Oportunidades y desafíos de una lucha universal por la liberación de la mujer

En ningún momento de la historia humana las mujeres han experimentado una violencia tan severa, intensa y sistemática como hoy en día. La violencia contra las mujeres es la más común violación de los derechos humanos, no conoce fronteras. Las Naciones Unidas (ONU) describen esta condición como una pandemia que se está extendiendo por todo el mundo.

En el primer cuarto del siglo XXI nos enfrentamos a una ofensiva sistemática del patriarcado. Sí, el sistema está atacando sistemáticamente a las mujeres. Aunque modos y formas en que se expresa esta violencia varían entre una región y otra, nos enfrentamos a un fenómeno universal. Como mujeres kurdas o como mujeres del Medio Oriente, hemos sido sometidas a los ataques más brutales y directos del Daesh (Estado Islámico, ISIS), y esto sigue sucediendo hasta el día de hoy. Observamos el creciente número de violaciones masivas en Asia. En América Latina, los asesinatos de mujeres se cometen como una forma de femicidio. En Europa, los derechos de las mujeres conquistados tras duras luchas, se están revocando dada una duradera resistencia contra ello. En África, la violencia sexual es el arma más básica en conflictos y guerras. El escándalo de Weinstein, en los Estados Unidos, revela que el nivel de acoso sexual y violación en la industria cultural está creciendo día a día. El hecho de que un hombre como Trump, con su retórica machista acompañada por una respectiva actitud, obtuvo la mayoría de votos y, finalmente, fue elegido presidente de Estados Unidos, no se puede ver como algo desconectado de la subida de los regímenes fascistas en diferentes partes del mundo y el aumento de los ataques patriarcales.

El sistema capitalista patriarcal está intensificando sus ataques contra las mujeres, –que son, por decirlo así, su antítesis–, para superar la crisis estructural del siglo XXI. Los ataques se llevan a cabo sistemáticamente. Porque en el punto en que las mujeres intensifican su búsqueda de libertad y su lucha, el sistema capitalista patriarcal acaba sacudido hasta su propio núcleo. Con esto en mente, la lucha contra Daesh —la expresión más concreta y directa de la misoginia– impulsada por el movimiento de mujeres kurdas en Kobanê, Şengal (Sinjar) y más recientemente en Raqqa, debe ser considerada como una lucha activa contra el patriarcado.

Las crisis esconden peligros pero también oportunidades

Las crisis estructurales de los sistemas hegemónicos siempre están asociadas a grandes peligros, pero al mismo tiempo ofrecen grandes oportunidades. El sistema presenta un peligro porque se vuelve más agresivo en tiempos de crisis, sin embargo estos últimos ofrecen una oportunidad, porque entonces las condiciones para superar el sistema se vuelven maduras. O como decimos en kurdo: “Heta ku xirab nebe ava nabe” (Hasta que no está destruido, no se puede construir). En este sentido, a pesar de todos los ataques, las condiciones son más maduras que nunca para extender la lucha por la libertad de la mujer y convertir el siglo XXI en la era de la revolución de las mujeres. Y no es solo que las condiciones sean maduras, una revolución de las mujeres en el Medio Oriente es además una necesidad histórica. El movimiento kurdo de liberación de la mujer se ve en la posición de asumir un papel pionero en el curso de la liberación universal de la mujer.

Nuestra época es más universal que nunca. En este sentido, no estamos atravesando el período de un típico proceso de transición, sino que experimentamos el momento histórico más desnudo y vivaz de nuestros tiempos. Esto se aplica tanto a las fuerzas sociales democráticas como a las potencias dominantes. El representante del pueblo kurdo Abdullah Öcalan ha definido este proceso en sus defensas (1) como la teoría del poder hegemónico centralizado y los “movimientos anti-poder internos y externos” y, a finales del siglo XX, sometió la crisis del sistema patriarcal-capitalista a un profundo análisis. Ha señalado no sólo la crisis y la causalidad subyacente del caos en que se encuentra el sistema capitalista patriarcal, sino que también ha impulsado un cambio de paradigma y desarrollado la teoría de la modernidad democrática, que puede actuar como un modelo de solución universal.

Se trata de una triple revolución

Los tres ámbitos donde, hoy en día, la historia universal se refleja más serían tal vez la realidad kurda, la libertad de las mujeres y la modernidad democrática. El poder hegemónico central se ve desafiado ante todo por estos tres hechos, y la crisis que experimenta se está profundizando. Al mismo tiempo, existe una conexión dialéctica entre estas tres realidades, que en el mejor de los casos aumenta la probabilidad de una revolución. Respecto a ello, desde la perspectiva del movimiento kurdo de liberación de la mujer existe un triple proceso revolucionario. Con respecto a las mujeres, pero también desde la perspectiva kurda e histórica-social, la posibilidad de ganarse la libertad es mayor que nunca, mientras que entre estas tres esferas de la liberación hay unas conexiones inseparables.

