“Sin solución militar”: ¿un nuevo enfoque de Estados Unidos a la cuestión kurda?

En su intervención en una conferencia en Washington, organizada por el Instituto de Oriente Medio, la subsecretaria de Defensa para Oriente Medio, Dana Stroul, afirmó que “no hay solución militar” para el conflicto entre el gobierno de Turquía y el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). La funcionaria sugirió que es necesario un proceso político para poner fin a la violencia y cuestionó la eficacia de las operaciones militares transfronterizas de Turquía.

Sus comentarios, en respuesta a una pregunta sobre cómo abordar los intereses de seguridad de Turquía en Siria, fueron los siguientes: “Así que, en primer lugar, cuando hablamos de las operaciones contra el ISIS y el PKK, creo que no hace falta decir, tras más de 20 años de experiencia colectiva en la lucha contra el terrorismo, que no hay solución militar. Así que creo que cuando se trata de abordar las legítimas preocupaciones de seguridad de Turquía y la pérdida real de vidas que sus fuerzas y ciudadanos han sufrido a manos del PKK, es necesario considerar seriamente un proceso político y un diálogo sobre cómo abordar estas preocupaciones, en primer lugar. En segundo lugar, hemos visto operaciones turcas cíclicas tanto en Irak como en Siria. Creo que hay que reflexionar seriamente sobre lo que se puede conseguir con operaciones militares como éstas sin un proceso político y económico acorde”.

El contexto

Sencillamente, se trata de una nueva y notable posición pública sobre el conflicto para un funcionario estadounidense.

Históricamente, Estados Unidos ha sido el principal apoyo extranjero a los esfuerzos de Turquía por buscar una solución militar a la cuestión kurda, impulsado por consideraciones de la Guerra Fría sobre la pertenencia de Turquía a la OTAN y la necesidad de mantener un régimen amistoso pro-occidental en Ankara.

A través de la venta de armas, la asistencia en materia de seguridad, la cooperación en materia de inteligencia, las designaciones legales y otras medidas, los responsables políticos estadounidenses se han asegurado de que los elementos más represivos y favorables a la guerra del Estado en Turquía, hayan tenido un suministro constante de recursos para librar la guerra no sólo contra el PKK sino contra comunidades kurdas enteras.

Este enfoque ha desincentivado el diálogo, ha exacerbado las causas fundamentales del conflicto, y probablemente ha prolongado la violencia. Turquía ha utilizado su armamento y tecnología de origen estadounidense en acciones que violan las leyes de la guerra y pisotean las normas internacionales de derechos humanos, incluso contra su propio pueblo. El personal de seguridad turco que se benefició de la formación militar estadounidense, ha pasado a supervisar graves violaciones de derechos y acciones antidemocráticas. Las leyes de Estados Unidos han tenido un efecto paralizante en los esfuerzos diplomáticos para resolver el conflicto.

El grado de compromiso de Estados Unidos en las históricas conversaciones de paz entre el gobierno de Turquía y el PKK, entre 2012 y 2015, fue insignificante. Pero tras el fracaso de las conversaciones, la dinámica cambiante en Siria comenzó a modificar los cálculos de Washington sobre el conflicto. La misma evolución de la campaña contra el ISIS que empujaba a Turquía hacia una política más agresiva hacia los kurdos de Siria, empujaba a Estados Unidos hacia una comprensión más matizada de la cuestión kurda.

En su libro de 2020 Turkey’s Mission Impossible: War and Peace with the Kurds, Cengiz Candar citó a un funcionario estadounidense anónimo que reveló que, a puerta cerrada, Estados Unidos se ofreció a reactivar las negociaciones de paz entre Turquía y el PKK a principios de 2016, una medida que enfureció a los funcionarios turcos, ya molestos por la ayuda estadounidense a las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS).

En el período previo a la desastrosa invasión de Siria por parte de Turquía, en 2019, se discutieron con más detalle las perspectivas de una solución política.

Los críticos del enfoque de la administración Trump para mediar entre Turquía y las FDS a menudo plantean la idea de las negociaciones de paz como una solución más completa. El Grupo de Estudio sobre Siria, de carácter bipartidista, recomendó que Estados Unidos apoyara la reanudación de las conversaciones entre Turquía y el PKK como la mejor estrategia para lograr la distensión entre Turquía y las Fuerzas Democráticas Sirias.

Hubo señales serias y creíbles de que el movimiento kurdo habría aceptado la mediación de Estados Unidos en ese momento: el líder encarcelado del PKK, Abdullah Ôcalan, emitió una declaración a través de sus abogados en la que pedía que las tensiones entre Turquía y las FDS se resolvieran de forma pacífica en mayo de ese año, y el copresidente de la Unión de Comunidades del Kurdistán (KCK), Cemil Bayik, escribió un artículo de opinión para el Washington Post en el que argumentaba que era hora de una solución negociada en julio.

Sin embargo, la administración Trump ignoró estas señales y siguió adelante con un acuerdo unilateral de “zona segura”, que resultó inaplicable y que, en última instancia, sentó las bases para la Operación Primavera de la Paz (lanzada por Turquía).

El acuerdo de alto el fuego de octubre de 2019 que puso fin a la invasión (turca) tuvo un alcance limitado y problemas de aplicación similares, y sigue siendo una fuente de inestabilidad en la actualidad.

