“Sinjar nace de la necesidad de saber cómo se puede vivir en pleno siglo XXI siendo esclava”

A principios de agosto de 2014 comenzó a escribirse una de las páginas más negras y desconocidas de nuestra historia reciente: el genocidio yazidí perpetrado por el Estado Islámico (ISIS), que señaló a este pueblo, que habita principalmente en el Kurdistán Iraquí, como “adoradores del diablo” que había que exterminar, y a los que masacró en la ciudad de Sinjar (Shengal), y en los alrededores del monte del mismo nombre, en un territorio fronterizo con la rebelde Rojava, en Siria, y con las ciudades iraquíes de Tal Afar y Mosul, que sería la capital del Califato Islámico. El mundo miró hacia otro lado mientras de civiles indefensos eran asesinados, y más de 11.000 mujeres y niñas eran secuestradas y esclavizadas.

Este es el punto de partida de la “Sinjar”, dirigida por la cineasta catalana Anna María Bofarull, autora de, entre otros films, “Hamada” (2009), “Sonata para violonchelo” (2014) y “Barcelona 1714” (2019). En este nuevo trabajo nos acerca al genocidio yazidí a través de los ojos de tres mujeres que sufren, desde distintos lugares y situaciones, aquel conflicto cuyas heridas siguen todavía abiertas. Con ella conversamos en NR, mientras en nuestra retina todavía están frescas las dramáticas imágenes de su película.

-¿Cómo comenzaste a interesarte por la trágica historia del pueblo yazidí, y cómo empezó a germinar el proyecto de realizar un largometraje de ficción con el telón de fondo del genocidio cometido por el Estado Islámico?

-En 2014, seguía muy de cerca las noticias de cómo el Estado Islámico estaba avanzando con tanta rapidez en Oriente Medio, cómo estaba ocupando territorio, y la verdad es que me destrozó descubrir que cuando llegaron a la zona de Sinjar, habitada por la minoría yazidí, se dedicaron a exterminar a los hombres y a convertir a las mujeres en esclavas sexuales, con la excusa de que, al no ser cristianos ni musulmanes, eran considerados paganos, lo que suponía que, para ellos, no eran personas y podían hacer con ellos lo que quisieran. Descubrir que, en ese momento, había mujeres a cientos de kilómetros, pero coetáneas mías al final, que veían cómo pasaban, de un día al otro, a ser convertidas en esclavas. Me dolía, pero me interesaba, me fascinaba también, quería saber cuál era esa realidad, y cómo se puede vivir en pleno siglo XXI siendo esclava. Y un poco a partir de esa curiosidad, de esa necesidad de investigar, de saber, de hablar con muchas de estas mujeres, nació este proyecto.

-Las mujeres son las primeras víctimas de las guerras, junto a los niños, hasta el punto de que se ha hablado de una auténtica guerra contra las mujeres, con elementos comunes en Bosnia, Congo, Tigray, y también en Sinjar. ¿Es por esto que quisiste que las protagonistas de tu película fueran mujeres, que fueran ellas quienes nos contaran, sin intermediarios, el drama que desgraciadamente viven tantos lugares del mundo?

-La verdad es que nunca me planteé que los protagonistas de Sinjar pudieran ser hombres. De alguna forma, mi visión del proyecto, el descubrir esa historia que yo quería contar, iba muy ligado a la realidad de estas mujeres, porque estamos muy acostumbrados a escuchar que si alguien se convierte en esclavo en el siglo XXI, suelen ser las mujeres, las que viven todavía esas realidades, y que tienen que afrontarlas. Con lo cual, para mí, era vital descubrir esa vida, descubrir esa forma de enfrentarse al día a día, a la realidad, cuando son mujeres con su vida, con sus sueños, con sus familias, con sus necesidades, anímicas, profesionales, etc.

De alguna forma, creo que estamos muy acostumbrados a escuchar, como tú dices, que las mujeres, con todas estas guerras, se acaban convirtiendo en daños colaterales, en esas armas de guerra, y realmente estamos muy acostumbrados a ver en primer plano ese relato de la guerra, intentar entender esas batallas, esos elementos tácticos, esas justificaciones, hasta cierto punto, y para mí lo importante era centrarme en lo cotidiano, en el día a día, y, lamentablemente, las mujeres, a menudo, están ahí.

