Igualdad de género y el conflicto turco-kurdo

El movimiento de mujeres kurdas en Turquía ha logrado un progreso significativo hacia la igualdad, en medio de un conflicto cuya dimensión de género está directamente relacionada con los problemas de seguridad más amplios del país.

El conflicto en curso entre Turquía y el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), en sí mismo una fase de un conflicto más prolongado entre el Estado turco y la minoría kurda, debe entenderse en términos de género, así como geopolíticos y étnicos. Si bien el sistema de seguridad turco utiliza la violencia y la discriminación generalizadas contra las mujeres kurdas como táctica de guerra y represión política, el movimiento de mujeres kurdas que se originó en Turquía ha respondido promoviendo la igualdad de género en una amplia gama de estructuras militares y políticas que comparten su ideología. Si Estados Unidos quiere abordar la crisis de autoritarismo y militarismo en Turquía de acuerdo con sus propios intereses, no puede ignorar los éxitos probados de un movimiento de mujeres con raíces locales, que ha logrado avances concretos.

Desde la fundación de la República turca moderna sobre principios nacionalistas en 1923, los sucesivos gobiernos turcos han sometido al pueblo kurdo -que representa casi el 20% de la población de Turquía y vive principalmente en el sureste del país- a masacres, opresión sistémica y asimilación forzada. 

Este conflicto entre el Estado y la minoría étnica más grande del país, entró en una nueva fase a fines de la década de 1970 con el establecimiento del PKK, un movimiento armado de liberación nacional que buscaba la creación de un Kurdistán socialista e independiente. El grupo lanzó sus primeros ataques contra puestos militares turcos en agosto de 1984. 

La guerra posterior se ha cobrado decenas de miles de vidas y ha desplazado a millones de civiles kurdos . También se ha extendido más allá de las fronteras de Turquía, desestabilizando aún más los ya complejos conflictos en Siria e Irak. 

Entre 2013 y 2015, el gobierno del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) se convirtió en el primer gobierno turco no solo en alejarse de una política de negación total de la identidad kurda, sino también en intentar seriamente conversaciones de paz y buscar una solución política al conflicto. Sin embargo, desde el colapso de estas negociaciones, el renovado conflicto ha coincidido con un retroceso democrático y el desarrollo de una política exterior turca más militarista, ambos asuntos de gran preocupación para Estados Unidos, que considera a Turquía como un aliado de larga data. 

Estos desarrollos son la fuente de las tensiones entre Turquía y las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF), que han llevado a dos invasiones turcas del territorio sirio y plantean un desafío continuo para la campaña contra el ISIS liderada por Estados Unidos. También alimentan las fuerzas políticas autoritarias dentro de las fronteras de Turquía que han contribuido al empeoramiento de las relaciones de Turquía con sus aliados y al calentamiento de los lazos con estados como Rusia. 

Los vínculos entre igualdad de género, paz y seguridad están bien establecidos. A medida que la administración de Joe Biden busca promover los derechos de las mujeres y las niñas, apoyar a las democracias contra las autocracias, y reducir las tensiones en el Medio Oriente a favor de la diplomacia, promoviendo un acuerdo de paz con inclusión de género para un conflicto que impacta directamente la política y la política exterior de un miembro clave de la OTAN, se alinearía tanto con estos compromisos como con otros intereses. 

El movimiento de mujeres kurdas

Las mujeres kurdas en Turquía desarrollaron e implementaron un paradigma único para el empoderamiento de las mujeres que ahora es aceptado, en diversos grados, por mujeres y hombres de muchas etnias en una variedad de instituciones militares y políticas. 

Los conflictos armados y los movimientos de liberación nacional a menudo brindan a las mujeres oportunidades para ir más allá de los roles sociales tradicionales impuestos por las sociedades conservadoras. Sin embargo, generalmente se espera que las mujeres subordinen las demandas de género a las preocupaciones inmediatas del esfuerzo bélico o la causa nacional. 

El movimiento kurdo de Turquía inicialmente no fue diferente. Sin embargo, se han producido dos procesos simultáneos y mutuamente constitutivos durante cuatro décadas: una insistencia de abajo hacia arriba del creciente número de mujeres en el movimiento de que se dé prioridad a la liberación de la mujer como parte de la lucha kurda, y un cambio de arriba hacia abajo en la ideología oficial del movimiento -han superado en gran medida esta dinámica-.  

Estos procesos comenzaron dentro del propio PKK a fines de la década de 1980 y principios de la de 1990 y se extendieron al ámbito civil a mediados de la década de 2000, a medida que los partidos políticos pro-kurdos legales, que buscaban una solución pacífica al conflicto, se fortalecieron.  

