Hace dos semanas tuvimos el privilegio de recibir la visita de Zilan Diyar del Comité de Jineolojî y de Alessia Dro del Movimiento de Mujeres de Kurdistán. Ellas llegaron a Bogotá y allí se encontraron con mujeres en distintos lugares y también en conferencias públicas y mixtas, así como ocurrió intensivamente en Medellín, Armenia, Cali y Popayán. Finalmente, llegaron a la vereda Quitapereza en Santander de Quilichao, Cauca, donde intercambiamos desde la historia y aprendizaje de sus luchas hasta los desafíos y apuestas que tenemos aquí y ahora como mujeres que somos. Compartimos algunos apuntes, con imágenes y reflexiones, sobre todo del intercambio en Quitapereza -también de conversas anteriores con Melike Yasar-. Sus relatos son palabras-luchas que nos siguen retumbando desde la esperanza de seguirnos encontrando para tejer bonito desde, con y por el cuidado y la defensa de nuestras territorialidades. Escuchar al final del texto los audios del intercambio. Así sí Carajo. Prácticas y saberes. Pueblos en Camino
“La autocrítica entre mujeres en todas las fases de la vida, es luchar por la libertad”
Cuando las compañeras nos dicen con firmeza que “no se puede destruir el capitalismo, sin destruir al estado, y no se puede destruir el estado sin destruir al patriarcado”, nos están hablando con tal profundidad que nos ponen frente al espejo de nuestras contradicciones. Mismas que acá agazapamos o tapamos, pero allá entre mujeres es distinto: “la crítica y la autocrítica en la formación son la base de la lucha. La crítica no es individual, no es un ataque a la persona, es una crítica a la sociedad. En formación los temas que abordamos transversalmente en todos los niveles de la academia en las comunas son: democracia, autonomía, estado, patriarcado, liberación de las mujeres y unidad de los pueblos”.
En este sentido, “liberar a las mujeres de la mentalidad patriarcal” es sumamente importante, porque somos producto del sistema y nuestra palabra y acción más allá del género que representemos, está mediada por 5000 años de patriarcado, casi 600 años de colonialismo, más de 200 años de estado y capitalismo. Esta historia de agresión se ha parado sobre miles de años de nuestra existencia para destruirla y dominarnos. Aun así, muchas descendientes de ancestras que colgaron, quemaron, esclavizaron, colonizaron, violaron, estatizaron… seguimos aquí, como lo vemos en Kurdistán, en Chiapas y en otros territorios menos mencionados, tratando de encontrar las raíces de nuestra lucha para desandar la categoría que el sistema nos impuso y desde allí levantarnos contra la guerra interna y la que llega desde afuera.
Por lo anterior, siento que nos reconocimos también en la ciencia de las mujeres, Jineolojî, que se basa en reescribir la historia desde la mujer y los territorios, pero también en sacar la ciencia de la cárcel positivista para tejer palabra y acción, dos acciones inseparables que siempre debemos tejer juntas. Consecuentemente, “conectar práctica con teoría, es una relación simbiótica desde cómo entendemos la transformación las mujeres”. O mejor, como discursearíamos desde el pensamiento Nasa para caminar la palabra: “La palabra sin acción es vacía. La acción sin palabra es ciega. La palabra y la acción por fuera del espíritu de la comunidad, son la muerte”.
En el ánimo de transformar desde las contradicciones, nos dicen que “reconociendo contradicciones históricas, también entre hombre y mujer, entre forma y fondo y entendiendo que ante una crisis hay una oportunidad, vimos que “teníamos tres opciones: Tomar el lugar y la actitud del hombre; seguir en estado de sumisión; poner en cuestión la masculinidad dominante tanto hombres como mujeres”. Entonces desde la experiencia en la revolución de mujeres desde Kurdistán ellas entendieron que “para liberarnos necesitamos derrocar todas las jerarquías, romper el sistema y crear una alternativa”. Por eso, la decisión de las integrantes de la autodefensa de mujeres, es no tener la familia ni el dinero ni la sexualidad establecida por el sistema, pues desde las comunas en Rojava, ya se vive de otra manera, existen relaciones otras que están rompiendo con el patriarcado, el estado y el capitalismo.
