La coordinación de las Comunidades de Mujeres del Kurdistán (Komalên Jinên Kurdistan, KJK) difundió un comunicado en el que denuncia la violencia contra las mujeres en medio de la pandemia mundial por coronavirus.
A continuación publicamos la declaración completa:
En todo el mundo vemos cómo crecen los ataques de exterminio contra las mujeres, con el objetivo de suprimir y socavar nuestra búsqueda de la libertad. Este terrible aumento de la violencia contra las mujeres está directamente relacionado con la crisis del sistema capitalista patriarcal. Este sistema sigue existiendo básicamente gracias a la explotación de las mujeres. La crisis y la situación caótica creada por este sistema suponen un gran peligro para las mujeres y todas las sociedades. Nos enfrentamos a nuevas olas de ataques que buscan quebrar la concienciación y lucha de las mujeres. Es más importante que nunca que las mujeres del todo mundo desarrollen una estrategia de resistencia común contra este sistema, que trata de sacar el máximo provecho de la situación creada por el brote de Covid-19.
Como Movimiento de Liberación de las Mujeres de Kurdistán, que se estableció gracias al legado de la lucha universal de las mujeres durante miles de años, nos consideramos parte de este movimiento mundial, y nos sentimos responsables por lo que sucede más allá de las fronteras de Kurdistán. Ver los focos de organización y resistencia de mujeres en todos los rincones del planeta nos sube la moral; y a su vez somos conscientes que la lucha por la libertad que hemos levantado en nuestra tierra da fuerza e inspiración a nuestras hermanas a miles de kilómetros de distancia.
Esto se puede decir de todas las luchas de las mujeres en todas las regiones. En nuestra etapa actual, la honorable lucha por la libertad y la igualdad de las mujeres está emergiendo de cada una de las regiones, ola a ola, para formar un océano. Un viento que sopla en un lado del mundo puede crear una ola o una inundación en otra parte del mundo. La energía contenida en las luchas de las mujeres locales es inmensa y llamamos al órgano organizado de esto el Confederalismo Democrático Mundial de las Mujeres -y esto intimida al sistema patriarcal global.
La libertad de las mujeres constituye la antípoda histórica a la explotación masculina. Dado que los problemas de las mujeres constituyen la célula madre de todos los problemas sociales, la entidad social dentro del sistema dominante que tiene las contradicciones más profundas y estructurales, es también la mujer. La liberación de las mujeres es, por lo tanto, la única dimensión donde se pueden resolver todos los nudos. Solo así la cuestión de la liberación podrá evolucionar hacia una solución real. El hecho de que la crisis de la modernidad capitalista se manifieste sobre todo en la cuestión de la liberación y la esclavitud de la mujer, está directamente relacionado con este hecho. Asimismo, el hecho de que el sistema patriarcal mundial esté luchando sistemáticamente para atacar a las mujeres también está vinculado con esta misma realidad.
Actualmente, los ataques misóginos han aumentado al punto del exterminio. Se llevan a cabo a diario y son numerosos sus ejemplos. En todo el mundo, los niños y las mujeres son expuestos a violentos ataques por parte de hombres, fuerzas estatales y bandas. De hecho, nunca en la historia se ha hecho tan visible la gran pandemia de la misoginia y la violencia machista. Por lo tanto, para transformar y conseguir resultados, como mujeres y sociedad, debemos centrarnos en la lucha contra la pandemia de la misoginia, que tiene su origen en el virus patriarcal, es decir, la mentalidad masculina.
Nuestra lucha y organización debe servir para fortalecer a las mujeres, por un lado, y para debilitar y superar la mentalidad patriarcal, por el otro. Necesitamos urgentemente desarrollar métodos de lucha que proporcionen esto tanto de forma indirecta como directa. No debemos olvidar que la liberación social solo es posible con una revolución mental. Por lo tanto, tenemos el deber de enfrentarnos a la mentalidad patriarcal de manera consistente, radical y sistemática.
Esta mentalidad es misógina en esencia. La búsqueda de la liberación, la conciencia, la lucha y la organización de las mujeres van en aumento y tratan de asegurar su existencia desarrollando contraataques. Las nuevas medidas, que han dado lugar a un aumento significativo de la violencia contra las mujeres, no pueden explicarse únicamente por las condiciones creadas durante la pandemia de Covid-19, sino que son intentos de aprovechar la fragilidad de las mujeres bajo las prohibiciones de la pandemia y las condiciones de cuarentena. De lo contrario, si se atribuye el aumento simplemente a las circunstancias de la pandemia, se esperaría una reducción de la violencia contra la mujer con el fin de la pandemia, lo que sería un grave error. Identificar la fuente del problema es el primer paso para desarrollar una solución. Pese a que las circunstancias sean variables, la mentalidad masculina busca constantemente su oportunidad. A este respecto, necesitamos fijarnos no solo en la pandemia, sino también en cómo el tiempo y las condiciones extraordinarias son utilizadas por esta mentalidad para llevar a cabo los crímenes contra las mujeres.
