Estrategias de combate: más allá del partido en Kurdistán

Los monstruos que se han levantado para definir la época post-crisis son los formidables nuevos autores de un terror insospechado. El estado actual de la política en casi todas partes se define por el auge de los Trump, Le Pen y Erdogan. Sin embargo, desde que las fisuras y las fallas del neoliberalismo se hicieron visibles en la apertura producida por la crisis financiera, la izquierda occidental ha luchado por aprovechar esta oportunidad. Esta lucha ha dado lugar a un acalorado debate: algunas voces de izquierda proponen volver a la forma de partido de vanguardia, organizado estrictamente en torno a una línea de clases. Este llamamiento se opone a la idea del “movimiento de movimientos” que definió el ciclo post-zapatista de lucha política. Al enfrentarnos a estos nuevos monstruos, surge la pregunta de si debemos o no abandonar la promesa de una forma pluralista de lucha, y con ella la oportunidad de unir a grupos e individuos de diferentes trasfondos ideológicos de la Izquierda.

Como miembros de una izquierda amplia, creemos que el abandono de una forma pluralista de lucha pone inútilmente el proyecto de liberación colectiva en riesgo de reproducir el pensamiento dogmático de los proyectos ideológicos del siglo XX. Volviendo la mirada a la Primavera Árabe que capturó la imaginación del Occidente en 2011, somos testigos de una forma política única que ha surgido del Movimiento de Liberación Kurdo en el norte de Siria (Rojava) y el sureste de Turquía (Bakur). No se trata de manifestaciones espontáneas en las plazas públicas, sino de un proyecto sociopolítico intencional y organizado que ha dado lugar a lo que hoy se conoce como Confederalismo Democrático y Autonomía Democrática.

Esta lucha por la democracia radical se hizo visible internacionalmente en 2014 cuando ISIS atacó la ciudad de Kobanê, controlada por los kurdos. Para muchos medios de comunicación occidentales, el elemento más sorprendente de este movimiento kurdo repentinamente visible fue que el feminismo no sólo existía en Siria, sino que además estaba en la vanguardia de la lucha.

Desde la batalla de Kobanê, las estructuras políticas de las regiones autónomas se han convertido en objeto de investigación periodística y académica. Únicas y merecedoras de investigación como lo son estas estructuras, para nosotros surgió una cuestión igualmente necesaria pero diferente. Lo que queremos analizar es cómo la forma organizativa de estas luchas en Siria y Turquía ayudó a generar estas estructuras democráticas. El Movimiento de Liberación Kurdo ofrece la visión de una forma de organización novedosa que va más allá tanto de la forma de partido único como de la actual fragmentación que define a la izquierda. No somos tan ingenuos como para creer que la simple adopción de una forma de organización resolverá todos los problemas que aquejan a la izquierda; sin embargo, podemos decir con certeza que las vías de organización que las fuerzas kurdas han diseñado pueden resolver un considerable conjunto de problemas.

Recomponiendo la ideología y visión del PKK

El Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) se formó después de que años de resistencia kurda no violenta dentro de Turquía no dieran ningún fruto político. El Estado turco (como Estado-nación) negó la existencia misma de una identidad kurda y no se detuvo ante nada para borrarla. A lo largo de los años sesenta y principios de los setenta, algunas organizaciones e iniciativas sociales intentaron organizar bases sociales kurdas en torno a reivindicaciones de igualdad social, que tuvieron como respuestas asesinatos o detenciones selectivas. La forma violenta en que el Estado turco contraatacó a cualquier organización de base kurda dio lugar a una resistencia kurda cada vez más militante y organizada. El PKK se formó a finales de la década de 1970 a partir de esta coyuntura, entendiendo el Estado turco como una colonia de fuerzas imperialistas occidentales donde la tierra y el pueblo kurdo eran considerados una sub-colonia. Ante la falta de vías democráticas, el PKK lanzó una lucha guerrillera. Las repercusiones de esta guerra entre el Estado turco y el PKK fueron devastadoras, dejando casi 40.000 personas muertas y abusos de los derechos humanos cometidos por ambas partes.

