Género y populismo autoritario en Turquía: las dos fases del régimen del AKP

El caso del Partido Justicia y Desarrollo (AKP), que ha estado en el poder en Turquía durante 17 años, requiere un escrutinio elaborado que se extienda más allá de su lógica populista, y que considere su articulación con otros discursos como el neoliberalismo, el islamismo, el nacionalismo y el autoritarismo.

Tal escrutinio también necesita una periodización del gobierno del AKP, el cual ha sufrido una transformación dramática. En sus dos primeros términos gubernamentales (2002-2011), el AKP actuó principalmente como un partido emergente de centro derecha, en lugar de un partido populista de derecha, autodenominado como “demócrata conservador”. Representaba la marcha hacia adelante de las circunscripciones conservadoras islámicas al centro del poder sin alienar a la mayoría del electorado, y acomodar las demandas de su circunscripción a los requisitos del capitalismo neoliberal, en el contexto de una mayor democratización habilitada por el proceso de adhesión a la Unión Europea (UE).

Posteriormente, al pasar por un período drástico de transición entre 2010 y 2015, el partido se transformó en nacionalista-populista, y empujó al régimen hacia el autoritarismo electoral con la imposición de una nueva Constitución y el establecimiento de un gobierno personalista.

El AKP siempre se ha basado en una lógica populista que, gradualmente, ha salido a la luz. Inicialmente, esta narrativa populista se mantuvo dentro de los límites del antiguo legado de la centro-derecha turca, que lanzó a las “masas piadosas conservadoras de Anatolia” contra las “élites burocráticas republicanas occidentalistas” y los “seculares modernistas”. Pero con el transcurso del tiempo, se ha desarrollado una espiral que parte de una polarización reformista hacia una revolucionaria, transformando al AKP en el proceso.

Política de género con dos caras

“¿Qué más querrían las mujeres?”

En su primera fase, las dos caras del gobierno del AKP se reflejaron en su política de género. Dos aspectos diferentes e incompatibles de la política de género coexistieron, uno al lado del otro. Por un lado, las políticas promotoras de igualdad de género en línea con los requisitos del proceso de adhesión a la UE, mediante las cuales se implementaron reformas legales y constitucionales importantes, aunque no del todo por iniciativa propia, sino principalmente por la presión y la colaboración de un movimiento feminista vibrante. Cabe señalar que la dependencia de la posición “moderada” del AKP con respecto a la igualdad de género en el proceso de la UE la hizo defectuosa desde el principio. Aun así, cuando en 2007 la violencia contra las mujeres había aumentado a niveles alarmantes, los esfuerzos legales se intensificaron, culminando con la promulgación de la Ley 6284 en contra la violencia doméstica, una ley sin impacto positivo tangible hasta ahora.

El carácter “moderado” del período se reflejó en la firma de la Convención del Consejo Europeo de Estambul en 2011. La Convención fue el primer acuerdo internacional con disposiciones concretas para combatir la violencia contra la mujer. Turquía fue el primer signatario gracias a las contribuciones del movimiento feminista turco. Sin embargo, a la par de los intentos de “mantener las apariencias” con respecto a la agenda de igualdad de género impuesta por la UE, se llevó a cabo una política para impulsar la creciente islamización de la política y para reforzar el papel de las mujeres como madres, esposas y cuidadoras, a través de un bienestar social basado en la familia. Estas políticas frenaron el impacto de las reformas alcanzadas en la Convención.

Aunque sus políticas de ninguna manera coincidían con los proyectos masivos de igualdad de género de los partidos populistas de izquierda en América Latina, el AKP logró obtener un amplio apoyo electoral de las mujeres (hasta el 55%), especialmente entre las mujeres conservadoras y de familias de clase baja urbana. En contraste con los partidos populistas de derecha en Europa, que hasta hace poco eran predominantemente apoyados por hombres, el AKP ha sido más un partido de mujeres.

Había dos pilares en este apoyo por parte de las mujeres votantes. Uno fue el apoyo del AKP a la desarticulación de la prohibición de la entrada a mujeres con velo en universidades y oficinas públicas, quizás el tema político más polémico por más de diez años. Sin embargo, incluso las narrativas sobre la liberación de las mujeres con velo de las opresivas élites republicanas se articularon principalmente en términos de derechos humanos, no de género. Además, el apoyo del AKP a las mujeres no se limitó a la apertura de espacios públicos para ellas. Se basó principalmente en organizar y movilizar a masas de mujeres para la política de partidos, especialmente a nivel local.