Obviamente hay conflictos y la lucha es cotidiana y de largo aliento, pero hoy el índice de violencia contra la mujer ha caído significativamente en comparación a cuando aún no estaban organizadas. Por ejemplo, allá se juzga y se remedia en asamblea hasta el lenguaje sexista, entonces el riesgo de agresiones es mínimo. Así las compañeras nos reiteran: “No queremos los mismos derechos de los hombres, los que ellos tienen están mediados por el estado y este no hace nada por las mujeres”, de allí la urgencia de la autoorganización, el autocuidado y la autoprotección.
“No queremos el poder del Estado, lo queremos eliminar de raíz”
Sintiendo, escuchando y preguntando recurrentemente a las compañeras en Medellín, Armenia, Cali, Popayán y Santander de Quilichao, cuando hablan de sus tres fundamentos en la revolución desde Kurdistán: Confederalismo democrático, liberación femenina y ecología social, inmediatamente pareciera que desde las luchas del Cauca lo que nos ha hecho falta es centrarnos más en la liberación de las mujeres. Acá desde los 70s la lucha se había caracterizado por recuperar la tierra y organizar gobiernos propios, lucha que dialoga con el confederalismo democrático y la ecología. Sin embargo, en la actualidad, aunque seguimos abanderando “unidad, tierra, cultura y autonomía”, las distintas formas de dominación histórica se han recrudecido en los territorios y nos dejan las luchas supeditadas a las posibilidades estatales, es decir, patriarcales.
Por esto, como dicen las compañeras, “no podemos imponer leyes sino recuperar y caminar principios de los pueblos. Tenemos que diferenciar entre liderazgo y dominio. No podemos tener estructuras jerárquicas, tenemos que romper la mentalidad de dominio. En las comunas rotamos cada 3 meses, cada 6 meses y si una líder no trabaja por el pueblo se destituye. La autoridad es natural cuando está al servicio del pueblo”. Los principios no pueden subordinarse a las leyes que nos impone el estado, porque “un estado nunca puede ser independiente, si en Kurdistán queremos la libertad, no podemos caber allí”.
Cuando hablan de los principios de los pueblos, también los reconocemos como desafíos actuales, como bien nos lo enseñan también las comunidades desde Pioyá, desde donde saben que hoy en los territorios estamos equivocados, estamos confundidos y necesitamos retomar el camino para caminar con cuidado. De allí que los principios que nombran Zilan y Alessia son también relevantes para nuestras luchas cotidianas y de largo aliento; están interconectados y no se pueden separar el uno del otro:
-“La defensa de la tierra, en su sentido material, espiritual y cultural, contra el nacionalismo y la colonización: a través de esta idea las mujeres han protegido el tejido de sus sociedades;
-El pensamiento y voluntad libre, conectada al auto-conocimiento para superar el control patriarcal sobre la mente de las mujeres;
-La organización, para que las ideas de libertad y la visión de las mujeres se conviertan en realidad, a través de mecanismos comunes que refuercen nuevas prácticas conjuntas;
-La lucha, para ser capaces, con auto-conocimiento y con voluntad propia de formar una fuerza común profunda y una resistencia en todos los niveles de la vida y de la sociedad;
-La ética y la estética, porque no podemos desconectar lo que es justo de lo que es bello, entendiendo la belleza en los valores de libertad que somos capaces de construir juntas, teniendo en cuenta que sólo si estamos organizadas conseguiremos nuestra libertad”.
El pueblo kurdo siempre ha vivido fuera del estado, desde siglos atrás ha estado autoorganizándose. “Llevábamos 28 levantamientos sólo por la resistencia, por la tierra y la identidad, pero no por la construcción de otra sociedad. El PKK en 1989 emprende acciones contra el estado turco. Iniciamos la revolución 29, ésta sigue y vamos a ganar”. El movimiento de lucha desde Kurdistán unió los espacios de resistencia y las voluntades comunes sin romper las conexiones con la historia, con las memorias y sin imponer una religión. “El trabajo se hizo cara a cara, casa por casa, pero también con una ideología de largo plazo que tiene la liberación de las mujeres como fundamento para cambiar la sociedad”.
