Covid-19, sociedad, conocimiento, ética: ¿qué tipo de lucha contra el capitalismo?

La modernidad capitalista, la última etapa del sistema de civilización dominante, ha alcanzado su posición más destructiva contra la humanidad. Con sus prácticas de poder sin ataduras, guerras, masacres y políticas sociocidas en el siglo XXI, proclama que no hay nada que decir en nombre de aquéllos que luchan por la sociedad. Mientras que se espera que la sociedad prefiera la desesperación de los posmodernistas, el fatalismo creado por el dogmatismo, o la definición de la liberación desarrollada por el liberalismo frente a toda la destructividad de la modernidad capitalista, se exige que la modernidad capitalista sea aceptada y dejada sin respuesta o contraposición. Con la propaganda que afirma que el fin de la historia ha llegado, y que la modernidad capitalista es la verdad eterna, se ha decidido de antemano que no puede existir una sociedad diferente. El sistema más intimidatorio de la historia se declara a sí mismo como historia y sociedad de arriba hacia abajo.

La limpieza étnica desarrollada por las estructuras del Estado-nación, el hecho de que la naturaleza haya sido llevada al borde de la quiebra por el industrialismo, y la destrucción de la economía y el sistema de salud por los juegos financieros, no sólo revelan los ataques del sistema, sino que también proporcionan importantes datos sobre la insostenibilidad del sistema. La explosión demográfica, el empeoramiento de los problemas sociales, la existencia de regímenes autoritarios, la destrucción ecológica, la injusticia en materia de ingresos, los conflictos de clase, la explotación de los géneros, la destrucción y homogeneización de las diferencias sociales, la degeneración moral, la virtualización de la vida, el armamento nuclear y la actual Tercera Guerra Mundial, son algunas de las principales cuestiones que pueden enumerarse como prueba de que la crisis estructural del sistema se ha profundizado.

El último ejemplo de esto es la Covid-19. La crisis pandémica que estamos experimentando resalta la quiebra del neoliberalismo, la ideología de la modernidad capitalista. Nos muestra que el sistema de salud es sólo para las élites. Infringe un daño fatal a la sociedad, destruye la naturaleza y las relaciones sociales, y conduce a grandes desastres inevitables. Desafortunadamente, este sistema intenta someter a toda la sociedad cargándola con la responsabilidad de una enfermedad infecciosa y mortal para la que el propio sistema preparó el terreno en primer lugar. Quiere que la sociedad sea culpable y se tema a sí misma, sugiriendo que todos están en el mismo barco. Sí, la Covid-19 afecta a todo el mundo, pero la élite, los ricos y los ejecutivos del sistema, utilizan las oportunidades creadas por las sociedades laborales y fiscales para evitar la enfermedad, mientras que los pobres y la clase trabajadora se dejan morir. Para no morir, se les aconseja que se valgan por sí mismos. “No verse, no tocarse, esconderse”, etc. son obligatorias siempre y cuando sea el único medio de protegerse. Como el sistema no puede ser la respuesta, ha invertido principalmente en beneficios y capital, y no en proyectos que protejan a la sociedad de posibles crisis, especialmente en el campo de la salud. Porque el sistema da prioridad a la economía de guerra y a la producción y el consumo de bienes innecesarios y superfluos que cree que aportan más beneficios, la sociedad se enfrenta ahora a la vida y la muerte. Y ahora el sistema quiere confrontar a la gente con el dilema de que, o bien morirán o bien apoyarán las medidas para fortalecer el crecimiento del sistema haciéndose más dependiente de él.

Una vez más, el individuo y la sociedad, principalmente la armonía física, intelectual, espiritual y vital, y los aspectos políticos y sociales de la vida humana están divididos y alienados de la vida y la sociedad. El deseo es organizar la relación entre las personas y sus actividades, no por la bondad general de la sociedad y el individuo, sino por los intereses del poder y la hegemonía. Esto, además de crear una gran disonancia en la sociedad, ha roto la estructura moral que está en el centro de la sociedad y pretende romper el vínculo entre la moralidad y la libertad. La presencia de igualdad y armonía en la economía, la política, la salud, la educación y la vida ecológica conduce a la integridad moral, mientras que la desarmonía y la segregación conducen a la desintegración moral.

La política de producción y la cultura del sistema

Para superar la crisis estructural del sistema y asegurar su continuidad, se ha puesto en práctica la cultura del consumo. Los representantes del sistema financiero-capitalista derivan su poder de este mecanismo de funcionamiento y modo de producción de la cultura. Se han apoderado de la enemistad del patriarcado y de la explotación de los seres humanos, la naturaleza, la sociedad y, especialmente, de las mujeres. Combinando esto con sus políticas de producción de los últimos 500 años, en particular sus políticas de consumo desde el siglo XIX en adelante, podemos ver que siguen construyendo su sistema anti-naturaleza y anti-social. El pensamiento inhumano y la “Política y Cultura de Producción” desarrollada a partir de una lógica puramente lucrativa y explotadora, son ajenos a la naturaleza social, y la política y cultura de consumo que ha puesto en marcha durante el último siglo también es ajena a la realidad y naturaleza de la sociedad. Mientras que en la anterior revolución industrial el objetivo principal era tomar posesión de los recursos naturales, transferir estas materias primas a las zonas de producción capitalistas y construir todas las relaciones sociales mediante la producción de nuevos bienes, en el siglo XX el consumo de estos bienes producidos se convirtió en el objetivo principal.

