“Estamos al servicio de la gente. Nos transmiten todos los problemas que tienen y los intentamos solucionar. Hemos creado un mundo autoritario que va en contra de la naturaleza, y de la naturaleza humana propiamente, y tenemos que solucionarlo. Esta solución solo puede venir de una actuación colectiva. Es la labor de los jóvenes, sobre todo, crear alternativas para que este sistema de autoridad se quede vacío y sin sentido”.
(Leila, copresidenta del Ayuntamiento de Makhmur)
Kurdistán es un territorio de Mesopotamia que nunca ha tenido Estado. Después de la Segunda Guerra Mundial, se dio el desmembramiento del antiguo Imperio Otomano, que separó a Kurdistán entre Irak, Irán, Turquía y Siria. Históricamente, el pueblo kurdo es uno de los varios que en Medio Oriente han padecido numerosas invasiones, ataques y genocidios.
Allí, desde el 2011, un proceso revolucionario democrático permite a distintos pueblos, que profesan diversas religiones, construir una sociedad sin Estado, basado en la ecología, la liberación de las mujeres y la autonomía comunitaria. Este proceso está rodeado por un complejo juego de ajedrez de la geopolítica mundial. De un lado, tienen a Turquía, quien mantiene una política represiva de aniquilación hacia el pueblo kurdo, y del otro lado a Siria (teatro de una guerra interna en curso desde hace ya ocho años, con claras manifestaciones de las primeras escaramuzas bélicas de la confrontación que hoy viven las principales potencias del orbe). La zona del norte de Siria, Rojava, fue abandonada ante el avance del Estado Islámico y retomada por las fuerzas militares kurdas, con apoyo militar de Estados Unidos (EU). La presencia militar estadounidense en Rojava ha servido como protección, un hecho coyuntural que le permitió al pueblo kurdo tener mayor injerencia en la guerra en Siria, al tiempo de poder frenar los ataques turcos sobre Rojava.
El contexto actual no es muy favorable para este proceso de liberación, autonomía y renovación de estructuras sociales, política y militares: el 12 de diciembre del 2018, el Estado turco anunció una inminente operación militar que sería concretada el 13 de diciembre con el bombardeó de dos campos de refugiados. Donald Trump pidió a Recep Tayyip Erdogan, en una llamada telefónica, que retrasara el ataque mientras retiraba las tropas estadounidenses del territorio kurdo, para dejar campo libre a lo que, seguramente, sería un genocidio. En efecto, el 19 de diciembre, en medio de un escándalo diplomático que llevó en menos de 24 horas a la renuncia del secretario de Defensa gringo, Trump anunció el retiro de las tropas de su país.
Una revolución sin Estado
Los pueblos del Kurdistán viven bajo la ocupación de cuatro estados nacionales, lo que les ha dejado profundas enseñanzas. Por ello, si bien hace 50 años reivindicaban un Estado kurdo independiente, en los últimos 15 años han replanteado su postura, considerando que los estados nacionales son base fundamental de las estructuras que oprimen a los pueblos.
Ese cambio profundo de perspectiva se basa en un análisis influenciado por ejemplos de luchas populares que lograron conquistar el poder estatal, y aun así mantuvieron ejercicios de represión que no cuestionaron la homogeneización de los idiomas, las culturas y las creencias, como por ejemplo la caída del bloque socialista, el Estado chino, o el gobierno del Kurdistán iraquí. Esta historia reciente es insumo para preguntarse: “¿Por qué la toma del poder, o el control de un Estado, no libera a los pueblos?”. La respuesta llevó a considerar que el Estado-Nación es una parte fundamental del problema de la liberación de los pueblos, y por eso mismo un Estado no podrá sacarlos del modelo económico y cultural imperante.
Desde la mirada del movimiento kurdo, el Estado moderno tiene dos componentes: administración y poder. Consideran que la sociedad estuvo despojada por el Estado-nación de sus capacidades de auto-administración, es decir la administración de la vida comunitaria. Prueba de ello es que en países donde el Estado es débil, el común de los habitantes considera que la sociedad y el Estado son dos cosas distintas, mientras en países de Estado omnipotente, sus ciudadanos consideran que son el Estado. El poder en esta definición solo es considerado como poder para el control, la imposición y la hegemonía. En este marco, el Estado necesita de la sociedad y de su administración para existir y asegurar su poder, sin embargo la sociedad no necesita del Estado para existir y resolver su quehacer diario, por lo tanto para la experiencia kurda se deben reafirmar los auto-gobiernos como mecanismo para disputarle el poder al Estado-Nación.
