Los mártires nos muestran el camino: de Bristol a Rojava, Anna vive

Si no fuera por Anna Campbell, no estaría escribiendo este artículo. Me mudé a Bristol -la ciudad en la que Anna vivió, luchó y de la que partió hacia Rojava- aproximadamente un año y medio después de que fuera martirizada. Cuando me trasladé aquí, no sólo desconocía las ideas y los objetivos del Movimiento por la Libertad de Kurdistán, sino que nunca había oído hablar de ella. Al conocer su vida, he aprendido que las palabras Şehîd Namarin (los mártires nunca mueren) son la base sobre la que se mantienen vivos los recuerdos de la lucha. Estas palabras dan forma a la manera en que nos relacionamos y actuamos como revolucionarios, como internacionalistas y como jóvenes que luchan por un futuro democrático.

Anna marchó de Bristol a Rojava en el verano de 2017 para unirse a las YPJ y defender la revolución de las mujeres contra el fascista Estado Islámico (ISIS). Allí adoptó el nombre de guerra Hêlîn Qereçox. Se encontraba en Rojava cuando comenzó la ocupación turca de Afrin y pidió a sus comandantes que la dejaran luchar allí, asumiendo esta tarea como parte de la misma lucha antifascista. Fue allí donde fue martirizada por un ataque aéreo turco el 16 de marzo de 2018 (1). Antes de ir a Rojava, estuvo profundamente involucrada en la lucha antifascista realizando trabajo de solidaridad con los refugiados; había trabajado con Bristol Hunt Sabetours para llevar a cabo acciones directas contra la caza ilegal de animales, y se estaba organizando con Bristol Anarchist Black Cross para apoyar a los presos políticos. Cada una de estas luchas, y la alegría con la que se implicaba en ellas, representaban su amor y su deseo de una sociedad verdaderamente libre. Como internacionalista comprometida, la decisión de marcharse no fue un abandono de estas luchas, sino más bien una profundización de su compromiso con una política de liberación y el desarrollo de su personalidad revolucionaria.

El viaje hacia la lucha es simultáneamente personal y colectivo

Un viaje es personal, ya que las circunstancias que condicionan sus decisiones son únicas, y también es colectivo, ya que estas circunstancias son originadas por las decisiones y sacrificios de muchas personas que se interrelacionan de formas que escapan a nuestra capacidad de comprensión. Como sostiene Rêber Apo, “aquellos que no pueden escribir correctamente su propia historia de libertad tampoco pueden vivir libremente”.  Analizar cómo los mártires han dado forma a nuestros propios caminos en una lucha colectiva es un paso vital para desarrollar una conciencia revolucionaria e internacionalista.

El centro social anarquista de Bristol fue el lugar donde me encontré con Anna por primera vez. Allí hay bellas obras de arte que conmemoran su sacrificio. El edificio está dotado de salas de reuniones, una biblioteca, un archivo y una cocina comunitaria, siendo un espacio vital en el que se establecen encuentros con otras activistas y movimientos y donde se transmiten conocimientos de luchas pasadas de las que seguimos aprendiendo. Anna frecuentaba este espacio con regularidad, como muchas de nosotras. 

Recuerdo que al ver esta obra de arte me impactó un sentimiento de tangibilidad que inicialmente era difícil de comprender. Crecer en el Reino Unido, cuna del capitalismo industrial y centro principal de los peores excesos de la modernidad capitalista, nos inculcan desde pequeños que la política revolucionaria es un mito infantil, que las revoluciones son imposibles, y que las luchas son algo confinado a la historia que ya no tiene relevancia para nuestra sociedad.

Aprender sobre Anna dio un vuelco a todo eso y me obligó a intentar superar las contradicciones que había interiorizado.

Aquí estaba una mujer que se crió en la misma sociedad que yo, que vivió en la misma ciudad que yo y que frecuentó los mismos espacios que yo y que dio su vida por defender una revolución a miles de kilómetros de distancia. Al conocerla, empecé a comprender lo que el internacionalismo puede significar en la práctica, y me inspiré para aprender más sobre los fundamentos ideológicos de la revolución que ella defendió. Si Anna no hubiera sido homenajeada de esta manera, no estoy seguro de que hubiera experimentado este sentimiento que ha orientado mi actividad política desde entonces.

