Las mujeres de la región rural de Jazira, en el noreste de Siria, están acostumbradas a un arduo trabajo físico, incluso el que requiere mucha fuerza y para la que ya son demasiado mayores.
Amasar barro, fabricar y transportar ladrillos de barro, recoger paja y construir casas de barro son trabajos asociados con las mujeres en la región.
Zuweyda Al Mahmoud, residente de la zona rural de Jil Agha, está construyendo sola una pequeña habitación para la familia, hecha de piedras y ladrillos de barro.
Zuweyda dijo que la ausencia de su esposo, quien viaja al extranjero por trabajo, le permitió depender de sí misma. A veces, se detiene por un día debido a la fatiga y la sensibilidad que tiene al heno y al polvo. “Pero pronto regreso al trabajo. ¿Quién lo hará en mi lugar?”, afirmó.
También explicó que nadie la puede criticar por hacer esos trabajos, porque los estaba haciendo para su familia y en su propia casa, y “otras mujeres también hacen lo mismo”.
Muchas familias en Siria sufren la ausencia del sostén de familia debido a una década de guerra, migración y deterioro de las condiciones de vida.
Algunas mujeres en la zona rural de Jil Agha que realizan trabajos pesados sufren lesiones en la columna, partos prematuros o pérdida fetal; algunas incluso pierden la vida por insolación y estrés en el trabajo.
Hadla Al Khalaf, residente de una aldea en el campo occidental de Jil Agha, dijo que sufre de compresión vertebral debido a su trabajo diario. La mujer recordó que muchas mujeres dieron a luz a sus hijos en los campos donde recolectaban paja o cuando estaban cosechando.
“Algunas de ellas perdieron la vida, no solo por dar a luz en un lugar no calificado, sino como resultado de desmayos, presión arterial alta o baja, y exposición a la insolación mientras se esforzaban”, aseguró.
Al Khalaf hace pan y prepara comida por la noche para poder cuidar a las ovejas por la mañana y tener tiempo para ayudar a su esposo a mover ladrillos. Pero se ha acostumbrado a su arduo trabajo. “Desde nuestra infancia, nuestras manos estaban manchadas de barro, agrietadas y heridas por recolectar leña y paja –explicó-. La crueldad de la vida nos obliga a ayudar a nuestras familias y a nuestros maridos”.
A pesar de décadas de una difícil vida rural desde que estas mujeres eran niñas, el deterioro del nivel de vida en los últimos años ha aumentado la carga de muchas familias y ha devuelto la miseria a sus vidas.
Umm Ahmad, residente del pueblo de Amara, en el campo occidental de Jil Agha, dijo que su vida no es diferente a la de los demás. A pesar de su edad y de sufrir dolores de espalda y de cabeza como consecuencia de la exposición prolongada al sol, “las exigencias de la vida me obligan a hacer el trabajo, que también me distrae de la crianza de mis hijos, por lo que no tengo tiempo para sentarme con ellos”, reconoció.
Umm Ahmad agregó: “Cortamos los ladrillos de barro, recolectamos heno y desechos de animales (para quemarlos), realizamos trabajos agrícolas estacionales, reparamos casas y criamos animales”.
Si bien estas acciones reflejan su salud física, Umm Ahmad explicó que se ven obligadas a realizar estos trabajos debido a la difícil situación que atraviesan.
FUENTE: Salam al Ahmed / North Prees Agency / Traducción y edición: Kurdistán América Latina