Vemos que la decisión de las compañeras del pueblo kurdo, también ha sido luchar desde y “con principios éticos de los pueblos, con la autoorganización desafiando a los estados”. Pues como sabemos, su gran territorio fue dividido en cuatro estados (Turquía, Irán, Irak, Siria), que no reconocen y aún hoy prohíben las culturas milenarias que allí re-existen desde miles de años atrás. En este contexto, que no es muy distinto al nuestro, el pueblo y las mujeres se vieron obligadxs a armarse para defender sus culturas, sus gobiernos propios, sus territorialidades. “No tenemos las armas para matar o morir, las tenemos para vivir y dar vida. Las armas son una contradicción y son una necesidad. No queremos el Estado ni Kurdo, queremos el sistema de confederación, recuperar nuestras raíces, nuestra salud, nuestra educación, nuestra vida propia desde el territorio en medio de la guerra”.
En consecuencia, la autodefensa no es una opción, es una obligación, pero esta no se reduce al entrenamiento militar y a la romantización de las guerrillas, pues lo que también nos queda muy claro, es que “si la lucha guerrillera no se regenera, estamos condenadas a perder”; que, “nuestra gran autodefensa es la organización, no sólo la lucha armada. Es nuestra ética, nuestra política desde la organización. Es para defender el modelo de vida libre que se ha creado. Más allá de la lucha armada es la revolución en las comunas con las decisiones colectivas”; y que “cuando se fortalece la estructura democrática se reduce el estado”.
“Hilar la cabuya o tejer la kuetandera no nos hace más mujeres o más hombres, más bien nos hace más tierra, más agua, más piedra, más aire”
En Quitapereza nos juntamos 40 mujeres, 10 niñxs y cuatro cocineros aprovechando la cosecha de banano, de piña y de plátano. Cuatro compañeros que durante dos días se dedicaron a cocinar y a atendernos para que con toda tranquilidad nosotras nos dedicáramos al intercambio, a la conversa, a las comisiones y a tratar de nombrarnos en común para seguir encontrándonos y alimentando palabra y acción que cada quien camina desde sus espacios diversos. Hasta tuvimos tiempo en la noche, para ver algunos documentales que narran las tristezas, pero también las alegrías desde El Cauca; varias compañeras danzaron tratando de seguir el ritmo que hace eco desde las montañas de Kurdistán; otras danzaron al ritmo del tambor y la flauta parido en las montañas del Cauca; otras danzaron a ritmo de saya y hasta de currulao, expresando la dicha de estar juntas, y una compañera nos deleitó a ritmo del rap urbano nombrando palabras de libertad.
“Desde que llegamos hemos sentido la fuerza de la mujer. Para nosotras también el fuego es sagrado, allí inicia nuestra historia. Queremos encontrar juntas el sentido del universo. Todas las que están en contra del sistema son nuestras aliadas”. Así nos saludaron en varias partes, en estos territorios donde de a poco nos vamos encontrando y ojalá nos empecemos a identificar contra el patriarcado, contra el estado, contra el racismo, contra el capitalismo y contra todo poder -venga de donde venga- que a nombre de la libertad se nos imponga para dominarnos.
Iniciamos brindándole un poco de chirrincho a los espítirus para abrir camino y mambeando la hoja sagrada para acompañar el círculo de la palabra que tuvo como centro una pequeña ofrenda a Uma Kiwe, a la Pachamama. Allí las compañeras nos contaron como el pueblo kurdo y otros más, fueron negados por los estados y como antes de iniciar la revolución las mujeres eran obligadas a casarse desde niñas, eran vendidas, violentadas y ejecutadas por deudas de honor. Ellas vivían en una sociedad feudal donde la mujer solamente era un objeto de todos los poderes dentro y fuera del hogar. Actualmente, como señalamos antes, en las comunas que funcionan con base al confederalismo democrático, a la liberación de la mujer, a la ecología, ya no sucede esto como ocurría hace décadas.