Si bien el conflicto no produjo resultados decisivos en ninguno de los dos bandos, el Estado pudo lograr una ganancia discursiva para sí mismo. De hecho, debido a la aplicación por parte de Turquía de la etiqueta de “terrorista” al PKK y la atribución común de la etiqueta a todos los kurdos en el discurso popular, los kurdos están sujetos a una especie de “exclusión diferencial” en la que están “excluidos de la protección de la ley” pero no de su “disciplina, castigo y regulación”. Al calificar en términos generales la identidad kurda de “terrorista”, el Estado turco intenta legitimar la forma en que somete y castiga a las personas que reivindican esta identidad y a los territorios ancestrales vinculados a ella. En respuesta al ataque frontal del Estado turco, las unidades guerrilleras del PKK crearon bases de apoyo más allá del Kurdistán turco, tanto en Irak, Siria e Irán, donde los kurdos también eran reprimidos y excluidos por la supremacía étnica inherente a cada Estado-nación.

Cuando el líder ideológico del PKK, Abdullah Öcalan, fue capturado en 1999 y posteriormente recluido en régimen de aislamiento en una isla penitenciaria turca, se inició un alto el fuego. El gobierno turco esperaba que esto fuera el principio del fin del PKK. Sin embargo, lo que se solidificó fue el renacimiento del PKK y del Movimiento de Liberación Kurdo en general.

A lo largo de las décadas de 1980 y 1990, las organizaciones de mujeres del PKK presionaron a Öcalan para que reformulara completamente el perfil ideológico, organizativo y práctico del PKK y del Movimiento de Liberación Kurdo en general. Debido a que el PKK siempre había sido una fuerza atractiva para las mujeres que querían escapar del patriarcado en sus hogares, la constatación de que la cultura dentro del PKK seguía siendo patriarcal empujó a las mujeres a auto-organizarse. Esto condujo a la formación de la Unión de Mujeres Patriotas del Kurdistán (YJWK) y de la Unión de Mujeres Libres del Kurdistán (YAJK) en las décadas de 1980 y 1990, lo que en última instancia dio como resultado el Partido de Mujeres Libres (PJA) en la década del 2000.

Estas organizaciones de mujeres fomentaron una relación dialéctica entre ellas y Öcalan. Además, esta nueva constelación de organizaciones de mujeres tuvo un gran efecto en el empoderamiento de las mujeres dentro del creciente Movimiento de Liberación Kurdo. Havin Güneser define el período que va de 1993 a 2003 como un período de transición en el que el Movimiento de Liberación Kurdo en su conjunto se desvinculó de los valores leninistas y avanzó hacia una liberación colectiva antiautoritaria que puso en primer plano la liberación de la mujer. El PKK ahora había declarado a la mujer como sujeto de la historia, no al proletariado. Dada la amenaza que representaban las fuerzas conservadoras y reaccionarias para las mujeres, y el papel de las mujeres en la reproducción de las relaciones sociales, políticas y económicas en la sociedad kurda transnacional, este movimiento fue impresionante. Sin embargo, lo que importa aquí es que las conversaciones y debates del movimiento de mujeres no tuvieron lugar fuera del PKK; mientras se creaban nuevas organizaciones y partidos de mujeres, éstas seguían formando parte de un complejo más amplio con el PKK. Al seguir formando parte del complejo del PKK, estas conversaciones llegaron a afectar mucho a la organización, cambiando la misión teórica y metodológica del movimiento.