Los ataques contra la Lucha de Liberación de las Mujeres Kurdas son un buen ejemplo de esta realidad. La resistencia, organización y liderazgo de la lucha revolucionaria de las mujeres kurdas inspiran a compañeras de todo el mundo. Concretamente en Rojava, donde se alza la antorcha de la revolución femenina, nos enfrentamos a contraataques que tienen como objetivo aniquilar la construcción del sistema democrático. Esta vez, no son bajo el nombre de ISIS, ¡Sino directamente por el estado turco fascista y sus mercenarios islámicos y con la aprobación explícita o implícita del orden interestatal patriarcal!
Estos ataques fascistas a las mujeres que juegan un papel importante en la revolución se repitieron anteayer en Kobane. Miembros de la coordinación local de Kongreya Star, la organización paraguas del movimiento de mujeres kurdas en Rojava, estaban visitando un pueblo cerca de Kobane cuando el ejército turco les atacó. Tres mujeres kurdas fueron asesinadas en este ataque perpetrado con un dron armado. El estado turco, que después de ocupar las ciudades de Afrin, Ras al-Ayn y Tell Abyad se prepara ahora para lanzar un ataque de ocupación en Kobane. El ataque a las mujeres es su objetivo principal; pues Kobane es la ciudad donde el Estado Islámico fue golpeado por primera vez bajo el liderazgo de las mujeres. Kobane simboliza la revolución de las mujeres. Kobane, como símbolo de resistencia, ha dado esperanza y fe a todos los pueblos del mundo. Cuando consideramos que el espacio aéreo sobre Kobane está bajo control ruso, queda claro que el estado turco lleva a cabo sus crímenes de guerra y sus crímenes contra la humanidad con la aprobación de las fuerzas estatales misóginas.
Otro lugar donde el régimen colonialista turco realiza numerosos crímenes de guerra misóginos es la región de Afrin, en el extremo occidental de Rojava y al norte de Siria. Afrin es un lugar de gran valor simbólico para la revolución femenina de Rojava. El sistema de copresidencia se implementó por primera vez aquí, las YPJ declararon allí su creación y allí por primera vez una miliciana de las YPJ dio su vida. A principios de 2018, cuando el ejército turco invadió Afrin con tanques de la OTAN y el apoyo de yihadistas del ISIS, ni la Coalición Internacional, ni la ONU y Rusia se posicionaron en contra. Se llevó a cabo una operación de limpieza étnica en la región de Afrin, que en ese momento tenía una población mayoritariamente kurda. La lengua kurda fue prohibida, mientras que el turco y el árabe fueron declaradas lenguas oficiales. También se impuso la interpretación islámica omeya y se declaró la Sharia. La gran mayoría de los habitantes de Afrin tuvieron que dejar sus hogares y se convirtieron en personas desplazadas, mientras que aquellas que no abandonaron sus hogares luchan por sobrevivir bajo un régimen terrorista. Esta situación no solo prevalece en Afrin, sino en todas las ciudades del norte de Siria que el Estado turco ha invadido y colonizado.
Sabemos que no es casualidad que los crímenes contra las mujeres, llevados a cabo por el Estado turco y sus mercenarios, estén ocurriendo sistemáticamente en Afrin, con el fin de convertir la ciudad simbólica de la revolución femenina en una ciudad simbólica de la esclavitud de las mujeres. Además de la limpieza étnica y el genocidio cultural, se cometen diversos crímenes contra la integridad de las mujeres. Mujeres y niñas kurdas son secuestradas, encarceladas, violadas, vendidas como esclavas en diferentes ciudades y sus cadáveres son abandonados en tierras por las bandas de islamofascistas pagadas por Ankara (muy probablemente gracias al dinero de la “Ayuda a los Refugiados” que la Unión Europea concede a Turquía). Los crímenes contra las mujeres a los que nos exponemos en las colonias turcas de Rojava y el norte de Siria, aprobadas por la OTAN y la ONU, no difieren en absoluto de lo que hizo Estado Islámico. Las potencias internacionales, que intentan legitimar su intervención en Afganistán basándose en los derechos de las mujeres, guardan silencio ante los crímenes cometidos contra las mujeres bajo el control del estado turco. Esto revela la complicidad y las verdaderas intenciones de las potencias de la OTAN.
