Patrizia Fiocchetti participó en Kobanê para la inauguración de la Academia de Mujeres. Luego de su visita escribió el siguiente reportaje, del cual ahora publicamos su segunda parte.
Un sol cegador acompaña los días, los rayos caen como lanzas amarillas desde el cielo azul sobre los campos.
La vegetación es un denso matorral de un verde brillante. Así es la Rojava que descubrimos cuando cruzamos el Tigris, el histórico río que marca la frontera con el Kurdistán iraquí.
El minibus sale de Kobanê. Los ojos se maravillan ante un espacio amplio, todo es claro gracias al clima seco; en pocas palabras, una borrachera cromática coronada por la emoción que te embriaga cuando llegas y contemplas la inmensidad del Éufrates.
Un regalo de Ozem Tanrikuli, director de la Oficina de Información de Kurdistán (Uiki), que incluyó una visita, entre muchas reuniones, a una fortaleza. Una especie de castillo que domina uno de los dos ríos que fueron la cuna de la humanidad.
La fortaleza lleva el nombre de Massif y posee un color entre amarillo y rojizo, que cambia con la variación de la luz del sol. Se trata de una construcción defensiva de la época romana que luego pasó a manos árabes durante la conquista Omeya. Hay gravadas unas inscripciones coránicas pero también se pueden ver señales del paso reciente de los mercenarios del ISIS, quienes se habían encerrado ahí disparando a través de los pequeños agujeros, mientras buscaban, sin éxito, el pasadizo secreto que los llevaría de la fortaleza a los márgenes del río.
Batallas asociadas con la historia del cantón de Kobanê, que a pesar de actuar como retaguardia de los enfrentamientos militares que suceden en otras zonas –como en Afrin- está inmersa en un programa de reconstrucción que implica no solo la infraestructura y cuestiones logísticas, sino ante todo la cuestión social y humana.
La mujer es la protagonista de la reconstrucción – 15 -18 de junio 2018
Llega el amanecer y Ozlem me lleva al hospital de Kobanê. Desciendo del vehículo a los pies de la escalera que lleva a la entrada en la que he de esperar al Dr. Abdullah Ahmed, director de salud; pero dudo: una vez más los recuerdos me asaltan.
A finales de febrero de 2015, el hospital estaba en una especie de garaje, sucio, con polvo y escombros, desordenado y, en plena fiebre de emergencias, aislado de la ayuda internacional.
En poco más de tres años el sistema sanitario de Kobanê ha sido laboriosamente levantado, tratando de responder a las necesidades de cuidados de los ciudadanos, de aquellos que volvieron y de otros nuevos, los civiles que han escapado de Afrin
Me encuentro con el Dr. Ahmed, el cual lleva una camiseta roja y unos pantalones de color crema, que ha venido especialmente a darme la bienvenida a pesar de estar de vacaciones. Yo he venido a entregar un equipo de cirugía y dos aspiradores sanitarios que hemos comprado con el financiamiento de la Fundación “Wanda di Ferdinando”, como parte del proyecto Cooperation 4 Kobane, promovido por la Asociación Reciproca, la Cooperativa Labirinto de Pesaro, la Noncello Cooperativoa Sociale de Pordenone, Uiki Onlus y la Junta de Reconstrucción de Kobanê.
En su oficina, el Dr. Ahmed me pide que espere unos minutos hasta que una mujer en un uniforme de pantalones verde oscuro y una camiseta de mangas largas hace acto de presencia.
“Te presento a la Dra. Merwe Mahmoud Ali, ha pedido este equipo sanitario para la planta de pediatría”. Nos intercambiamos un saludo rápido, pero ella no puede quitarle los ojos a la caja metálica que guarda el equipo que le hemos traído. Le quita la tapa y mira dentro. “La necesitamos mucho. Dale gracias a las personas que han hecho todo lo que han podido para que nos llegue”, me dice con voz nerviosa. Yo entiendo que es una mujer de pocas palabras, tiene prisa por volver a la planta de pediatría, así que le aseguro que trasladaré sus palabras a las personas implicadas.
Le pregunto si el hospital necesita cualquier otra cosa. “Un aparato de electrocardiograma”, son las palabras con las que me responde imprimiéndoles una determinación que sobrecoge. Las palabras son superfluas, nos despedimos con un rápido pero cálido abrazo; ella entonces se va rápidamente hacia la planta de pediatría con la caja metálica que agarra con fuerza en sus brazos.
Las mujeres de Kobanê están en todas partes. Ellas son las que hacen las demandas concretas, las que te explican qué tiene que hacerse, pero sobretodo las carencias que requieren solución. Son pragmáticas en la búsqueda continua de soluciones y además no tienen tiempo que perder.
Los cumplidos que les hacemos por todo lo hecho les resbalan. Tienen necesidades verdaderas a las cuales debemos dar respuestas realistas y realizables. Si no obtienen respuestas así, continúan su camino.
Con palabras diferentes, en todas las reuniones ellas explican cómo es la vida diaria, explicaciones en las que el ritmo vital femenino trasluce. “Mujeres libres significan una sociedad libre”; estas son las palabras de la co-alcaldesa de Kobanê, Roshan Abdi, y esa es la razón por la que en cada campo de la educación y la formación se introduce el estilo de las mujeres, una forma de detener el ataque contra ellas que empezó hace 5.000 años.
