“Pero Piatek no se dedica a la historia. Lo importante es la tierra”
(Ryszard Kapuściński en la crónica “Piatek en Grunwald”, del libro “La jungla polaca”)
A lo largo de la historia, las luchas por el control sobre la tierra y las riquezas que produce son una constante. Con el desarrollo del capitalismo moderno, esas luchas se convirtieron en guerras cruentas, golpes de Estado, invasiones militares y una profunda injerencia en la que siempre participan las potencias mundiales, de las cuales Estados Unidos tiene el historial más cruel en el siglo XX y en lo que va del XXI. En las últimas décadas, las grandes empresas multinacionales también tienen a la tierra como objetivo a conquistar.
En Medio Oriente, la situación territorial no es diferente a la del resto del mundo. La región, rica en hidrocarburos, agua dulce y tierra fértil, es cruzada por una permanente inestabilidad que tiene en el control de esas riquezas como una de las razones fundamentales de los sucesivos conflictos.
Turquía, una potencia regional que desde 2003 es gobernada como mano de hierro por Recep Tayyip Erdogan, no escapa a esta lógica, que siempre viene acompañada por la ocupación militar que expulsa a los pobladores originarios. En la actualidad, el gobierno de Ankara despliega esta política de conquista en el cantón de Afrin, región kurda del norte de Siria, que invadió en marzo de este año con tropas del ejército regular y un sinfín de grupos terroristas, entre los que destacan el Ejército Libre Sirio (ELS) y mercenarios vinculados a Al Qaeda.
Para Erdogan y su administración, devorar pedazos de territorio sirio es fundamental para la expansión de su poder, al mismo tiempo que le permite combatir al pueblo kurdo de Rojava, que desde 2012 encabeza un proceso revolucionario liderado por las mujeres de la región.
En Afrin el robo de la tierra y de sus frutos se convirtió en algo cotidiano. Luego de que la región se transformara en la más pacífica de Siria y recibiera alrededor de 500 mil refugiados internos, acogidos por las autoridades del cantón, la invasión turca desbarató por el momento la experiencia de autogobierno. Rojava siempre fue la zona más rica de Siria, conocida como el granero del país, y Afrin se destacó por la fuerte producción de olivo a través de un histórico sistema cooperativo.
Repartir los millones
El 24 de septiembre pasado se conoció que funcionarios del Estado turco mantuvieron una reunión con los grupos terroristas que ocupan Afrin para organizar el traslado de la producción de aceitunas, que se estima en 60 millones de dólares, a la ciudad Hatay para allí ser procesadas y posteriormente comercializadas en Europa.
La agencia de noticias ANF informó que el encuentro se realizó hace más de diez días, en el cual el Estado turco demandó a los terroristas entregar la producción de olivos –que es robada a los habitantes que fueron expulsados- al “consejo de gobierno” impuesto por Ankara en Afrin. En las negociaciones, los funcionarios turcos les ofrecieron a los terroristas el 10 por ciento de los ingresos de la producción, que para este año se calcula en 80.000 toneladas de aceitunas.
Entre los puntos acordados se destaca que los mercenarios refuercen la protección de los miembros del “consejo de gobierno”, teniendo en cuenta la resistencia armada desplegada por las fuerzas de autodefensa YPG/YPJ, que ya le costó a Turquía más de 2500 soldados y terroristas que fueron ultimados. A esto se suma que el “consejo de gobierno” entregue a los grupos terroristas 22 millones de dólares hasta el 15 de febrero de 2019, reuniendo entre el 10 y 15 por ciento del dinero de la población de Afrin. Para eso, el consejo “gravará” a los habitantes que permanecen en la ciudad y poseen olivares, para lo cual los terroristas “ayudarán” a cobrar esos impuestos.
Los funcionarios turcos y los terroristas además decidieron formar un comité para supervisar la producción de aceitunas. El organismo incluirá a representantes de los servicios de inteligencia turcos (MİT), de las fuerzas ocupantes y de la ONG turca IHH, estrechamente vinculada al presidente Erdogan. A esto se suma la apertura de una “nueva entrada” para la comercialización de olivos en el distrito de Jindirese.
La agencia ANF recordó que “la mayoría de las más de 180 procesadoras de aceitunas en Afrin fueron saqueadas por los terroristas después de la invasión” y “los equipamientos de las instalaciones fueron desmantelados y llevados a Turquía”. El resto de las procesadoras sufrieron la misma suerte después de que el Estado turco las marcara como supuestamente “pertenecientes al PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán)”.
