Los representantes islamistas de Turquía en la región no solo son un problema militar, sino que impiden la diplomacia en los países en los que operan, dijo ayer Michael Rubin, académico residente del American Enterprise Institute, en Washington, a National Interest.
Turquía ha sido acusada por Rusia, Francia, Irán y Armenia de proporcionar mercenarios sirios a Azerbaiyáns desde antes de que estallaran los combates por la disputada región de Nagorno Karabaj, el 27 de septiembre pasado. Moscú estimó el 3 de noviembre que 2.000 mercenarios de Medio Oriente fueron trasladados por Turquía hacia esa región.
Rubin explicó que las milicias sirias respaldadas por Ankara estaban socavando los esfuerzos para lograr un alto el fuego exitoso en Nagorno Karabaj, y proporcionando al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, una ventaja diplomática en cualquier negociación.
“Los combatientes árabes no solo impiden la diplomacia y hacen menos probable que (el gobierno azerí en) Bakú reconozca que no pueden lograr una victoria militar, sino que también le dan a Erdogan un veto efectivo sobre cualquier acuerdo de paz local en el futuro”, aseveró.
“Una vez insertados (los mercenarios) en la región, será difícil para la comunidad internacional forzar su salida”, advirtió Rubin.
Rusia y Estados Unidos han negociado tres altos el fuego para intentar poner fin a los enfrentamientos en Nagorno Karabaj que, según diferentes informes, han dejado más de 1.200 muertos. Las treguas han fracasado y las batallas amenazan con extenderse más allá del Estado independiente, que se encuentra dentro de las fronteras de Azerbaiyán, pero que es de mayoría armenia.
El presidente azerí, Ilham Aliyev, “pronto se enterará de que los veteranos de Al Qaeda enviados por Erdogan limitarán todas las acciones y alianzas futuras, especialmente con respecto a Israel y Estados Unidos”, aseveró Rubin, que también se desempeñó como funcionario del Pentágono.
El gobierno turco también envió mercenarios islamistas a Libia, donde suministró asistencia al Gobierno de Acuerdo Nacional (GAN), con sede en Trípoli, para luchar contra la oposición respaldada por Rusia. Los analistas dicen que el apoyo militar de Turquía cambió el rumbo a favor del GNA, ya que logró rechazar un asalto rebelde de 14 meses que buscaba tomar la capital.
Rubin expresó que una vez que los mercenarios respaldados por Turquía ingresaron al conflicto se negaron a irse, y el primer ministro libio Fayez Al Sarraj redujo efectivamente Libia a “un vasallo turco, 109 años después de que el control otomano” en el país del norte de África terminara.
Las partes beligerantes en Libia firmaron un acuerdo para un alto el fuego permanente en todas las áreas del país, el 23 de octubre. Poco después, Erdogan dijo que el acuerdo no era un alto el fuego en los “niveles más altos” y “carecía de credibilidad”.
“En otras palabras, Erdogan ahora se considera a sí mismo, en lugar de Sarraj, el árbitro del futuro de Libia -resumió Rubin-. Sarraj se dio cuenta de que las ganancias militares a corto plazo obtenidas, mediante la utilización de las fuerzas turcas, tendrían un precio tremendo para su propia independencia política”.
FUENTE: Ahval / Traducción y edición: Kurdistán América Latina