A partir de estos diálogos, el PKK y buena parte del Movimiento de Liberación Kurdo llegaron a adoptar un programa político basado en la creación de lo que se llamaría Autonomía Democrática y Confederalismo Democrático. Lo que el proyecto propone es la construcción de un gobierno popular de contrapoder paralelo al actual (similar al de los zapatistas). De acuerdo con este método, los sitios y los espacios se irán divorciando cada vez más de las estructuras de poder opresivas existentes y empezarán a reconfigurarse de manera autónoma. Esta relación se conoce como Autonomía Democrática. Estos sitios deben ser instituidos en un complejo de estructuras de toma de decisiones políticas conocido como Confederalismo Democrático (que es una especie de gobierno autónomo) que combina poderes constituyentes y constituidos. Como Hardt observa en su introducción al texto de Negri Insurgencias: El Poder Constituyente y el Estado Moderno, “el Poder Constituyente denomina a las fuerzas democráticas de transformación social, los medios por los cuales los seres humanos hacen su historia”, mientras que “el Poder Constituido, en cambio, define el orden fijo de la Constitución y la estabilidad de su estructura social”. Para aclarar las cosas, el Poder Constituyente denomina “gobierno por el pueblo”, mientras que el Poder Constituido denomina “gobierno para el pueblo”.

Aunque los cambios en la ideología y la visión del Movimiento de Liberación Kurdo son ciertamente significativos, también lo son los cambios en la estructura organizativa del PKK. En el pasado comprometido con el modelo de partido marxista, hoy la estructura del PKK es mucho más compleja. La composición original del PKK estaba compuesta por Öcalan como líder sentado en la cima de la pirámide organizativa, apoyado por un Comité Central, y un Congreso del partido como autoridad suprema; debajo de estas estructuras estaban los miles de partidarios y militantes.

Sin embargo, desde la década de 1990 se han desarrollado algunas organizaciones afiliadas, grupos paraguas e instituciones para crear lo que Ahmet Hamdi Akkaya y Joost Jongerden llaman un “complejo de partido”. De hecho, lo que se ha creado en Rojava y Bakur es mucho más un conjunto de fuerzas unidas antes que un partido individual. Lo que ha ocurrido entonces es una recomposición en la que el PKK dio paso a fuerzas que participaron y co-definieron el horizonte político. Este Movimiento de Liberación Kurdo (ya no sólo el PKK) funciona como una especie de asamblea, una federación descentralizada de órganos que están unidos por una coorganización, una visión y una práctica comunes para una sociedad democrática.

Aunque el PKK sigue siendo una organización política en funcionamiento, ahora existe como una entre muchas. Esta agrupación incluye fuerzas que atraviesan el espectro político; algunas se centran en la organización de las mujeres, otras en la juventud; algunas organizaciones operan en la política extraparlamentaria, mientras que otras siguen funcionando como partidos parlamentarios. Los grupos guerrilleros, las milicias y otros aparatos de autodefensa también forman parte de este conjunto, y algunas organizaciones kurdas de la diáspora en toda Europa también están incluidas. Cada organización juega un papel como parte de una red más amplia de fuerzas que intentan desarticular el poder del Estado a la vez que proporcionan una alternativa democrática a la realidad cada vez más antidemocrática en la que se encuentran los kurdos.

La toma de decisiones entre organizaciones está mediada por tres estructuras vinculadas: la Unión de Comunidades del Kurdistán (KCK), el Congreso Popular del Kurdistán (Kongra-Gel) y el Congreso Nacional del Kurdistán (KNK). La KCK funciona de manera similar a las estructuras de los consejos previamente elaboradas: “básicamente una red de consejos de aldeas, ciudades y regiones”. La KCK fue creada entre 2005 y 2007 “con el objetivo de organizarse de abajo hacia arriba en forma de asambleas”. Kongra-Gel funciona como un Congreso al que se envían delegados de los consejos de la KCK, mientras que la KNK funciona como un congreso para todas las organizaciones políticas y sociales que forman parte del movimiento más amplio. De esta manera, no sólo existe organización a lo largo de líneas territoriales, sino también a través de múltiples ejes de intereses, promoviendo un pluralismo democrático en lugar de un monismo sectario. Todos los órganos unidos por la visión y el método de la Autonomía Democrática y el Confederalismo Democrático, independientemente de su ubicación, logran la coordinación de su solidaridad y lucha a través de estas estructuras.