Esto significó un nivel considerable de empoderamiento para la mayoría de las mujeres, incluso si no eran elevadas a los niveles superiores del partido. Además, el aspecto más efectivo de la política local ha sido el nivel sin precedentes de asistencia social distribuida a las familias urbanas pobres a través de las autoridades locales, fundaciones religiosas y ONGs progubernamentales. El éxito político de esta estrategia para consolidar la hegemonía del AKP entre los pobres urbanos y las mujeres está bien documentado en la literatura. Sin embargo, hay una consecuencia más profunda de la política local basada en la familia que, a menudo, se pasa por alto. Como lo expresó una activista local del AKP en Estambul, “el AKP transmite el mensaje a las mujeres: vamos a disciplinar y domesticar a sus esposos e hijos. En nuestra comunidad, los hombres proveen para la familia y, por lo tanto, se garantiza la unidad familiar. La provisión de trabajos e (infundir) el temor de Dios (en los hombres) son lo suficientemente poderosos como para protegerte contra el mundo exterior y hacerlos compasivos en casa. ¿Qué más querrían las mujeres?”.

Pero este acuerdo viene con una obligación especial por parte de las mujeres, que requiere que “las mujeres deban confiar en el partido y asegurar la paz en el hogar y no confrontar a sus esposos directamente”. Entonces, este fue el acuerdo central que el AKP hizo con las mujeres: cumplimiento de las normas tradicionales de género, obediencia doméstica y devoción política a cambio de empleos para hombres, bienestar social y, lo que es más importante, un “efecto civilizador” en los hombres. Como dice Deniz Kandiyoti: “Después de todo, el acuerdo más antiguo con el poder patriarcal en todas sus formas, (ahora) se está desarrollando a escala nacional con los poderosos recursos del populismo paternalista”.

El ascenso del líder como salvador del pueblo como nación

Al comenzar el tercer mandato del AKP en el gobierno, en 2011, la política turca había pasado por una serie de eventos importantes que condujeron a una salida de la democracia bajo la dominación del autoritarismo unipersonal.

En este período, la profunda dinámica de polarización endémica del sistema político se salió de control, lo que condujo al colapso del discurso de gobierno conservador-democrático-inclusivo. Como arguye Murat Somer, la desaparición de la democracia se debió a las “dinámicas perversas” presentes en la “espiral autoritaria de la política polarizadora y transformadora”. El período de transición entre 2013 y 2015 fue un punto de inflexión crítico, donde el gobierno del AKP fue desafiado tanto por una creciente oposición democrática, como por el socio del partido en el bloque de poder (la Comunidad de Fethullah Gülen).

En el Movimiento de Resistencia de Gezi en 2013, y más tarde en las elecciones de junio de 2015, donde el HDP (un partido de coalición del movimiento kurdo y la izquierda turca) aseguró un éxito electoral crítico que le robó al partido gobernante su mayoría parlamentaria; el AKP se enfrentó por primera vez a una lógica opositora alternativa, que indicó la formación temprana de una coalición democrática-popular, y desafió con éxito la narrativa populista de derecha del AKP. Ante el prometedor surgimiento de una nueva oposición que exigía paz y democracia, y perdiendo su mayoría parlamentaria en las elecciones en el proceso, el AKP reaccionó poniendo fin a las negociaciones de paz (con la insurgencia kurda), reanudando las operaciones militares en la región kurda y transformando el régimen en un autoritarismo robusto. La búsqueda de la reestructuración del régimen, combinada con la “inseguridad existencial” desencadenada por la geopolítica fluida y el intento de golpe de Estado en 2016 por la comunidad de Gülen, condujo al descenso de Turquía al autoritarismo.

El actual autoritarismo generalizado no puede explicarse solo en términos de una lógica populista. Siguiendo la distinción sugerida por Benjamin de Cleen, entre un populista (antagonismo de arriba/abajo), y una lógica nacionalista (dentro/fuera de la oposición), sugiero que la lógica populista del AKP se ha articulado con una narrativa ultranacionalista, nativista y autoritaria de “pueblo como nación” contra “enemigos internos y externos no nacionales”.

Es cierto que una narrativa populista del AKP como representante de “los oprimidos”, “los desamparados” y “los victimizados” siempre ha estado allí. Pero poco a poco esta polarización populista se ha convertido en una dicotomía nacionalista-populista excluyente de quienes pertenecen y quiénes no. Por lo tanto, el líder del partido pasó de ser el representante del oprimido nacional contra las élites, a ser el salvador de la nación contra las fuerzas “terroristas” no nacionales.