La revolución kurda, la revolución de las mujeres, la revolución humana, incluso la revolución del Medio Oriente, son de una importancia considerable. En este sentido, la dialéctica funciona. Esta es también la verdad que crea el momento histórico. Esto es lo que quiere decir el presidente Apo (Öcalan) cuando llama a la realidad kurda “un pozo/sedimento de la época”. La revolución que se desarrolló para afrontar esta realidad aparece por sí misma universal e histórica, porque en este contexto Kurdistán es universal e histórico. Si bien la realidad kurda, en este sentido, es una microexpresión, especialmente del Oriente Medio pero al mismo tiempo de toda la humanidad, la revolución de las mujeres representa la revolución social más grande de todas.

Si analizamos este punto por medio de los acontecimientos políticos concretos, se puede concluir que la tercera guerra mundial que está manando en Oriente Medio, el movimiento kurdo de liberación, la lucha por la liberación de la mujer y el movimiento revolucionario, se pueden detectar como procesos simultáneos, mutuamente dependientes, directamente conectados y entrelazados entre sí. En otras palabras, podemos ver que en el siglo XXI las perspectivas del representante kurdo Abdullah Öcalan se vuelven cada vez más importantes. No es solo un siglo de libertad de las mujeres, las revoluciones del siglo XXI tendrán el carácter de las revoluciones de la mujer. Mientras que los movimientos revolucionarios en el siglo XX no tuvieron éxito debido a que trataron la libertad de las mujeres como una contradicción secundaria (2), a principios del siglo XXI, especialmente gracias al movimiento de liberación kurdo, se ha demostrado el hecho de que una revolución verdadera tiene que ser una revolución de las mujeres. Una revolución que no se centre en la libertad de las mujeres está condenada al fracaso.

Como parte de la preparación para la Tercera Guerra de Recursos, es decir la Tercera Guerra Mundial, a partir de finales de 1970 se estaba intentando socavar el espíritu revolucionario y la fuerte tradición de resistencia en Oriente Medio de manera sistemática y tras golpes de Estado. La intervención militar en la República Popular de Afganistán y la Revolución Islámica en Irán en el año 1979, así como el golpe de Estado en Turquía el 12 de septiembre del 1980, deben ser entendidos en este contexto. Es más evidente en el caso de Afganistán e Irán que las intervenciones mencionadas allí, en la región donde comenzó la revolución neolítica, han dado un nuevo golpe a la búsqueda de la libertad emprendida por las mujeres. Y es aquí donde las mujeres han estado combatiendo contra todo tipo de expresiones de violencia masculina desde hace cuarenta años.

Estamos en condición de garantizar la libertad

No es coincidencia que en el siglo XXI la forma más brutal y agresiva de una guerra sistemática a escala universal se lleve a cabo contra las mujeres en el Medio Oriente, especialmente en Kurdistán. No es coincidencia que la expresión más directa del sistema misógino, Daesh, apunta al centro de la lucha de liberación de las mujeres. La revolución de las mujeres tiene que ser destruida, hay que poner fin a la época de la libertad de la mujer. Mientras que el sistema mundial capitalista patriarcal, que está en crisis, está atacando a las mujeres a nivel mundial para salvaguardar su existencia, es en Kurdistán donde la libertad y la esclavitud chocan entre sí. En este sentido, los efectos de la resistencia liderada por el movimiento kurdo de liberación de la mujer son históricos y universales. En ninguna fase de la historia de 5.000 años de civilización, la conexión entre lo particular y lo universal se vuelve tan concreta. Hemos garantizado las condiciones para la libertad del pueblo, del género y en general para la humanidad como nunca antes.

La palabra clave es autodefensa

Rosa Luxemburgo dijo una vez: “¡Quién no se mueve, no siente sus cadenas!”. Hoy en día las mujeres en todo el mundo reconocen y sienten las cadenas puestas sobre sus mentes, sus corazones, sus muñecas y sus cuellos. Esto se demuestra, sobre todo, por sus protestas contra la violencia masculina, el acoso y la violación, el sexismo y, en general, contra el sistema de dominación patriarcal. Por supuesto, la protesta por sí sola no es suficiente, pero constituye el comienzo de cada resistencia, cada lucha. Ahora es necesario transformar las protestas en una fuerza organizada. Porque cuando estamos organizadas, podemos superar la violencia. Si estamos organizadas, podemos defendernos, podemos luchar eficazmente contra el sistema patriarcal, podemos avanzar en la lucha por la libertad. Cuando estamos organizadas, podemos considerar posibilidades que nos esperan desde cientos de años y convertir este siglo en la era de la revolución de las mujeres.

