Turquía utiliza el “terrorismo del PKK” como una mina de oro con la complicidad de Occidente

En mayo pasado, el juicio al pastor estadounidense Andrew Brunson, paradójicamente acusado de ser miembro tanto del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) como del movimiento gülenista, dio un giro interesante. Un supuesto “testigo secreto” testificó que el pastor apolítico de los Estados Unidos no solo era miembro del PKK, sino que estaba trabajando con ellos para formar un Estado cristiano kurdo. De todas las mentiras vertidas sobre el PKK, esta es quizá la menos escandalosa. Llegados a este punto, los kurdos permanecen impasibles ante las mentiras de una Turquía que parece estar perdiendo credibilidad. No está claro por qué los estados occidentales toman parte junto a Turquía en su guerra contra el PKK, pero el caso Brunson es un pequeño ejemplo de un problema más amplio: la guerra de Turquía contra el PKK no solo pone en peligro a los disidentes kurdos, sino a todos.

Es desconcertante que el mundo siga impasible mientras Turquía impone su política de asimilación, política que supera el apartheid y la negación a reconocer a pueblos enteros, una doctrina que extermina culturas, creencias y civilizaciones enteras. Y para que Turquía continúe persiguiendo a sus propios disidentes, tan solo necesita decir que está luchando contra el PKK. Ahora la situación ha empeorado desde que Erdogan acapara nuevos poderes constitucionales, que le otorgan pleno poder para hacer lo que quiera. Ha ganado en profesionalidad chantajeando a Occidente, a los pobres y a los necesitados del ámbito islámico. Puede hacerlo porque puede mentir.

Así como la ocupación de Chipre hace 44 años se llamó irónicamente “Operación Paz”, también las invasiones kurdas en Siria fueron denominadas sarcásticamente “Operación Rama de Olivo”. Los gobiernos occidentales escuchan las mentiras, pero continúan brindando a Turquía apoyo militar y de inteligencia como miembro de la OTAN.

La llamada guerra de Turquía contra el PKK es en realidad una guerra contra los kurdos, y no es una fuente de paz sino de guerra. La llamada guerra de Turquía contra el PKK, o contra el “terrorismo”, que lleva a sus fuerzas armadas a través de Siria y hasta Irak, está desestabilizando toda la región. Dicha etiqueta de “terrorismo” se ha convertido en una mina de oro para Turquía, especialmente para Erdogan. Solo precisa referirse al “terrorismo del PKK” para invadir tierras de Siria e Irak y robar su riqueza, aplicando su propia versión de las leyes islámicas.

Erdogan afirma que sus acciones están haciendo que el mundo sea más seguro. ¿Acciones como la invasión de Afrin? Afrin se encontraba bajo la autoridad de los kurdos, los mismos que Ankara consideraba terroristas. Afrin llegó a ser un refugio para los desplazados internos durante la guerra, comparándola con el resto de Siria. Tras la caída de Afrin el 18 de marzo de este año, la ciudad ha pasado a estar controlada por Erdogan, administrada por un consejo local de 30 miembros que apoyan a grupos extremistas como la Brigada Sultan Murat, posiblemente afiliados con anterioridad a ISIS y a Jabhat Al Nusra. También ha formalizado su propia fuerza policial que supervisa los asentamientos ilegales de miles de familias en las casas abandonadas de los kurdos de Afrin. En estos momentos se encuentran en torno a mil miembros de dichas fuerzas policiales entrenados por la academia de policía turca. Todo ello supervisado por los llamados luchadores de las FSA (Ejército Libre Sirio), acusados de racismo, saqueos, secuestros contra la población kurda. Probablemente este sea el plan que Erdogan tiene para Manbij si las fuerzas estadounidenses le dan la luz verde.

Tanto Estados Unidos como la Unión Europea deberían eliminar al PKK de la lista de organizaciones terroristas. Es sencillo. Turquía está atacando a la principal fuerza que lucha contra ISIS, denominándoles “afiliados al PKK”. Turquía ha atacado a disidentes, periodistas, observadores electorales, profesores y estudiantes durante los últimos 18 años acusándoles de ser “afiliados al PKK”. Continuar denominando al PKK como una organización terrorista significa permitir que Turquía continúe causando estragos. El PKK busca ser visto como un partido político que aboga por una resolución política a la cuestión kurda en Oriente Medio. ¿Hasta cuándo más hostigamiento, propaganda, encarcelamiento y asesinato de kurdos necesitamos para entender que para millones de kurdos el PKK representa el cuerpo de sus demandas y aspiraciones?

No sacar al PKK de la lista del terrorismo significa que Turquía continúe con su modus operandi. ¿Recuerdan cuando el parlamento turco votó para impedir que las tropas estadounidenses e internacionales usaran sus bases durante la primera guerra del Golfo, argumentando que solo lo permitirían si recibían una compensación? Veremos cómo se repite con los nuevos conflictos económicos en Irán. Y de nuevo Turquía probablemente dirá que cooperará con sus socios de la OTAN solo si se hace más para luchar contra el PKK. Cuando Abdullah Öcalan fue arrestado en 1999, a través de un complot internacional, el PKK se encontraba tratando de buscar una solución pacífica a la cuestión kurda. En numerosas ocasiones el PKK ha puesto sobre el tablero propuestas de paz. Eliminar al PKK de la lista del terrorismo abriría muchas oportunidades.

FUENTE: Edward Rashed / The Region / Newroz Euskal Kurdu Elkartea