Por lo tanto, ha habido un cambio dramático hacia una narrativa del pueblo como nación, mediante la cual toda la nación se ha constituido como oprimida por las élites externas y sus colaboradores locales no nacionales, lo que prácticamente significa toda la oposición en el país (es decir, 50% de los votantes).

Mujeres piadosas versus las mujeres de rojo

“Atacaron a mi hermana cubierta”

La política de género ha jugado un papel crítico en esta transición al autoritarismo. La Resistencia de Gezi y la política del HDP desencadenaron una respuesta autoritaria en muchos niveles, incluidos los temores y ansiedades heteropatriarcales. Las protestas masivas en Gezi en 2013 mostraron la visibilidad y la vitalidad de los movimientos de mujeres y LGBT. Como respuesta a Gezi, Erdogan no solo recurrió a la narrativa de la nación amenazada por poderes externos, sino también a una retórica específicamente islámica-populista que revelaba fantasías alarmistas de género.

Cuando una mujer cubierta, afiliada al AKP, alegó falsamente haber sido atacada por los manifestantes de Gezi debido a su velo –“insultada, pateada y orinada por 100 hombres semidesnudos con guantes de cuero y pañuelos negros”-, Erdogan y sus seguidores en los medios de comunicación usaron este alegato para satanizar a los manifestantes. Dirigiéndose a una multitud masiva en una reunión después de los eventos, Erdogan dijo: “Arrastraron a mi hermana cubierta por las calles cerca de mi oficina y la atacaron a ella y a su hija”. También comparó los actos impuros de la multitud de Gezi con “las hermanas cubiertas que nunca recurrieron a actos rebeldes a pesar de ser excluidas, al no serles permitido ingresar a las universidades. Mostraron paciencia sabiendo que la paciencia trae salvación”.

Esta fantasiosa narrativa sobre hombres salvajes atacando a una mujer inocente y piadosa fue un reflejo de las ansiedades desencadenadas por una de las imágenes más icónicas que simbolizan la Resistencia Gezi: la imagen real de una joven vestida de rojo que está de pie con determinación a pesar de ser rociada con gas lacrimógeno por la policía durante los primeros días de las protestas. En los próximos años, a medida que las mujeres desafiaron cada vez más el ideal normativo de una mujer modesta, piadosa y obediente promovida por el AKP, la reacción masculina saldría a la luz.

Mujeres en el empalme del islamismo, el populismo, el nacionalismo y el autoritarismo

Tras 2015 la política de género se reformó dentro de la compleja matriz de nacionalismo religioso-nativista, neoliberalismo, neoconservadurismo, militarismo y autoritarismo. Desde entonces, múltiples lógicas políticas con diferentes genealogías se combinaron para reforzar la política patriarcal. Los esfuerzos del gobierno para rediseñar las políticas familiares y educativas a lo largo de las líneas religiosas, la erosión de los avances legales e institucionales, y la vigilancia de los cuerpos y la sexualidad de las mujeres han significado el fin de la actitud moderada, aunque defectuosa, sobre la igualdad de género.

Algunos partidarios del gobierno comenzaron a abogar por la regulación abiertamente islámica de las leyes familiares. La maternidad fue elevada, no solo en términos religiosos, sino también como un deber nacional de procrear para que las potencias externas no puedan evitar que Turquía se convierta en una gran nación. A medida que el familismo reemplazó la igualdad de género, los movimientos de mujeres, las personas LGBT y sus organizaciones, han sido reprimidos por el Estado. Un régimen en estado de emergencia de género atacó con la mayor ferocidad al Movimiento de Mujeres Kurdas, dejando a sus organizaciones locales devastadas, y a activistas y representantes políticas arrestadas, e incluso hostigadas en el parlamento.

El discurso del AKP ha combinado múltiples lógicas, como el islamismo, el populismo, el nacionalismo y el autoritarismo para producir una tajante división entre “nosotros” y “ellos”. En el discurso islamista, vemos que la división está entre las “hermanas y madres con velo, modestas, castas, virtuosas, obedientes” y “las sexualmente asertivas, imprudentes, rebeldes”, como en palabras de un alto funcionario del gobierno: “Mujeres que se ríen descaradamente en público”. El epítome son las feministas que son “sexualmente inmorales” y que luchan contra la política de promover el matrimonio precoz, por lo que se considera que defienden el adulterio y destruyen a la familia. La narrativa nacionalista, por otro lado, trabaja en varios sub-textos, todos los cuales se entremezclan para producir una clara dicotomía de “el nativo nacional” frente a los “traidores foráneos”, los “enemigos internos vinculados con poderes externos”.