Aquí la palabra clave es la autodefensa. El Estado afirma tener el monopolio de la violencia. Si bien el uso de la violencia por parte del Estado es legítimo, la sociedad se vuelve indefensa. Lo mismo sucede con las mujeres. Si bien la violencia física, sexual o psicológica contra la mujer ejercida por el hombre en la llamada “esfera privada” es considerada como legítima por el Estado o la sociedad, la mujer está casi totalmente indefensa. Del mismo modo que la defensa de los pueblos oprimidos contra un Estado opresor está siendo criminalizada y tachada de “terrorismo”, la autodefensa de las mujeres todavía no está reconocida. Por ejemplo, durante mucho tiempo la lucha de las mujeres guerrilleras en las filas del PKK ha sido rechazada por los círculos feministas en Occidente con la siguiente argumentación: “Las armas contradicen la naturaleza de la mujer, las mujeres son pacíficas, por lo tanto las mujeres que toman las armas son masculinizadas”. O que así las mujeres pueden perder la legitimidad de la autodefensa contra la violencia masculina. Sin embargo, las “circunstancias atenuantes” pueden funcionar bien cuando se trata de asesinos de mujeres.

La autodefensa es una necesidad

Por lo tanto, la autodefensa contra la violencia no es solo un derecho legítimo, es también una necesidad. Es imposible detener la violencia masculina sin desarrollar mecanismos de autodefensa en todos los ámbitos de la vida. En este sentido, a pesar de que fue la importancia militar la que había resaltado en primer plano, la resistencia de las Unidades de Defensa de la Mujer (YPJ) y las Unidades de Mujeres de Şengal (YJŞ) contra Daesh ha contribuido enormemente a romper el tabú de que las mujeres no pueden llevar armas de fuego. Al mismo tiempo, especialmente en todos estos diversos lugares del mundo donde hablamos en nombre del movimiento kurdo de liberación de la mujer, podemos ver que la conciencia de las mujeres sobre la necesidad de autodefensa ha crecido. También el hecho de que muchas mujeres tanto del Kurdistán como de fuera se dirijan a las mujeres kurdas para aprender técnicas de autodefensa, lo comprueba. Estos avances en el desarrollo son significantes desde el punto de vista de las mujeres.

Colectivizar la lucha es una tarea urgente

Sin embargo, todo esto no es suficiente. Porque, como se mencionó anteriormente, en todo el mundo nos enfrentamos a ataques del patriarcado como si de una guerra se tratase, en todas los ámbitos de la vida. Para contrarrestar estos ataques, nosotras, como mujeres, tenemos que crear una autodefensa integral. Ésta no debe reducirse solo a factores físicos. Porque los ataques no solo se dirigen contra nuestros cuerpos. Defender activamente nuestros sueños, deseos y derechos contra los ataques psíquicos, físicos, sexuales, estructurales y económicos del hombre, está conectado con la creación de la vida libre. Y para eso se necesita organización. Ningún individuo aislado puede actuar contra la violencia. Pero cada individuo necesita autodefensa. Todo individuo necesita organización.

Así como el sistema patriarcal es un fenómeno universal, se tiene que dar una respuesta universal a la violencia masculina y fortalecer la lucha de forma organizada. Por lo tanto, como mujeres del mundo, tenemos el deber de aliarnos contra el sistema patriarcal y su violencia. Debido a que el sistema al que nos enfrentamos se mueve como una totalidad, no tenemos la posibilidad o el lujo de actuar solas. Colectivizar nuestras experiencias prácticas, nuestros análisis teórico-ideológicos, estrategias de combate, formas de organización y nuestra afinidad cada vez más militante, constituye ahora una necesidad y un deber. Y también una responsabilidad ante millones, tal vez incluso miles de millones de mujeres cuyas vidas han sido robadas por los hombres. El movimiento kurdo de liberación de las mujeres ha proclamado en este sentido desempeñar un papel importante a nivel nacional, regional e internacional.

No deberíamos subestimar los abusos patriarcales. Como mujeres, estamos atravesando una fase difícil. Pero tenemos suficientes razones para estar esperanzadas y llenas de emoción. Sobre todo, estamos en condiciones de hacer frente a la violencia masculina, la mentalidad patriarcal y el sexismo y abordarlos hasta sus raíces. Hemos analizado el problema de manera exhaustiva. Tenemos los recursos necesarios para esta lucha. Es importante ampliar la organización, crear conexiones y alianzas. Todos los requisitos previos existen para convertir el siglo XXI en el siglo de la liberación de la mujer. Lo principal es organizarnos, teniendo como brújula esta responsabilidad y conciencia.

Notas:

(1) A su obra “Manifiesto por una Civilización Democrática”, compuesta por 5 tomos, Abdullah Öcalan la llama “defensas”. Fue enviada al Tribunal de Apelación del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, reclamando su derecho a un juicio justo.

(2) En marxismo, la contradicción secundaria (“cuestión nacional”, “cuestión de la mujer”, etc.) siempre se subordina y condiciona a la llamada contradicción principal/primaria (lucha de clases).

FUENTE: Meral Çiçek (periodista y traductora kurda afincada en Alemania) / Yeni Özgür Politika (diario publicado en Alemania desde 2005, tiene una tirada de unos 30 mil copias, publica noticias y artículos en turco, kurmancî, zazakî y alemán) / Traducción: Rojava Azadi