¿Quién se beneficia de la guerra en Afrin?

El 19 de enero, Turquía lanzó una campaña militar contra Afrin, uno de los cuatro cantones controlados por los kurdos en el norte de Siria. Afrin ha sido durante mucho tiempo un refugio seguro para los desplazados internos en Siria. La administración democrática autónoma en Afrin también ha construido un sistema basado en la democracia directa y la igualdad de género. Y aunque Afrin siempre estuvo en riesgo de una invasión desde que comenzó el bombardeo turco hace dos años, los ataques turcos no habían sido tan explícitos como ahora. La invasión se llama oficialmente “Operación Rama de Olivo”, una desafortunada ironía ya que con los ataques aéreos y de artillería los fértiles jardines de olivos de Afrin están siendo destruidos.

Hay muchas maneras de abordar los ataques de Turquía contra Afrin. En este artículo me centraré en las dimensiones económicas del ataque.

El presidente Recep Tayyip Erdogan elogió la naturaleza distintiva de esta operación militar, particularmente porque se está llevando a cabo con armas “nacionales”. Para reforzar este punto, el primer ministro turco Binali Yildirim se reunió con los dueños de medios turcos en Estambul hace unos días y presentó una lista de 15 puntos como guía para la difusión de informes, con una directiva que subraya el carácter “nacional” de la operación. Entonces, ¿por qué es tan importante caracterizar la invasión militar de Afrin como tal para Erdogan y sus seguidores?

Turquía ha sido un socio internacional líder de Defense & Security Equipment International (DSEI), una de las ferias de armas más grandes del mundo desde 2003. El papel de Turquía en la industria mundial de arma salcanzó su punto máximo cuando los civiles kurdos fueron masacrados durante operaciones militares en poblados y ciudades del este en 2015. En ese mismo año, mientras los toques de queda estaban siendo administrados por las Fuerzas Armadas turcas, Turquía envió una gran delegación a la feria DSEI. El fabricante de armas de Turquía, Roketsan, un componente de las Fuerzas Armadas turcas, firmó un contrato con Lockheed Martin, la mayor compañía de armas del mundo, para desarrollar un nuevo misil de combate F-35 para las fuerzas armadas de los Estados Unidos.

Durante esos tiempos, el arsenal de Turquía no era nacional. El presidente Erdogan insistió en que esto debía ser superado y explicitó su objetivo: “Liberar por completo a la industria de la defensa de la dependencia extranjera para 2023”. Esto también fue anunciado públicamente en los medios para motivar a sus partidarios que podrían, a su vez, ayudarlo a ganar más poder contra los “enemigos extranjeros”, así como las llamadas “amenazas” kurdas dentro del país. Pero para poder hacer eso, Turquía necesitaría aumentar su capacidad en las exportaciones de armas en lugar de las importaciones de armamento.

Desde entonces, Turquía y la compañía armamentista turca Nurol se asociaron con el gigante de defensa británico BAE Systems para desarrollar una nueva generación de aviones de combate.

Durante las negociaciones, Turquía insistió con vehemencia en una transferencia de tecnología máxima, con pleno acceso a todos los códigos fuente, lo que permitiría a Ankara realizar modificaciones y mejoras futuras en el avión. El gobierno turco también exigió que solo ingenieros y científicos turcos trabajen en diseño aerodinámico, carrocería y producción de motores. Turquía incluso insistió en tener acceso a todos los sistemas electrónicos, de armas y de comunicaciones, y si eso no fuera suficiente, también exigieron un monopolio sobre las pruebas de vuelo.

A pesar de las objeciones del DSEI, Turquía logró sus pedidos, evidenciados por los ingenieros y científicos turcos que trabajan directamente en estos proyectos. Por lo tanto, las compañías de armas financiadas por el Estado en Turquía han desarrollado su propia industria de guerra de alta tecnología. Turquía ahora está en camino de producir sus propios aviones, barcos, tanques y drones armados, generalmente en asociación con algunas de las principales compañías militares del mundo.

