Hace algo más de un año el Gobierno de Ankara puso en marcha una maniobra semejante. Anunció, a bombo y platillo, que se sumaba a la coalición internacional contra el Estado Islámico y, de paso, lanzaría una campaña aérea contra el PKK, su otra amenaza terrorista. Sin embargo, durante meses, prácticamente los únicos objetivos de la aviación fueron las bases de la guerrilla kurda en el norte de Irak y después en las ciudades dentro de territorio turco donde surgieron grupos de resistencia armada. Todavía continúan los enfrentamientos, con miles de muertos y cientos de miles de desplazados.
Ahora, con la operación sobre Jarabulus, el único paso fronterizo que quedaba en manos del Estado Islámico, ha ocurrido lo mismo. Todos los medios de comunicación han destacado que los tanques, aviones y tropas especiales turcas han cruzado la frontera siria para arrebatar la ciudad a los yihadistas. Sin embargo, como hace un año, el verdadero objetivo era impedir que las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF), una coalición liderada por los kurdos, siguieran avanzando y ocuparan esa ciudad. Así lo reconocen no sólo los principales análisis sobre Oriente Medio -como los de Al Monitor– sino el propio Gobierno de Erdogán y hasta el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, que ha pedido expresamente a las Unidades de Protección Popular (YPG) que se retiren a la margen oriental del río Éufrates, tal como exige Turquía.
Ankara ha tenido más de dos años para desalojar a los yihadistas del único enclave que les quedaba en la frontera y solamente ha lanzado esta ofensiva cuando las YPG y sus aliados avanzaban hacia Jarabulus. Es más, fuentes locales y periódicos turcos –entre ellos, Birgun, el clausurado Ozgur Gundem, que se sigue publicando digitalmente o la red Bianet– informan que, en realidad, se ha producido un relevo de yihadistas. Los más radicales del Estado Islámico habrían sido reemplazados por otros adscritos a grupos como Fatah al Sham –antiguo Frente al Nusra (Al Qaeda)-, Ahrar al Sham o Nour al Din al Zenki, este último también islamista radical pero de composición turcómana, a los que habría que unir el grupo Sultán Murad, igualmente turcómano y con unos vínculos muy especiales con Ankara.
Todos ellos se presentan ahora como islamistas “moderados” bajo el paraguas del Ejército Libre de Siria, cuando es bien conocido que su forma de actuar, sobre todo en el caso de las tres primeras organizaciones, se diferencia bien poco del Estado Islámico. Es más que conocido el trasvase de militantes y cuadros del antiguo Frente al Nusra al Estado Islámico y viceversa, dependiendo del protagonismo que en un momento dado tenga cada una de esas organizaciones.
Diversas informaciones señalan que Fatah al Sham y Ahrar al Sham estarían en proceso de unificación, lo que daría paso al nacimiento de una organización islamista radical, cuyo origen remoto también estaría en Al Qaeda, aún más fuerte que el Estado Islámico. El periódico Birgun calcula que al menos 600 de los 1.500 combatientes que han participado en esta operación podrían ser calificados de yihadistas.
Esta es la razón por la que algunas interpretaciones señalan que la facilidad con la que ha caído la ciudad y el que apenas haya habido resistencia, pese al gran valor que tenía para los seguidores de Al Bagdadi, se debería a que los yihadistas de Jarabulus habrían preferido entregarse o unirse a los atacantes.
En las fotografías difundidas por la red social Bianet de Turquía se ve claramente cómo los milicianos integrantes de esos movimientos islamistas, ya dispuestos para avanzar sobre Jarabulus luciendo un brazalete rojo como distintivo frente al azul de los turcómanos, posan ante el fotógrafo señalando con el dedo índice al cielo, un saludo propio de los islamistas radicales.
Personas originarias de esta zona norte de Siria recuerdan que fueron precisamente estos grupos quienes, antes de ser aniquilados, desplazados o engullidos por el Estado Islámico, controlaban las ciudades y eran ellos los que confiscaban las cosechas, cortaban el agua y la luz a los pueblos que no les rendían pleitesía, ejecutaban a las mujeres adúlteras y degollaban o crucificaban en público a simples agentes de policía sólo por formar parte de las fuerzas de seguridad del régimen.
La presencia de grupos turcomanos en esta operación podría tener cierta aceptación debido a que en algunas comarcas de esta franja situada entre las ciudades de Azaz, Al Bab y Manbij y la frontera turca, esta etnia, emparentada directamente con los turcos otomanos, es mayoritaria. Sin embargo, las otras fuerzas que han intervenido, compuestas por islamistas de otras zonas de Siria, pueden ser consideradas por la población local tan intrusas como las del Estado Islámico ahora desalojadas, abriendo así la incógnita de si los lugareños aceptarán de buen grado esta nueva ocupación de su tierra.
FUENTE: Manuel Martorell/Cuarto Poder