Rojava: carta abierta a nuestros compañeros de militancia

Igual os sorprende que desde tan lejos está carta hoy sea para vosotros, así que lo primero que tenemos que hacer es contaros el motivo de esto, que es tan sencillo como que al encontrarnos en Rojava y haber compartido formaciones, debates, críticas y reflexiones con compañeras del movimiento de mujeres hemos podido poner palabras y poner en orden muchas ideas que ahora tenemos ganas de transmitiros. No (sólo) por vosotros, sino por el mundo que estamos intentando construir.

Tal vez al hablar de Rojava a alguien le viene a la cabeza la imagen de las compañeras de las YPJ con la kefiya en la cabeza, el kalashnikov en el brazo y la sonrisa en el rostro descolgando banderas del Estado Islámico y devolviendo la claridad a un mundo sumido en la oscuridad. Igual sólo os fijáis en cómo las mujeres han tomado las armas, y no miráis ni por qué ni cómo. Y mirando la parte sin el todo no se entiende su dimensión real: las YPJ son, antes que nada, y sobre todo, una de las maneras en las que se materializa la autodefensa de una ideología, de una vida -la de las mujeres libres- que se refleja en cada joven que toma las armas, pero que no se puede entender sin mirar la fotografía entera. Porque el movimiento de mujeres kurdas es esto y mucho más. El movimiento de mujeres kurdas es tanto las estructuras autónomas que engloban todos los ámbitos de la vida como la ideología que afirma que sin la liberación de las mujeres la sociedad no será nunca libre, y que sólo nosotras, organizándonos con las compañeras, lo podremos hacer posible.

Pero hoy no os escribimos para hablar solamente de esto. Nos dirigimos a vosotros, no desde una posición de victimas del patriarcado, sino reconociéndoos y reconociéndonos como compañeras de lucha, para deciros que la historia ha estado marcada por las que han puesto cuerpo y alma para construir una base, por las invisibles, por las que han confrontado una vida y unas costumbres que muchas veces no cuestionamos ni intentamos cambiar. El objetivo de escribiros es deciros que nosotras ya hace tiempo que escogimos. Escogimos luchar, escogimos aprender, escogimos no dejarnos pisar, convencidas de que es en el trabajo colectivo y de base donde encontramos las herramientas para seguir construyendo la historia, para seguir poniendo piedras en este camino tan largo que es liberarnos como sociedad. Y si hoy hemos decidido hablaros es porque vosotros también tenéis que decidir.

Entendemos que la vida inmersa en el capitalismo, en el colonialismo y en el patriarcado condiciona nuestra educación y socialización. Genera la represión y la opresión que recibimos como mujeres e identidades disidentes, que es constante y violenta, pero también genera la mentalidad patriarcal que reprime y oprime, y que es a su vez igual de constante y violenta. Esta mentalidad que, de manera más o menos consciente, encarnáis y representáis un día tras otro. Aun así, no os estaríamos escribiendo si no creyéramos que hay posibilidad de transformación y de cambio, pero sólo si tenéis voluntad de hacerlo. Una voluntad y un cambio que no son negociables, y menos aún para todos los que pretendan ser revolucionarios, porque no se puede trabajar para ser revolucionario sin trabajar a la vez para dejar de ser opresor.

Os escribimos para deciros que tenéis que responsabilizaros de esto, individual y colectivamente. Ya no sirve más la actitud pasiva, ni continuar escondidos y sin salir de la zona de confort. Ya no vale la actitud para la galería, la cuota estética, el maquillaje que pretende cumplir unas expectativas para no ser señalado en vez de cumplir las propias expectativas de no ser machista. Construir una personalidad revolucionaria se basa en recuperar la esencia de quien somos, analizar qué partes del relato capitalista hemos asumido como normalidad y destruirlas, confrontarnos con la manera en que hemos crecido en la socialización patriarcal y que llevamos dentro. Se basa en enfrentarnos a nuestras propias miserias y tirar adelante de manera colectiva. Implicación y coraje son los dos grandes rasgos que en el movimiento de liberación del pueblo kurdo han sido decisivos para abrir debates sobre masculinidad patriarcal y opresión dentro de la lucha.

Y todo esto no lo tenéis que hacer por nosotras, para ayudarnos o para no hacernos daño, porque para liberarnos y defendernos ya nos tenemos a nosotras mismas, sino por el potencial revolucionario que hay en la liberación de las mujeres, que es necesario e imprescindible también para la liberación de los hombres y para la liberación de la humanidad.

