Las elecciones manchadas de sangre de Erdogan

Para consolidar sus poderes, en un momento en que la política interna de Turquía y las tendencias internacionales parecen favorecer a los líderes de estilo autocrático, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan convocó el miércoles 18 de abril elecciones presidenciales y parlamentarias para el 24 de junio, casi un año y un medio antes de lo previsto, aduciendo que la situación en Siria e Irak, así como la estabilidad económica, lo exigían en un momento en el que Turquía se enfrenta a “incertidumbres”.

Erdogan también mencionó su sangrienta campaña contra los kurdos en el enclave sirio de Afrin, que ha despertado el sentimiento nacionalista e islamista en Turquía y ha reforzado su popularidad. Sin embargo, Rusia podría obligar pronto a Turquía a retirarse de Afrin, por lo que quiere seguir adelante antes de que empiecen a aparecer noticias negativas sobre Afrin y la economía (de Turquía).

Minutos después, el Parlamento turco aprobó extender el estado de emergencia -que se encuentra en vigor desde el supuesto golpe de Estado- por otros tres meses, utilizando los poderes ampliados bajo el régimen de emergencia para reprimir a los opositores políticos acusados ​​de disidencia y terrorismo. La convocatoria de estas elecciones y su pronta celebración ha cogido por sorpresa a sus oponentes.

A pesar del crecimiento del 7 por ciento en el último trimestre de 2017, hay señales de que la economía está fallando. La inflación sigue siendo persistentemente alta y la lira turca cae en picado hasta mínimos históricos día a día.

Después de su estrecha victoria en el controvertido referéndum del año pasado, cuando fue derrotado en las cuatro mayores ciudades de Turquía -Estambul, Ankara, Diyarbakir y Esmirna-, se acordaron los cambios constitucionales para crear un nuevo sistema presidencial. Erdogan ganó por apenas un 51 por ciento, frente al 49 por ciento que votó en contra. Por lo tanto, su intento de reafirmar sus poderes plenipotenciarios mediante un Ejecutivo absoluto, cuyo poder y autoridad no pueden ser desafiados o controlados, fue virtualmente logrado. Pero esto sólo fue el comienzo. El paranoico presidente persigue ferozmente sus ambiciones imperiales a fin de lograr sus objetivos megalómanos de resucitar el Imperio Otomano con él mismo a la cabeza como sultán.

¿El sultán ambicioso o el Hitler de Anatolia?

Pensemos en una versión anatolia de Adolf Hitler y comenzaremos a entender la situación. La insaciable sed de poder de Erdogan no le da tregua. La ambición de este aspirante a déspota es nada menos que ser un sultán moderno o un nuevo califa de los fieles. Primero sirvió como primer ministro y ahora como presidente durante hace 16 años. Sin embargo, su hambre de poder absoluto parece no tener límites, lo que le ha llevado a tomar medidas extraordinarias y sistemáticas para neutralizar cualquier fuente que lo desafíe, incluidos el poder judicial, la prensa, los partidos de oposición, el ejército y la academia.

Utiliza tácticas de terror para silenciar a sus detractores y brinda asistencia económica y otros incentivos a sus compinches islamistas extremistas.

Un ideólogo oportunista de la Hermandad Musulmana

Turquía bajo Erdogan busca la hegemonía para expandir su influencia en Oriente Medio y más allá, usando la ideología de la Hermandad Musulmana como caballo de Troya a fin de interferir en los asuntos de otros países. Hábilmente usa el Islam como herramienta para promover aún más su ambición política. Cuando Erdogan se convirtió en alcalde de Estambul en 1994, se presentó como candidato por el pro-islamista Partido del Bienestar. Fue encarcelado durante 4 meses en 1999 por incitación religiosa después de leer públicamente un poema nacionalista que incluía las siguientes líneas: “Las mezquitas son nuestros cuarteles, las cúpulas nuestros cascos, los minaretes nuestras bayonetas y los fieles nuestros soldados”.