Una praxis de pluralismo contra una oposición consolidada

En la práctica, el método de transición revolucionaria propuesto por el Movimiento de Liberación Kurdo ha sido más o menos exitoso. Obviamente, ha tenido mucho más éxito en Rojava donde, durante algún tiempo, el proceso revolucionario se creó en un vacío político generado por la guerra civil. Cuando el Estado sirio centró su atención en el Ejército Sirio Libre y el ISIS, se permitió el desarrollo de la revolución de Rojava. Teniendo esto en cuenta, los primeros días de la revolución fueron bastante excepcionales. Antes de la guerra, parece que Rojava se había organizado con el PYD (Partido de Unión Democrática, a su vez miembro del Movimiento de Liberación Kurdo), así como con otras organizaciones de la sociedad civil que operaban como células germinales. Así que cuando el conflicto creó la apertura, las fuerzas sociales estaban preparadas para la autonomía.

En el sistema democrático confederalista que se ha erigido en Rojava, el poder descansa en tres lugares. Uno de ellos se encuentra en un aparato parlamentario fijo, pero muy elemental, para el que se eligen ministros que llevan a cabo básicas tareas administrativas y de gestión. Al igual que el zapatismo, estos ministros deben liderar obedeciendo, y deben obedecer la voluntad de los consejos populares (que representan un segundo polo de poder) y de las organizaciones basadas en intereses (un tercer polo de poder). Los consejos se organizan de abajo a arriba, a nivel de calle, vecindario, aldea/distrito, ciudad y cantón, mientras que las organizaciones basadas en intereses (que se organizan en torno a cuestiones feministas, juveniles y otras cuestiones civiles) operan paralelamente a estos consejos en todos los niveles y se les permite intervenir en la toma de decisiones. Estas organizaciones basadas en intereses funcionan como células germinales que agrupan a las bases sociales en asociaciones de base más amplia en las que participan en el debate político, la discusión y la educación. En esencia, la separación de poderes es tal que la interacción entre las organizaciones basadas en intereses y los consejos organizados geográficamente forma una esfera legislativa en la que las propuestas se envían hacia arriba para su ratificación a nivel ejecutivo, parlamentario/ministerial. Si el parlamento encuentra que las propuestas traicionan el Contrato Social, entonces estas propuestas son devueltas para su modificación. La estructura es, en la práctica, un diálogo dialéctico entre múltiples niveles. La Autonomía Democrática y el Confederalismo Democrático imaginan así una confederación de ciudades organizadas en una nueva unidad democrática que rechaza el Estado-nación.

Aunque se propone un parlamento básico, este parlamento carece de acceso a cualquier aparato coercitivo. En la práctica en Rojava, las instituciones de seguridad como las YPG (Unidades de Protección Popular) o las YPJ (Unidades de Protección de las Mujeres) están sujetas a los consejos, no al parlamento. De esta manera, se crea una especie de sistema de doble poder entre las formas populares constituyentes y las formas burocráticas fijas constituidas. Para aumentar la participación femenina, cada consejo elige a copresidentes -una de las cuales debe ser mujer y aprobada por organizaciones paraguas de mujeres autónomas- que actúan como moderadores de su consejo y como portavoces ante consejos más amplios, por encima de los suyos propios. Esta estructura tiene por objeto evitar que las mujeres elegidas como copresidentas sean simplemente simbólicas. Mientras tanto, por cada “ministro” elegido en el parlamento, se asignan dos diputados de grupos étnicos distintos al del ministro.

Entonces, en la práctica, la transformación revolucionaria implica la creación de un sistema alternativo (a través de la formación de contra-instituciones que operen paralelamente a las actuales) dentro del armazón del sistema actual, creciendo de tal manera que sea capaz de construir el Confederalismo Democrático. Como tal, “el concepto de Confederalismo Democrático no es sólo para liberarse mediante el establecimiento de autonomía a espaldas del Estado, sino también para democratizar las estructuras existentes”. El método revolucionario es hacer que el Estado actual se marchite bajo el asalto continuo de fuerzas democráticas. En contraste con la teoría leninista de la transición (que propone una vanguardia para aplastar al Estado burgués y luego la erección de un Estado proletario que luego evolucionará), la teoría de Öcalan propone que se desarrolle una estructura de poder autónoma que devore gradualmente las operaciones del Estado burgués y, por lo tanto, desvanezca al Estado burgués. El uso de las armas debe ser puramente defensivo (en caso de reacción armada del Estado), mientras que el uso de las fuerzas parlamentarias debe incluirse en esta estrategia. En otras palabras, no se ignora ningún sitio, todos son desafiados.

