Forzados al destierro en la región contigua de Shehba por los crímenes perpetrados por los grupos islamistas apoyados por Turquía en Afrin, los yezidíes denuncian que las principales potencias no han cumplido la promesa de defenderles tras el genocidio perpetrado por el ISIS en 2014 en la zona iraquí de Sinjar.
“Cuando vimos vídeos de los terroristas amenazando con matarnos si no nos convertíamos al islam, las mujeres yezidíes decidieron llenar pequeñas ampollas con veneno para tomarlas en caso necesario y así no caer en manos del enemigo. Por desgracia, algunas tuvieron que hacerlo”, explica a GARA Michael Barekat, un yezidí de 47 años originario de la aldea de Kimar, una pequeña localidad de la región de Afrin.
Es uno de los alrededor de 6.000 yezidíes que viven desplazados en Shehba, una comarca colindante con Afrin situada al norte de la ciudad de Alepo, en la que desde el pasado mes de marzo viven alrededor de 150.000 personas exiliadas como consecuencia de la ocupación turca.
“A principios de siglo XX había 58 aldeas yezidíes en la región de Afrin de un total de 358. A causa de la presión ejercida por la mayoría musulmana, algunos yezidíes se convirtieron al islam. Las aldeas se redujeron a 22 con una población total de 60.000 yezidíes antes del estadillo de la guerra siria en 2011”, detalla Sileman Cafer, líder de esta comunidad religiosa en Afrin y autor del libro Las tribus yezidíes.
“Desde 2013 las aldeas yezidíes de Afrin han tenido como vecinas a villas suníes tomadas por grupos radicales. Aquel mismo año los islamistas cortaron la cabeza a 12 yezidíes y aquello generó un ambiente de muchísimo miedo. Muchos yezidíes comenzaron a abandonar la región hacia Europa o países como Australia”, recuerda este antropólogo y responsable, además, del Comité de Relaciones Exteriores del cantón de Afrín.
“Antes de la agresión turca del pasado enero, la población yezidí de Afrin se había reducido a 20.000 personas. Como consecuencia del ataque muchos han emigrado al extranjero o a ciudades como Alepo o Damasco. En Shehba sólo quedamos 6.000”, señala Cafer.
Los fundamentalistas consideran a los yezidíes adoradores del diablo porque niegan la existencia del infierno y creen en la reencarnación. De carácter sincrético, el yezidismo fue integrando en su fe diferentes elementos de las religiones dominantes que llegaron a la antigua Mesopotamia. El fuego, el agua y las plantas tienen para ellos un valor sagrado.
La masacre de Sinjar en el recuerdo
“Parecía que la masacre de yezidíes en Sinjar era una línea roja. Pero después de lo sucedido en Afrin, no hay duda de que la comunidad internacional ha dado el visto bueno a las fuerzas reaccionarias islamistas para atacar a los yezidíes en cualquier parte”, comenta preso de la indignación, Ibrahim Barekat, un joven de 24 años.
“En Sinjar se produjo el secuestro de nuestras mujeres para venderlas como esclavas sexuales. Teníamos miedo de que eso volviese a pasar y decidimos escapar”, denuncia el tío de Ibrahim, Abdo Barekat, haciendo referencia al fatídico episodio de agosto de 2014 en Irak, catalogado como genocidio por la ONU, en el que ISIS asesinó a más de 3.000 yezidíes y secuestró a más de 6.000, principalmente mujeres.
“Cuando saquearon la ciudad de Afrin, el primer lugar que destruyeron fue el centro de la comunidad yezidí y su archivo, con un gran valor histórico y cultural. Por suerte, pudimos salvar algunos documentos y reliquias importantes”, detalla Sileman Cafer, originario de la aldea de Basofán.
“En la aldeas yezidíes han destruido todos los templos y lugares de culto. En mi pueblo han abierto una mezquita cuando nunca ha habido un solo musulmán en él. Han forzado a las mujeres a vestir prendas negras y les han prohibido llevar pantalones. También han abierto escuelas coránicas”, denuncia Cafer, que equipara la mentalidad del gobierno turco a la de ISIS.
“La voluntad de Dios fue crearnos yezidíes y kurdos. Entonces, ¿qué autoridad creen que tienen para obligarnos a convertirnos al islam?”, añade irritado Abdo Barekat.
“Los pocos yezidíes que permanecen en Afrin es porque estaban impedidos o bien no podían costearse el exilio. Durante los primeros días en Nubul pedían 150.000 libras sirias (600 euros) por alquilar una casa durante un mes y algunos decidieron volver”, explica Sileman Cafer.
Con una piedra de Shiva colgada a la altura de corazón que un familiar le trajo de Lalish, el santuario central de los yezidíes ubicado en Kurdistán Sur, Michael Barekat es consciente de que los 25 miembros de su familia tienen complicado el retorno. “Mientras los terroristas estén en Afrin no podemos regresar, a menos que las grandes potencias fuercen a Turquía y a sus aliados a salir de la región”, señala Michael. “En nuestra aldea, los islamistas obligaron a un yezidí de 50 años a besar un Corán y a decir que era musulmán. Pero él se negó porque no podía traicionar a su Dios y lo mataron”, cuenta ante la atenta mirada de sobrino Hesen, combatiente de las YPG, herido por un avión turco y que en los nudillos de ambas manos tiene tatuados la palabra “Love”.
“La religión yezidí es la piedra angular de la identidad kurda, de su cultura y su lengua. Con que un solo yezidí sobreviva habrá kurdos sobre la faz de la tierra. Pero lo cierto es que existe un peligro real de que nuestro pueblo pueda ser exterminado”, advierte pesimista Sileman Cafer.
“Estamos muy agradecidos a los estados europeos que han acogido a una gran cantidad de refugiados yezidíes, pero esa no es la solución. De este modo estamos abandonando nuestra tierra, nuestra historia, debemos continuar aquí y para ello deben protegernos aquí”, sentencia el escritor yezidí.
FUENTE: David Mesenguer / Gara