Coronavirus: la postura del Estado y las perspectivas revolucionarias

La crisis del coronavirus ha mostrado muy bien las debilidades del sistema global capitalista. Algo tan pequeño como un virus, que empezó en un lugar concreto del planeta a través del turismo y el comercio (dos actividades conectadas al capitalismo), rápidamente se ha esparcido por todo el mundo. Cae la economía mundial; las compañías aéreas van hacia la crisis; se cancelan las reuniones de los dirigentes del mundo; se cierran las fronteras… Un virus tan pequeño en el sistema global del capitalismo saca a la luz resultados muy grandes.

Hay diferentes respuestas por parte de estados y países ante el virus. Podemos tomar, otra vez, a Rojava (Kurdistán sirio) como un ejemplo. Rojava, conocida en todo el mundo por su revolución, toma como base la vida de las personas. De hecho, esta revolución antes que nada se lleva a cabo por la vida. La postura tomada por la Administración Autónoma del Norte y el Este de Siria (AANES), sin que el coronavirus hubiese llegado a Rojava y sin que nadie se hubiese contagiado, muestra de nuevo esta realidad. Hace ya un tiempo anunciaron el cierre de la frontera de Semalka, y ya está cerrada. También están limpiando todas las instituciones, centros y escuelas, con el fin de proteger a las personas. Además, se ha tomado como un objetivo evitar que el virus llegue a los campos de refugiados.

Pero el Estado, especialmente los de Occidente, toman como base el dinero y la economía, y muestran unas posturas muy peligrosas. Podemos dar muchos ejemplos diferentes, pero yo voy a tomar y explicar el ejemplo del Estado español, que es el que conozco mejor.

La situación del Estado español, que empezó solo una semana después que Italia, empeora cada vez más. Al día de hoy (por el sábado pasado) hay más de 21.000 personas con coronavirus (a las que le han hecho el test), y más de 1.000 personas han muerto por este. Según los expertos sanitarios, la situación de España será peor que la de Italia. De estos datos, 7.165 personas se han contagiado por el virus y 628 de las muertes (más de la mitad) son solo en Madrid, la capital española. Con estas informaciones, lo normal es que se piense que es necesario que, antes de nada, el Estado español ponga a Madrid en cuarentena para que nadie salga y entre, como hizo China en Wuhan y como hizo Italia en la región de Lombardía. ¿No? No. A día de hoy, la capital de España continúa abierta.

El 13 de marzo, el presidente de España Pedro Sánchez decretó el Estado de emergencia, pero hasta unos días después no dijo en qué consistía y cómo se materializaría. Además, esta situación de emergencia no empezó realmente hasta el día 16, y durante esos tres días la gente, por desconocimiento de cómo sería esta situación y por miedo, acudieron en masa a los supermercados a comprar de todo, o no se lo tomaron en serio, y lo valoraron como unas vacaciones y se fueron a otras regiones, provocando una mayor expansión del coronavirus.

El mismo día del decreto, el día 13, el presidente de Catalunya, Quim Torra, realizó un comunicado. En este hablaba sobre la necesidad urgente de poner a toda Catalunya en cuarentena y cerrar fronteras. Al mismo tiempo, pedía ayuda al gobierno central del Estado español para cerrar el aeropuerto, el puerto y el tren, ya que Catalunya no tiene competencias para ello. Un día después, el presidente de España organizó una rueda de prensa para responderle. En resumen: todas las comunidades autónomas pasan a estar bajo control del gobierno central de España (es decir, bajo control de Pedro Sánchez); esto quiere decir que los presidentes de comunidad ya no pueden tomar decisiones en base a su realidad y necesidad; todos los cuerpos de policía pasan a estar bajo control del ministro de Interior central de España; el personal médico y los hospitales pasan a estar bajo control del ministro de Sanidad central de España; todo el transporte pasa a estar bajo control del ministro de Transporte central de España.

Es decir, lo han centralizado todo. Han querido decir: “España es una, nadie puede dividirla”. Incluso, el presidente Sánchez ha declarado “después de esto, el Estado saldrá fortalecido”. Han abierto una mesa de crisis: dos policías, un militar, un doctor. Solo un doctor y tres personas armadas. Para alucinar.

El ejército de España en las calles; la policía en todas partes multando a la gente que sale “sin motivo” de casa; la población solo puede salir de casa para necesidades básicas como conseguir alimento y medicina, y en las calles hay que caminar de manera individual y con una distancia de un metro o metro y medio entre las personas; en las tiendas de los supermercados reparten guantes para protegerse. Pero al mismo tiempo, hay personas que su trabajo no es esencial para la vida, sino para la economía del Estado, que se ven obligadas a ir a trabajar; cientos de trabajadores y trabajadoras cierran empresas por la fuerza de la cuarentena; miles de trabajadores y trabajadoras son despedidas o las empresas anuncian “vacaciones obligatorias no pagadas”. La policía y el ejército en las calles ponen bien alto el himno de España. Trenes, aeropuerto y puerto continúan abiertos. Hospitales llenos y doctoras y enfermeras que se contagian y se quedan en cuarentena porque trabajan sin material de seguridad. Al mismo tiempo, la policía recoge todo el material, como las mascarillas, y lo trasladan a Madrid. Parece ser que, según el Estado español, la cura para el coronavirus es la centralización y la militarización. Avanza el virus del nacionalismo. El Estado se mueve de manera política y toma como base su fortalecimiento, mientras que pone en peligro la salud y la vida de las personas.

Pero fuera del Estado, en situaciones así, se desarrollan la humanidad y la creatividad. En cada barrio se han formado grupos de apoyo mutuo para dar asistencia, especialmente a las vecinas que más lo necesiten; los sindicatos alternativos trabajan sin descanso para que se protejan los derechos de los trabajadores y trabajadoras; la vida pasa entre ventanas y balcones, y vecinos que antes no se habían visto ahora hablan y se dan moral unos a otros; las debilidades y peligros del sistema estatal se hacen evidentes y la gente pierde la confianza en él. Aquí nuestras perspectivas revolucionarias pueden tomar lugar. Como dice Rêber Apo (Abdullah Öcalan): “en situaciones de caos crecen las oportunidades de libertad”. ¿El Estado puede solucionar nuestros problemas? No. Solo la solidaridad entre vecinas, que puede ser valorada como la semilla para la creación de comunas, abre el camino hacia la solución. Además, las personas se dan cuenta de qué es importante en la vida y qué no es necesario.

Por otro lado, la gente conectada/inspirada al Movimiento de Liberación de Kurdistán, intenta de diferentes maneras continuar con sus trabajos. Esta situación de cuarentena puede tomarse como una oportunidad de auto-formación. Podemos poner algunos ejemplos que se están llevando a cabo ahora en Catalunya: leer los libros de Rêber Apo de manera colectiva, compartiendo opiniones y pensamientos por vía telemática para profundizar juntas; charlas por redes sociales y Youtube; reuniones telemáticas…

Si el capitalismo no se detiene, nosotras también debemos continuar; nosotras sí tomamos la vida y las personas como base.

FUENTE: Delal Catalunya / ANF / Edición: Kurdistán América Latina