No es fácil, y no sin obstáculos, integrarse en la mentalidad de la sociedad. Por consiguiente, para ser atractiva y al mismo tiempo legitimarse a sí misma, superando esos obstáculos, la cultura de consumo utiliza métodos muy finos. Por ejemplo, se apoya en la ciencia, la política y los campos filosóficos e intelectuales para crear la percepción deseada. La cultura de consumo no es una cultura creada por los humanos como resultado de las relaciones naturales con la sociedad y los individuos. Es una cultura nueva y eficaz creada para acelerar el funcionamiento de la sociedad y la cultura industrial.

La globalización del capitalismo y la ética de la sociedad y el individuo

Si dividimos la globalización capitalista en tres etapas, en la primera vemos que el capitalismo comercial y el colonialismo se desarrollaron entre los siglos XV y XVIII. Vemos la segunda etapa de globalización en el imperialismo, que surgió con el capitalismo industrial en el siglo XIX. Con la tercera etapa de globalización, que comenzó en el siglo XX, vemos la globalización a través del capitalismo financiero y la hegemonía capitalista. Ahora, el sistema está trabajando duro para que esta hegemonía penetre y quede absorbida en el alma de cada individuo. La etapa en la que estamos ahora es una etapa globalizada de la sociedad de consumo, en la que el carácter cancerígeno del capitalismo está muy avanzado. Un aspecto importante de esto es el método de hacer dinero con el dinero. La usura, que una vez fue una fuente maldita de perversidad, se ha convertido en el personaje principal del capitalismo hoy en día, aunque siempre se ha considerado un factor que corrompe la sociedad y altera la moralidad. Ahora, se ha convertido en el personaje principal de los sistemas económicos, sociales y políticos del mundo.

Cuando los teóricos y científicos del sistema capitalista describen al individuo de la sociedad capitalista, se dirigen hacia una “construcción individual” para la cual el único propósito de la vida debe ser el consumo, que han hecho aceptar como “necesario y natural”. El objetivo era crear una economía y un espíritu de época basados en el individualismo que se orienta exclusivamente hacia el consumo, despojado de la moral de la libertad y de la estética de la vida. Por ejemplo, en el pasado, una persona de la familia trabajaba y podía satisfacer las necesidades de la familia. Ahora, aunque toda la familia trabaje, no pueden cumplir con los estándares creados por la sociedad de consumo. Todo el mundo está hecho para trabajar debido a los usureros contemporáneos. Con esto, aumenta su explotación y hace que todos persigan los bienes que ofrece para el consumo. Ha surgido una realidad social que persigue el acceso a estos bienes de consumo y cuyos valores fundamentales se han prestado en consecuencia. La sociedad está atascada en el rodillo del consumo y el viento se ha deshecho de sus velas.

Por otro lado, este enfoque de “moralidad individualista”, alimentado ilimitadamente por la ciencia y la técnica, arrastra a la humanidad a desastres, guerras locas, destrucción del medio ambiente, brutalidad y caos. Se está construyendo un consumo de masas como contrapeso a la producción masiva capitalista. El consumo enfatiza una comprensión y consideración estética que está separada de la construcción de la sociedad y la ética. Los individuos prisioneros de las mercancías, como consumidores excesivos, ofrecen a los monopolios capitalistas grandes oportunidades de ganancias. Como individuos de la sociedad que han sido capturados por una producción casi “religiosa”, quieren ser los más dóciles, asimilados y fácilmente manejables. Así pues, entran en juego fenómenos formadores de conceptos y percepciones como la auto-presentación puramente visual, la preferencia, el deseo de ser elegido, las preferencias arbitrarias y el formalismo excesivo. El individuo, debilitado y desprovisto de voluntad y poder político consciente, se ha convertido ahora en el blanco de las políticas de consumo. El deterioro del yo y la forma han comenzado en el individuo. Todo se ha convertido en un objeto de consumo. El individuo se presenta a sí mismo como listo para el consumo, prestando atención a la forma más que al contenido, exigiendo placer y satisfacción.

La belleza única de cada flor, cada insecto, las coloridas alas decoradas de cada mariposa, el sabor único de las variedades de frutas y verduras cultivadas en la tierra, y las bellezas únicas creadas por cada persona en su emoción espiritual y el mundo del pensamiento, también se insertan en esta decadencia. Incluso los aspectos espirituales que nutren a cada persona como el amor, el romance y el sentido del gusto son deseados para ser diseñados por la industria cultural. Con un esfuerzo sistemático en todos los activos de los humanos, plantas y animales (en resumen, todos los seres vivos de la naturaleza), se está llevando a cabo una ingeniería orientada al beneficio. A través de la cultura del consumo, se espera que el sentido de la vida de la sociedad se extinga.