-La primera protagonista, Hadia, es una mujer yazidí cautiva del Estado Islámico, con sus hijos, un drama que vivieron miles de mujeres, y que narró al mundo una de sus protagonistas, Nadia Murat. ¿Cómo te planteaste contar el terror que vivieron estas mujeres, sin hacer especial hincapié en la violencia física que sufrieron, que hubiera sido el recurso más fácil?

-Para mí ese era el tabú, es decir, como hablar de una situación tan dura, tan violenta, tan desagradable, sin caer en el morbo, en el recurso fácil, en lágrima fácil también, en decir esto no puedo aguantarlo, es demasiado. Estuve dándole muchas vueltas, en qué punto situar la historia, y para mí igual lo que había visto en otras películas, en otros relatos, era ese cambio tan duro, tan radical, de cuando estas mujeres son por primera vez abusadas, y convertidas en esclavas, de cómo pueden sufrir tanta violencia.

Pero realmente, poco a poco, lo que me resultaba más difícil de entender, y me interesaba más explorar era, ya no esos primeros días, que tienen que ser brutales, sino como puedes vivir cuando van pasando las semanas, los meses, incluso los años, y eres una esclava sexual. Es en esa violencia en la que quise centrarme, y me di cuenta, sobre todo después de hablar con mujeres que habían conseguido escapar, y que estaban en los campos de refugiados, y a las que pude entrevistar, que lo más duro llega un momento que ya no es esa violencia física, de las violaciones y de los maltratos físicos, sino esa violencia psicológica, sobre todo con las mujeres que tienen hijos cerca, y que para ellas ya no es lo más importante su supervivencia, sino simplemente la protección de sus hijos, esa violencia sicológica de amenazarlas continuamente, de si no haces esto, me voy a llevar a tus hijos.

Fue aquí donde quise centrar el relato de Sinjar, también porque creo que es algo que va más allá de una cultura, de una lengua, y lo que quería era también que los espectadores españoles, europeos, occidentales, que pudieran ver la película, no se quedaran solo en una visión folclórica o exótica de Oriente Medio, sino que realmente, a nivel emocional, fueran capaces de ponerse en el mismo sitio donde está Hadia, donde está esta protagonista, precisamente conectando con cosas tan humanas y tan compartidas con todas las sociedades como es el amor y el cuidado a los hijos.

-Como contrapunto al sufrimiento de la mujer yazidí, pones el foco en una mujer catalana, Carlota, cuyo hijo ha caído en las redes del Estado Islámico. Muchas veces pensamos que las guerras son algo lejano y ajeno, pero en nuestro mundo globalizado el sufrimiento que causan está más cerca de lo que creemos. ¿No es cierto?

-Completamente de acuerdo. Realmente para mí el personaje de Carlota era el contrapunto occidental y, quizás, más próximo al posible espectador, en relación a todo este contexto de guerra internacional, de Oriente Medio como un polvorín. Quería acercarme a él, como hacemos muchos, cuando no estás directamente vinculado con ello, que estamos acostumbrados a ver muchas noticias en televisión, que, al final, parece que las personas acaban convirtiéndose solo en números, y en estadísticas, y quería poner el apunte, la incisión, en que pasa cuando eso cambia y se convierte en el centro de nuestra existencia. De alguna forma, para mí, el hablar de una guerra internacional es eso, no solo algo que pasa en algún lugar remoto del mundo, sino que realmente toca a tu vida en lo más importante, y en este caso, hablar de un sitio como Sinjar, del cual seguramente el personaje de Carlota no conozca nada, de repente se convierte en un espacio fundamental en su biografía, en la suya y en la de su hijo.

-La tercer protagonista de “Sinjar”, Arjin, es una joven guerrillera yazidí, que como muchas en su situación decidieron defenderse del Estado Islámico, con las armas en la mano, imitando a las combatientes de las YPJ, las Unidades de Protección Femeninas de Rojava, que junto a otras fuerzas afines al PKK fueron las que auxiliaron a la población de Sinjar, cuando los peshmergas de Barzani los abandonaron a su suerte. ¿Querías mostrar con este personaje que hay mujeres, también en Oriente Medio, que escogen un camino muy diferente a la resignación?