Sin embargo, en Bakur la realidad ha sido muy diferente. Mientras que el proceso de Autonomización Democrática en Rojava proporciona una perspectiva única del esfuerzo político en una sociedad en guerra, el esfuerzo en Bakur es mucho más relevante para la traducción en Occidente, dado el hecho de que Turquía no está en medio de una guerra civil. Es decir, el Estado-nación es funcional y fuerte. Entre 2000 y 2005, a medida que el PKK se recomponía y se formaba un Movimiento de Liberación Kurdo más amplio, este nuevo movimiento comenzó a establecer estructuras revolucionarias.

Entre 2000 y 2005, a medida que el PKK se recomponía y se formaba un Movimiento de Liberación Kurdo más amplio, este nuevo movimiento comenzó a establecer estructuras preconcebidas de consejo en todo Bakur. El principal motor de la construcción del sistema de consejos que conformaría las estructuras democráticas confederalistas de Bakur fue el Congreso de la Sociedad Democrática (DTK, por sus siglas en inglés), fundado en 2005 con el objetivo de unir a “partidos, organizaciones de la sociedad civil, comunidades religiosas y organizaciones de mujeres y jóvenes”. Como explica Janet Biehl, el DTK funciona como una estructura paraguas que reúne a actores de los consejos locales, partidos, organizaciones civiles y sindicatos, operando como un parlamento para ocuparse de la administración autónoma. A pesar de la criminalización del DTK en 2011, el proceso de autonomización democrática ha continuado, independientemente de su estatus legal.

Para lograr esto, se desplegó una sofisticada gama de estrategias y tácticas. El DTK se propuso establecer estructuras de base que trataran de reemplazar los aparatos estatales turcos, donde los problemas pudieran resolverse desde el nivel más bajo y directamente democrático posible. Dependiendo del apoyo de las bases, se crearon estructuras tales como consejos de calle, de barrio y municipales en todas las ciudades y aldeas de Bakur, junto con una proliferación de comités respaldados por organizaciones de la sociedad civil; éstas han establecido una serie de órganos civiles y económicos incluyendo comités legales (que desarrollan marcos legales autónomos), comités culturales (que luchan por los derechos culturales), cooperativas económicas, cooperativas de mujeres, centros sociales y academias.

Mientras tanto, se creó el HDP (Partido Democrático de los Pueblos) para establecer una actuación parlamentaria más amplia dentro del Estado turco. Formado en 2012, el HDP funcionó como el brazo parlamentario de una asamblea de fuerzas que se unieron por primera vez en 2011 como el HDK (Congreso Democrático Popular), y reúne a “organizaciones de la sociedad civil basadas en el trabajo y los derechos, tales como movimientos de mujeres, LGBTQ y ambientalistas; sindicatos; representantes de varias minorías religiosas; y más partidos socialistas”. Para junio de 2015, el HDP fue capaz de lograr la representación parlamentaria. Como observa Haydar Darici, el HDP estaba destinado a organizar el poder popular fuera de la región de Bakur, junto con otros “izquierdistas, anarquistas, feministas y todos los demás grupos de la oposición”. Sin embargo, este éxito tuvo un costo. Tras el ascenso electoral del HDP en junio de 2015, Erdogan lanzó una contraofensiva autoritaria que culminó con la ocupación militar de la región de Bakur. La contraofensiva dio lugar a más de 100 asesinatos de civiles, así como a innumerables detenciones, y se complementó con una amplia represión que despidió a miles de funcionarios públicos (especialmente maestros) y cerró varios medios de comunicación.

