Hay paz, Artsaj y Armenia

A lo largo de estos meses, en las páginas de NOR SEVAN fuimos contándoles lo que pasaba en Armenia, Artsaj y, particularmente, en las regiones del Cáucaso y Medio Oriente.

En informes particulares y en noticias elaboradas por el equipo de redacción, les hablamos de los objetivos internos y externos del gobierno de Pashinian, de su práctica militante pro-occidental y marcadamente anti-rusa, que lo llevó a mantener permanentes enfrentamientos con Rusia y con un sector muy importante de la sociedad. También, del cada vez más importante rol de Turquía en la región y de los intentos concretos de Erdogan para resucitar el proyecto panturquista, de la estratégica alianza política-económica-militar que estableció Azerbaiyán con Israel y Turquía, del envío de mercenarios hacia Bakú, del horror político cometido por el gobierno armenio al abrir una embajada en Israel, de la falta de una verdadera alternativa política en Armenia que se diferencie de los Ter Petrosian-Pashinian, por un lado, y de los Kocharian-Sargsian-Republicanos-Tashnagtsuitiun, por el otro; todos responsables de la actual situación desastrosa del país en lo político, económico y social, ya que fueron ellos quienes gobernaron durante estas tres décadas de tercera república.

En este contexto, se fueron desarrollando los acontecimientos que desembocaron en el ataque de Azerbaiyán sobre Artsaj, el pasado 27 de septiembre. Una agresión que duró más de cuarenta días, que contó con la ayuda militar de Turquía e Israel, que incluyó el bombardeo indiscriminado y permanente sobre las ciudades y poblados de Artsaj, utilizando armas prohibidas -como las bombas de racimo y fósforo blanco-, y cometiendo crímenes de guerra como fusilamientos y decapitaciones.

“Paz en Armenia”, “Paz en Artsaj”, “No a otro genocidio armenio”, “Detengamos los ataques de Azerbaiyán y Turquía sobre el pueblo de Artsaj”, “Que la comunidad internacional nos escuche”… Estas, entre muchas otras, fueron algunas de las consignas que movilizaron a millones de armenios y personas de distintas nacionalidades a lo largo y ancho del planeta.

Y mientras la ayuda que recibía Azerbaiyán por parte de Turquía, Israel y Occidente (Unión Europa, Estados Unidos, OTAN) era variada y en distintos frentes (político, militar, diplomático, medios de comunicación), Artsaj y su heroico pueblo recibían armas de Rusia -a través de Armenia e Irán-, combatientes -conscriptos del ejército armenio y destacamentos de voluntarios-, y ayuda humanitaria desde las comunidades de la diáspora.

La inmediata intervención rusa desde lo diplomático hizo que las partes firmaran el 10 de octubre, en Moscú, un acuerdo de cese de fuego humanitario, que en tres oportunidades Azerbaiyán no cumplió, envalentonada no sólo por los éxitos conseguidos en lo militar, sino también porque, seguramente, tenía el visto bueno de quienes -por acción concreta o por omisión- estaban dispuestos a permitir el avance de las fuerzas azeríes-turco-mercenarias sobre Artsaj, conscientes que no sólo golpeaban al pueblo armenio, sino también a Rusia y, en menor medida, a Irán.

Recién al cumplirse el mes del ataque azerbaiyano y de que los enfrentamientos llegaron a las puertas de Armenia, el primer ministro Pashinian pidió oficialmente la ayuda de Rusia para garantizar la seguridad de Armenia, pedido que oficialmente fue respondido de manera inmediata y favorable por el gobierno de Putin. En consecuencia, Rusia trasladó hacia Ereván más armamento y redistribuyó a sus hombres a lo largo de todas las fronteras de Armenia (con Turquía, Najicheván, Irán y Azerbaiyán).

Mientras las fuerzas militares al servicio de Azerbaiyán avanzaban y los heroicos defensores de Artsaj continuaban resistiendo los embates de un enemigo evidentemente superior, sus autoridades expresaban la necesidad de más combatientes (había armas, pero no quienes las usaran) para fortalecer la defensa del territorio.

A pesar de haber sido repelidos en Lachin, los azeríes avanzaron sobre Shushí y lanzaron un feroz ataque, que duró varios días, pero que finalmente logró su objetivo: adueñarse de la ciudad fortaleza.

En la práctica, el pueblo de Artsaj no sólo había perdido los territorios del llamado cinturón de seguridad -poblados ocupados como garantía de vida de los armenios-, sino que habían caído algunas ciudades y aldeas históricas de Artsaj, y el enemigo estaba a las puertas de Stepanakert, ciudad capital de Artsaj, donde habita la mayoría de la población.

