Los refugiados regresan a Turquía en un clima de creciente tensión étnica y religiosa

Autor Manuel Martorell para Cuarto Poder

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El gráfico muestra el clima de tensión y bélico en la zona donde se encuentran los campos de refugiados // Manuel Martorell

Por mucho que la Unión Europea se empeñe en que Turquía es un país seguro para los refugiados devueltos de las islas griegas, los hechos indican que regresan a un país con una ascendente escalada de tensión, no solo bélica sino también étnica e incluso religiosa, sobre todo en las zonas del sureste donde precisamente se encuentran la mayor parte de los campamentos.

El conflicto surgido en la comarca de Sivrice Hoyuk (Telorar), donde se levantará un nuevo centro para 28.000 personas, es solo un botón de muestra de la compleja coyuntura que está viviendo Turquía, probablemente una de las peores o la peor de su historia. Miles de manifestantes protestan desde hace días por la explosiva situación que se podría crear entre la población local, mayoritariamente de religión alevi, y la posible presencia entre los refugiados, fundamentalmente suníes, de grupos radicales, enemigos a muerte de esta extraña y heterodoxa corriente chií muy extendida por la zona central de Anatolia.

Por este motivo, los alevis de Turquía han sido víctimas de varias  masacres en las últimas décadas, destacando las de Corum, Sivas y, sobre todo, Kahramanmaras (Maras) en diciembre de 1978. Grupos integristas y ultraderechistas marcaron previamente las casas alevis con cruces y luego fueron sacando y asesinando familias enteras hasta superar el centenar de víctimas antes de que pudiera intervenir el Ejército.

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Cartel de la campaña “No queremos una nueva masacre en Maras” suscrita por las diferentes asociaciones alevís // Elevinet

Coincidiendo con la guerra siria y el aumento de la actividad de grupos turcos próximos al Estado Islámico, especialmente en la vecina Adiyamán, han vuelto a aparecer cruces marcando las casas de familias alevis tanto en esta ciudad como en Maras, Malatya, Sivas, Kocaeli e Istanbul. En este sentido, la Policía informó el pasado mes de noviembre a los responsables de la comunidad alevi que daba credibilidad a las amenazas vertidas por el Estado Islámico contra ellos.

Ahora, los habitantes de Sivrice Hoyuk temen que la instalación de este nuevo campo de refugiados, con un número de alojados superior a los habitantes de la comarca, sirva de vía para la infiltración para esos grupos integristas. Por eso la campaña contra el nuevo campamento de refugiados tiene como lema “No queremos una nueva masacre de Maras”, campaña que han suscrito las principales organizaciones que aglutinan a los más de diez millones de alevis que viven en Turquía.

Debido a este enfrentamiento religioso, en septiembre de 2012, ya se registraron graves incidentes entre alevis y alawíes locales, por un lado, y refugiados suníes por otro en la provincia mediterránea de Hatay.

Aún más peligrosa para los refugiados es la escalada de violencia que desde hace meses se registra en esta zona sureste de Turquía debido a la aparición de las YPS (Unidades de Protección Civil), grupos armados vinculados al PKK, que combaten desde hace meses contra el Ejército dentro de las ciudades.

El último informe elaborado por la Fundación Turca de Derechos Humanos constata que desde el 16 de agosto hasta el pasado mes de marzo, más de un millón y medio de personas se han visto afectadas por los 63 toques de queda decretados por el Ejército en una veintena de ciudades, contabilizando más de 300 civiles muertos, entre ellos 72 niños, 62 mujeres y 29 personas mayores de 60 años. Otras 79 víctimas mortales habrían quedado sin identificar en los centros forenses o enterrados en fosas comunes.

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La mapa muestra la proximidad de Nusaybin y Qamisli, sólo separadas por la frontera (línea punteada)

Coincidiendo con la guerra siria y el aumento de la actividad de grupos turcos próximos al Estado Islámico, especialmente en la vecina Adiyamán, han vuelto a aparecer cruces marcando las casas de familias alevis tanto en esta ciudad como en Maras, Malatya, Sivas, Kocaeli e Istanbul. En este sentido, la Policía informó el pasado mes de noviembre a los responsables de la comunidad alevi que daba credibilidad a las amenazas vertidas por el Estado Islámico contra ellos.

Ahora, los habitantes de Sivrice Hoyuk temen que la instalación de este nuevo campo de refugiados, con un número de alojados superior a los habitantes de la comarca, sirva de vía para la infiltración para esos grupos integristas. Por eso la campaña contra el nuevo campamento de refugiados tiene como lema “No queremos una nueva masacre de Maras”, campaña que han suscrito las principales organizaciones que aglutinan a los más de diez millones de alevis que viven en Turquía.

Debido a este enfrentamiento religioso, en septiembre de 2012, ya se registraron graves incidentes entre alevis y alawíes locales, por un lado, y refugiados suníes por otro en la provincia mediterránea de Hatay.

Aún más peligrosa para los refugiados es la escalada de violencia que desde hace meses se registra en esta zona sureste de Turquía debido a la aparición de las YPS (Unidades de Protección Civil), grupos armados vinculados al PKK, que combaten desde hace meses contra el Ejército dentro de las ciudades.

El último informe elaborado por la Fundación Turca de Derechos Humanos constata que desde el 16 de agosto hasta el pasado mes de marzo, más de un millón y medio de personas se han visto afectadas por los 63 toques de queda decretados por el Ejército en una veintena de ciudades, contabilizando más de 300 civiles muertos, entre ellos 72 niños, 62 mujeres y 29 personas mayores de 60 años. Otras 79 víctimas mortales habrían quedado sin identificar en los centros forenses o enterrados en fosas comunes.

Fuente: Newrozke