Turquía y Rojava: El choque de dos proyectos

Erdogan es consciente de que la única razón por la que el PKK se muestra pasivo ahora es que aguarda una solución pacífica de los conflictos de Siria y Rojava.

La guerra civil siria está entrando en una nueva fase; Francia ha empezado a implicarse más. El presidente francés, Emmanuel Macron, mantuvo una reunión con una delegación kurdo-siria de Rojava a finales de marzo, tras la cual se informó de que Macron había prometido apoyo militar a Rojava ante un ataque turco a Manbij. Los ataques con armas químicas a Douma han supuesto un episodio más en estos seis largos años de matanzas cometidas por el régimen sirio ayudado por Irán. Después de la ofensiva encabezada por Estados Unidos contra Siria, Turquía ha respaldado abiertamente los ataques a pesar de su estrecha cooperación con Rusia durante la operación Rama de Olivo para hacerse con el control de Afrin.

La operación de Afrin llevada a cabo por Turquía y sus aliados, mayoritariamente grupos islamistas pertenecientes a la oposición siria, fue la manifestación de una guerra entre la autocracia y un experimento democrático con escasa capacidad militar abandonado a merced de un importante miembro de la OTAN. El presidente turco Recep Tayyip Erdogan ha tenido un éxito parcial a la hora de establecerse como autócrata. Turquía se dirige hacia una dictadura islamista y nacionalista para la cual Erdogan necesita un enemigo al que combatir y así congregar a las fuerzas nacionalistas y fascistas en torno a su proyecto, propósito para el que muy bien puede servirle Afrin. Al otro lado, está Rojava, una tentativa de igualdad de género y confederalismo democrático que va más allá de la política étnica y religiosa.

El ataque a Afrin no ha sido un hecho aislado, sino la clara continuación de un fenómeno constante en Turquía: la opresión del Estado turco sobre los kurdos. Uno de los principales pilares de Turquía para Oriente Medio es impedir que los kurdos consigan la independencia política.

Después de que el AKP, el partido de Erdogan, se alzara con el poder en 2002, se inició un acercamiento para resolver el problema kurdo. Se llevaron a cabo conversaciones secretas con el PKK kurdo que condujeron a un proceso de apertura democrática en 2013. Tanto el PKK, a instancias del líder kurdo y miembro fundador del mismo, Abdullah Öcalan, como el Estado turco declararon un alto el fuego bilateral. Pero el AKP perdió las elecciones de 2015, Erdogan entonces puso fin al proceso de paz y endureció las medidas contra los kurdos en Turquía y Rojava para granjearse los votos de la derecha.

Esta opresión no se limitaba a Turquía; Erdogan la extendió a Siria mediante el apoyo a grupos radicales islamistas para controlar las ciudades de Azaz e Idlib y evitar que los kurdos pudieran conectar los tres cantones de Rojava. El principal foco de interés de la política turca en Siria es el de prolongar allí las medidas contra los kurdos, lo cual es un punto débil reconocido y utilizado por poderes regionales e internacionales contra Turquía.

En el caso de Afrin, Rusia lo utilizó de una forma sofisticada para romper los lazos de Turquía con los aliados de la OTAN y convencer a Erdogan de que accediera a que el presidente sirio Bashar Al Asad continuara en el poder. Los sucesivos gobiernos turcos han causado mucho daño y debilitado su país al no resolver la cuestión kurda. Han hecho sucesivas concesiones a poderes regionales e internacionales, pero no han sido capaces de resolver el problema kurdo de forma pacífica. Este hecho ha causado un gran coste humano y económico a lo largo de cuatro décadas.

Este aspecto de la política turca hacia los kurdos está claramente en juego en Rojava. Turquía ha estado dispuesta a cualquier componenda con tal de poner fin a la lucha de los kurdos por su libertad en Siria.

Erdogan es consciente de que la única razón por la que el PKK se muestra pasivo ahora es que aguarda una solución pacífica de los conflictos de Siria y Rojava. El PKK no desea retomar una guerra de guerrillas, ni proporcionar a Erdogan una justificación para seguir atacando Rojava. El PKK reconoce que Turquía trata el movimiento kurdo en Siria y Turquía como uno solo y quiere evitar darle motivos a Erdogan para entrar en Rojava sin respetar las leyes internacionales.

