Con la incursión militar de Turquía, la trama en Siria se vuelve más densa. Esta fuerte escalada se la debemos a dos líderes enteramente impredecibles e impulsivos: los presidentes de Estados Unidos, Donald Trump, y de Turquía, Recep Tayyip Erdogan.
Las acciones militares turcas contra el aliado local de la coalición contra el Estado Islámico (ISIS) -las Fuerzas Democráticas de Siria, de mayoría kurda y lideradas por las Unidades de Protección del Pueblo (YPG)- desatarán poderosas consecuencias en Medio Oriente, aislando aún más a Turquía, haciéndola todavía más vulnerable ante la estrella en ascenso en la región: Rusia.
La posición de las principales potencias en el Consejo de Seguridad de la ONU, junto a las tibias reacciones iniciales de la Unión Europea (UE) y las declaraciones de los asesores de Erdogan, indican que la masiva operación transfronteriza, que carece aparentemente de una justificación convincente en el derecho internacional debido a que no hubo una amenaza directa a Turquía desde suelo sirio, parece ser el resultado de un “acuerdo verbal” entre los dos líderes durante una conversación telefónica.
De las duras reacciones de Trump inmediatamente después del comienzo de la incursión, quedó claro que su “percepción” de lo conversado con Erdogan habla de una operación en un área y tiempo limitados.
Trump, en su aparente ignorancia de la historia, no ha puesto atención a otro hecho histórico y a un hito diplomático que apunta al discreto expansionismo de la Turquía moderna: que el ejército turco, donde entra, se queda.
Que Trump, en su desesperación, asignara a sus diplomáticos el inicio de negociaciones sobre una tregua, lo condena a fortalecer a Erdogan.
Este último apostará duramente, ahora que controla decididamente la iniciativa, para usar la invasión, la presencia militar y sus planes para reasentar a los refugiados sirios, como moneda de cambio en el proceso de Astana y en su cara a cara con Trump en la Casa Blanca en noviembre.
Erdogan una vez más juega su “apuestas por la sobrevivencia política” con maestría -a pesar que las apuestas son mucho más altas-, y da por hecho que centrará sus esfuerzos en maximizar los beneficios unilaterales.
Se lo debe personalmente a Trump y lo más probable es que opte por contraatacar con fuerza si el Congreso estadounidense vota por sanciones severas. Le importa mucho menos el futuro de Trump y, mientras éste último siga en la misma sintonía, Erdogan hará cumplir su voluntad mientras calcula su ascenso a héroe nacional, desafiante hacia sanciones y el aislamiento.
Erdogan ha jugado bien sus cartas en otros niveles. Luego de su derrota en las elecciones locales, cuidadosamente tanteó el terreno político doméstico. Se concentró en abrir una brecha en el bloque opositor, sabiendo que una escalada violenta contra las estructuras políticas kurdas en casa y en Siria bastaría.
Llegó a un acuerdo con el miembro minoritario del bloque opositor para que se uniera a su coalición, y se alegró de ver que cuatro partidos de la oposición se unieron con un Sí al mandato de la acción militar: su “coalición de guerra” estaba completa.
También levantó una barrera entre la oposición principal del Partido Republicano del Pueblo (CHP) y el pro-kurdo Partido Democrático de los Pueblos (HDP), como parte de su táctica de polarización.
Esto lo ayudó cuando recurrió a su propio partido gobernante, el Partido Justicia y Desarrollo (AKP), para reafirmar su debilitada autoridad, desplazando a sus rivales internos, como son el ex presidente Abdullah Gul, el ex primer ministro Ahmet Davutoglu y el ex viceprimer ministro Ali Babacan.
Erdogan vuelve al juego con el mismo repertorio de político de línea dura.
Su fiero discurso el 10 de octubre mostró que apunta a castigar a la UE. En la parte donde profirió insultos hacia Arabia Saudita y Egipto, Erdogan repetidamente amenazó a la Unión Europea con “abrir las puertas” a los refugiados en su territorio.
Los líderes europeos enfrentan el hecho de que, debido a sus erráticos intentos para mantener a Turquía fuera del proceso, tienen que lidiar ahora con un monstruo político. ¿Puede Erdogan hacerlo? Si está acorralado, puede y lo hará.
Otras consecuencias de la incursión turca son quizá más graves y urgentes. Una débil presencia estadounidense en la región, vista casi como hostil desde el lado turco, junto a las tropas de Turquía movilizándose en Siria, alentarán aún más a Irán. Rusia, el jugador más consistente en la región, tendrá un control más fuerte. Los kurdos de Siria serán empujados en su desesperación a los brazos y misericordia de Damasco, mientras quedan atrapados en el atolladero.
Todo esto sucede mientras Erdogan afecta la demografía, esperanzado de que los yihadistas aliados tengan una voz en el futuro de Siria.
También hay elementos de ISIS e Israel. Que las masacres de Paris, en noviembre de 2016, y más tarde en el aeropuerto de Bruselas, fueron conducidas por miembros de ISIS que viajaron cruzando Turquía, está fresco en la memoria y hay preocupación sobre qué sucederá cuando las YPG abandonen o entreguen los campamentos de prisioneros a Turquía. Este es un grave asunto que pone nervioso a los turcos seculares, a kurdos y europeos.
Finalmente, el acuerdo Trump-Erdogan ha dejado a otro jugador en la región, Israel, muy ansioso.
En reacción al artículo del New York Times, Dan Shapiro, el ex embajador estadounidense en Israel, apuntó: “El costo específico para los intereses estadounidenses e israelíes son obvios: el abandono de un socio suní moderado, los luchadores kurdos de las FDS; la victoria regalada a su némesis, Erdogan; las ventajas otorgadas a Assad, Rusia e Irán en Siria; la posibilidad del resurgimiento de ISIS. Y, por supuesto, la impresión a través de la región de que Estados Unidos no apoya a sus aliados, mientras Irán se vuelve más agresivo hacia nuestros socios en el Golfo y hacia Israel desde múltiples frentes”.
Todo apunta al hecho de que la saga siria continuará siendo una historia dolorosa, arrastrando más al fondo a una Turquía en crisis y creando más inestabilidad.
FUENTE: Yavuz Baydar / Ahval News / Traducción: Carlos Morales / Edición: Kurdistán América Latina