Hasta el momento, esta información proporciona antecedentes sobre cómo Turquía se está convirtiendo en un Estado autosuficiente en la industria bélica. Pero la pregunta más importante es por qué Erdogan y sus seguidores están tan decididos a tener una industria armamentística “nacional”.

¿Quién se beneficia de la guerra en Afrin?

Para responder a la pregunta sobre quién se beneficia de la guerra en Afrin, debemos preguntar quién es responsable de producir las armas “nacionales” de las que Erdogan parece estar tan orgulloso. Cuando seguimos el dinero, nos llevan de vuelta a Selcuk Bayraktar, el yerno de Erdogan y sus amigos de la familia Latif Aral Alis y Ethem Sancak.

La compañía de Bayraktar produce vehículos aéreos no tripulados (UAV) y drones armados. Estaba tan emocionado de ver sus juguetes nuevos en acción, que incluso anunciaron el uso de estos vehículos en su cuenta de Twitter. “Por primera vez –dice el tweet-, los UAV nacionales están en la misión en la Operación Rama de Olivo”.

Sancak, un miembro ejecutivo central del gobernante AKP, es el propietario de BMC, la compañía que produce vehículos blindados que se han utilizado, entre otras cosas, para interrumpir las protestas en Turquía.

“Gracias a su avanzada tecnología y amplia experiencia en la industria de la defensa, BMC cumple con las demandas de las Fuerzas Armadas turcas junto con otros ejércitos de todo el mundo”, presumen BMC.

El amigo cercano de Erdogan, Latif Aral Alis, propietario de la compañía de armas Sarsilmaz, también recibe una enorme tajada del pastel. Dijo que el objetivo de su empresa es alcanzar el objetivo de exportación de dos mil millones de dólares para 2017, con la esperanza de que este número aumente a 25 mil millones de dólares para 2023.

Cada misil disparado por las Fuerzas Armadas turcas y cada cápsula de gas lacrimógeno disparada por la policía turca proporcionan efectivo para la familia de Erdogan y sus partidarios cercanos.

Y en este sentido, la llamada “Operación Rama de Olivo” es una gran oportunidad para que el círculo político inmediato de Erdogan obtenga grandes ganancias. Las principales compañías de armas del mundo han ganado millones de dólares con las operaciones militares de Turquía, con la llamada “guerra contra el terror”. Pero ahora, una élite turca compuesta por la familia y los amigos de Erdogan, quienes consolidaron el poder al permanecer cerca de él, se benefician muchos más de la guerra contra Afrin.

Cualesquiera que sean las justificaciones que se usen para defender la invasión de Afrin, ya sea “seguridad fronteriza” o “operación contra organizaciones terroristas”, indudablemente alguien obtendrá ganancias. En Turquía afirman que quieren destruir la presencia del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y en Siria, dicen que quieren derrotar al Partido de la Unión Democrática (PYD), que Erdogan considera una extensión del PKK. Pero en lo que respecta a la industria de armamentos el objetivo es el dinero.

Cada guerra tiene un ganador, y aunque militarmente Erdogan no tiene ninguna posibilidad de derrotar a las fuerzas kurdas que obtuvieron experiencia en la batalla contra el Estado Islámico, sin dudas obtendrá el éxito económico. De hecho, Erdogan y su círculo político inmediato han sido ganadores en términos estrictamente financieros desde que suspendieron las negociaciones de paz para una solución democrática a la cuestión kurda y comenzaron las operaciones militares.

El nacionalismo siempre ha tenido un poderoso discurso dentro de la sociedad turca, pero nacionalizar las armas no es suficiente para ocultar la realidad: las armas utilizadas en la guerra contra Afrin no son “nacionales”, solo hacen que Erdogan sea más rico y más poderoso; mientras que los problemas económicos de Turquía siguen sin abordarse y el pueblo turco sufre enormemente.

FUENTE: Duygu Yildiz / Traducción y edición: Kurdistán América Latina