Es imposible nombrar aquí y menos describir fielmente, todo lo que nos compartieron en tan poco tiempo, pero lograron compartir y motivar la recuperación, la apropiación y la liberación de nuestra propia historia, de la memoria ancestral de nuestras paridoras de vida y de lucha, porque en este contexto de guerras es necesario saber ¿cómo vivíamos antes del patriarcado, antes del estado?, ¿Cómo nos curábamos, nos alimentábamos, nos educábamos…?. De allí que sería vital que nosotras mismas nos acerquemos más a mayoras y mayores, que investiguemos y descubramos juntas cómo era nuestra vida antes de que nos impusieran un sólo idioma, una sola bandera, un sólo himno, un ser supremo… recuperar nuestras historias no para folclorizarlas sino para recrearlas en el contexto actual y caminarlas más allá de las institucionalidades que nos dominan. Ir descubriendo y reconociendo las raíces ancestrales de nuestros pueblos y de nuestras mujeres es fundamental para retomar las preguntas que las compañeras se siguen haciendo en camino a transformarse y transformar la sociedad: ¿Cómo vivir, ¿Qué hay que hacer?, ¿Dónde hay que empezar?
“Uno mismo se violenta porque no nos gusta sembrar la huerta. Todo lo compramos, esto es violencia”
Zilan y Alessia nos reiteraron que la crítica y la autocrítica son fundamentales para la lucha y las transformaciones cotidianas. Ellas también abrieron su corazón para escuchar a las compañeras que aquí estuvimos sentipensando entre nosotras, cuchicheando y tratando de reconocer las enfermedades que seguimos sufriendo como mujeres, como indígenas, como negras, como amas de casa, como académicas, como trabajadoras, como comuneras, como empleadas, como defensoras y liberadoras de la Madre Tierra.
“Hemos descuidado a nuestrxs hijxs por tener trabajo y conseguir dinero”, es una realidad que no sólo está afectando a las mujeres en la ciudad, también en los campos cuando nos dedicamos a la lucha, pues muchas veces nos vemos obligadas a dejar a nuestrxs hijxs a cargo de otrxs para poder cumplir con nuestras obligaciones y compromisos organizativos. Aunque esto no se expresó en el encuentro, desde la experiencia concreta, es necesario señalar que espacios pedagógicos y de formación para niñxs son urgentes a repensar y recrear dentro de las mismas dinámicas político organizativas que se realizan diariamente en los territorios.
“Mi papá cuidaba a mamá con 15 hierbas durante sus partos. Ella tiene 70 años y no le duele nada. A mí me duele todo, pues no hacemos caso a los consejos de ellxs. Uno mismo se violenta porque no nos gusta sembrar la huerta, todo lo compramos. Esto es violencia”. Actualmente son menos las mujeres que en los territorios sembramos, cuidamos y recolectamos plantas medicinales, la sabiduría de las plantas se nos está yendo con lxs mayores que van muriendo.
“La comunidad ha perdido la confianza en la autoridad. La violencia contra la mujer es muy grave en nuestros territorios”, señalan compañeras que han sido víctimas y testigas de la doble victimización de la mujer que denuncia la agresión, más cuando quien agrede es un hombre o una mujer que tiene poder dentro de la comunidad. La violencia intrafamiliar y las violaciones son una constante contra mujeres y niñxs.
“Uno de los problemas que tenemos es que está debilitado el nasayuwe“. Esta es una triste realidad. Pero como dijo Yásnaya Aguilar, compañera Mixe, en el día del idioma:“…Nuestras lenguas no mueren, las matan…Las lenguas son importantes, pero son mucho más importantes sus hablantes. Laslenguasmuerenporquesushablantessondiscriminadosyviolentados…”. En Colombia como en el resto de Abya Yala, la “exploración, explotación, exclusión y exterminio” son el común denominador que todos los poderes ejercen a través de distintas fases y estrategias para acumular ganancias y aumentar sus capitales.
“No hay confianza entre las mujeres”. Lo que nos define a la mayoría son las envidias y las competencias. El patriarcado nos impone esas relaciones para dividirnos y rompernos. Nosotras también reproducimos estas competencias pues somos producto de este sistema.” Hasta allí unos de los problemas que nos enferman, nombrados de manera general, pues la mayoría de estos en sus propias especificidades y localidades se abordaron en tres comisiones de trabajo. Mientras tanto, vale reiterar que, “nosotras vemos juntas la enfermedad, pero los remedios que tenemos no nos están curando. Hay programas institucionales de adentro y de afuera de los cuales estamos dependiendo, nos dicen qué hacer y qué no hacer, pero nos seguimos enfermando”.
