Silvan está abandonado y desierto

Es difícil creer que han pasado cinco años y medio desde mi última visita a Silvan, en Diyarbakır (capital de Bakur, Kurdistán turco).

Reunimos algo de ayuda la mañana del 28 de noviembre de 2015 y nos dirigimos a la ciudad con algunos activistas. Estaba en ruinas. Mientras visitaba a algunas familias locales, Fırat Anlı, que era el co-alcalde del municipio metropolitano de Diyarbakır en ese momento, me llamó para decirme que Tahir Elçi había sido asesinado y que estaba en la morgue. Todo ha sido un desastre desde entonces.

Cinco años y medio después, estoy de regreso. Algunas de las casas dañadas en el período de 2015 a 2016 fueron reparadas, muy pocas fueron demolidas. La población local revela que el gobierno les ha concedido de 5.000 a 20.000 liras turcas como ayuda. Como en todas partes, la agricultura y la ganadería han disminuido. Hay siete u ocho talleres de confección. La mayoría de la gente encuentra trabajo diario o estacional.

Entre los 87.000 residentes de Silvan, aquellos que pueden encontrar cualquier empleo se consideran afortunados. La política aparentemente afecta mucho tus posibilidades. Si no eres miembro del gobernante Partido Justicia y Desarrollo (AKP), “no hay oportunidad de encontrar trabajo en el sector público -dijo un residente-. Ayudas estatales, servicios, puestos de trabajo… Todo va para los partidarios del AKP. Hay injusticia en todos los sentidos”.

“El Estado parece haber abandonado a los kurdos. El gobierno ni siquiera está tratando de que la gente de Silvan lo apoye”, señaló otro residente. Debido a que el Partido Democrático de los Pueblos (HDP), pro kurdo y de izquierda, gana sistemáticamente el voto de la mayoría en la ciudad, las autoridades “piensan que no hay necesidad de brindarles servicios públicos”, agregó el residente.

Visito a casi 150 familias, la mayoría en los barrios de Tekel y Mescit. Hablo mucho con las mujeres. Veo pobreza dolorosa en todas partes.

La mayoría de las familias han perdido al menos a un miembro de la familia. “Algunos de los jóvenes murieron, algunos están en la montaña, algunos están encarcelados y algunos se fueron al extranjero”, me dijo una persona. 

Algunas de los pobladores a las que entrevisté dicen que no pueden visitar a sus hijos en prisión porque no tienen dinero para viajar. Otros se quejan de los elevados honorarios que cobran los abogados.

“Ni siquiera pudimos obtener apoyo legal”, indicó un miembro de una de las familias. “¿Qué pasa con el HDP?”, pregunté yo. “Estamos completamente solos en todos los sentidos”, respondió otro.

Estas son las partes del país donde muchos lugares están acordonados con alambre de púas, donde hay unidades especiales de seguridad y comisarías de policía por todas partes. Mientras caminaba alrededor de Silvan, sentí que cada movimiento en la ciudad estaba siendo controlado. Casi todas las personas con las que hablé estaban desempleadas. Un residente de Silvan, que tenía un negocio antes de 2015 pero ahora es indigente, dijo: “Olvídese de la propiedad, señora Nurcan, apenas nos salvamos la vida”.

Los suicidios se han convertido en un problema creciente. Once jóvenes se quitaron la vida en la ciudad en un año. Dos personas más se suicidaron la semana pasada. En noviembre, una delegación del principal opositor Partido Republicano del Pueblo (CHP) se reunió con familias y publicó un informe en el que destacaba los problemas económicos locales. Las familias que entrevisté hablaron de los mismos problemas, además del aumento de la violencia doméstica.  

Todos parecían desesperados. La vida estaba paralizada. No esperaba una pobreza tan severa ni una desesperación tan profunda. Estaba confundida, en estado de shock y entristecida.

Silvan es la cuna de muchas civilizaciones, una ciudad antigua, de donde surgieron numerosas familias, escritores e intelectuales kurdos prominentes. Ahora solo hay abandono. 

Antes de irme, una mujer local tejió unos pares de calcetines y me los regaló. Había solicitado todo tipo de trabajos, llamando a todas las puertas, sin éxito.

Permítanme concluir con sus palabras: “Silvan ha pagado, y sigue pagando, un precio enorme. Mataron a mi esposo hace muchos años. Luego, mi hijo fue a la cárcel en 2019. Pedí ayuda a otros mientras estaba encarcelado. A nadie le importó. Me di cuenta de que Silvan estaba abandonado y desierto”.

FUENTE: Nurcan Baysal / Ahval / Traducción y edición: Kurdistán América Latina

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