El supuesto golpe llegó como un regalo de Dios

Hoy, el régimen de Turquía encierra a más periodistas que cualquier otro gobierno en la Tierra. Para Erdogan, el último intento de golpe fue un “regalo de Dios”, que le dio la licencia para purgar a cualquier individuo u organización percibido como su enemigo. Decenas de miles han sido encarcelados, acusados ​​de tener vínculos con Fethullah Gülen, el clérigo islamista acusado de organizar el golpe, o de otras organizaciones designadas como “terroristas”. Inmediatamente después del golpe militar, Erdogan promulgó un estado de emergencia que ha permitido al Ejecutivo gobernar por decreto para expulsar y arrestar a empleados públicos a voluntad.

Cerca de 200 mil funcionarios públicos y oficiales del ejército han sido purgados hasta hoy. Por ejemplo, el 16 de julio de 2016, sólo un día después de que se frustrara el golpe, se despidió y detuvo a 2.745 jueces. Esto fue seguido por el despido, detención o suspensión de más de 100.000 funcionarios.

Al parecer, el gobierno de Turquía había preparado listas de arrestos de opositores políticos antes del intento de golpe y había esperaba el momento adecuado para atacarlos.

El estado de emergencia posterior al golpe ha permitido un giro contra los grupos kurdos, sobre todo con el despido de alrededor de 12.000 maestros kurdos y todos los alcaldes elegidos por el HDP (Partido Democrático de los Pueblos) a finales de 2016.

Ya en mayo de 2016, había presionado al parlamento turco para que aprobara una ley que despojaba a los diputados de la inmunidad de enjuiciamiento, al objeto de sofocar a sus oponentes políticos. Esto fue ampliamente percibido como un ataque contra los parlamentarios minoritarios kurdos, que podrían ser vinculados por el gobierno a “actividades terroristas” y sujetos a juicio.

Los kurdos son su complejo de inferioridad

Si miramos hacia atrás en las elecciones parlamentarias de junio de 2015, cuando el Partido para la Justicia y el Desarrollo (AKP) de Erdogan, de tendencia islamista, perdió su mayoría gobernante por primera vez desde el año 2000, entenderemos mejor las tácticas de este hombre. Para Erdogan, el resultado resultaba intolerable y no podía permitirse.

Siguiendo el camino de la guerra contra los kurdos

De manera alarmante, la estrategia en la que Erdogan parece haberse asentado es una versión del viejo adagio leninista: “Cuanto peor, mejor”. Al permitir que la inestabilidad y el conflicto se extendieran tras las elecciones, Erdogan parecía estar apostando a que podría obligar a los votantes turcos a darse cuenta de su error y reconsiderar su decisión de dar la espalda a la hegemonía del AKP. En cuestión de semanas, se desató el infierno. Ningún gobierno podría formarse. El valor de la moneda de Turquía se desplomó a mínimos históricos, la amenaza de colapso económico aumentó y el ejército turco renovó su guerra contra los kurdos. De hecho, Erdogan había dicho más o menos explícitamente que todos estos peligros se habrían evitado si el público turco hubiera elegido con más sabiduría en las elecciones de junio de 2015. Si un partido político hubiera logrado asegurar 400 diputados o un número que pudiera cambiar la Constitución, amonestó Erdogan, “la situación de hoy habría sido muy diferente”. En otras palabras: si se quería tener alguna esperanza de terminar con el caos político, económico y de seguridad, había que volver a las urnas el 1 de noviembre de 2015 para restablecer la mayoría del AKP y apoyar una presidencia empoderada con Erdogan al timón.

Erdogan se puso en pie de guerra con los kurdos para enfrentar todas las potenciales amenazas existenciales a su trono presidencial. Ésta es una guerra política, si alguna vez hubo una, creada por Erdogan para salvar su fortuna política y avanzar en su agenda despótica.

Cuando la apariencia de hacer las paces con los kurdos no sirvió a sus más amplios objetivos políticos, Erdogan contó con que la guerra contra los kurdos y el soplo del fascismo lo harían.