En toda la región kurda de Turquía, la resistencia contra las políticas cada vez más autoritarias de Erdogan ha sido más fuerte, y la dirigen los jóvenes. El PKK y el Movimiento de Liberación Kurdo gozan de una gran popularidad entre la juventud kurda de la región. Esto se debe no sólo a la actividad histórica del PKK en la región, sino también a la cruda realidad de la situación. Mientras que la tasa de desempleo de Turquía se situó en el 10,3 % a principios de este año, para los jóvenes de entre 15 y 24 años en la región históricamente kurda fue del 22 % para las mujeres y del 16,5 % para los hombres. Esto está enraizado (al menos en parte) desde la década de 1990, cuando el gobierno sacó por la fuerza a miles de familias kurdas de sus tierras ancestrales para arrasar el territorio.

Sin embargo, los dos acontecimientos clave que solidificaron la contraofensiva fueron el golpe de Estado y la crisis de los refugiados. El 17 de julio de 2016, un golpe de Estado militar fallido le dio a Erdogan la “legitimidad” que necesitaba para dar el siguiente gran paso en el control de todo el aparato estatal. Este intento de golpe de Estado desbloqueó una escalada cada vez más autoritaria de violencia que ha llevado a la detención y suspensión de decenas de miles de personas en toda Turquía, así como a una ofensiva militar en Bakur.

Mientras tanto, la “crisis” de los refugiados ha hecho a Erdogan a prueba de balas. Aunque los líderes europeos han lamentado su expansión fascista de poder, no han querido enfrentarse a Erdogan. En su lugar, han preferido pagar a Turquía miles de millones por retener a los refugiados que quieren cruzar a Europa en lugar de adoptar una postura clara en favor de la democracia y los derechos humanos.

El agrupamiento formado en Bakur y más allá creó un impresionante contrapoder. Sus actores co-definieron un horizonte común y coordinaron los esfuerzos de múltiples actores a lo largo de diversas líneas de praxis y a través de varios campos de controversia. Sin embargo, el regionalismo del proyecto fue su mayor obstáculo. La victoria discursiva del Estado turco en torno al significado de “kurdo” resultó ser un obstáculo de enormes proporciones. El HDP y otras fuerzas unieron espacios (y movimientos dentro de ellos) como Bakur y Estambul, pero el esfuerzo fue insuficiente. Si bien la coyuntura actual parece sombría, no significa que la forma en sí sea la culpable. Más bien, la lucha creada por el Movimiento de Liberación Kurdo puede ser una de sus mayores contribuciones históricas. Pudieron desarrollar una política de combate multidimensional capaz no sólo de comprometer, sino de desarticular los poderes destructivos del sistema de organización social que descansa sobre el patriarcado, el Estado-nación y el capital. Esto no se hizo a través de una formación leninista que apuntaba a erigir un nuevo Estado que más tarde se marchitaría místicamente. Más bien, Öcalan propone una forma de lucha basada en una amplia solidaridad que una a un conjunto de fuerzas que luchan en los movimientos sociales (terreno extraparlamentario) y dentro del Estado (terreno parlamentario) hacia el objetivo común de crear Autonomía Democrática y Confederalismo Democrático. Dentro de este proceso, nuevas estructuras horizontales reemplazan las estructuras verticales del Estado burgués bajo un proceso constituyente sin fin.

Hacia una Asamblea en Occidente

Cuando la ola reaccionaria de hace unos años comenzó a crecer, había al menos una Izquierda de masa coherente (aunque claramente no perfecta). La coyuntura actual nos encuentra muy divididos y debilitados. Mientras que nuevas configuraciones de asamblea de masas son visibles -como en la formación del Movimiento por las Vidas Negras- estas expresiones son, en el mejor de los casos, incipientes. Recordando a Errico Malatesta, debe quedar cada vez más claro que lejos de conjurar el autoritarismo, la organización de la multitud es la única cura. Debemos ir más allá de una política anti-organizacionalista que celebra la espontaneidad y avanzar hacia una política organizativa que sea intencional. Por lo tanto, la cuestión de la forma organizativa que la izquierda establezca para coordinar los esfuerzos es de suma importancia.

