Turquía ha estado amenazando a los líderes mundiales de exportar miembros extranjeros de Daesh. Süleyman Soylu, ministro del Interior turco, anunció el 8 de noviembre que su país deportaría a los prisioneros extranjeros de Daesh, incluso si se les despoja de sus respectivas nacionalidades. No importa si Inglaterra, Francia o cualquier otro Estado reconocen los derechos de sus ciudadanos, que alguna vez fueron parte de Daesh, o no. Ankara simplemente planea enviarlos de regreso. La decisión aparentemente ya entró en vigencia a partir del 10 de noviembre.
En la actualidad hay alrededor de 1.150 miembros de Daesh encarcelados en Turquía. De estos, los preparativos ya están en marcha para deportar a dos ciudadanos irlandeses, 11 franceses y tres daneses.
Si está pensando ¿por qué Turquía está adoptando un enfoque tan descarado con respecto a los asuntos diplomáticos que necesita para comprender las condiciones socioeconómicas en el país? Hay aproximadamente 3,6 millones de refugiados sirios en Turquía. Para muchos de estos refugiados, Turquía no era una opción natural para el asilo. Fue Europa, tal vez. Pero en 2016, cuando Europa crujía bajo la afluencia de inmigrantes ilegales, llegó a un acuerdo con el gobierno de Recep Tayyip Erdogan, y le pidió que detuviera el flujo de migrantes hacia el continente. Turquía los obligó y, a cambio, recibió 6.000 millones de euros y privilegios, como que los turcos no necesitarían visa para ingresar a Europa. Hasta aquí todo bien. Pero en los últimos tres años, la mala gestión del gobierno de Erdogan ha puesto de rodillas a la economía turca. La inflación es de dos dígitos, los niveles de deuda se disparan y el desempleo está en aumento.
Después de que Estados Unidos anunció la retirada de las tropas de Siria, Turquía aprovechó la oportunidad para lanzar su operación militar y anexar el área fronteriza con Siria. El plan es desalojar a los kurdos de sus hogares en el noreste de Siria y anexar la mitad de Rojava para crear una zona de amortiguamiento. El ejército turco está apuntando a minorías, como la población asiria, yezidis y árabe en la región, y espera reubicar a los refugiados sirios que se encuentran actualmente en Turquía. Pero tal operación necesita respaldo financiero, del que Turquía carece, y es por eso que el gobierno de Erdogan amenaza a los países europeos con la deportación de los miembros de Daesh.
Erdogan cree que tal giro ayudaría a impulsar a la Unión Europea a financiar su proyecto de una zona segura, pero el presidente turco parece estar perdiendo un punto: las amenazas, sin darse cuenta, causan una lucha de poder sin fin.
Europa, por otro lado, debe mantenerse firme y mostrarle a Turquía que no puede ser obligada a hacer lo que quiere. Mientras tanto, la agresión continua de Turquía en el noreste de Siria es motivo de grave preocupación, ya que viola la soberanía de Siria. El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, durante su visita a Chipre la semana pasada, expresó su preocupación por esta operación militar. Tusk llamó a Turquía para detener su intervención militar en el noreste de Siria, y reprendió a Erdogan por sus amenazas de enviar a millones de refugiados a Europa. Claramente, es un mensaje de que la Unión que no puede ser intimidada.
Turquía siempre ha aspirado a ser parte de la Unión Europea, pero carece de los valores que definen a las naciones europeas. Turquía invade otros países, comete limpiezas étnicas y usa amenazas para intimidar a otras naciones para avanzar en sus propias agendas políticas.
Además, Erdogan debe comprender lo dañino que es objetivar a los refugiados y usarlos para chantajear a los líderes mundiales.
FUENTE: Christiane Waked / Khaleej Times / Traducción y edición: Kurdistán América Latina