Dentro de Turquía, la sangre ha estado fluyendo desde que Erdogan renovó su guerra contra el PKK para asegurar una mayoría absoluta en las últimas elecciones parlamentarias, poniendo en riesgo el orden civil, la seguridad nacional e incluso la integridad territorial de Turquía. Docenas de ciudades en el sudeste del país fueron destruidas y casi un millón de sus habitantes quedaron sin hogar. El cinismo tras los cálculos de Erdogan para lanzar una guerra a gran escala contra el PKK resultó pasmoso. La principal razón por la que el AKP perdió su mayoría parlamentaria en junio fue el hecho de que un partido pro-kurdo vinculado al PKK, el HDP, había logrado cruzar el umbral electoral de Turquía fijado en el 10% por primera vez, ganando 80 escaños.

Después de las elecciones parlamentarias del 15 de junio de 2015 hubo repetidos ataques terroristas contra el HDP y sus partidarios y el régimen fue totalmente responsable de alimentarlos: como en la ciudad de Suruç, junto a la frontera turca (con Siria), donde 33 socialistas kurdos fueron asesinados en julio de 2015; o cuando 109 murieron en un ataque con bomba en una manifestación pacifista pro-kurda en Ankara en octubre de 2015.

Erdogan estaba claramente decidido a hacer todo lo posible para reprimir el voto del HDP por debajo del umbral del 10 por ciento, a fin de mantenerlo fuera del parlamento por completo.

A raíz de la incitación de Erdogan, las multitudes encabezadas por simpatizantes del AKP atacaron e incendiaron cientos de oficinas del HDP y la cantidad de ataques contra los kurdos ordinarios también se disparó, algunos de ellos de naturaleza letal. Para ayudar en ese esfuerzo, se intensificaron las medidas ofensivas del ejército turco en el sudeste de Turquía, lo que redujo la participación de los kurdos el día de las elecciones y ese objetivo se logró cuando los escaños parlamentarios del HDP bajaron a 54 en las elecciones de noviembre de 2015.

Espartanos de Oriente Medio

Los grupos kurdos han demostrado ser políticamente responsables, administrando sus territorios en el caótico escenario de la guerra civil en Siria desde 2011. Y militarmente, las YPG y las YPJ (Unidades de Protección del Pueblo y Unidades de Protección de las Mujeres) parecieron convertirse en el equivalente de los espartanos de Oriente Medio en la batalla de Kobane, durante el otoño de 2014, que la historia verá como el momento en que la marea cambió para el Estado Islámico (ISIS/Daesh), que hasta entonces parecía prácticamente imparable.

El propio Erdogan fue visto prometiendo a los refugiados sirios en el campamento de Kilis que Kobane caería. Cuando los defensores de Kobane ganaron, la victoria fue aclamada como lo más parecido posible, en el mundo contemporáneo, a una clara confrontación del bien contra el mal.

Luego, como núcleo de las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF), rechazaron al ISIS/Daesh pueblo por pueblo, no sólo en todo el noreste de Siria, sino también más allá de la frontera con Irak, tan al sur como la provincia de Deir Ez-Zor. Trabajando con las fuerzas militares occidentales, y especialmente con los EE.UU., los kurdos adquirieron experiencia y habilidades que reforzaron su ya temible posición.

De hecho, fueron las únicas fuerzas en Siria dispuestas a llevar la batalla al corazón del Estado Islámico, perdiendo miles de combatientes en la batalla por su capital, Raqqa.

La pérfida invasión de Afrin

Turquía es persistentemente hostil hacia Rojava. La política de Turquía hacia Rojava se basa en un bloqueo económico, constantes intentos de aislamiento internacional, oposición a la cooperación de la coalición internacional anti-ISIS con el SDF de Rojava y apoyo a las facciones islamistas de la guerra civil siria hostiles hacia Rojava, incluido el ISIS/Daesh.