Abdullah Öcalan, líder del movimiento del pueblo kurdo, dice que cada minuto el hombre debe luchar contra él mismo y que cada día hay que matar mil veces al hombre dominante, refiriéndose a la mentalidad patriarcal que hay dentro de cada uno. Esto implica no poder relajarse ni un segundo. Implica esfuerzo, energía y no bajar la guardia en ninguna de las relaciones que se construyen, sean con las compañeras de lucha, con las compañeras de vida o con las madres. Sean en la calle, en casa o en el trabajo, de día o de noche. Implica dejar de mirar hacia afuera y aprender a mirar hacia adentro, a politizar los sentimientos y todo lo que es personal, a dejar de defenderse discutiéndolo todo con o sin palabras desde el análisis racional, a buscar en los compañeros los reflejos de uno mismo.

Implica reconocer el papel de vanguardia y el potencial revolucionario que tienen los movimientos de mujeres y las mujeres dentro de los distintos movimientos, escuchar y leer lo que dicen las compañeras, más o menos cercanas en el tiempo y el espacio. Implica preguntar siempre que sea necesario, no desde el cuestionamiento, sino desde la humildad y la voluntad sincera de entender. Implica entender que para cambiar el mundo deben cambiar también las personas y no sólo las estructuras económicas, políticas… empezando por cada uno y cada una de nosotras. Implica tomarse en serio las críticas de las compañeras y trabajar para cambiar lo que haya sido criticado, desde el compromiso y la voluntad de que no nos lo tengan que volver a repetir. E implica sobretodo entender que cuando sigues siendo un hombre patriarcal no sólo estás traicionando a las compañeras y al colectivo, sino que estás traicionando todos los valores revolucionarios, todo por lo que luchamos.

Construir la base ideológica y organizarnos requiere que se den distintos pasos, distintos procesos de estudio, reflexión, debate, creación de consensos… pasos que nos hemos saltado varias veces en nuestros entornos. Por querer ir demasiado deprisa y responder a situaciones inmediatas, a veces no hemos debatido sobre cuáles son los valores compartidos, qué estrategia queremos seguir, cuáles son las formas y las relaciones que queremos construir para hacerlo… Y si la base no está clara, si no hay un convencimiento individual y colectivo, las decisiones no serán firmes porque no tendrán una base sólida. Se tomarán siguiendo discursos vacíos y por lo tanto, no conseguirán generar un cambio ni tener un impacto en nuestro alrededor.

Reafirmándonos en que los espacios autónomos de mujeres son imprescindibles, reconocemos también la importancia de los espacios mixtos para caminar juntas, discutir y crear estructuras colectivas que nos ayuden a dar lo mejor de nosotras y a deshacernos de todo lo que llevamos dentro que nos oprime a nosotras y al resto a través nuestro.

Aun así, hace años que aprendimos que la línea que separa el compañerismo basado en una ideología compartida de la amistad vacía de contenido político -que hace que a menudo reproduzcáis comportamientos patriarcales y paséis de ser en un segundo de amigo a enemigo- es muy fina. Tan fina que muchas veces hemos dudado de vosotros, y lo seguimos haciendo. Porque no va de que seáis buenos con nosotras, sino que creáis y respetéis la liberación de las mujeres, en todas las situaciones, con todas las compañeras y con todas las consecuencias.

Por esto, queremos que, al igual que hemos hecho nosotras, escojáis. Que os comprometáis a llegar tan lejos como sea necesario, a confrontar vuestros privilegios y vuestro poder, a acabar con la complicidad opresora que se materializa en risas o silencios cuando lo que sería necesario son respuestas contundentes, y a responsabilizaros también del cambio de los compañeros. Si hay un compromiso, nos podréis encontrar, pero primero necesitamos recuperar una confianza que, con cada una de las palabras de los discursos vacíos, se ha ido haciendo más pequeña y que hay que reconstruir de nuevo, llenándola de significado, a través de hechos y realidades concretas.

Pero también queremos deciros que si este compromiso y estos hechos no se dan, no os daremos legitimidad para ocupar ningún tipo de espacio, por mucha teoría que sepáis o por muy bien que habléis. Porque no podéis coger lo que os interese y, lo que exige un gran esfuerzo, lo que no os interese, lo que es doloroso, apartarlo. Porque como bien nos ha recordado el movimiento kurdo, no podemos partir la realidad en trozos, ya que la realidad es sólo una. Hacen falta hombres que puedan ser ejemplos, que puedan ser vanguardia en el proceso de erradicación de la masculinidad patriarcal y en la construcción de un nuevo modelo de hombre, y que pongan la liberación de las mujeres en el centro, como principio necesario en el camino de la revolución. Porque aunque a veces es útil mirar desde distintos ángulos la misma realidad, la verdad es solamente una, y en este camino que nos lleva a descubrirla ya hemos visto cuál es la base: que sin acabar con el patriarcado no acabaremos con ninguna opresión.

Compañeras internacionalistas en Rojava – Agosto 2020

FUENTE: Buen Camino / El Salto Diario