Saqueo, robo y desplazados
Ante el saqueo masivo de la producción en Afrin, el co-presidente del Consejo de Agricultura del cantón, Saleh Ibo, denunció las políticas de confiscación de los campos de cultivo por parte de Turquía. Ibo puntualizó que este año se producirán alrededor de 2,6 millones de barriles de aceite de oliva y que el 80 por ciento de esa producción “está siendo llevada a Turquía sin compensación alguna, a través de los grupos mercenarios y el consejo que ellos mismos formaron”.
En declaraciones a medios kurdos, alertó que el objetivo de los ocupantes es cosechar los campos de olivos y comerciar la producción “a través de compañías europeas y de los grupos mercenarios”. El Consejo de Agricultura de Afrin –que integra el autogobierno ahora exiliado en la región de Shehba- calculó que en la región existen más de 18 millones de plantas de olivos, de las cuales 14 millones están en producción. Desde el Consejo de Agricultura señalaron que en 2018 se podrían llegar a recoger 210.000 toneladas de aceitunas verdes.
Ibo se refirió al saqueo cometido por los ocupantes y puntualizó que había “más de 218 fábricas dedicadas al sector olivarero, pero tenemos información que docenas de ellas han sido saqueadas, sus máquinas robadas y llevadas fuera de Afrin”. “Las máquinas que han robado los grupos mercenarios fueron llevadas a Turquía a través del paso de Azaz e Idlib”, advirtió el funcionario, que a su vez criticó a los ocupantes por “matar a la naturaleza”.
Daños económicos
Como si fuera poco, Ibo apuntó que desde el inicio de la invasión “el 80 por ciento de los recursos económicos de Afrin han sido dañados. Esto es particularmente grave en el caso de la agricultura”. “Muchos árboles, incluyendo los olivos, fueron quemados. Los invasores robaron 20 toneladas de trigo y se lo llevaron a Turquía ante la mirada de todo el mundo –agregó-. Lo compraron a un grupo muy reducido de personas y nosotros hemos confirmado que lo hicieron a un 25 por ciento del precio de mercado”.
El integrante del Consejo de Agricultura detalló que el 80 por ciento de la población de Afrin vive de los olivos y la producción de aceite, pero que el Estado turco desplazó a la mayoría de la población. “Ahora están intentando conseguir que los que se han quedado se marchen a través de la violencia y la penuria económica, para completar el proceso de cambio demográfico”, denunció Ibo.
Entre las decenas de denuncias por la situación en Afrin, a mediados de septiembre el Centro para la Documentación de Violaciones en el Norte de Siria (CDVNS) -un observatorio de derechos humanos-, afirmó que la operación militar “Rama de Olivo”, con la cual Turquía ocupa Afrin, diezmó la economía de la región.
Desde el CDVNS recordaron que antes de la ocupación, Afrin era un centro agrícola e industrial que producía oliva, jabón y casi todos los textiles del norte de Siria. Por su ubicación geográfica, lograba un grado relativamente alto de autosuficiencia económica, sobre todo a través de cooperativas. El diario Yeni Ozgur Politika informó en 2016 que Afrin tenía 400 talleres textiles, que en conjunto empleaban a 17.000 personas.
En un testimonio recogido por el CDVNS, Kawa Al Yusuf, miembro del Comité Económico de Afrin, expresó que se perdieron “miles” de empleos debido a los ataques aéreos turcos contra las fábricas. Al Yusuf dijo que aproximadamente el 60 por ciento de la infraestructura económica del cantón había sido destruida en los combates o saqueada por los mercenarios respaldados por Turquía. A principios de septiembre, el Centro documentó que miles de árboles habían sido quemados en el distrito de Rajo, incluidos cinco mil árboles de la misma granja. En julio, se reveló que miembros de la milicia terrorista Hamza quemó unas 20 hectáreas tierras agrícolas en una sola aldea en Sherawa.
En la invasión de Afrin, Turquía violó todas las normativas vigentes y convenciones internacionales con respecto a las obligaciones que tiene una fuerza ocupante de un territorio, al igual que todos los días lo hace Israel en suelo palestino. Aunque Erdogan encienda sus discursos con una retórica anti-israelí, en los hechos concretos aprendió muy bien las lecciones de su “enemigo” sionista.
FUENTE: Leandro Albani / La tinta / Kurdistán América Latina