Y si el ayuntamiento aparta el 10% del presupuesto para proyectos específicos orientados principalmente a la emancipación económica de las mujeres, la educación orientada a la formación de las nuevas generaciones está casi enteramente en sus manos.
“La región del Éufrates tiene un total de 108.000 estudiantes de los cuales 37.000 son kurdos y 71.000 árabes”, nos explica Intizar Osman, co-presidenta del Comité de Formación y Educación del cantón.
Con ella van dos profesoras, Dozghin ali y Amira Mehdin, ambas miembros de la Junta Escolar de Kobanê.
“El número de escuelas en el cantón de Kobanê es de 537 y de 427 en Gire Spî. En Kobanê hay 2.616 profesores y en Gire Spî 2.073. Entre los profesores kurdos el 90% son mujeres, un porcentaje mayor que entre los profesores árabes”.
La educación es obligatoria hasta el noveno curso. Después se puede elegir si continuar o no, pero una de las tareas de los profesores es habar con las familias que no estén seguras para persuadirlas de que continúen con la educación.
“El porcentaje de abandono escolar es del 5%, dividido igualitariamente entre niños y niñas.” El método educativo respeta siempre la identidad cultural de los estudiantes.
“Hasta el cuarto curso los niños kurdos estudian en su lengua materna al igual que los niños árabes”, señala Intizar Osman.
En Kobanê los estudiantes están organizados en clases diferentes pero en los mismos edificios ya que los niños árabes en total son 50.
En las aldeas, el número es más alto y están en espacios diferentes. Desde el quinto curso, la lengua árabe es empleada también para los niños kurdos y el kurdo para los niños árabes. También comienzan a estudiar el inglés.
“Los profesores kurdos y árabes tienen reuniones constantes para poder homologar el sistema de enseñanza. Nuestra formación es obligatoria y constante, solo en verano dura tres meses. Así podemos aprender las herramientas educativas apropiadas para enseñar las asignaturas innovadoras como la Jineologî y las ciencias sociales que se imparten en el instituto”.
El problema son los edificios destruidos pero también aquellos que nunca se construyeron. “El régimen de Assad nunca quiso abrir un instituto en las aldeas de Rojava, así que depende de nosotros el construirlas. Un poco como la universidad: aquí no existía, pero hoy, después de la guerra, ya tenemos algunos departamentos activos como el de física, matemáticas, química, filología y arte”.
Y los libros. “Excepto para los textos científicos y matemáticos, los otros han sido revisados, ya que, especialmente en los de historia, la narrativa estaba orientada hacia la aniquilación de la experiencia kurda. De hecho, hemos republicado algunos, revisados y corregidos. Existe una necesidad de formar una mentalidad abierta y crítica para construir una sociedad democrática”.
“La formación y el conocimiento siguen siendo centrales incluso en los proyectos de cooperación, como el implementado por la Provincia Autónoma de Trento y promovido por los Profesores sin Fronteras, la Fundación del Museo de Historia de Trento y la Asociación para Kurdistán de Alessandria”.
El resultado de este cooperación ha sido el centro educativo residencial Arcoiris de Alan, nombrado así en memoria del pequeño niño kurdo que fue encontrado en una playa turca sin vida, tras ahogarse mientras su familia intentaba cruzar el mar.
Visitamos el complejo con los representantes del proyecto. Nos impresiona su grandeza. La directora del centro es Dilar, una mujer joven que siempre lleva una sonrisa, miembro también de la Fundación de Mujeres de Rojava, que nos guía a través de los edificios juntos con dos muchachas que la apoyan durante el periodo de preparación y que luego serán parte de las trabajadoras de los proyectos.
“El trabajo sigue su curso, tuvimos que parar a causa del mal tiempo, que hasta hace un par de semanas ha impedido la reanudación del trabajo en el exterior”; esto es lo que nos explica Dilar mientras visitamos la planta baja del edificio que tendrá la función residencial. Luego visitamos las plantas superiores donde están los dormitorios.
“La idea es tener las puertas abiertas a todo el territorio. Es decir, aquellos que viven aquí, ya sean niños, huérfanos o de familias muy pobres, serán incluidos en el sistema de enseñanza público. Abriremos guarderías y centros para la infancia que viven en la zona, así garantizaremos el servicio a toda la población”.
Todo está disponible para la comunidad. Cualquier proyecto, cualquier iniciativa no tendría significado si no estuviera dirigida a formar parte de la idea de comunidad que es transversal a toda la experiencia de reconstrucción de Kobanê y Rojava.
Es una práctica constante; perseguida incesantemente y que es reflejada en el nivel de representación política.
Esto se demuestra en la práctica cotidiana, en la habilidad de resolver los problemas diarios de la comunidad, a la vez parte fundamental y protagonista, ya que a fin de cuentas, todo vuelve a la comunidad, tanto los éxitos como la búsqueda de soluciones.
Para leer la primer parte del reportaje clik aquí
FUENTE: Patrizia Fiocchetti / ANF / Edición: Kurdistán América Latina