-El personaje de Arjin era un personaje que me fascinaba también desde el principio, precisamente cuando fui descubriendo todas estas guerrilleras de las YPJ, que en un espacio que imaginamos muy conservador, como el de Oriente Medio, realmente deciden darlo todo, están dispuestas incluso a dar su vida para cambiar un poco la situación y la sociedad en la que viven. Me fascinaba mucho que en pocos metros cuadrados, encontrábamos al patriarcado más conservador y más antiguo del Estado Islámico, luchando con unas mujeres dispuestos a cambiar la sociedad, con las armas en la mano, dispuestas a dar su vida. Me parecía que era muy necesario, sobre todo por esa imagen que tenemos como occidentales del conservadurismo en Oriente Medio, como si fuese algo anclado, hay mujeres que están batallando y que han luchado, precisamente, para defender a las mujeres y a los hombres, sobretodo en esa zona, en Sinjar.

Para mí fue muy interesante que cuando estaba desarrollando el guión y desarrollando la película, estuve investigando, y pude conocer un grupo de mujeres guerrilleras, estuve varios días con ellas, hablando con ellas, y me pareció fascinante lo que hacían. Me recordaba un poco las Brigadas Internacionales, en la guerra civil, y ese valor que sacan esas mujeres para decir basta y aquí estamos. Quería un poco de huir de esa sensación de mujer desvalida que acepta el destino que le ha tocado porque no puede hacer nada en contra, precisamente con esa imagen de Arjin, de una chica joven a la que le han destrozado la vida, a la que le han quitado todo lo que tenía, que no era más que una casa y una familia, y que encuentra en la necesidad de luchar y de encontrar a los suyos una razón de vida.

-Uno de los elementos, para mi fundamental, para mantener la tensión en el película, ha sido la utilización del plano secuencia, que nos hace acompañar a las protagonistas de una forma muy próxima. ¿Añadió esto mucha complejidad técnica a la hora de rodar, en escenarios además tan diferentes?

-El plano secuencia para mí estuvo muy claro ya desde la pre-producción, no tanto en la escritura de guión, ahí todavía no lo tenía tan claro, pero si en el momento previo antes de rodar, de decir: necesito estar tan cerca de estas mujeres, necesito que el espectador pueda conectarse tanto con ellas, que no puedo cortar, no puedo fragmentar esa unión y decidimos que íbamos a rodarlo todo en un plano secuencia, y la verdad es que fue un reto. Por un lado nos facilitó la logística, en el sentido en que rodábamos también en espacios reales, con muchos personajes reales, entonces planteábamos un poco la situación, lo que tenía que pasar, pero dábamos libertad a las actrices, y a los no-actores, a decirles las cosas de la mejor manera.

Dábamos espacio a introducir elementos que no habíamos previsto en el guión, pero que aportaban estas personas, estos actores, y que le daban mucha realidad a la situación, y ello nos permitió un poco poder encontrar esa forma de que todo fluyera mucho, que, a veces, cuando empiezas a fragmentar y trabajas con actores no profesionales es muy difícil encontrar que todo cuadre, y que monte y que funcione, pero si es verdad que también le da una complejidad a todo. Hay planos secuencia de varios minutos y a nivel técnico era un reto, y era muy complicado, pero la verdad es que conté también con un equipo técnico estupendo, y conseguimos tirar para adelante.

-Hablando de las dificultades del rodaje, el haber rodado una parte de la película en el Kurdistán Iraquí, además de suponer un incremento importante en la producción, debió de resultar complicado, tanto en conseguir permisos como en lograr seguros que cubrieran el rodaje, además creo que os pilló la pandemia allí. ¿Cómo se desarrolló la filmación de la película en una zona tan volátil como esta?

-La verdad es que una de las cosas que puede parecer lo más complicado, al final es lo que más facilitó el rodaje, es decir, fue muy difícil y largo conseguir la financiación de la película, cuando empezamos a rodarla no la teníamos completada, y decidimos tirar adelante el proyecto con poco presupuesto, equipo mínimo. Si es verdad que durante el desarrollo, muchos productores me aconsejaron, no puedes ir a rodar a Irak, es demasiado difícil y volátil, como comentas, pero es que, además, no hay ningún seguro que pueda cubrirte un rodaje en Irak, con lo cual era una locura, por lo que estuvimos barajando posibilidades de rodar en Marruecos, de co-producir con Marruecos.

