REPAK: “La masacre de París es la guerra del Estado patriarcal contra las mujeres”

“Su verdadera guerra es contra nosotras, las mujeres. Su mayor temor son las mujeres organizadas que están en camino hacia la libertad. Por eso las matan, las encarcelan, las desacreditan y las marginan”.

La Oficina de Relaciones con las Mujeres Kurdas (REPAK) hizo pública una declaración con motivo del 10º aniversario del triple asesinato de tres revolucionarias kurdas en París (Francia).

La declaración de REPAK, con sede en Sulaymaniyah, incluye lo siguiente:

“Hace diez años, el 9 de enero de 2013, la fundadora y pionera del PKK Sakine Cansız (Sara), la representante francesa del KNK Fidan Doğan (Rojbin) y Leyla Şaylemez (Ronahi) fueron asesinadas por un pistolero del Estado turco. Esto ocurrió en el Centro de Información del Kurdistán, cerca de la Gare du Nord de París.

A pesar de todas las dudas y objeciones, el Estado turco no fue procesado por este asesinato, porque la justicia francesa cerró el caso tras la muerte del tirador. El Estado francés decidió no arrojar luz sobre estos asesinatos, a pesar de que existía toda la información y los documentos que revelaban el papel de la Organización de Inteligencia Turca MIT en este asesinato.

¿A qué condujo esta actitud irresponsable y políticamente calculadora de Francia?

10 años después, esta vez el 23 de diciembre de 2022, tres kurdas, entre ellas Emine Kara, otra pionera del Movimiento de Mujeres Kurdas, fueron asesinadas a causa de un nuevo atentado terrorista en París. Al igual que en la primera masacre de París en 2013, el incidente se insinuó como un “enfrentamiento interno”. Esta vez se apretó el botón para crear la percepción de un incidente aislado cometido por un “francés racista” sin ninguna investigación. Sin embargo, es obvio que el mismo Estado turco que odia a los kurdos está detrás de este asesinato.

Desde la primera masacre de París, hace 10 años, el Estado turco ha sistematizado el asesinato de militantes relevantes kurdas porque sabe que puede salir impune de todos sus crímenes contra los kurdos.
En los últimos 10 años, el Estado turco ha cometido asesinatos políticos similares en diferentes países y nunca ha sido procesado por ninguno de ellos. Para recordar brevemente: Seve Demir, Fatma Uyar y Pakize Nayır que fueran ejecutados el 4 de enero de 2016 en el distrito Silopi de Şırnak, Hevrin Xelef, que fue asesinada el 12 de octubre de 2019 en el noreste de Siria, el 23 de junio de 2020, Zehra Berkel, miembro de la coordinación de Kongra Star, Emine Veysi y Hebûn Mele Xelîl, en Kobani, l 17 de junio de 2021, Deniz Poyraz fue ejecutada en el edificio del partido HDP de Esmirna, el 22 de julio de 2022, la comandante del YPJ Jiyan Tolhildan, Roj Xabur y Barin Botan fueron asesinadas en Qamişlo, Rojava, el 4 de octubre de 2022, Nagihan Akarsel, académica y miembro del Centro de Investigación Jineoloji, asesinada a tiros en la calle en Sulaymaniyah, Región Autónoma del Kurdistán.

Los asesinatos de mujeres pioneras kurdas por parte del Estado turco no se limitan a estos ejemplos. En los últimos diez años, muchas guerrilleras kurdas y miembros de las Fuerzas de Autodefensa han sido martirizadas como consecuencia de la represión y de los ataques de invasión transfronteriza del Estado fascista turco contra el Kurdistán del Sur (norte de Irak) y el noreste de Siria, que violan el derecho internacional.

Con su guerra de agresión, el Estado turco no sólo viola el derecho internacional, sino que también comete crímenes de guerra al utilizar armas prohibidas. El ejército turco mató a decenas de guerrilleras con armas químicas prohibidas en la guerra contra la guerrilla. No se les ha impuesto ninguna sanción por estos crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y violaciones de las convenciones internacionales. Ni siquiera se ha iniciado ninguna investigación. Porque es un estado miembro de la OTAN y sus crímenes son en interés del sistema patriarcal-capitalista global.

Las cárceles son otro ámbito en el que el Estado turco practica políticas de exterminio contra las militantes, activistas y mujeres kurdas. En las cárceles turcas, donde existe el mayor número de presas políticas del mundo, las presas especialmente políticas son sometidas a una persecución sistemática y condenadas a muerte en régimen de aislamiento. Los cadáveres de las presos enfermas que no reciben tratamiento van saliendo poco a poco de las cárceles. Sólo en 2022, 22 presas enfermas murieron en prisión. Como en el caso de Garibe Gezer, las muertes de presas políticas a consecuencia de graves torturas se hacen pasar por suicidios. Las cárceles de Turquía, que es parte en el llamado Convenio Europeo para la Prevención de la Tortura, se han convertido en un infierno en la tierra. No se reconocen derechos ni leyes.