Ante todo, aparece la figura de la madre de Anatolia, “la madre de un mártir” contra las mujeres consideradas terroristas o están afiliadas al terrorismo, es decir, mujeres guerrilleras kurdas, mujeres del HDP en el parlamento, el Movimiento de Mujeres Kurdas, madres de personas desaparecidas pidiendo justicia, (“las Madres de los Sábado”) y las activistas feministas que luchan por la paz.

En segundo lugar, está la imagen del ideal de la “madre de familia” que está dispuesta a sacrificar todo por su familia y su nación, básicamente dando a luz al menos a tres niños según lo dictado por Erdogan, construida contra la imagen de mujeres feministas que luchan por derechos reproductivos y la igualdad de género. Mientras que la “mujer de familia” es vista como una nacional nativa, la feminista está siendo codificada como foránea y dirigida por fuerzas extranjeras.

Todas estas dicotomías se entremezclan aún más con una división populista entre el pueblo y la élite. Por lo tanto, la madre-hermana modesta y piadosa es representada prototípicamente como una mujer pobre y sin educación de un pequeño pueblo de Anatolia, o de una familia pobre urbana, enfrentada a una mujer secular educada de clase media alta, que “desprecia los valores de las personas nativas” en sus modales y forma de vestir. Por lo general, es caricaturizada como una mujer de Esmirna (la ciudad más occidentalizada, con una cultura muy secularizada considerada como “infiel”) que también es una ardiente partidaria del CHP, el principal partido de oposición.

Por último, la figura de una persona LGBT se construye cada vez más como alguien cuya existencia se considera no solo extranjera o no nativa, sino una amenaza para la humanidad, la civilización y el orden de Dios.

Los síntomas de crisis del autoritarismo patriarcal

“Los jóvenes ya no se casan”

Una demostración masculina de poder personificada en un régimen unipersonal nunca ha estado exenta de tensiones serias, y rápidamente comenzó a mostrar síntomas de crisis que surgieron especialmente después de las elecciones locales de 2019, cuando la alianza AKP-MHP perdió las elecciones municipales y provinciales en ciudades importantes, principalmente en Estambul.

Hoy en día, el régimen del AKP enfrenta conflictos y problemas en muchos frentes, incluida su política de género. Incluso en los momentos más oscuros durante el estado de Emergencia (2016-2018) en muchas ocasiones, el movimiento de mujeres mostró resistencia y dijo “No a la Presidencia y al Patriarcado”. De este modo, las mujeres lograron evitar nuevos retrocesos con respecto a temas como la violencia contra las mujeres, los matrimonios precoces y las normas de divorcio. El intento del gobierno de revertir la creciente dinámica secular de la sociedad turca (incluso dentro de las clases urbanas conservadoras), y particularmente los deseos de las mujeres y los jóvenes de vivir sus propias vidas, estaban condenados al fracaso. Pero, a medida que la contienda por los derechos de las mujeres tanto en el ámbito doméstico como en el público, se vuelve cada vez más intratable, desencadena una reacción más violenta y misógina por parte de los hombres.

Por lo tanto, la violencia contra las mujeres, particularmente la violencia doméstica, el feminicidio y el abuso infantil, se han convertido en un problema crónico en los últimos 20 años. Como he argumentado anteriormente, la implosión de la familia (en forma de feminicidio y abuso sexual infantil, y expresada en el reciente aumento de suicidios familiares) está significando la crisis de la masculinidad patriarcal, así como del autoritarismo neoliberal. De acuerdo Deniz Kandiyoti, podría entenderse también como “niveles crecientes de violencia social y de género (…) no indicativos de un patriarcado firmemente arraigado, sino de una crisis en el orden de género y la política en general”. Lo que Kandiyoti llama una “restauración masculinista” entra en juego como una reacción a la amenaza de la desaparición del patriarcado.