Estas conclusiones las teoriza Abdullah Öcalan, líder kurdo encarcelado en aislamiento desde febrero de 1999, en abierta violación del derecho internacional. Öcalan está recluido en una isla vigilada por la OTAN, donde en labor reflexiva permanente ha ido consolidando los cinco tomos de sus escritos, que constituyen un Manifiesto por una Civilización Democrática. Allí plantea la necesidad de establecer un sistema político basado en la democracia directa desde las comunidades para la auto-administración de sus vidas. Propone un sistema llamado Confederalismo Democrático, basado en tres principios: la ausencia de Estado-Nación, la liberación de las mujeres y la ecología. Lejos de una innovación teórica, Öcalan considera que se trata de dar a la sociedad las herramientas para organizarse de la manera más natural posible.
De la teoría a la práctica
Después de largos debates en un movimiento que luchaba por el establecimiento de un Estado autónomo kurdo, esta propuesta está en proceso de implementación desde 2005 en Bakur, Kurdistán ocupado por Turquía. Comunidades organizadas asumen el Confederalismo Democrático, articulando sus estructuras comunales de manera paralela al Estado, en un proceso confederal. Juntaron experiencias, cooperativas y construyeron lo que les faltaba para vivir sin Estado: escuelas, centros de salud, sistema de justicia, economía propia y guardia, las cuales fueron conformando el Congreso de la Sociedad Democrática (KCD).
Ese sistema fue creciendo dentro del territorio y dentro de los mismos estados donde la población kurda habita. El partido político creado por el KCD ganó hasta 103 municipios en la zona. Al ser elegidos, establecieron consejos populares que agregan comunas de unas 50 familias, una suerte de parlamento municipal. Desde la misma campaña electoral, los candidatos dejaban claro que al ser elegidos establecerían ese modelo. El alcalde y la alcaldesa, bajo el principio de copresidencias mixtas (debe haber un representante hombre y una representante mujer), responden a las decisiones del Consejo, no del Estado, aunque formalmente hayan sido elegidos en el sistema electoral turco.
Desde 2011, en medio de la guerra en Siria y el retiro de las fuerzas militares sirias, el Confederalismo se extendió a Rojava, Kurdistán ocupado por Siria, en ausencia del Estado. Allí la organización de la sociedad tiene como unidad básica la comuna, la cual está conformada por aproximadamente 50 familias o casas. Varias comunas conforman un cantón que aporta a la confederación. Un ejemplo de este proceso se encuentra en la ciudad de Afrin, en unos meses triplicó su población que llegó a 1.500.000 habitantes, con un millón de refugiados, efecto de la guerra en Siria. A pesar de un bloqueo absoluto, no se presentaba escasez de alimentos ni de vivienda, gracias a la capacidad de las comunas de resolver las necesidades básicas del conjunto de la creciente población. Las comunas y los consejos populares administran los problemas cotidianos, desde la pelea vecinal hasta el sistema de acueducto.
La construcción de las comunas es la primera etapa del proceso de construcción de la administración propia. Sería un equivalente de la Juntas de acción comunales que se conocen en Colombia. Las comunas pueden ser territoriales o especializadas, estas últimas son encargadas de la agricultura, del manejo de agua, o cualquier otra necesidad. Las personas pueden ser parte de varias comunas, se articulan por veredas, conjunto de veredas o barrios y municipios en asambleas. Las decisiones se toman al nivel más local posible y por consenso, estas son las decisiones que se llevan a otras instancias para su coordinación. Es decir, nadie de otra comuna puede revertir una decisión comunal, se puede criticar, argumentar, intentar convencer, pero no revertir, a menos de haber podido convencer a sus miembros de reevaluar su decisión. Lo mismo pasa con las comunas de mujeres, cuyas decisiones no pueden ser cambiadas en instancias mixtas. Todas las delegaciones de las comunas a los espacios de coordinación son altamente rotativos, cada 2 o 3 meses, y con revocabilidad permanente. Esta estructura lleva a las comunas a organizar su autonomía económica, fortalecer la agricultura, la autonomía alimentaria para articular la relación campo-ciudad.