“Nosotras entendemos el lenguaje del río, de las montañas, del agua, eso nos une”
Como bien dijeron las compañeras desde Medellín: “Nosotras entendemos el lenguaje del río, de las montañas, del agua, eso nos une”, así mismo debemos nombrar lo que nos hermana como mujeres que somos, como producto también de las resistencias y las búsquedas históricas por recuperar nuestras autonomías. “En todas las guerras las mujeres han estado adelante poniendo el pecho. Me acuerdo que mis abuelxs me contaban de la guerra de los mil días y en los 70 en las recuperaciones de tierra, eran ellas las que iban adelante con la herramienta en la mano y lxs hijxs atrás para ir a voltear la tierra”.
De los saberes ancestrales que no pudieron arrancar y que hoy son prácticas concretas heredadas de nuestras bisabuelas, abuelas y madres negras, indígenas y campesinas son: “La partería, la curandería, la ombligada, la pulseada…”, también el saber de lxs guías espirituales, de lxs sobanderxs, de los tejidos y de todo el cuidado con la madre tierra, son acciones cotidianas que nos han garantizado la pervivencia como pueblos pese a tanta guerra.
“A nivel espiritual las mujeres somos más fuertes que los hombres. En realidad, la palabra hombre y mujer no existe en nuestra lengua, lo que hay es una interpretación. No nos identifica el concepto, nos identifica la acción que ejercemos en nuestro territorio. Hilar la cabuya o tejer la kuetandera no nos hace más mujeres o más hombres, más bien nos hace más tierra, más agua, más piedra, más aire”. En consecuencia, se nos hace también necesario, recuperar “los saberes alrededor de la comida propia, de los calendarios lunares para sembrar, de la estructura política propia de nuestros pueblos”.
Puntadas comunes que nos invitan a tejernos
Las compañeras se tomaron su tiempo para trabajar en comisiones, como acostumbramos acá en el Cauca, donde todxs tienen la posibilidad de hablar, discutir y ponerse de acuerdo para presentar sus propuestas frente a lo que nos está pasando. Resultando varios sentires como puntos comunes en las tres comisiones, que serán claves para coordinarnos y acompañarnos entre quienes tengamos “pensamiento y voluntad libre”, para seguir defendiéndonos, cuidándonos y solidarizándonos, entre mujeres, con los pueblos y por la Madre Tierra, dado que, “la solidaridad entre mujeres es la base de la lucha contra el patriarcado”. Acá sólo compartimos algunos ejes centrales:
-Espiritualidad desde los espacios de vida y la defensa de la Madre Tierra
-Formación con claridad política y organizativa (talleres de autocuidado)
-Producción y distribución justa de alimentos y tejidos (campo-ciudad)
-Comunicación para abordar y visibilizar problemáticas de las mujeres
-Tejido entre luchas locales y globales contra el patriarcado y por la vida toda.
Por tanto, es vital seguir conversando y generando encuentros para dialogar y gestar autonomías desde la cotidianidad; discutir colectivamente para reconocernos en objetivos comunes, pero también en lo que nos diferencia; recorrer el territorio para socializar estas conversas con la comunidad desde nuestras formas artísticas; promover el trabajo intergeneracional para autoreconocernos y articularnos en otras iniciativas, por ejemplo, la “II marcha de la comida” que están promoviendo desde el norte del Cauca. Claro, estas puntadas son claves y debemos hilarlas fino, sin perder de vista las luchas largas que se irán viendo estructuradas en los tejidos que vayamos pariendo entre todas y todos. Así que a poner todos nuestros esfuerzos en hilar del color y del grosor que elijamos, sin olvidar qué tejidos necesitamos y para qué estamos hilando según nuestros contextos. No olvidemos entonces, la necesidad elocuente de “no separar lo justo de lo bello”.
FUENTE: Vilma Rocío Almendra Quiguanás / Pueblos en Camino / Rojava Azadi Madrid