Otro indicador del carácter conflictivo de la política de género es el reciente surgimiento de una movilización anti-género mediante la cual activistas de derechos de los hombres comienzan a movilizarse en torno a una narrativa de victimización masculina sobre pagos matrimoniales, la custodia de los hijos, y protestan contra la Ley 6284 y la Convención de Estambul. Sus narrativas anti-género están repletas de retóricas homofóbicas y misóginas. Parece que el nuevo régimen ha creado un monstruo que ahora desafía a su creador. Por lo tanto, algunos escritores islamistas progubernamentales se atreven a condenar incluso a la hija de Erdogan y su KADEM (Asociación de Mujeres y Democracia, una ONG afiliada al gobierno) por seguir comprometiéndose con una especie de perspectiva de igualdad de género, y por llevar a cabo proyectos financiados por la UE. Curiosamente, la esposa de Erdogan, Emine Erdogan, declaró recientemente su apoyo a la Convención de Estambul, lo cual plantea nuevas tensiones para el futuro.

Los intentos de alentar los matrimonios precoces y la imposición de la política de tres hijos también han resultado inútiles. Las estadísticas muestran claramente que la edad del matrimonio está aumentando rápidamente y que las tasas de natalidad están disminuyendo drásticamente. No es sorprendente que Erdogan haya reconocido y condenado recientemente las tendencias que indican que “nuestros jóvenes se van a casar tarde, o incluso no se van a casar en absoluto. La vida extramatrimonial está siendo alentada por los medios de comunicación. Necesitamos luchar juntos contra el gran peligro. Quiero al menos tres niños, porque una nación fuerte está formada por familias fuertes. La solución a muchos problemas, incluida la violencia contra las mujeres, es fortalecer a la familia… Implementaron políticas de esterilización a largo plazo. Algunos países occidentales se extinguirán por esta razón”.

Como reacción inmediata a su declaración pública, muchos jóvenes publicaron sus puntos de vista con el #Iamnotgettingmarried (#nomecasaréporque), el cual se convirtió en trending topic en Twitter. Si bien la mayoría de ellos mencionó el desempleo (una tasa de desempleo juvenil que alcanza el 27%) y el alto costo de vida como la razón principal, otros compartieron preocupaciones sobre la educación, la violencia doméstica, el no querer tener hijos y las dificultades de la vida matrimonial. Una publicación popular citaba el consejo de un famoso historiador a los jóvenes: “En lugar de casarse temprano y pasear para comprar muebles para el hogar, paseen por el mundo”.

En esta ocasión, vimos que las políticas de género basadas en la familia, así como las políticas opresivas y autoritarias, están siendo confrontadas por diversos frentes, principalmente por mujeres y jóvenes que se están volviendo más abiertos al mundo exterior, e insisten en estilos de vida seculares y la individualidad. El AKP nunca capturó mucho respaldo electoral entre los jóvenes, pero parece que se está alejando aún más de ellos.

¿Qué sigue?

“El violador eres tú”

En diciembre de 2019, cuando un grupo de mujeres feministas en Estambul intentó realizar el performance viral “El violador eres tú”, que consiste de una canción con baile creado por el colectivo feminista chileno Las Tesis, la policía intervino. Sin embargo, esto solo llevó a que se viralizara, incluyendo una performance en el parlamento por parte de las mujeres parlamentarias. La canción contenía referencias a la policía, los jueces, el presidente, el Estado y decía “El violador eres tú” y “El estado opresor es un macho violador”. El Ministro del Interior se apresuró a condenarlas por actuar “con el objetivo de socavar al Estado bajo el pretexto de protestar contra la violencia hacia las mujeres”.

Ahora, parece que hemos llegado a un punto en el que el Estado opresor y la resistencia de las mujeres y los jóvenes se enfrentarán en todos los frentes, y el autoritarismo tendrá cada vez más dificultades para sostenerse. Por lo tanto, hay razones para tener esperanza en el futuro. Pero quedan dos cuestiones críticas: el atractivo duradero del AKP para las amas de casa urbanas pobres y el movimiento emergente de derechos de los hombres.

En cuanto al primer elemento, podemos esperar que no pase mucho tiempo antes de que el clientelismo local comience a colapsar cuando las mujeres se den cuenta de que sus hijos no pueden ser “disciplinados y domesticados” por un régimen autoritario que no promete ninguna perspectiva para el futuro. Además, la profundización de la crisis económica señala el final del Estado de bienestar. Aun así, solo una alternativa de izquierda democrática que prometa igualdad de género, justicia y bienestar social para la gente, podría atraer su apoyo. En resumen, a menos que aparezca una alternativa de izquierda democrática fuerte, no será posible frenar y revertir las ansiedades patriarcales de los hombres.

FUENTE: Alev Özkazanç / Open Democracy / Traducción: Fernando Fernández García / Edición: Kurdistán América Latina