ISIS, pero para algunos esto no es una recomendación. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, preferiría golpear a los kurdos que al Estado Islámico. Al renovar estas recompensas, el Departamento de Estado ha dado permiso tácito para atacar los movimientos democráticos kurdos en Irak, Siria y Turquía, ya que, según Erdogan, todos son realmente el PKK.

Las renovaciones de recompensas son parte de una larga historia de Estados Unidos, sobornando o recompensando a Turquía, y facilitando sus ataques contra los kurdos. Las recompensas fueron originalmente parte de un aparente acuerdo en 2018 para lograr que el pastor Andrew Brunson, un predicador evangélico cristiano, fuera liberado de una cárcel turca a tiempo para ser televisado en la Casa Blanca antes de las elecciones intermedias. En otras palabras, Donald Trump estaba dispuesto a cambiar las vidas de los líderes kurdos por votos evangélicos.

Erdogan, líder del partido autoritario AKP, necesita el apoyo de Estados Unidos. Preside una economía que se hunde, ha encarcelado a miles de sus críticos, y ha ido a la guerra tanto en Libia como en Irak. A pesar de las protestas de Bagdad, Turquía ha construido numerosas bases en Irak, donde la Operación Claw Lightning (Garra-Rayo), su campaña actual contra el PKK, ha matado a muchos civiles. En casa, donde su partido perdió las elecciones de 2019 a las alcaldías en Ankara y Estambul, Erdogan espera mantenerse en el poder fomentando el odio étnico y fabricando una amenaza terrorista.

Es obvio que las ambiciones de Erdogan desestabilizan la región y no benefician a Estados Unidos. Entonces, ¿por qué lo está ayudando la administración de Joe Biden? El enfoque actual solo puede llamarse apaciguamiento. El discurso de Biden sobre política exterior y el nombramiento de Brett McGurk, ex enviado especial de la Coalición contra ISIS, como coordinador de la Casa Blanca para Oriente Medio y África del Norte, parecían prometer algo mejor. Pero poner precio a las cabezas de los líderes del PKK está muy lejos de la política exterior basada en los derechos humanos que describió Biden. Las recompensas son intrínsecamente una violación de los derechos humanos; como dice el artículo 10 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “toda persona tiene derecho, en plena igualdad, a una audiencia pública y justa por un tribunal independiente e imparcial”.

Las renovaciones de recompensas han enajenado y puesto en peligro a nuestro aliado más confiable contra ISIS, en un momento en el que la batalla está lejos de ser ganada. Los combatientes kurdos fueron fundamentales para el éxito de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) y, como dijo McGurk en su discurso cuando renunció a la administración Trump, “solo las FDS brindan estabilidad en las áreas que una vez formaron el Estado Islámico, en el noreste de Siria. Sus fuerzas no pueden ser reemplazadas”. Podría haber ido más allá y decir que la base democrática y pluralista del sistema de Rojava proporciona un modelo potencial para toda la región, en contraste con los regímenes represivos que Washington ahora apoya, muchos de ellos basados ​​en la discriminación étnica o religiosa.

Dentro del movimiento de libertad kurdo, la renovación de las recompensas ha provocado ira y confusión, y ha fomentado la desconfianza en Estados Unidos. Este movimiento está unido libremente en una organización paraguas, la Unión de Comunidades de Kurdistán (KCK), que reúne a los kurdos que viven en Irán, Irak, Turquía, Siria y en la diáspora. Las organizaciones miembros de la KCK van desde partidos políticos, como el PKK y el Partido de la Unión Democrática Siria (PYD), hasta grupos de la sociedad civil, milicias nacionales y redes autónomas de mujeres. En un comunicado emitido el 21 de abril, la KCK vinculó la renovación de las recompensas con la participación de Estados Unidos en la captura y encarcelamiento del líder del PKK Abdullah Öcalan, en 1999. La declaración decía que si no fuera por las ideas de Öcalan, los tres líderes del PKK (por los que se pide recompensa) y la muerte de miles de combatientes del PKK, ISIS nunca habría sido derrotado, y Estados Unidos podría estar negociando con ellos como lo está con los talibanes.