Erdogan sabe perfectamente que Rojava no amenaza militarmente a Turquía. Lo amenaza al proporcionar una visión alternativa de cómo sería la vida en la región. Turquía también había atacado militarmente en varias ocasiones el territorio de Rojava y a sus fuerzas de autodefensa antes de la invasión de Afrin. En Afrin, que fue defendida por las mismas YPG/YPJ que defendieron Kobane, volvió a repetirse exactamente el mismo escenario que en Kobane. Excepto que esta vez las potencias mundiales estaban firmemente del lado del mal.

En un giro extraño, los agresores lograron convencer a los principales líderes mundiales y creadores de opinión pública de que los defensores de Kobane eran “terroristas” porque adoptaban una versión radical de la ecología, la democracia y los derechos de las mujeres.

En una bolsa aislada de paz y cordura en la guerra civil siria, famosa sólo por la belleza de sus montañas, bosques de pinos y olivares, la población de Afrin casi se había duplicado durante el conflicto, ya que cientos de miles de refugiados, en su mayoría árabes, habían venido a refugiarse con su población original, abrumadoramente kurda.

Los turcos pudieron invadir Afrin el 20 de enero porque Rusia, Irán y Turquía habían acordado que Turquía obtendría Afrin, posiblemente a cambio de que los turcos acordaran abandonar su apoyo a los grandes enclaves anti Bashar Al Assad alrededor de Damasco.

Así, el 20 de enero de 2018 este experimento democrático fue objeto de un ataque brutal sin provocación encabezado por milicias islamistas, incluidos ISIS y los veteranos de Al Qaeda, miembros de escuadrones de la muerte turcos como los notorios Lobos Grises, uzbecos y turkistanes, respaldados por los tanques del ejército turco, cazas F16, helicópteros de combate y artillería. Atacaron Afrin desde todas las direcciones con 70 aviones de combate F16 que participaron en la primera ola de ataques contra un pequeño enclave cuya área es de tan sólo 3.000 km2. Al igual que ISIS antes que ellos, la nueva fuerza parece decidida a violar todos los estándares de comportamiento, lanzando ataques de napalm contra aldeanos, atacando presas e incluso, como ISIS, volando monumentos arqueológicos irreemplazables e incluso aplastando a nivel del suelo las tumbas de los mártires.

¿Por qué el mundo respaldó este brutal asalto?

Desafortunadamente, el enfoque de los medios internacionales en Guta Oriental dio a los turcos la oportunidad de intensificar su ataque contra Afrin sin que el resto del mundo prestara mucha atención.

Lamentablemente, en cualquier Estado en que vivan, los kurdos soportan una existencia peligrosa, y las potencias mundiales sólo los ven como representantes útiles cuando es necesario, y amigos a olvidar cuando no lo es. Sorprendentemente, las YPG/YPJ resistieron a los invasores durante dos meses sin ningún apoyo moral de una sola gran potencia mundial. Incluso los EE.UU. rehusaron levantar un dedo para defender a Afrin. El canciller británico Boris Johnson llegó a insistir en que “Turquía tiene derecho a querer mantener sus fronteras seguras”. El asalto y la toma de la ciudad kurda se consumó en medio del silencio ensordecedor y el desinterés de la comunidad internacional, particularmente de Europa y la OTAN, bajo el liderazgo de los EE.UU.

Los analistas y expertos recuerdan cómo los kurdos han sido explotados durante mucho tiempo en las operaciones contra ISIS, sólo para ser abandonados. Bruselas está más interesada en la seguridad fronteriza y ve a Erdogan como un “aliado” clave para contener el fenómeno de la migración y en un debate más amplio sobre geopolítica internacional.

En esta situación, de locura orwelliana y total absurdo, el mundo se sentó sin hacer nada mientras Turquía lanzaba un asalto no provocado contra este pacífico enclave.

Una democracia secular que celebra los derechos de las mujeres fue atacada por una nación armada hasta los dientes y gobernada por un déspota autoritario, cuyo régimen está sórdidamente vinculado a grupos extremistas yihadistas, y cruelmente decidido a destruir una de las únicas islas de democracia -Rojava- en el mar de despotismo de Oriente Medio; tropas alineadas con Turquía cantaban himnos de Al Qaeda y amenazaban con cortar la cabeza a sus víctimas “ateas”, como evidencian de vídeos tomados por los propios rebeldes, mostrando que las unidades que avanzaban delante de las tropas regulares turcas eran yihadistas extremistas.