Me ayudó a concretar aún más estos pensamientos saber que, antes de marcharse, Anna había ayudado a crear grupos de solidaridad con Kurdistán y que, tras su caída en Şehîd, amigos y comunidades de todo el Reino Unido inspirados por ella ampliaron estos grupos y aceptaron la tarea de difundir las ideas del paradigma en todos nuestros movimientos. En su vida y en su muerte, Anna ha llevado la estrella brillante que el movimiento representaba para ella a la conciencia de tantas personas que se han dejado guiar por ella. Ha sido a través de la interacción con estas amigas, estos grupos y estas estructuras como he llegado a conocer el movimiento a un nivel más profundo y a comprometerme más plenamente con él. Las amigas que han dado estos pasos han comprendido que no podemos ver el martirio como algo que se conserva en un momento de romantizada perfección, sino como algo que existe activamente en nuestras luchas. Recordar verdaderamente a Anna significa luchar por las ideas por las que murió y luchar con la alegría con la que luchó por ellas.

A principios de este año tuve el privilegio de asistir a la Primera Conferencia Mundial de la Juventud en París con una pequeña delegación de Bristol.

Aquí conocimos a jóvenes revolucionarias de todos los continentes que se habían reunido por su deseo de aprender del Movimiento por la Libertad de Kurdistán y conectarse entre sí como jóvenes internacionalistas que luchan más allá de las fronteras arbitrarias impuestas por el Estado. Quizás lo más hermoso que experimentamos en esta conferencia fue el Muro de los Mártires, con una mesa adornada con fotos de Şehîds y rodeada de fotos de jóvenes mártires de diferentes luchas de liberación históricas y contemporáneas. A nosotros nos pareció apropiado poder aportar una imagen de la Şehîd Anna Campbell a esta mesa y compartir su recuerdo con todos los presentes que se habían inspirado en su lucha. Para mí, fue como cerrar el círculo y acercarme un poco más a la síntesis de los aspectos personales y colectivos de mi viaje.

Por encima de todo, me sentí aún más decidida a seguir luchando por un futuro libre, comunitario y democrático.

La belleza de recordar a los Şehîds es que en todo el mundo Anna es recordada de manera diferente, pero proporciona la misma inspiración. La forma en que la recordamos en Bristol nos permite conectarnos con su vida y su lucha de una manera tangible, al imaginarla en espacios familiares realizando tareas familiares para personas familiares.

Es inspirador ver cómo la imagen de Anna brilla en todo el mundo como una joven mujer internacionalista que dio su vida defendiendo la revolución de las mujeres. Para nosotras en Bristol, ella es mucho más que la persona que preparaba comidas comunales en el centro social. La recordamos no solo como una luchadora internacionalista, sino también como una antifascista, una abolicionista del sistema carcelario, una feminista queer y como una amiga.

Todos estos aspectos de su lucha son inseparables y recordarlos nos permite seguir luchando. Aunque la forma en que nos conectamos con ella es diferente a cómo una joven en Rojava podría conectar con ella al ver su imagen en el Komal, al recordarla, todas nos conectamos con algo más grande, con un horizonte común y entre nosotras mismas. 

Aunque escribí este artículo sobre Şehîd Anna Campbell ya que es la más familiar para mí en mi contexto, los mismos sentimientos que he descrito pueden aplicarse a cualquier persona que cayó en la lucha por la libertad.

Cada mártir venía de algún lugar. Cada mártir tenía amigos y familia con quienes compartir la belleza de la vida. Y cada mártir tenía una razón para luchar.

No permitas que se vuelvan abstractos en su muerte y se limiten solo a la memoria. Dondequiera que estés en el mundo, investiga y descubre a tus mártires, conéctate con ellos, mantén viva su memoria en tu lucha y deja que inspire a otros, como el recuerdo de Anna lo hizo por mí y muchos otros camaradas. Si los mártires nunca mueren, entonces Anna siempre vivirá.

No permitas que se vuelvan abstractos en su muerte y se confinen solo a la memoria. Dondequiera que estés en el mundo, investiga y descubre a tus mártires, conéctate con ellos, mantén viva su memoria en tu lucha y deja que inspire a otros, como el recuerdo de Anna lo hizo por mí y muchos otros camaradas. Si los mártires nunca mueren, entonces Anna siempre vivirá.

Notas:

(1) Si te gustaría saber más sobre su vida, puedes leer su biografía en el número 7 de Lêgerîn “En memoria de Şehîd Hêlîn Qereçox – Şerda Intikam”.

FUENTE: Revista Legerin / Federación Anarquista

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