El movimiento de mujeres kurdas tiene una larga y arraigada historia de lucha. El Estado turco ve la mayor amenaza en el movimiento de mujeres kurdas, que ha realizado importantes avances hacia la libertad rechazando todas las normas de género y desmantelando el sistema patriarcal. Sin embargo, ningún ataque es capaz de impedir la misión pionera del movimiento de mujeres kurdas, que cada día es más clara, en todo el mundo.El movimiento de mujeres kurdas, que se ha convertido en el símbolo de la Revolución de las Mujeres con la revolución de Rojava, ha llevado recientemente a la universalización de la fórmula de libertad Jin Jiyan Azadî en el levantamiento social dirigido por las mujeres en Rojhilat Kurdistán . Se ha comprendido y aceptado cada vez más, que liberamos la vida por nosotras mismas reparando nuestras venas que han sido cortadas de la vida por el sistema patriarcal en la medida en que las mujeres nos organizamos autónomamente y nos convertimos en xwebun, es decir, nosotras mismas.

Es una nueva etapa en la historia de la revolución que todas las víctimas del sistema explotador vean su propia libertad bajo el liderazgo de las mujeres. Esta reconexión de las mujeres con la vida significa también el debilitamiento de los lazos de las mujeres con el sistema patriarcal.

La realidad del estado patriarcal con sus sistemas de poder centralizados, se siente amenazada por nuestro desarrollo, sabiendo que sus éxitos son el fin de ellos; en última instancia, por esta razón, atacan muy violentamente. Podemos ver esta situación en todo el mundo. En el Afganistán del siglo XXI, país símbolo de las políticas de genocidio femenino, se prohíbe a las mujeres asistir a las universidades y trabajar en las ONG, y se las excluye de todos los ámbitos de la vida y se las encarcela en casa. En Irán se está produciendo una evolución similar. Las revueltas sociales que se iniciaron en respuesta al asesinato de Jina Amini a manos de la policía de moralidad iraní se encuentran ya en su cuarto mes. Hasta ahora, 500 personas han perdido la vida y decenas de miles han sido detenidas. Irán ha impuesto la pena de muerte a los manifestantes para intimidar a la población insumisa. Las fuerzas del régimen iraní son también especialmente brutales con las mujeres manifestantes y utilizan la violencia sexual como arma. En Teherán, por ejemplo, una joven de 14 años llamada Mahsume murió en un centro de detención tras ser torturada y violada.

Durante mucho tiempo, el Estado ocultó su verdadero rostro y se defendió como una administración de la democracia, para el pueblo. El Estado ha manipulado y monopolizado las condiciones de nuestra sociedad en su ciega y sucia dependencia del capitalismo patriarcal, lo que ha dado como resultado una oportunidad material extremadamente limitada para el cambio social, así como el desarrollo de una profunda mentalidad descreída hacia la esperanza de una vida “sin el Estado”. El Estado se declaraba a sí mismo como lo más sagrado, lo más indispensable, y esperaba una obediencia infinita de la sociedad, especialmente de las mujeres. Sin embargo, esta percepción se está desmoronando y cada vez es más evidente que el Estado es la herramienta más eficaz para proteger los intereses del poder monopolizado y del capital, no los intereses del pueblo. La realidad del Estado-nación capitalista está en la raíz de los problemas fundamentales de nuestro mundo. El Estado patriarcal produce injusticia, explotación, violación, extorsión, guerra y destrucción. Las mujeres gritan cada vez más alto que el sistema ya ha perdido la oportunidad de reformarse y que lo que hace falta es una revolución femenina.

Es una locura de estos regímenes pensar que pueden utilizar la violencia y la violación para contener a las personas que quieren liberarse de las cadenas del sistema y de la cultura de la violación del sistema patriarcal. Las mujeres nos hemos visto obligadas a vivir bajo la cultura de la violación, cada vez más institucionalizada y sistematizada desde la civilización patriarcal. Con sus estados, sus instituciones familiares prototípicas y las ideologías de género que han creado, nos han considerado merecedoras de una vida con el mayor estatus de esclavas que el sistema ha mantenido desde el día en que nacimos. Su verdadera guerra es contra nosotras, las mujeres. Con nosotras como mujeres que estamos hartas de sus mentiras, que no nos sometemos a ellos, que no aceptamos su tiranía. Su mayor miedo son las mujeres organizadas que están en camino hacia la libertad. Por eso las matan, las encarcelan, las desacreditan y las marginan. Como todos los Estados se alimentan de la misma mentalidad, se encubren mutuamente sus crímenes y se esfuerzan por mantener la verdad en la oscuridad.

Pero es en vano: no nos doblegaremos, no olvidaremos lo que han hecho y, sin duda, nos vengaremos a lo grande. La tomaremos encendiendo el fuego de la revolución de las mujeres, poniendo en práctica la fórmula JIN JIYAN AZADÎ, desarrollando nuestra autodefensa y universalizando la lucha y la organización de las mujeres.

La ganadora será una vida libre dirigida por mujeres. El patriarcado y el fascismo perderán”.

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