En la comuna es donde se generan los principales acuerdos y propuestas de funcionamiento social, uno de los cuales es el sistema de justicia y de defensa. Uno de los comités que genera la comuna es el de consenso y paz, que se conforma por personas delegadas de la comunidad. Desde esta comisión se postulan personas para conformar la defensa civil. Además de esta comisión y defensa civil mixta –de hombres y mujeres–, se conforma un comité de consenso y paz de mujeres y una defensa civil de mujeres, donde se trabajan los conflictos relacionados con género. Las personas que integrar la defensa civil deben pasar primero por un periodo de formación sobre resolución de conflictos –sin armas– y feminismo, y posteriormente entrenamiento militar. Además de la defensa civil existen fuerzas armadas de hombres (YPG) y de mujeres (YPJ).
Sin Estado y con autogobierno
Las comunas toman decisiones cotidianas sobre el uso de la tierra, la repartición de la misma, fijan precios máximos para la venta de productos en las tiendas, se encargan del agua, de la gestión de residuos y basura. Funciona en una vereda, en una ciudad o en un campo de refugiados.
Además de lo local, las asambleas de cantones y de todo Rojava están articuladas en una Administración Autónoma del Norte y el Este de Siria, antiguamente la Federación Democrática del Norte de Siria, la cual permite crear instituciones comunales en cuanto a educación, defensa y reconstrucción. En esta estructura, la administración autónoma tiene dos misiones principales: la diplomacia y la reconstrucción de las áreas destruidas.
Nace un nuevo sistema educativo
Osman Khalil, miembro del Comité de Administración Escolar del cantón de Kobanê, relata los avances del nuevo modelo desarrollado en medio de la guerra y la escasez: “Hemos elaborado un plan de estudios que tiene en cuenta las nuevas líneas del modelo de Autonomía Democrática, que es un modelo inclusivo y, por lo tanto, los alumnos pueden estudiar en su lengua materna (que puede ser kurdo, árabe o siríaco) desde el primer grado, mientras que al mismo tiempo están aprendiendo las otras dos lenguas del cantón. Una vez que han llegado al quinto grado, también aprenden inglés o francés”.
El nuevo modelo insiste en lo multicultural, pone la relación con las familias en el centro del proyecto educativo, así como la formación continua del cuerpo profesoral y el enfoque psicosocial, ya que como resultado de la guerra las niñas y los niños viven con diversos traumas.
Una amenaza, una esperanza
El Confederalismo Democrático es una amenaza para los estados-nación. Esto se refleja en una zona como la ciudad de Afrin, un oasis en el desierto de la guerra, la cual fue objeto de un ataque turco con la complicidad de Estados Unidos y Rusia en enero 2018. Había que eliminar, no dejar crecer, este experimento. El Estado turco tiene pleno conocimiento de esta amenaza y pretende atacar a Rojava, razón por la cual en este momento 100.000 combatientes de YPG y YPJ están defendiendo militarmente su proyecto comunal en contra de Estados locales, coaliciones internacionales de Europa y Estados Unidos y presencia militar de Rusia. En este panorama, el régimen sirio podría llegar a un acuerdo con la Administración Autónoma para contener o evitar una invasión turca en su territorio.
El encuentro de los valores de Rojava con las luchas territoriales latinoamericanas es también una luz de esperanza. En los últimos cuatro años han nacido comités de solidaridad en todo el continente donde se unen naciones indígenas, afro-descendientes, campesinado, grupos juveniles, de mujeres, de trabajadores, entre otros. Los valores radicales de la revolución Kurda pretenden acabar con el concepto de toma del poder y poner la liberación de las mujeres en el centro del proceso. Esto no deja de sorprender a quienes veían en Medio Oriente unas guerras infinitas y poco entendibles de este lado del mundo. Pero más importante aún, ha conquistado corazones y nos regala esperanza.
La revolución de Rojava, mucho más que un fenómeno aislado, ha despertado solidaridades y esperanzas en todo el mundo. Lejos de las teorías sobre el fin de la historia y de los proyectos revolucionarios, demuestra con una mezcla de perceptivas marxistas, cosmovisión de pueblos originarios e influencias libertarias que las revoluciones todavía existen en el siglo XXI.
FUENTE: Comité de Solidaridad Kurdistán-Colombia / Desde Abajo / Edición: Kurdistán América Latina