El agua es fuente de vida. En el norte y el este de Siria, no hay fuente de agua más vital que el río Éufrates. El río Éufrates se ha utilizado para alimentar presas hidroeléctricas, irrigar tierras agrícolas, proporcionar transporte, mantener los numerosos ecosistemas de la región y suministrar agua potable a una gran cantidad de pueblos y ciudades. Pero la ocupación militar turca de Siria ahora aplica un estrangulamiento en las aguas del poderoso Éufrates, cortando el agua necesaria para la vida en el norte y este de Siria.
Fluyendo desde las montañas orientales de Turquía hasta el Golfo Pérsico, el Éufrates transporta agua hacia el sur a través de Siria e Irak. La gran cuenca fluvial que desemboca en el Éufrates a través de Oriente Medio, constituye más de 400.000 kilómetros cuadrados de tierra y 23 millones de personas. Sus fértiles orillas han alimentado civilizaciones durante milenios.
Con los muchos beneficios del Éufrates también viene una profunda vulnerabilidad. La fuerte dependencia del agua del río lo ha convertido en un objetivo del conflicto en curso en Siria. Si bien la Administración Autónoma del Norte y Este de Siria (AANES) ha luchado incansablemente para derrotar al Estado Islámico (ISIS) y crear una sociedad en equilibrio con la dignidad humana y ambiental, el liderazgo militar y político turco ha trabajado para socavar el proyecto en todo momento. Turquía ha utilizado muchas armas para intentar destruir la sociedad democrática de Siria. Eso ha incluido facilitar y financiar grupos terroristas y milicias, lanzar ataques aéreos, e invadir y ocupar la región. La herramienta más reciente de su campaña se ha convertido en el agua, tan necesaria para la vida.
El 21 de marzo de 2020, los soldados turcos que ocupaban la estación de agua de Alouk, en Serekaniye, en el norte de Siria, expulsaron a los trabajadores esenciales de la estación, cortando efectivamente el agua a muchos pueblos, ciudades y granjas en el norte y este de Siria. Esta no fue la primera vez que se cortó el agua a los sirios desde que comenzó la invasión turca, con la llamada Operación Fuente de Paz, en octubre de 2019. Desde entonces, tales cortes se han producido con una frecuencia creciente. Turquía priva regularmente a casi medio millón de personas del acceso al agua.
Los ataques aéreos turcos también han tenido como objetivo las centrales hidroeléctricas y las represas que generan la mayor parte de la electricidad en el país. Esta estrategia tiene por objeto asediar y desestabilizar el territorio ocupado, privándolo de un recurso necesario para la supervivencia y la prosperidad. El objetivo de Turquía no es crear la paz, sino destruirla. Estos ataques ponen en peligro los intentos en curso de la administración autónoma de derrotar a los últimos restos del Estado Islámico y, al hacerlo, Ankara pone en peligro la seguridad mundial y los esfuerzos antiterroristas. Este intento de coerción fracasará, pero no antes de que haya causado un daño inconmensurable a la población y al medio ambiente del Éufrates.
Las posibles consecuencias de esta estrategia criminal e imprudente, son inmensas. La falta de agua para uso agrícola es una preocupación primordial, ya que gran parte de la población está involucrada en el cultivo y la cría de animales. La guerra civil también ha cobrado un gran precio en el sector agrícola, y la interrupción del agua solo hace retroceder aún más a la industria.
Sin un acceso adecuado al agua, la sed y el hambre seguramente se convertirán en problemas graves. La falta de riego podría convertir hectáreas de tierra cultivable en arena. La desertificación ya es un problema mundial, y este nuevo aspecto de la invasión turca solo exacerbará sus efectos en Siria. A medida que la agricultura, el principal empleador e industria en la región del río Éufrates, colapsa, los agricultores y residentes se verán obligados a reubicarse o convertirse en refugiados.
Una catástrofe de este tipo podría hacer que miles de personas más huyan de sus hogares en direcciones inciertas. Siria ya alberga a 6,2 millones de desplazados internos, y más de 5 millones más han huido a otros países. Estas consecuencias ejercerán más presión sobre los gobiernos regionales y nacionales, que ya se encuentran en dificultades para atender a las personas desplazadas. El subdirector de Human Rights Watch (HRW) para Oriente Medio, Michael Page, ha reconocido que “las autoridades turcas han estado cortando el suministro de agua a las regiones más afectadas en Siria” durante la pandemia mundial de coronavirus.
Los costos humanos y ambientales del intento de guerra del agua por parte de Turquía en Siria se sentirán más allá de las orillas del Éufrates. No podemos quedarnos en silencio mientras millones de vidas corren peligro debido al imprudente oportunismo político turco. La escasez de agua pone en peligro la salud, el saneamiento, el medio ambiente y el bienestar humano. Estas son cosas que no podemos permitirnos perder, especialmente ahora.
Hacemos un llamado a la comunidad internacional y a las organizaciones que promueven la armonía política y ambiental para que asuman esta causa y no hagan la vista gorda ante el sufrimiento. Exigimos que Turquía respete el derecho humano al agua y al saneamiento, tal como lo establece la Resolución 64/292 de las Naciones Unidas (ONU). La ONU, la Unión Europea (UE) y el gobierno de Estados Unidos han actuado como garantes del bienestar humano en el pasado. Les pedimos que lo vuelvan a hacer hoy. Hay que garantizar la seguridad y el sustento de millones, exigiendo a Turquía que cese su agresión ilegal en el Éufrates y en toda Siria. No se debe permitir que estas injusticias continúen.
FUENTE: Sinam Sherkany Mohamad / Siryan Democratic Times / Traducción y edición: Kurdistán América Latina