Hoy, la filosofía política compartida por el movimiento de libertad kurdo se basa en el principio de que la opresión de las mujeres por los hombres conduce a todas las demás formas de opresión. Se implementan ampliamente tres medidas específicas para aumentar la representación y el poder político de las mujeres: un sistema de copresidencia para garantizar la paridad en el liderazgo; cuotas de mujeres para asegurar una representación equilibrada; y el principio de organizaciones de mujeres paralelas y autónomas que trabajen junto a organizaciones mixtas y tengan la capacidad de criticarlas y anularlas en temas relacionados con las mujeres.

Estas medidas han logrado aumentar la participación política significativa de las mujeres. El Partido Democrático de los Pueblos (HDP), pro kurdo, el segundo partido de oposición más grande de Turquía,  implementa los tres principios. 

Como resultado, el 36% de las diputadas del HDP elegidos en las elecciones parlamentarias más recientes eran mujeres, aunque las mujeres representan solo el 17% del parlamento turco. La discrepancia es más amplia a nivel local: el 65% de todas las alcaldesas elegidas formalmente en las elecciones municipales más recientes de Turquía eran del HDP, aunque el partido recibió solo el 4% del voto nacional. 

También han provocado cambios sociales. Un estudio de todos los municipios de Turquía que tuvieron alcaldesas entre 2004 y 2014, encontró que solo aquellos controlados por los partidos pro kurdos en ese momento (el DTP y el BDP) habían implementado políticas sustantivas para abordar la violencia contra las mujeres. Los municipios dirigidos por mujeres del AKP (nacionalista-islamista) y del Partido Republicano del Pueblo (CHP, secular-nacionalista) no tomaron estos pasos. El estudio señaló que había habido una disminución en las tasas de violencia doméstica en las provincias donde los partidos pro kurdos estaban activos, lo que sugiere que estas políticas tuvieron el efecto deseado.

Los votantes kurdos que apoyan a los partidos pro-kurdos también se oponen menos al liderazgo de las mujeres que los votantes kurdos que apoyan al gobernante AKP. Según una encuesta de 2018, los kurdos que votaron por el BDP (otra partido pro kurdo) eran significativamente menos propensos a estar de acuerdo con las afirmaciones de que “los hombres son mejores líderes políticos que las mujeres”, y que “si una mujer gana más dinero que su marido, es casi seguro que causará problemas” que los kurdos que votaron por el AKP u otros partidos principales. 

Respuesta de Turquía

Si bien el movimiento kurdo ha asumido la libertad de las mujeres como una causa equivalente, en relevancia, a la liberación nacional kurda, los esfuerzos de Turquía para buscar una solución militar al conflicto con el PKK apuntan, dañan y desempoderan de manera sistemática y desproporcionada a mujeres y niñas. 

El impacto más obvio es el de la violencia estatal directa contra las personas. Las fuerzas de seguridad turcas utilizan regularmente la violencia sexual y de género como táctica de intimidación en las regiones kurdas, y prácticamente esta fuerzas nunca son castigadas por estos abusos. 

En un informe de 2002, Amnistía Internacional encontró que “la mayoría de las mujeres (en Turquía) que denuncian violencia sexual por parte de las fuerzas de seguridad del Estado son kurdas o expresan opiniones políticas que son inaceptables para el ejército o el gobierno”.  

Los casos de alto perfil se han dirigido a mujeres kurdas que abogan pacíficamente por la igualdad de género y los derechos de las minorías. Las mujeres y niñas sin afiliación política también se han visto afectadas, especialmente durante los períodos de intensa actividad militar en las regiones kurdas. 

Los sobrevivientes enfrentan barreras sociales y legales sistémicas para denunciar estos abusos, incluyendo la posibilidad de muerte o encarcelamiento. Las organizaciones de derechos humanos han documentado casos de mujeres y niñas que fueron asesinadas por familiares varones después de que se reveló que habían sido violadas por las fuerzas de seguridad. En 2001, después de que abogados, grupos de derechos humanos y sobrevivientes celebraron una conferencia histórica sobre la violencia sexual desenfrenada por parte de las fuerzas de seguridad en Turquía, 19 participantes fueron procesados por cargos contra el Estado. 

Estos abusos no son una reliquia de una era anterior de conflictos más intensos. Un informe de las Naciones Unidas de 2017 citó la violencia sexual, incluidas la violación, las amenazas de violación y la toma y difusión de fotografías de desnudos, como una forma de tortura y trato degradante utilizado por las fuerzas de seguridad turcas, cuando se reanudaron los combates en las regiones kurdas después de la ruptura de las conversaciones de paz, en 2015. La Fundación de Derechos Humanos de Turquía descubrió que, solo en 2020, alrededor del 40% de las víctimas de tortura  en Turquía informaron haber sido sometidas a alguna forma de violencia sexual bajo custodia. 

Las estrategias políticas de Turquía para contrarrestar tanto al PKK como a los grupos civiles kurdos legales, también perjudican a mujeres y niñas. Las mujeres kurdas que defienden pacíficamente los derechos de las mujeres y las instituciones civiles creadas por y para las mujeres kurdas para abordar la violencia y la discriminación, se han convertido cada vez más en objetivos de la “guerra contra el terrorismo” por parte del Estado. 