La pregunta aquí es por qué Occidente respalda a este régimen que el año pasado lanzó una guerra de retórica sucia contra la Unión Europea porque prohibieron a los funcionarios turcos hacer campaña en apoyo del referéndum de abril. El turco Erdogan emitió advertencias escalofriantes a los europeos en todo el mundo de que no podrían “caminar con seguridad por las calles en ninguna parte del mundo si Europa continuaba así”.

Lanzó una serie de insultos a los países europeos, acusándolos de terrorismo de estado, de actuar como “remanentes nazis” y de tener un carácter “podrido”. “Vivid en los mejores vecindarios. Conducid los mejores coches. Vivid en las mejores casas. No tengáis tres, sino cinco hijos. Porque vosotros sois el futuro de Europa”, dijo Erdogan al dirigirse a los turcos residentes en Europa.

El saqueo de Afrin

Mi voz se apaga en mi garganta, y los sollozos me ahogan cuando resumo los acontecimientos de la caída de Afrin el 18 de marzo de 2018. La narración de mi abuela de las masacres armenias de 1915 me vino de repente a la mente mientras abandonábamos la ciudad semi sitiada bajo intensos bombardeos en la víspera del 17 de marzo. En un largo río de decenas de miles de automóviles, camiones, tractores, mujeres, hombres y niños lloraban a lo largo de todas las vías de escape. En un momento, miré a mis hijos, Jan (13 años), Ivan (7) y Elizabeth (15) diciendo: “Mirad nuestras lágrimas, niños. Cuando seáis mayores, recordad siempre estas lágrimas. Nunca, nunca olvidéis lo que Erdogan nos ha hecho. Uníos a cualquier lucha en cualquier lugar contra los turcos para tomar nuestra revancha”.

Sin embargo, sobrevivimos ese peligroso viaje fuera del área y hacia lo desconocido. Y ahora, en el refugio, vemos las noticias de televisión y a extraños viviendo en nuestros hogares. Los pocos parientes que se quedaron atrás nos cuentan cómo los vándalos respaldados por Turquía han comenzado una orgía de violación, saqueo y pillaje, arrancando de Afrin y sus 400 aldeas y ciudades todos los objetos de valor al grito de “Allah Akbar”. Los merodeadores han irrumpido en tiendas, restaurantes y hogares, expoliando comida, equipos electrónicos, aceite de oliva, mantas, muebles y otras bienes básicos. Se han apropiado de todos los coches, tractores, camiones, motocicletas y máquinas ante los ojos de sus dueños. Han robado ganado y pollos. Los animales y el botín sustraídos han sido transportados en los vehículos robados fuera de la ciudad a Idlib, Azaz, Jarablus e incluso a Turquía. Algunos vídeos capturados a plena luz del día muestran a los conductores que son arrastrados fuera de sus autos a punta de pistola para ser golpeados o asesinados a tiros antes de usurpar sus vehículos. Todavía roban su dinero y objetos de valor a los pocos que regresan a casa. La destrucción de la estatua de Kawa Haddad, los robos en tiendas y hogares ante las bayonetas de soldados turcos es moralmente deplorable. Esto es sólo una gota en el vaso, porque los relatos horribles y escalofriantes de testigos oculares siguen saliendo de Afrin, contando casos de violación sistemática de mujeres kurdas y de jóvenes arrestados, torturados y asesinados sumariamente por milicias árabes y turcomanas. “Hacen de todo a las mujeres”, dice un amigo. “Pero la gente tiene miedo. Te golpean, te matan, si te quejas”.