Al final fueron muchas cosas que fallaron, tanto en la financiación, como en la co-producción, y al final decidimos en plan, esto tenemos que hacerlo más independiente, más loco, incluso sin ser conscientes de la complejidad, o siendo conscientes de la complejidad pero queriendo jugar a otro nivel, en el sentido de contar con el apoyo de la comunidad yazidí, de instituciones del Kurdistán y un equipo de técnicas, mujeres todas ellas, muy comprometidas con la historia que estábamos contando.

De esta forma nos fuimos al Kurdistán sabiendo que no podíamos solucionar las cosas con presupuesto sino con mucha sensibilidad, convenciendo a la gente que iba a participar, como actores no profesionales, en un proyecto que quería hablar de la historia de los yazidíes, de darles espacio para poder contar su historia. La verdad es que de esta forma se nos abrieron muchas puertas, y lo que puede parecer muy complejo, rodamos todo en localizaciones reales, contamos con el apoyo de las instituciones kurdas, que nos dejaron rodar en todos esos cuarteles militares, contamos con soldados que están allí, y muchas cosas hubieran sido muy complicadas de organizar en el rodaje, fueron fáciles, también por nuestra actitud y por nuestro compromiso al contar esta historia.

-También nos gustaría saber cómo fue el proceso de documentación previo a la elaboración del guión. ¿Estuviste antes en la zona donde se iba a desarrollar la historia de “Sinjar”?

-El proceso de documentación y de escritura del guión fue largo, y la verdad que muy necesario, en el sentido que yo empecé a escribir, a leer mucho sobre historias de Oriente Medio. Descubrí mujeres que inspiraron el personaje de Hadia, de esa esclava sexual, de Arjin, de todas esas mujeres guerrilleras, con historias fascinantes y durísimas detrás, descubrí también al personaje de Carlota, tantas mujeres en Occidente que han visto como sus hijos se han marchado para unirse a Estado Islámico, también era una historia que me fascinaba, que me parecía muy importante de contar, y de alguna forma entendía que las tres historias estaban unidas y formaban parte de lo mismo.

Entonces, viajé a finales de 2016 al Kurdistán, me entrevisté en los campamentos de desplazados con muchas de estas mujeres que habían conseguido escapar de Estado Islámico, que me contaban sus experiencias, y la verdad es que si que se creó un vínculo tan brutal, eran cosas tan duras, que me emocionaron, y me dolieron tanto, que me sentí como que mi objetivo era poder contar esta historia, poder levantar esta película, costara lo que costara, y creo que eso ha sido muy necesario, muy básico para poder contar esta historia y para que en Sinjar, de alguna forma, veas esa realidad, que realmente sale de todos los poros de la película.

Evidentemente, antes de rodar, cuando decidimos rodar allí, y decidimos contactar con la comunidad yazidí para que fueran cómplices y nos ayudaran a contar esta historia. No teníamos el presupuesto necesario, pero queríamos contarlo con su apoyo y con su realidad, porque, al final, es su historia. Hicimos varios viajes a la zona de Duhok y contamos con toda su complicidad.

-Viendo tu película no podía evitar el pensar en dos trabajos de Alba Sotrorra, “Comandante Arian”, y su última producción “ISIS, el retorno”, en el que trata el tema de las guerrilleras kurdas, en el primero, y de las mujeres que se unieron al ISIS, y que ahora están prisioneras en Rojava con sus familias. ¿Fue el trabajo de esta cineasta catalana una de sus referencias, a la hora de construir la historia de tu película, a pesar de que el tratamiento sea diferente?

-Yo conozco a Alba desde hace varios años, y me puse en contacto con ella cuando decidí empezar a contar esta historia, y la verdad es que me ayudó mucho con contactos en la zona de Sinjar, en la zona de Duhok, y un poco ahí empezó mi historia. La verdad es que luego, narrativamente, y a nivel de mi punto de vista, no he utilizado sus películas tanto como referencia, pero sí que me parecen unos trabajos fascinantes y muy necesarios de conocer, sobre todo para conocer la realidad de Oriente Medio.

FUENTE: Ángelo Nero / Nueva Revolución

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