A este respecto, el statu quo favorece los intereses de Turquía, que ha hecho cuanto ha estado en su poder por defenderlo. La política de Erdogan de continuar la guerra es a costa del pueblo sirio. De hecho, Erdogan es una de las razones por las que el infernal conflicto sirio se sigue prolongando.

Pero el objeto de la paranoia de los regímenes fascistas son, por encima de todo, los movimientos sociales. En este sentido, el movimiento kurdo de liberación de la mujer derivó de un movimiento de resistencia kurdo más grande durante la guerra siria. Combate el patriarcado y lucha contra grupos terroristas y contra la opresión. Las YPJ, la unidad armada de la resistencia de las mujeres en Rojava, ha luchado codo con codo con su organización hermana, las YPG, para salvaguardar el confederalismo democrático en los territorios sirios controlados por los kurdos.

Turquía reconoce la influencia que esta revolución próxima tiene tanto regional como internacionalmente y la amenaza que representa para los roles de género tradicionales o a lo que el propio Erdogan llamaría “deberes” de las mujeres.

Durante la batalla contra el Estado Islámico (ISIS) en Kobane en septiembre de 2014, la participación de las mujeres arrojó una nueva luz sobre el movimiento kurdo en Siria. Al cabo de poco tiempo, el movimiento conquistó un enorme apoyo de grupos democráticos de todo el mundo. La victoria en Kobane entorpeció la agenda turca en Siria y Turquía, ya que su apoyo a milicias islamistas solo provocó más violencia e inestabilidad. Mientras los movimientos kurdos luchan por los derechos de las minorías, la política exterior turca de exterminio de los kurdos en Siria está extendiendo la guerra siria hacia zonas pacíficas con la excusa de proteger sus fronteras.

Mientras el régimen del AKP ha tenido como meta el fortalecimiento del discurso religioso y nacionalista en Turquía y en la región, el movimiento feminista kurdo en Siria se ha unido al movimiento feminista turco en Turquía. Ambos han demostrado que las minorías no pueden ser silenciadas. La mejor expresión de esta lucha común de las mujeres fue la manifestación del 8 de marzo en Turquía. En comparación con años anteriores, la manifestación de este año fue considerablemente menos numerosa. El movimiento feminista turco supone una amenaza para los planes nacionalistas y religiosos islamistas. Aunque la manifestación feminista acabó con gases lacrimógenos y la detención de muchas activistas, la participación de las mujeres en la batalla contra la invasión turca de Afrin ha continuado. La solidaridad entre estos movimientos ha llegado a su cima en Turquía, en cuya manifestación se pudieron ver múltiples consignas de provocación al régimen del AKP.

La democracia y el nacionalismo en Oriente Medio tienen un pasado violento. El principal proyecto de la lucha kurda en Siria es edificar una democracia basada en la implantación del confederalismo democrático en sus tres cantones. Su objetivo es construir una sociedad activa en la organización política. Por otra parte, la dictadura va en aumento en Turquía. El referéndum de Erdogan y el nacionalismo religioso han alterado el ambiente político turco y han dado lugar a que las cárceles estén llenas de periodistas y de potenciales “enemigos del Estado”. Mientras crecen las aspiraciones democráticas de sus vecinos, la violencia institucional y la represión parecen están barriendo Turquía como una fatal tormenta de arena.

Es más, Rojava es un proyecto democrático que amenaza las dictaduras de Oriente Medio, muchas de ellas al borde del colapso. Por lo tanto, ni a la Rusia de Putin ni a la teocracia iraní les interesa que sobreviva un proyecto como el de Rojava. Existen tres facciones hoy en día en Siria: el régimen, la oposición y Rojava. De no ser por Rusia e Irán, el régimen no habría sobrevivido. Y de no ser por Turquía y otros actores regionales, la oposición no habría aguantado tanto tiempo. Sólo el movimiento kurdo ha quedado solo y a merced de dictadores regionales.

FUENTE: Darya Najim (cursa un máster de Estudios de Oriente Medio en la universidad de Lund, Suecia. Actualmente escribe su tesis sobre el movimiento feminista de Rojava, norte de Siria) y Krekar Mustafa (es graduado en ciencias políticas por la universidad libre de Berlín. Ha escrito su tesis sobre el fracaso del Estado iraquí) / The Jerusalem Post – Israel News / Fecha original de publicación: 28 de abril de 2018 / Traducido por Rojava Azadi Madrid