Los funcionarios turcos están intimidando con ensañamiento a los medios de comunicación para que no cubran el saqueo, la anarquía y el abuso del llamado Ejército Libre Sirio en Afrin. Está claro que los turcos han permitido a sus colonias terroristas que se entreguen a su sádica lujuria por la violación y el saqueo para desahogarse con los kurdos que habían derrotado a los hermanos en la fe de Erdogan por todo el norte de Siria.

Cambio demográfico y limpieza étnica

Recep Tayyip Erdogan anunció tan descarada y escandalosamente: “Nuestro objetivo es devolver Afrin a sus legítimos propietarios”, en una advertencia velada de limpiar étnicamente la región de sus habitantes kurdos. Los kurdos han vivido en Afrin durante cientos, miles de años. Allí vivieron sus abuelos. Allí están sus casas y tumbas. Allí, sus almas y raíces se adentran en el suelo como los millones de olivos que sus antepasados ​​plantaron. Turquía y sus aliados sirios están llevando a cabo un “cambio demográfico organizado” para dejar a los kurdos en minoría, según informa el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (SOHR) y los relatos de testigos oculares. Según la agencia kurda ANHA, las familias evacuadas de los enclaves rebeldes de Ghouta, Demir y Qalamon han sido transferidos a Afrin en autobuses y les han ofrecido hogares de familias kurdas que huyeron de Afrin. Entre los beneficiarios están las familias de los miembros de la Legión Al Rahman y su líder, Abdul Nasr Shamir.

¡Los hermanos en la fe de Erdogan matan a los infieles!

Aunque los kurdos en Afrin son en su mayoría musulmanes sunitas, ISIS, Al Qaeda y otros islamistas los ven como infieles y herejes cuyas “posesiones, mujeres, niños son halal a arrancar, y su sangre para ser abandonada por los musulmanes”, de acuerdo con un texto en su Corán.

Los milicianos árabes sirios que lideran el ataque turco contra Afrin en el norte de Siria han amenazado con masacrar a su población kurda a menos que se conviertan a la variante del islam respaldada por ISIS y Al Qaeda.

En un vídeo, un combatiente de la milicia flanqueado por otros describe a los kurdos como “infieles” y lanza una dura advertencia, diciendo: “Por Alá, si os arrepentís y volvéis a Alá, entonces sabed que sois nuestros hermanos”. Pero si os negáis, entonces veremos que vuestras cabezas están maduras, y que es hora de que las arranquemos”.

La minoría yazidí de Afrin también está siendo tratada como “infiel” por los rebeldes que destruyeron sus templos y los obligaron a convertirse al islam. SOHOR lanzó un vídeo que muestra a un anciano yazidí interrogado por yihadistas turcos, preguntándole cuántas veces reza al día. Debe recordarse que los yazidís, a quienes los turcos infligieron 72 campañas genocidas, han sido víctimas de genocidio, violación y esclavitud por ISIS/DAESH en Irak con el respaldo de Turquía.

En este momento, todavía hay alrededor de 100 mil personas, en su mayoría árabes, en la región de Afrin; un descenso pronunciado en comparación con el millón que había en noviembre. Al menos 100 mil están registrados como desplazados en centros de recepción sólo en los territorios controlados por el gobierno sirio. Decenas de miles de deportados de Afrin  han pagado enormes sumas de dinero a traficantes árabes para poder huir a lugares lejanos en Kobane, Jazira, Líbano e Irak. Unos 300 mil viven todavía en pueblos y aldeas antes desiertos y medio destruidos en la devastada región de Shehba, al norte de Alepo, sin recibir ayuda alguna de las organizaciones internacionales de socorro junto con un silencio intencionado en los medios de comunicación mundiales.

Finalmente, en un momento en que cada familia aquí tiene una historia desgarradora que nunca desearías tener que escuchar, el triunfante semi-sultán está invirtiendo sin medida en sangre kurda tras su gloriosa conquista de Afrin.

FUENTE: H. Hasan (ex profesor universtario y ahora refugiado en Berxwedan, campamento de refugiados de pobladores de Afrin en el norte de Alepo) / IC AFRIN RESIST / Traducido por Rojava Azadi Madrid.