Por qué es importante ahora

El agresivo enfoque de Turquía sobre la cuestión kurda ha estado en el centro de dos cuestiones clave que han ocupado a los responsables políticos de Estados Unidos en las últimas semanas: la oposición de Erdogan a la adhesión de Suecia y Finlandia a la OTAN durante una guerra terrestre activa en Europa, y las continuas amenazas de una nueva operación turca en el norte de Siria, que pondría en peligro tanto la campaña contra el ISIS como una solución al conflicto sirio bajo la Resolución 2254 de la ONU.

La creciente frustración con este comportamiento puede haber obligado a la administración Biden a reconocer y abordar las fuentes de la conducta turca en sus raíces. Una solución política a la cuestión kurda es, en última instancia, la única forma sostenible de mantener a Turquía fuera del norte de Siria de forma definitiva y de alejar al país de un modelo de priorización de amenazas, que le ha llevado a entrar en conflicto con sus aliados de siempre.

Esta interpretación de la situación también se ajusta mejor a las realidades actuales sobre el terreno.

La última incursión de Turquía en el Kurdistán iraquí (Bashur) se encuentra en un aparente punto muerto, y los medios de comunicación kurdos hacen alegaciones creíbles de que el gobierno está minimizando sus pérdidas en la región de Zap (Bashur). Aunque Turquía ha conseguido hacerse con el control de amplias franjas del territorio sirio, estas zonas son ahora, paradójicamente, más volátiles y plantean mayores riesgos para la seguridad que cuando estaban pacíficamente bajo el control de las Fuerzas de Autodefensa (FDS) y la Administración Autónoma (AANES).

Recientes encuestas han mostrado que la mayoría de los ciudadanos turcos se oponen ahora a las operaciones militares transfronterizas y a las bases militares extranjeras, probablemente debido al impacto económico de las interminables campañas en Siria e Irak en medio de una devastadora crisis económica. La misma encuesta reveló un apoyo mayoritario a las soluciones no militares para la cuestión del “terrorismo” en Turquía y un creciente descontento con las políticas del gobierno sobre la cuestión kurda.

Ahora que se acercan las elecciones en Turquía, Estados Unidos puede querer que una gran variedad de actores políticos del país entiendan que considera que la situación actual es insostenible y que un enfoque diferente sería lo mejor para todos.

Opciones políticas

Si Estados Unidos se toma en serio el rechazo de una solución militar a la cuestión kurda de Turquía, hay varias medidas que podría tomar para fomentar un nuevo enfoque: algunas de ellas de forma unilateral y otras mediante un compromiso diplomático concentrado.

Actuando por su cuenta, puede –primero- alinear sus acciones con sus palabras y poner fin al apoyo material al esfuerzo bélico de Erdogan. Algunas de las medidas más impactantes en este sentido -como bloquear la venta de armas y tecnología especialmente destructivas, como aviones de combate y piezas de drones- ya han sido propuestas por el Congreso.

Toda futura venta de armas o asistencia en materia de seguridad debería estar condicionada a la plena aplicación de un acuerdo de paz justo y sostenible, y a las correspondientes mejoras en materia de democracia y derechos humanos. En general, el enfoque debería transmitir a los responsables políticos turcos que Estados Unidos ya no ayudará a Turquía a buscar una solución militar al conflicto, sino que le ayudará con un enfoque político.

Los responsables políticos estadounidenses también podrían reconsiderar la designación de “terrorista” del PKK, como ya están empezando a hacer los procesos legales en Europa. La aplicabilidad de la designación fue ampliamente criticada cuando el PKK se convirtió en un actor importante en la lucha contra el ISIS. Limita la capacidad de Estados Unidos para comprometerse con todas las partes del conflicto de una manera que beneficiaría a una solución política. Su eliminación también indicaría al movimiento kurdo que Estados Unidos se toma en serio las conversaciones, lo que incentivaría su participación.

Otras presiones diplomáticas sobre Turquía deberían centrarse en abrir un espacio político para la paz. Los actores políticos clave que participaron en el diálogo anterior y que probablemente volverían a participar, están actualmente marginados.

Como mínimo, Estados Unidos debería presionar para que Turquía abandone las causas judiciales contra el Partido Democrático de los Pueblos (HDP) y libere a los miles de miembros, activistas y funcionarios electos del HDP, detenidos arbitrariamente desde 2015. El HDP representa a la gran parte de los kurdos de Turquía que quieren resolver la cuestión kurda por medios no violentos, y sus funcionarios están bien posicionados para mediar entre las comunidades kurdas, el gobierno y el PKK. También ha presentado amplias propuestas sobre cómo podría alcanzarse una solución.

Estados Unidos también debería exigir al gobierno de Turquía que aplique sus propias leyes y permita a Abdullah Öcalan reunirse con su familia y sus abogados. Las reuniones con Öcalan fueron una parte esencial del último proceso de paz, y el movimiento kurdo y muchos de los ciudadanos kurdos de Turquía consideran que la participación de Öcalan es esencial para cualquier nueva conversación.

También será necesario seguir oponiéndose a cualquier nueva operación turca en Siria y adoptar una posición más firme contra las operaciones turcas en Irak. Si Turquía vuelve a invadir Siria, la agitación nacionalista en Turquía y el impacto devastador de una tercera incursión en las comunidades kurdas harán que la reconciliación sea una tarea más difícil de lo que ya es.

Será esencial observar de cerca la acción en todas estas áreas temáticas para determinar si Estados Unidos ha cambiado su enfoque de la cuestión kurda tanto en la realidad como en la retórica.

FUENTE: Meghan Bodette / Kurdish Peace Institute / Traducido por Rojava Azadi Madrid

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