Se siguen cometiendo crímenes contra las mujeres dentro de las fronteras del estado turco pero con medios y métodos intensificados. El estado turco aumentó sus medidas de control a partir de los toques de queda de la Covid-19 que prohibían las reuniones numerosas y nombró fideicomisarios para los municipios de las ciudades kurdas que tenían un sistema de copresidencia. Arrestó también a sus co-alcaldes; trata con impunidad a los perpetradores de violencia sexual y los libera de la prisión bajo el pretexto de “Perdón del Coronavirus” y la ley conocida como “Cásate con tu violador”. Las mujeres que se posicionan en contra de esto son criminalizadas y arrestadas. En ningún lugar del mundo se mantiene a tantas mujeres prisioneras políticas como en Turquía. Desde diputadas elegidas hasta co-alcaldesas, desde activistas de la sociedad civil hasta madres de paz. Cientos o incluso miles de mujeres que participaron en actividades políticas y sociales en Turquía, han sido encarceladas por sus discursos y pensamientos. Dado que el estado turco sabe que la resistencia social contra su régimen fascista está ideada por mujeres, trata de intimidar y extorsionarlas mediante amenazas, opresión, violencia, detención y arrestos. No solo lo hace directamente con sus propias fuerzas, sino que además en un contexto de crisis social, política y económica que ha creado, promueve todas las formas de violencia contra la mujer con su retórica y políticas racistas y militaristas misóginas. Como resultado, en el Kurdistán del Norte y en Turquía se produce un aumento de los asesinatos de mujeres y de los suicidios sospechosos.
El Estado turco fascista, que no conoce fronteras en sus ataques contra los kurdos y las mujeres, concentra sus ataques militares genocidas en el Kurdistán del Sur (Iraq del Norte). En general desde 2007, pero especialmente en los últimos 5 años, el ejército turco está llevando a cabo sus ataques aéreos en el Kurdistán del Sur de forma cada vez más despiadada. Recientemente, docenas de aviones de guerra turcos han llevado a cabo simultáneamente ataques aéreos sobre Sinjar (Shengal), la patria de los yazidíes, el campo de refugiados Makhmour -con 12 mil habitantes- y las zonas de defensa de los Medya en la noche del 14 de junio. Los habitantes de Sinjar y Makhmour, que aún no han superado el trauma de los ataques del Estado Islámico de agosto de 2014, ahora se enfrentan a ataques genocidas por parte del Estado turco. Los ataques aéreos transfronterizos del estado turco, que constituyen crímenes de guerra, no pueden llevarse a cabo sin el consentimiento de la OTAN. Por esta razón, además de Turquía, toda la OTAN, especialmente los Estados Unidos, es culpable y responsable. En un momento en que al menos cinco civiles han sido asesinados durante la actual ola de ataques de Turquía, estos ataques aéreos turcos tienen una influencia negativa especialmente en las mujeres. Cientos de pueblos de montaña ya han sido evacuados a causa de los ataques y sus habitantes se han visto obligados a huir a la ciudad. Las mujeres que participan activamente en la producción de sus aldeas mediante la agricultura y el pastoreo han quedado aisladas debido al desalojo a las ciudades. Este hecho hace que la crisis política, económica y social del Kurdistán del Sur, sea aún más dura para las mujeres. Como resultado, la violencia machista contra las mujeres está aumentando fuertemente y podemos ver un aumento de los feminicidios y de los suicidios sospechosos.
La situación en el Kurdistán Oriental (Irán) es similar. La política conservadora anti-mujer del Estado iraní, que no es capaz de hacer frente a la crisis actual, lleva a un constante agravamiento de la situación de crisis. Esto a su vez conduce a una crisis social y económica. Si bien la actual crisis de Irán afecta a todos los grupos étnicos y religiosos del país, los kurdos se enfrentan a ataques más sistemáticos y concentrados. El Estado iraní apoya los ataques aéreos turcos en el sur del Kurdistán con morteros y granadas. Además, el ejército iraní ha desplegado sus tropas en la zona fronteriza con Iraq, que es territorio kurdo, y ha iniciado una nueva operación militar. Esta nueva operación contra los kurdos llega en un momento en el que Irán está apurado en su competencia por la hegemonía en Oriente Medio contra los Estados Unidos y su población está luchando contra el virus Covid-19 y una profunda crisis económica. Esto a su vez está afectando a las mujeres en forma de mayor violencia y feminicidio.
