Kirkuk y Raqqa

Este artículo fue escrito apenas habían ocurrido los hechos en Kirkuk y Raqqa, sin embargo su sentido explica brevemente las dificultades políticas del nacionalismo árabe y kurdo, el paradigma de la Nación Democrática del Movimiento de Liberación Kurdo, así como las posibles salidas a la violencia en Oriente Medio sobre la base del Confederalismo Democrático.

El 15 de febrero de 1999, cuando el líder kurdo Abdullah Öcalan fue secuestrado en Kenia para luego ser extraditado a Turquía mediante una conspiración internacional que lo confinó en la isla de Imrali, se considera un hito para los kurdos. Una coalición internacional liderada por los Estados Unidos entregó a Öcalan al Gobierno turco para poner fin a la búsqueda kurda de la libertad, asegurando el liderazgo del Partido Democrático del Kurdistán (KDP) y la Unión Patriótica del Kurdistán (PUK) en Basur (Kurdistán iraquí).

Öcalan, durante su cautiverio en Imrali, ha luchado contra esta conspiración y sus consecuencias, y continúa pensando desde su encierro en una nueva salida para su pueblo. En sus defensas, trató de analizar las razones estructurales de la cuestión kurda. Por esta razón, examinó el sistema dominante desde el comienzo de la historia de la humanidad hasta hoy y se centró en los problemas estructurales que le dieron origen. Y lo más importante, Öcalan abrió el camino para un nuevo avance político y empezó la autocrítica en nombre del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) que él fundó. Sobre todo, criticó la perspectiva confinada en el eje del “Estado-nación”. Y posteriormente concibió un paradigma alternativo con la teoría de la Nación Democrática, que definió como “el punto al que llegaron nuestros 40 años de lucha”.

Öcalan, con su nuevo paradigma, basó sus ideas en la reorganización de la sociedad de una manera ascendente, luchando también contra todas las repercusiones de la mentalidad estatista hegemónica en todas las relaciones sociales, especialmente las tendencias sexistas. La búsqueda de la libertad que se trató de drenar con el cautiverio de Öcalan allanó el camino para un progreso que no solo impactaría a Turquía y Kurdistán sino también a Medio Oriente con un nuevo avance intelectual-ideológico.

Kirkuk

El nacionalismo kurdo utiliza el lema “La Jerusalén kurda” para Kirkuk. La ciudad pasó a manos del ejército iraquí y la milicia pro-iraní Hashd al-Shaabi sin resistencia el 15 de octubre 2017, a pesar de que ha estado bajo el control de la Administración Regional Kurda (KBY) -ligada al PUK- desde 2014; la abrumadora mayoría de los kurdos votó a favor de la independencia en el referéndum del 25 de septiembre pasado. Los sentimientos patrióticos alimentados por el nacionalismo kurdo dieron paso a la decepción y el resentimiento entre la gente con la caída de Kirkuk. A pesar de que Kirkuk fue administrada por 25 años, el gran apoyo económico y político de las potencias mundiales, las relaciones establecidas con potencias regionales como Turquía e Irak, tuvieron más peso a la hora de decidir quién se quedaría con la ciudad. Vale decir también que, pese a los generosos ingresos de las fuentes petroleras, el KBY no podría proporcionar condiciones de vida mínimas para las personas, arrastrando a la población a conflictos internos.

El dramático período que está atravesando el KYB es muy similar a la conspiración internacional que Öcalan enfrentó en 1999. Se ha dejado claro una vez más que no hay dónde ir con el Estado-nación y su ideología, así como con el nacionalismo en Medio Oriente. Por supuesto, la política de confiar en los poderes globales intrínsecos del KYB es también una de las razones fundamentales detrás de la derrota actual. De tal manera que, a pesar de una presencia militar seria, el fracaso de la defensa de Kirkuk dependió de la falta de apoyo político de Estados Unidos y otras potencias, las mismas que no están interesadas en los kurdos.

El discurso y la política nacionalista kurda basados ​​en Kirkuk han recibido una gran e histórica herida. Las consecuencias de este hecho serán más obvias en el tiempo. El pueblo kurdo, en el Kurdistán iraquí, perdió los logros conseguidos a pulso. El KBY hizo que los kurdos pierdan debido a la falta de visión de la clase política kurda, quien se halla separada de su propio pueblo. Allanó el camino para que las potencias colonialistas colaboraran contra sí mismas. Irak, Irán y Turquía se unieron contra los logros kurdos. Pero esta derrota es la derrota del nacionalismo kurdo, la clase dominante kurda, la mentalidad nacional estatista y no la del pueblo.

Raqqa

Dos días después de la caída de Kirkuk, se anunció la liberación de Raqqa, la capital de ISIS. Kirkuk y Raqqa simbolizan la contradicción de la derrota y la victoria: el discurso nacionalista y la idea de una nación democrática. Mientras que Kirkuk fue descrito como el corazón de Kurdistán a través de discursos nacionalistas -una idea hueca del Estado-nación-, Raqqa, donde el pueblo árabe forma la mayoría de la población, abrió la vida colectiva de los pueblos sobre el proyecto de Nación Democrática.

En el corazón del proceso que llevó a la victoria de Raqqa, se encuentra una filosofía que tiene fe en el poder de su propio pueblo. Mientras que la feroz resistencia estaba teniendo lugar en Kobanê contra ISIS, no había ni siquiera el signo de apoyo internacional en el horizonte. Fue esta resistencia la que atrajo la atención del mundo hacia Kobanê. Una idea sobre el nacionalismo encontró la oportunidad de florecer con el proyecto de Nación Democrática que incluye a los kurdos, árabes, armenios, asirios, turcomanos y todas las demás identidades que viven en el norte de Siria.

Hasta el día de hoy, junto con los esfuerzos de Estados Unidos y las potencias mundiales por dominar Oriente Medio, los esfuerzos reaccionarios de Irak, Siria, Turquía, etc. para preservar el orden existente han definido el curso de los acontecimientos en Oriente Medio. Por primera vez, el proyecto de una vida colectiva, que comenzó como una idea en Rojava, promete un futuro libre como una tercera vía.

El pueblo kurdo solo podrá superar el estado de ánimo creado por la derrota en Irak con nuevas políticas, en la medida que se superen las políticas estatistas incapacitadas; así será posible llevar a cabo nuevamente una lucha más fuerte por la liberación. La pérdida de Kirkuk es entristecedora, pero la caída de Raqqa es alentadora para la gente. El alma de la resistencia que liberó a Raqqa, la voluntad del pueblo de vivir juntos será la esperanza y un modelo de solución para Kirkuk y otros lugares bajo opresión. Las acciones futuras de las líneas político-ideológicas que encuentran una representación en Kirkuk y Raqqa definirán la fe no solo de los kurdos, sino de la gente en Medio Oriente.

FUENTE: Mahmut Sakar (Abogado y defensor de los derechos humanos) / Revista Crisis