Por lo tanto, el sistema quiere ocuparse de aquéllos que no han sido superados y no se han rendido a los deseos y tendencias materiales físico-individuales que están en constante guerra con el sistema con su conciencia y corazón. La búsqueda de la auto-existencia en todas las áreas de la ciencia, desde la economía hasta la política, desde la sociología hasta la psicología, desde la historia hasta la utopía y desde la estética hasta la ley, está conscientemente distorsionada. El aspecto más llamativo y paradójico es que el sistema tiene el consentimiento individual de esta distorsión con la noción de que “eres libre, puedes elegir lo que quieras, eres el determinante”. Sin embargo, con la Covid-19 podemos ver que éste no es el caso. Por el contrario, estamos experimentando cómo el sistema hace que el individuo y la sociedad se vuelvan indefensos y vulnerables. Tal vez no esté bien decir esto, pero con esta enfermedad tenemos la oportunidad de ver algunas cosas más a fondo y ponerlas en la agenda de toda la sociedad. Es importante ver que la mejor contribución que podemos hacer a nosotros mismos y a nuestro medio ambiente viene de nosotros mismos, y que tenemos que organizarnos en consecuencia. De hecho, incluso los representantes del sistema, que están fracasando ante esta enfermedad, se dirigen a la sociedad esperando que ésta llegue con una solución y que tome las precauciones más eficaces. De hecho, al llamar a la sociedad en las conferencias de prensa diarias y a través de las redes de medios visuales y sociales están anunciando realmente el fracaso de su sistema.

¿Qué tipo de lucha?

Desarrollar conscientemente una lucha común contra el ataque del sistema a la sociedad y al individuo y la percepción que quiere crear ya no es un deber postergable. Es importante fortalecer las ya existentes, y participar también en las luchas sociales que desarrollarán una solución alternativa a esta crisis, que se ha convertido en un carácter estructural del sistema, y en formaciones que iluminarán el camino del éxito. Con la conciencia de que las ciencias sociales actuales contribuyen a la distorsión y sientan las bases para el pretexto y los engaños, se ha hecho urgente desarrollar métodos de verdad social.

El primer paso para salir de la crisis es a través del individuo que forma parte de esta sociedad, que puede producir la fuerza de significado requerido para las luchas sociales, construyendo un régimen basado en el pensamiento libre y filosófico que rechaza la mentalidad de crisis. Aunque el capitalismo está globalizado, trasciende los países individuales y está entrelazado, su círculo vicioso de competencia debido a su ley de maximización del beneficio lo enfrenta a un problema estructural. Sin embargo, el capitalismo se da cuenta de que ya no crece indefinidamente y que ya no puede alcanzar los márgenes de beneficio esperados. Esto perjudica la percepción del falso mundo artificial y el constante progreso que ha creado en la mente de las personas. Estos son inevitablemente los resultados de la naturaleza del capitalismo. Es bueno que el sistema experimente tal caos y no pueda ofrecer proyectos y soluciones concretas para superarlo. Por eso, el siempre presente proyecto de la Modernidad Democrática, con la fuerza que le da la cultura histórico-social, se impone con urgencia. Un pionero que lo aplique localmente y piense globalmente, convirtiéndose en representante de la vida tanto como en ejecutivo práctico, puede satisfacer las necesidades de la democracia y la libertad de la sociedad.

Para proteger a la sociedad de esta enfermedad y hacerla autosuficiente, vemos que no necesitamos los métodos de los representantes del Estado y del sistema. Al surgir esta epidemia, es necesario fortalecer las comunas y asambleas que están en contacto directo con la sociedad, en vez de los métodos y herramientas inútiles del sistema. El individuo organizado en comunas y asambleas se protege y eleva tanto a sí mismo como a su entorno.

Una vez más, considerando que la epidemia es global, debemos priorizar la solidaridad global para combatir la epidemia y el sistema que la causa. Se necesitan la solidaridad, el respeto mutuo, la riqueza de las diferencias, los criterios democráticos, la especificidad de cada grupo y las plataformas en las que las mujeres desempeñan un papel fundamental en la teoría y en la práctica. Este esfuerzo internacional debería basarse en las ciencias sociales. En otras palabras, se necesita una ciencia social que no vea la sociedad ético-política como un objeto, y que no esté enraizada en las percepciones de sujeto-objeto, tú-ellos, cuerpo-alma, dios-sirviente, o muerto-viviente que crean fisuras entre ellos como contradicciones, pero que pueda superar estas contradicciones. La diferenciación, que es el camino del universo, también es válida en la naturaleza de la sociedad, y es más flexible, libre y arraigada. Por lo tanto, la alternativa a un sistema que destruye la sociedad y el individuo y los hace indefensos contra las enfermedades, sólo puede surgir a través de una nueva ciencia social.

FUENTE: Adem Uzun / Komun Academy / Traducción: Tomas Ghinzu para Rojava Azadi Madrid Edición: Kurdistán América Latina