Desde 2015, muchas de las políticas kurdas prominentes de Turquía han sido destituidas de cargos electos, encarceladas o ambas cosas. Cinco de los 10 diputados del HDP actuales o anteriores, que se encuentran en prisión, son mujeres. Los fiscales han citado el uso del sistema de copresidentes a nivel municipal como evidencia de actividad terrorista en los enjuiciamientos de alcaldes electos del HDP. Las instituciones de mujeres kurdas, en particular las que abordan la violencia de género, también se han enfrentado a repercusiones legales por motivos de seguridad nacional. 

Al equiparar las organizaciones legales de mujeres kurdas con el terrorismo, el gobierno turco ha utilizado la lucha contra el PKK para promover grupos kurdos que son hostiles a la igualdad de género.  

Los “guardias de aldea”, grupo paramilitar creado en la década de 1980 para luchar contra el PKK, están organizados siguiendo líneas tribales, lo que fortalece a algunos de los elementos más conservadores y patriarcales de la sociedad kurda. Estas milicias han sido acusadas de delitos graves contra mujeres y niñas, y de utilizar su poder relativo para escapar al castigo por estos delitos. Human Rights Watch citó la violencia sexual perpetrada por los “guardias de aldea”, en una declaración de 2006, en la que se argumentó que el sistema debería ser abolido. 

Una organización paramilitar islamista kurda que recibió apoyo estatal contra el PKK, conocida como Hezbollah, se hizo famosa por el asesinato de Konca Kurish, una feminista turca que defendía los derechos de las mujeres en un marco religioso. Si bien el grupo armado ya no existe, su afiliada política, HUDA-PAR, ha prestado su apoyo a Erdogan en el sureste de Turquía.  

Erdogan y el AKP también compiten abiertamente por los votos kurdos por derecho propio, algo que los partidos gobernantes nacionalistas laicos de Turquía no han hecho. El AKP ocupa regularmente el segundo lugar después de los partidos pro kurdos en las provincias kurdas, obteniendo allí los votos de los musulmanes sunitas socialmente conservadores. Esta no es solo una estrategia de asimilación por parte del gobierno, que promueve la identidad religiosa sobre la étnica, sino también una estrategia que promueve los roles sociales tradicionales de las mujeres y hace poco para desafiar la discriminación. 

Por qué es importante

La violencia y la discriminación generalizadas contra las mujeres y las niñas es una parte integral del esfuerzo de Turquía por buscar una solución militar al conflicto con el PKK y a la cuestión kurda en general. Ese conflicto, a su vez, es un impulsor fundamental del autoritarismo y militarismo turco en la región. 

La dimensión de género del conflicto está directamente relacionada con los problemas de seguridad más amplios, que preocupan a los aliados de Turquía. Los estados que tienen niveles más altos de violencia y discriminación contra las mujeres, tienen más probabilidades de involucrarse en conflictos violentos, más probabilidades de usar la fuerza primero en una disputa internacional y menos probabilidades de acatar las normas y tratados internacionales. Todas estas declaraciones pueden invertirse: los estados donde las mujeres están seguras y protegidas son más pacíficos. 

La situación de las mujeres en Turquía, en particular las mujeres kurdas, que son sometidas al mayor grado de violencia, está directamente relacionada con los desafíos más apremiantes que enfrenta Estados Unidos, debido al giro autoritario y militarista del gobierno del AKP. 

Una solución política sostenible al conflicto Turquía-PKK que involucre e incorpore las políticas y filosofías sobre la inclusión y el empoderamiento de las mujeres, desarrolladas por los actores políticos y militares kurdos, podría transformar la condición de las mujeres de todas las etnias en Turquía y construir una estabilidad inclusiva en toda la región. Cuando los acuerdos de paz incluyen a las mujeres, duran más, y el movimiento de mujeres kurdas ya ha demostrado que puede abordar la violencia de género, hacer cumplir las protecciones legales para las mujeres y atraer a más mujeres a la esfera política, todo lo cual se correlaciona con una situación más pacífica.

Estados Unidos cuenta con marcos legales que reconocen la importancia del empoderamiento y el liderazgo de las mujeres para reducir los conflictos y apoyar la democracia. También existe un caso para la participación de Estados Unidos en la promoción de una solución política negociada a la cuestión kurda en Turquía. Por lo tanto, un acuerdo político, que incorpore las mejores prácticas del movimiento de mujeres kurdas, está dentro de los intereses de Estados Unidos. Al utilizar su propia influencia económica y política con respecto a Turquía, al involucrar a los aliados europeos y las organizaciones internacionales que tienen relaciones cercanas con Turquía hacia el mismo objetivo, y al apoyar a la oposición democrática y pro-paz y a la sociedad civil dentro del país, Estados Unidos podría cambiar su enfoque del conflicto en apoyo de este resultado. 

FUENTE: Meghan Bodette / Newlines Institute / Traducción y edición: Kurdistán América Latina

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