Los crímenes contra las mujeres que enfrentamos en el Kurdistán se llevan a cabo de manera similar en todo el mundo. A nivel mundial, hay un aumento significativo de la violencia contra la mujer, específicamente la violencia machista en el hogar. Se puede observar con el aumento de las llamadas a las líneas telefónicas de ayuda para las mujeres que han sido objeto de violencia machista. Por ejemplo, en el Líbano con la epidemia del Covid-19 las llamadas a las líneas de ayuda contra la violencia machista aumentaron un 100%; y en Colombia esta tasa ha aumentado un 142%. Durante el período comprendido entre marzo y mayo, mientras la cuarentena estaba en vigor en México, 2.338 víctimas de la violencia machista solicitaron ayuda (el número de mujeres que llamaron a la línea de ayuda en el mismo período en 2019 fue de 735). Asimismo, se observa un grave aumento de las agresiones sexuales, especialmente contra las niñas. Durante los dos meses de cuarentena en Colombia, 2.338 niñas menores de 14 años estuvieron expuestas a la violencia sexual y a la violación. Estas son solo las cifras comunicadas en los registros, el número real de casos es mucho más alto.
Los crímenes contra las mujeres en todo el mundo se ven acrecentados directa e indirectamente a causa del nacionalismo, el sexismo, la religión y la ciencia positivista en que se basa la modernidad capitalista. Por lo tanto, no es una coincidencia que el racismo y el fascismo aumenten paralelamente a los ataques sexistas. En este contexto, la supremacía blanca y la violencia estatal, que se han llevado a cabo durante cientos de años contra los negros en los Estados Unidos, están estructuralmente institucionalizadas, por lo que hoy se muestran tan abruptamente. Precisamente por esta razón, es necesario construir alianzas para luchar por la libertad de las mujeres, que sean además antirracistas, anticapitalistas y anticoloniales. Junto con esto, los militares, los individuos armados y los agentes no estatales se están infiltrando cada vez más en los espacios vitales de las personas, con implicaciones directas en los medios de vida de las mujeres y los niños. Los esfuerzos por aumentar la explotación sexual mediante la legitimación de la prostitución, basada en un falso sentido de la libertad, constituyen otra dimensión de los delitos contra la mujer. Una vez más, debe entenderse en este marco que las mujeres que quedan relegadas al sector informal, y carecen de cualquier tipo de seguridad, son más propensas a los ataques y a la explotación. Desde una perspectiva amplia, es evidente que se cometen múltiples delitos contra la mujer y que la mentalidad dominante de los hombres trata de sacar provecho de las condiciones que trae consigo la pandemia del Covid-19.
Con estos acontecimientos, ¿cómo responderemos a los ataques sistemáticos de la guerra que enfrentamos como mujeres, cómo nos defenderemos, cómo nos opondremos, cómo organizaremos la resistencia? Este es el punto en el que tenemos que centrarnos ahora mismo y evaluar diligentemente. De lo contrario, si nos centramos solo en los ataques y vemos la situación actual simplemente a través de los crímenes contra las mujeres, podemos caer en la desesperación. Sin embargo, el sistema patriarcal se ha vuelto tan agresivo en parte como reacción al fortalecimiento de nuestra lucha de mujeres. No somos el eslabón más débil, al contrario, ¡somos el mayor poder social que desafía al sistema global!
Al ser conscientes de nuestro poder interno y de la época en que vivimos, podemos oponernos a los ataques ideológicos, políticos, económicos, militares, físicos y espirituales del sistema patriarcal-capitalista mundial, que tiene como objetivo intimidarnos, retenernos y subyugarnos. Podemos debilitarlos todavía más y hacer de la lucha por la libertad de la mujer un tema práctico para la era revolucionaria de la mujer del siglo XXI. No afirmamos esto gratuitamente. En esta época debemos asegurar la revolución de la mujer con los colores de la ecología y la democracia. Tal como sus agresiones lo demuestran, debemos recordar que los procesos revolucionarios necesitan una lucha y resistencia feroces. Ya estamos en un proceso de lucha feroz, por lo que nuestra oposición debe ser, en consecuencia, feroz en la naturaleza.
El sistema pretende individualizarnos, homogeneizarnos y aislarnos porque saben muy bien que nosotras, como mujeres, obtenemos nuestra fuerza de nuestra unidad, solidaridad y organización. Por lo tanto, ninguna mujer debe estar sola ni caminar sola; a partir de la acogida local, apoyarse y defenderse mutuamente es el primer paso.
En segundo lugar, debemos transformar nuestras redes en estructuras organizadas. Con la conciencia de que el camino de la libertad pasa por la organización, debemos resolver todos los problemas que experimentamos; desde la salud hasta la economía, desde el derecho hasta la política, desde la sociedad hasta la cultura, desde la prensa hasta el deporte, desde la familia hasta el país, y desarrollar soluciones basadas en nuestro poder interno y auto-organización. Independientemente del problema, nuestro principal objetivo debe ser desarrollar soluciones con una mentalidad y la conciencia colectiva de las mujeres. Con cada desafío que superemos, nos fortaleceremos aún más individual y colectivamente y debilitaremos el sistema de dominación machista que trata de subyugarnos.
FUENTE: Kurdistán América Latina