Presos políticos denuncian al Estado turco por la situación crítica en las cárceles

En una declaración en nombre del PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán) y el PAJK (Partido de las Mujeres Libres del Kurdistán), los presos políticos en Turquía denunciaron la dimensión de las intolerables condiciones de las cárceles. A su vez, advirtieron que la represión es peor que en la década de 1990, que hay una vigilancia total en las prisiones y que a los prisioneros y a las prisioneras sólo les queda la resistencia.

Desde el 27 de noviembre pasado, los presos y las presas están llevando a cabo una huelga de hambre indefinida en las cárceles turcas.

La declaración completa es la siguiente:

El pueblo kurdo ha resistido la negación, la aniquilación y las masacres durante 100 años para continuar su existencia. La lucha dirigida por el movimiento de liberación da esperanza de libertad a los pueblos de Kurdistán, Turquía, Oriente Medio y el mundo.

Durante las conversaciones celebradas después de 2012, el gobierno fascista del AKP/MHP entendió que el movimiento de liberación no puede rendirse a través de sucias maquinaciones y la criminalización, y por lo tanto debe haber una solución. Como resultado, la aniquilación total del movimiento kurdo se decidió en 2015, y se quiso poner al pueblo kurdo de rodillas.

Este objetivo fascista se reflejó en la crisis económica, los actos antidemocráticos, las políticas de asimilación, los feminicidios y las violaciones de los derechos humanos del pueblo de Turquía. A la tiranía se unió la pandemia y toda la sociedad de Turquía sufre esta condición.

Como parte del plan de desintegración decidido, se están llevando a cabo operaciones en las cuatro partes de Kurdistán, se están produciendo invasiones de ocupación en Rojava y Bashur (Kurdistán del Oeste y del Sur), se están produciendo oleadas masivas de arrestos y detenciones en Turquía.

Paralelamente a las operaciones en el exterior, se han intensificado la tortura, las violaciones de derechos y la represión en las cárceles. Como pueblo y como prisioneros, es importante que nos demos cuenta de que nos enfrentamos a un ataque de exterminio y no podemos seguir viviendo normalmente y comportarnos como siempre. La violencia contra los presos es de una escala mucho mayor que en los años 1990, y el ataque de exterminio tiene un objetivo cualitativamente diferente.

Tras la resistencia de 2018/2019 (huelga de hambre masiva), el 6 de diciembre de 2019 y el 13 de marzo de 2020 se han producido redadas en cientos de prisiones, que son indicativas de la política que se está llevando a cabo. Durante las redadas del pasado mes de marzo, se confiscaron libros, textos de autoría propia, cartas y cuadernos. No hubo justificación legal para la acción, y la mayoría de los artículos confiscados fueron retenidos sin una orden judicial. Las autoridades encargadas de la aplicación de la ley tienen poderes ilimitados por medio de órdenes generales, como resultado de lo cual las violaciones de la ley han adquirido una dimensión ilimitada. Es evidente que los administradores y el personal de las fuerzas del orden suponen que el fascismo nunca terminará y que no serán responsables de sus actos. Se equivocan. Durante 40 años, ningún gobierno ha resistido más tiempo que el movimiento de liberación y ningún tirano puede escapar sin que se le haga rendir cuentas algún día.

Al principio de la pandemia del coronavirus, la reforma correccional liberó a bandidos, criminales violentos y fascistas de la prisión, porque estaban en peligro de muerte. A los presos políticos se los deja morir. Según los informes de los medios de comunicación, cientos de prisioneros han sido infectados con el virus; no se puede ni siquiera estimar el número real. En octubre y noviembre, nuestros compañeros Muhammed Emir, en Elbistan, y Sidki Berktaş, en Tekirdağ, murieron de Covid-19 porque no recibieron tratamiento médico. Ambos han resistido con dignidad contra la opresión en el calabozo durante 28 años. Son mártires de la resistencia carcelaria que no se rindieron, y por los que renovamos nuestra promesa de libertad. Ofrecemos nuestras condolencias a sus familiares, a nuestro pueblo y a todos los amigos combatientes. La vida y la muerte de nuestros camaradas capturados es responsabilidad del Estado. Toda su existencia depende del Estado y no tienen ninguna oportunidad o posibilidad de protegerse. Por lo tanto, la muerte de los prisioneros por epidemias u otras enfermedades no puede compararse con la pandemia en el exterior.

Durante casi un año, debido a la pandemia, todas las áreas comunes están cerradas, se prohíben los deportes, las clases, las visitas familiares y las actividades sociales. Paralelamente, se ha intensificado la represión, las redadas, las prohibiciones y las violaciones de los derechos. En octubre, se prohibió el idioma kurdo mediante una circular y de repente se decidió enviar libros legales en kurdo a la policía. Nuestras obras literarias escritas no pueden entrar ni salir. Así, el espacio mental, espiritual y productivo de los prisioneros también se ve restringido más allá de lo reconocible. Con el sistema establecido y las nuevas prohibiciones, las prisiones se han convertido en una especie de casa del Gran Hermano. Ya no hay una sola área que no sea observada y registrada.

Se trata de una operación de exterminio abierta en las prisiones, que se lleva a cabo con la colaboración del Ministerio de Justicia e Interior, la Dirección General de Policía y el MIT (servicios de inteligencia). Durante la semana de resistencia contra la violencia contra la mujer, el 25 de noviembre, y en el aniversario de la fundación de nuestro partido, el 27 de noviembre, se llevaron a cabo redadas en varias prisiones, mostrando abiertamente el odio hacia las mujeres y los kurdos y, evidentemente, propagando la enfermedad viral. En las celdas afectadas se confiscaron todos los trozos de papel, incluyendo notas escritas, historias, novelas, investigaciones y cartas, en las que los presos han invertido hasta 30 años de trabajo. El personal penitenciario entró en las celdas con los zapatos puestos, pisó las camas con los zapatos puestos y usó los mismos guantes para hurgar en la ropa, los libros y todo lo demás. Fue un intento abierto de matar. Los prisioneros que no pueden ser forzados a rendirse son infectados con el virus y asesinados sin tratamiento. Otro tipo de asesinato es la prevención de cualquier productividad mental y emocional en forma social. Contra estos ataques, nadie en Turquía que aún tenga conciencia y no quiera perder su humanidad debe guardar silencio. Los familiares de los presos, las organizaciones de derechos humanos, los demócratas, los intelectuales y los artistas deben alzar la voz.

La huelga de hambre indefinida, llevada a cabo en grupos, continúa. En las prisiones donde se han producido los ataques, los presos llevan días intentando hacerse oír gritando consignas y golpeando las puertas.

Como prisioneros y prisioneras del PKK y del PAJK, decimos al igual que nuestros compañeros ante la conspiración interestatal: no nos rendimos y no nos pondrán de rodillas. No han sido capaces de oscurecer nuestro sol, y no podrán hacerlo en el futuro.

FUENTE: ANF / Edición: Kurdistán América Latina

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