Finalmente, con los auspicios del mediador Grupo Minsk de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), el primer ministro armenio Nikol Pashinian, el presidente azerí Ilham Aliyev, y el líder ruso Vladimir Putin, firmaron un acuerdo: “Se declara un alto el fuego completo y de todas las hostilidades en la zona del conflicto de Nagorno-Karabaj a partir de las 00:00 horas de Moscú del 10 de noviembre de 2020. La República de Azerbaiyán y la República de Armenia, en lo sucesivo denominadas las partes, se detienen en sus posiciones”.

Los jefes de Estado acordaron que Armenia cede los territorios de Gazakh (el cordón de seguridad de Armenia) y Kelbajar; que durante diez años se despliegan las Fuerzas de Paz rusa en la región para garantizar la seguridad a lo largo del corredor de Lachín (que une Armenia y Artsaj) y del corredor que une Najichevan con Azerbaiyán; y que se realiza un intercambio de prisioneros de guerra y de cadáveres.

“Habíamos perdido el control total sobre Shushí el 7 de noviembre”, comunicaba el presidente de Artsaj, Arayik Harutiunian, una vez firmada la paz.

“Como resultado de 43 días de hostilidades, perdimos la región de Fizuli, la región de Jabrayil, las regiones de Kubatlu, Zangelan, Hadrut, parte de la región de Martuni, la región de Askerán y, lo más importante, Shushí. Las batallas se estaban desarrollando en las afueras de Stepanakert, a 2 o 3 kilómetros de distancia de la capital. Si las hostilidades continuaban a ese ritmo, habríamos perdido todo Artsaj en unos pocos días y habríamos tenido muchísimas víctimas más”, puntualizó Harutiunian.

¿Qué se puede agregar a este relato sincero y descarnado de uno de los protagonistas principales de estas semanas de confrontación militar?

Claro, todos tenemos derecho a hacer análisis, a expresar broncas, desilusiones, enojos, posicionamientos políticos, lo que queramos. Pero en mi caso, casi no tengo dudas que todo ello debe estar relacionado al antes (cómo y por qué se llegó a esta situación) y al después (cómo vemos el futuro, cómo pensamos la solución de este conflicto particular, y a otros muchos que convierten en víctimas a numerosos pueblos).

Porque en ese juego de sentirnos protagonistas y de decir qué hubiéramos hecho -seguramente, la mayoría dirá que lo suyo sería mejor a la decisión tomada-, debemos cuidarnos en la crítica y en la acusación, ya que resulta casi inimaginable que en la misma situación límite descripta, alguno de nosotros hubiera hecho algo distinto.

¿Había o hay algo mejor a lo que se llegó, en un contexto donde la derrota militar era inminente, y donde ya no iba a quedar nada de Artsaj y todo sería nuevamente Nagorno-Karabaj?

¿Alguien tiene alguna duda que si la derrota no fue total, que si se detuvo el avance enemigo antes de que entrara a Stepanakert y se quedara con todo, que si hoy hay Artsaj y los armenios van a volver a habitar parte de sus tierras ancestrales fue gracias a la intervención de Rusia? ¿Quién lo duda? ¿Puede haber algún armenio que ponga en tela de juicio que sólo gracias a la heroica resistencia del pueblo de Artsaj y a la intervención de Rusia hoy podemos decir que hay Artsaj?

A quienes sin ningún sustento repiten hasta el cansancio que “Rusia no nos defendió” o se preguntan “¿por qué Rusia no nos ayudó?”, les hago una pregunta: ¿alguien sabe cuál fue la ayuda militar en hombres de Armenia para con Artsaj? ¿Por qué las autoridades de Artsaj una y otra vez pedían combatientes para fortalecer la resistencia? ¿No les sorprendió la cantidad de muchachos y adultos con edad de estar defendiendo Artsaj que aparecieron en Ereván en las protestas post-firma del acuerdo de paz?

Reitero, no digo no analizar ni dejar de someter a crítica todo el proceso que nos condujo hasta aquí. Pero este proceso no tiene dos años y medio y un gobierno responsable, sino que tiene treinta años y varios gobiernos que se reparten entre sí las responsabilidades de lo sucedido.

Mientras en Artsaj su pueblo luchaba, resistía y defendía sus derechos y sus tierras ancestrales, nosotros acompañamos las decisiones políticas de sus autoridades, exigiendo que se detenga la agresión, que se restablezca la paz y que se negocie el acuerdo a través del diálogo entre las partes.

Se estableció la paz, se detuvo la agresión, no más muertes ni destrucción. Hay Artsaj. Hay Armenia.

FUENTE: Adrián Lomlomdjian / Nor Sevan