Sin embargo, mientras que otros piden un partido único, nosotros proponemos en cambio una construcción similar al Movimiento de Liberación Kurdo. Reconocemos las críticas planteadas por Jodi Dean en la medida en que los movimientos antiautoritarios han sido incapaces de crear “una afirmación explícita de colectividad, una estructura con responsabilidades, un reconocimiento de las capacidades diferenciales y un vehículo para la solidaridad”. Más allá de reunirse de un momento a otro, ella reclama con razón que la izquierda debe ser capaz de permanecer unida. Un espacio de continuidad que unifique momentos, experiencias y luchas está muy ausente en Occidente. No sólo es improbable la idea de que un solo partido pueda proyectar los deseos y necesidades de la multitud, sino que la mera idea de que la gente abandone proyectos ya existentes para archivarlos en un nuevo vehículo simplemente no es convincente. Estas organizaciones existen por una razón y abordan particularidades que se han vuelto históricamente necesarias. Al mismo tiempo, nuestra atomización y aislamiento han creado una izquierda fracturada que se opone a una derecha cada vez más autoritaria y consolidada. Como señalan Hardt y Negri, mientras nuestras fuerzas fracturadas han sido capaces de hacer visibles las desigualdades y la violencia a través de múltiples ejes de poder y explotación, hemos fracasado en gran medida en desarticular el poder y depositarlo en los canales de poder constituyente. En resumen, necesitamos desesperadamente construir una nueva forma de lucha.

Una lección central ha sido la capacidad de crear una forma organizativa pluralista que perdure en el tiempo e intervenga en múltiples terrenos de lucha. Lo que vemos aquí no es una rigidez de forma o una sobrevaloración de un solo lugar de lucha (ya sea económico, parlamentario, civil, etc.); más bien, hay una comprensión de que los campos de lucha no son mutuamente excluyentes.

Las configuraciones de organización visibles en Rojava y Bakur apuntan a un posible camino a seguir. Su forma organizativa implica subjetividades políticas que ofrecen identificaciones más allá de las identidades nacionales o microidentidades. Si el feminismo o el antirracismo son los contextos más apropiados a través de los cuales se unirá un movimiento político es una cuestión que no puede ser respondida por nosotros en este momento. Para el Movimiento de Liberación Kurdo, el feminismo ya no se entiende como una forma de liberar sólo a las mujeres, sino a la sociedad en su conjunto. El Estado-nación, construido sobre una genealogía del patriarcado, debe ser superado, porque la lucha contra el patriarcado y el capital está al unísono. Esta comprensión responde a una pregunta que está en la raíz de los muchos problemas que enfrentamos en Occidente: “¿Quién es nuestro sujeto político?”. El obrero industrial (blanco, masculino) que unió a la izquierda durante muchas décadas ya no es el sujeto de las masas. Esta subjetividad tampoco capta los muchos niveles de opresión a los que nos enfrentamos. Al combinar el feminismo con el anti-nacionalismo, se crea una nueva subjetividad política prometedora.

Hay que entender que la izquierda en Occidente (especialmente en los Estados Unidos) está en un período de recomposición política. El neoliberalismo, la represión del Estado y la hegemonía de una política que conlleva un estilo de vida, espontánea y de un solo tema han creado una izquierda que carece del tipo de infraestructuras organizativas, educativas y culturales que el Movimiento de Liberación Kurdo ha sido capaz de mantener durante décadas. Por lo tanto, imaginar que en este momento amplios sectores de la izquierda en Estados Unidos son capaces de co-definir un horizonte tan largo como la Autonomía Democrática y el Confederalismo Democrático es poco realista. La separación de nuestros conocimientos y entendimientos es demasiado grande como para pensar en un mañana tan cohesivo. Un esfuerzo más razonable (aunque deseable) sería co-definir un conjunto común de reformas a medio plazo que apunte a crear una mejor posición para todos los actores que formen el potencial agrupamiento. Si queremos tener una oportunidad de luchar, debemos ser capaces de co-definir una serie de objetivos que tengan una relevancia significativa para la multitud.

