Los kurdos fueron clave para encontrar al jefe del Estado Islámico

Cuando la cacería internacional para encontrar a Abu Bakr Al Baghdadi, el líder del Estado Islámico (ISIS), se centró en un poblado al noroeste de Siria, Estados Unidos recurrió a sus aliados locales para que le ayudaran a rastrear al terrorista más buscado del mundo.

Los aliados de Estados Unidos, un equipo encabezado por kurdos, que había trabajado con los estadounidenses combatiendo a ISIS, enviaron espías para vigilar su villa aislada. Para confirmar que era él, robaron unos calzoncillos de Al Baghdadi -un bóxer blanco y largo- y obtuvieron una muestra de sangre para realizarle pruebas de ADN, comentó el comandante del equipo, Mazlum Abdi, en una entrevista telefónica que concedió el 28 de octubre.

Funcionarios estadounidenses no quisieron mencionar la inteligencia específica que brindaron los kurdos, pero señalaron que la participación que tuvieron para encontrar a Al Baghdadi fue esencial -más que todos los otros países juntos, como lo afirmó un funcionario-, lo que contradice la aseveración que hizo el presidente Donald Trump durante el fin de semana, según la cual Estados Unidos “tuvo muy poca ayuda” en la operación.

No obstante, aunque los combatientes kurdos sirios pusieron en riesgo sus vidas en la cacería que terminó con la muerte de Al Baghdadi el 26 de octubre, Trump destrozó una alianza de cinco años entre Estados Unidos y los kurdos.

Trump decidió retirar las tropas estadounidenses del norte de Siria, con lo cual los kurdos de pronto quedaron vulnerables frente a una invasión de Turquía y sintieron el escozor de la traición de Estados Unidos. Esto afectó la operación para encontrar a Al Baghdadi, pues los kurdos suspendieron su cooperación en seguridad con Estados Unidos para salir a toda prisa a defender su tierra.

“Pensamos que Estados Unidos iba a cumplir su promesa”, comentó Abdi, el comandante de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) que encabezan los kurdos. “Pero a final de cuentas hubo debilidad… y decepción”.

Estados Unidos unió fuerzas con el grupo de Abdi hace cinco años, cuando estaba en busca de combatientes sirios calificados que sirvieran de manera eficaz como tropas de infantería para una campaña aérea estadounidense en contra de ISIS. Conforme maduró la alianza, Estados Unidos armó y entrenó a los combatientes liderados por los kurdos y los presionó para que servir a los intereses estadounidenses estuviera entre sus prioridades.

Estados Unidos influyó para que los kurdos llevaran la lucha en contra de ISIS a las afueras de su territorio tradicional, lo cual les costó muchas vidas. También los desalentó a negociar un acuerdo con el gobierno sirio, pues argumentaron que permanecer en alianza con Estados Unidos les iba a brindar una participación en el futuro de Siria.

“Les dijimos que si trabajaban con la coalición estadounidense, los íbamos a dejar en una posición en la que estarían representados”, comentó en una entrevista telefónica el general Joseph L. Votel, ex director de Operaciones Especiales y comandos Centrales del ejército. “Que iban a estar en el equipo ganador”.

En un esfuerzo por calmar a Turquía, Estados Unidos convenció a los kurdos de destruir sus defensas, con lo cual los debilitó frente a un ataque turco. También buscó su ayuda en la lucha regional de Estados Unidos en contra de Irán, una causa en la que los kurdos tenían pocos intereses.

A las fuerzas lideradas por los kurdos no les molesta que las tropas estadounidenses se retiraran de Siria, pues sabían que eso sucedería con el tiempo. Lo que provocó su decepción fue que, después de cinco años de pelear y morir al lado de soldados estadounidenses en las batallas contra ISIS, Trump suspendiera la operación con tal premura que los dejó mal preparados para lo que vendría luego.

“Fue una puñalada por la espalda”, sentenció Nesrin Abdullah, una vocera de la milicia de mujeres kurdas. “Los estadounidenses no paraban de decir que no iban a permitir la entrada de los turcos, pero a final de cuentas eso fue lo que ocurrió”.

Parte del problema fue que los funcionarios estadounidenses enviaron mensajes contradictorios sobre el tiempo que Estados Unidos iba a permanecer en Siria y qué estaba haciendo ahí.

Funcionarios del gobierno de Barack Obama les dijeron a sus contrapartes kurdos que la alianza duraría hasta la derrota de ISIS, pero que Estados Unidos les iba a ayudar a tener una participación en el futuro de Siria. Ese mensaje se volvió cada vez más confuso durante el último año, cuando Trump prometió retirar las tropas estadounidenses mientras otros funcionarios en su gobierno señalaban que iban a permanecer hasta que Irán abandonara el país y hubiera una solución política en Damasco.

Aunque tal vez no haya habido promesas explícitas, para los kurdos estos mensajes apuntaban a una presencia constante de Estados Unidos. De hecho, incluso durante las semanas previas a la retirada, diplomáticos estadounidenses los asesoraron en programas para mejorar el gobierno y la seguridad, por lo que no había señales de una prisa inminente por salir.

La disolución veloz de una alianza poderosa, que se reconstruyó a través de más de una decena de entrevistas con funcionarios estadounidenses y kurdos, les dolió no solo a los kurdos de Siria, sino también a los estadounidenses que trabajaron con ellos para derrotar al Estado Islámico.

Si las batallas servían a una agenda estadounidense, los que murieron por ella fueron los kurdos. Menos de una docena de estadounidenses fueron asesinados durante la campaña en contra de ISIS en Siria, en comparación con los 11.000 soldados de las fuerzas encabezadas por los kurdos.

“Subcontratamos la muerte para ellos”, comentó un funcionario estadounidense que trabajó en Siria, quien no estaba autorizado para hablar públicamente sobre el asunto. “Y al final, les pedimos que sometieran todo por lo que habían trabajado: la seguridad de su tierra, su proyecto político y su gente. Estamos diciendo que esos 11.000 kurdos murieron por nada”.

FUENTE: Ben Hubbard y Eric Schmitt / The New York Times / Edición: Kurdistán América Latina