El terrorismo se define generalmente como ataques a civiles con objetivos políticos. Cuando el Departamento de Estado intenta aplacar a Turquía dando luz verde a los ataques contra los kurdos, pone la excusa de que el PKK está en la lista de terroristas de Estados Unidos. La pregunta es por qué el PKK está en esta lista cuando renunció a los ataques contra civiles dos años antes de que se hiciera la lista.

Hasta su Quinto Congreso, el PKK siguió una estrategia de guerra popular contra Turquía para formar un Estado kurdo. Pero en 1995, bajo el liderazgo de Öcalan, cambió de manera decisiva su línea, abandonando la lucha armada, excepto en defensa propia, y firmando la Convención de Ginebra. Al igual que otros grupos bajo el paraguas de la KCK, ahora sigue una estrategia de organización para la democracia directa y el control comunitario en las áreas kurdas, mientras trabaja por la autonomía y los derechos civiles dentro del Estado turco. El PKK nunca ha estado en la lista de terroristas de la ONU y los tribunales europeos han comenzado a dictaminar que no es una organización de ese tipo. En un juicio que comenzó en 2010, con una decisión final en 2019, los tribunales belgas dijeron repetidamente que el PKK no era una organización terrorista sino que estaba involucrada en un “conflicto armado interno”.

Lejos de seguir una estrategia militar dirigida a crear un Estado independiente, como alega Turquía, el PKK ha tratado de mantener negociaciones de paz con el gobierno turco durante muchos años. La tregua más reciente fue en 2013, pero se tensó en septiembre de 2014 cuando Erdogan se sintió amenazado por el éxito kurdo en la batalla de Kobane. La tregua terminó definitivamente en julio de 2015, después de que el AKP no lograra la mayoría absoluta en las elecciones parlamentarias. En esa elección, el éxito del HDP, un partido progresista que defiende los derechos de los kurdos, las mujeres y las minorías, habría obligado a Erdogan a formar parte de un gobierno de coalición si no hubiera convocado elecciones anticipadas y comenzado una nueva guerra contra los kurdos. Desde entonces, se ha concentrado en criminalizar a los miembros del HDP e ilegalizar el partido.

Si el Departamento de Estado realmente quiere contrarrestar el terrorismo en Medio Oriente, debería echar un buen vistazo a su socio en la OTAN. La ayuda de Turquía a ISIS durante el curso de la guerra ha sido documentada no solo por los kurdos, sino también por investigadores estadounidenses, como David Phillips y Anne Speckhard. Cuando Turquía invadió Rojava, en enero de 2019, utilizó como representantes a milicias islamistas notorias por su brutalidad: Jaysh al-Islam, que gobernó Douma y Guta Oriental mediante tortura y encarcelamiento hasta que Turquía los evacuó; la Brigada Sultan Murad, acusada por la ONU de cometer crímenes de guerra contra los kurdos en Alepo; y la rama siria de Al Qaeda. McGurk señaló en 2019 que “muchos de los grupos de oposición sirios respaldados por Turquía incluyen extremistas que han declarado abiertamente su intención de luchar contra los kurdos, no contra el Estado Islámico”.

En lugar de dar cobertura a los esfuerzos de Erdogan por permanecer en el poder renovando las recompensas a los líderes del PKK, Estados Unidos debería apoyar las negociaciones de paz entre Turquía y el PKK, dejar que el líder del PKK Abdullah Öcalan lidere estas negociaciones, como Nelson Mandela lideró en las negociaciones entre el Congreso Nacional Africano y el gobierno sudafricano, y eliminar al PKK de la lista de terroristas estadounidenses.

FUENTE: Meredith Tax / The Nation / Traducción y edición: Kurdistán América Latina

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