Para Occidente, creemos que esto puede lograrse a través de un agrupamiento que opere como el principal motor que impulsa a las fuerzas populares de la sociedad en su conjunto a adquirir una posición creciente a través de un proceso de reforma gradual pero transformativo. Este proceso funcionaría como una fase de transición. Cada paso de la reforma no debe considerarse como un fin, sino como un paso hacia una mejor posición. Una posición ganada con cada punto de apoyo que nos acerque a un desencadenamiento no sólo de las restricciones, sino también de los deseos. Cada paso construyendo un sentido de autonomía y de posibilidad. Las posiciones ganadas deben ser organizativas, económicas, infraestructurales, culturales y discursivas.

En Kurdistán, una asamblea (el DTK en Bakur) fue creada por un complejo de partidos (la forma descentralizada y federada del PKK que generó una asamblea organizativa más allá del KCK). Esta forma de organización más amplia es pluralista en el sentido de que está abierta a diferentes ideologías dentro de parámetros definidos. En el caso de Bakur y Rojava, los puntos de unidad más importantes son el feminismo, el anticapitalismo, el anti-Estado-nación y la ecología. El voto y el debate se producen dentro de este entendimiento predeterminado que expresa el mayor grado de comprensión mutua desde el cual dialogar y coordinar. Sin embargo, lo más importante es que se definió, estableció y comprometió una agenda común, es decir, el desarrollo de la Autonomía Democrática y el Confederalismo Democrático. He aquí una forma de lucha que es ideológicamente flexible, estratégicamente disciplinada y tácticamente diversa. Organizaciones como el HDP se comprometen a un camino electoral pero al mismo tiempo defienden brigadas juveniles autónomas que optan por luchar, por ejemplo, contra la policía directamente en las calles. Las tácticas son diversas, y los actores se comunican directamente entre sí, tratando de complementar el trabajo de cada uno mientras caminan juntos hacia el horizonte que han co-definido.

De manera similar, podemos imaginar una proliferación de alianzas a lo largo y ancho de la ciudad, construidas a través de, digamos, los Estados Unidos, que puedan federarse como deseen a nivel regional y nacional para desarrollar una amplia gama de demandas que sirvan inmediatamente como base para las campañas de los movimientos sociales. Al igual que en el Kurdistán, estas alianzas podrían comprender una amalgama de organizaciones basadas en intereses (como organizaciones antirracistas, LGBTQ, antifascistas y feministas, sindicatos, iniciativas ambientales y otras organizaciones de izquierda) que se entrecrucen a través de consejos geográficamente localizados que podrían absorber a individuos no afiliados y así operar como células germinales. Sin duda, esto exigiría un cambio cultural de la izquierda que requeriría el abandono de una política de pureza y una aceptación de la imperfección política. La capacidad de influir y transformar las realidades políticas/sociales dependerá, por supuesto, de la escala de la operación. Por lo tanto, para avanzar se necesitaría una confederación nacional de esas alianzas con sede en las ciudades.

El experimento kurdo nos da no sólo una visión de una sociedad alternativa, sino de una forma de organización y estrategia alternativas. La falta de una izquierda radical de masas es devastadora en gran parte de Occidente. A partir de nuestra experiencia en Estados Unidos y Alemania, la situación política actual nos impulsa a idear una forma pluralista de desarticular la composición actual del poder y de autonomizar la nuestra. Después de un largo retiro, es urgente que protejamos la poca posición que nos queda y desarrollemos una estrategia que conquiste una nueva democracia y una nueva autonomía. Esto exige que se vuelva a poner sobre la mesa la cuestión de la forma organizativa, dado que el número de estructuras de poder que somos capaces de impugnar depende de la escala y las capacidades organizativas de nuestros números. Lo que el Movimiento de Liberación Kurdo ha aportado no sólo es un método que podemos debatir, sino también una serie de innovaciones organizativas que a su vez pueden enriquecer nuestro repertorio para ir más allá de las meras negaciones moralistas hacia autonomizaciones estratégicas.

FUENTE: Daniel Gutiérrez, Antje Dieterich y Víctor Hertzfeld / Upping the anti / Fecha de publicación original 1 de abril de 2018 / Traducción: Rojava Azadi Madrid