Abdullah Öcalan: El aislamiento inhumano debe acabar

“El aislamiento inhumano de Abdullah Öcalan debe terminar inmediatamente”. Es con esta frase que hacen un llamamiento los líderes y miembros electos del Partido Democrático de los Pueblos (HDP), quienes también están encarcelados en Turquía.

Y esta apelación se dirige con razón a todos aquéllos para quienes los derechos humanos van por delante de las estrategias de guerra de mantenimiento o conquista del poder.

Abdullah Öcalan no es un prisionero como los demás.

Es un rehén político de Turquía, incluso más allá del régimen actual. Y este rehén se mantiene en aislamiento y secreto. No ha podido realizarse ninguna entrevista con abogados o familiares desde 2016.

Los esfuerzos en marcha y las iniciativas de asociaciones y movimientos, kurdos o no, que están surgiendo en estos momentos, van más allá de lo que habitualmente se interpreta, sobre todo en Europa, como culto al líder, a intervalos regulares, por la diáspora kurda, con grandes desfiles portando retratos…

Sin embargo, ¿cómo no sorprendernos del silencio sistemático y persistente de los medios en torno a estas marchas, iniciativas, sentadas, incluso huelgas de hambre rotativas, iniciadas durante años por la diáspora kurda? Peor aún, cuando un medio menciona estos eventos, es para hablar de enfrentamientos con nacionalistas turcos o para describirlos como vuelos cambiantes estacionales hacia el Parlamento Europeo…

La primera explicación se debe a una razón simple: Öcalan es considerado el líder de una organización clasificada como terrorista a nivel internacional, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). Y hay que reconocer que estas iniciales, cuando surgen en la página de un periódico o medio de comunicación, vienen acompañadas en un 90% por este recordatorio de “considerado terrorista”, como si se tratara de la presentación de un vino, con la mención obligatoria de “consumir con moderación”, para protegerse de las consecuencias.

Y esta hipocresía mantiene la ley del silencio y las leyendas en torno a un líder intelectual y político, que es probablemente uno de los pocos aún vivos que ha emitido una crítica radical de las ideologías y las monstruosidades del siglo XX sin convertirse en adalid del liberalismo y la economía de mercado, ni en un republicano nacionalista, defensor de las naciones-estado para su pueblo. Es hora de que los comentaristas y observadores, tan prestos a lamentar la falta de perspectivas para la humanidad y detractores del estancamiento, se den cuenta de que el pensamiento político no está muerto, sino deliberadamente mantenido en confinamiento solitario en este caso preciso.

Abdullah Öcalan, como en otro tiempo Mandela, no es sólo un rehén sometido a un trato contrario a las normas del derecho internacional, y que como tal debiera ser defendido, sino que también es representativo de un proyecto político, de una alternativa a las crisis bélicas de estados nacionales en Oriente Medio y en otros lugares.

Por tanto, debe ser defendido sobre todo por su proyecto político portador de paz y soluciones democráticas, no sólo para el pueblo kurdo, sino para todo el mosaico de Oriente Medio. Y en este sentido, todas las organizaciones de defensa de los derechos humanos pueden comprometerse, por poco que se les diga, a menudo espectadoras de movilizaciones percibidas como comunitarias.

Nunca cuesta encontrar palabras lo suficientemente duras para devolver al PKK (Partiya Karkeren Kurdistán) a su clásico pasado marxista leninista, y especialmente al cual en el que nació, el final de la Guerra Fría. Y la ignorancia total se mantiene en torno a hombres y mujeres por igual, quienes a diferencia de las antiguas ciudadelas comunistas en Europa (que han desaparecido o se han “socialdemocratizado”, conservando a la vez las prebendas de sus burocracias internas), han persistido en pensar la política, no por simple poder, sino para aportar soluciones humanas a las crisis en Oriente Medio. Soluciones que de paso hacen tambalearse muchos dogmas estatales y responden a los pliegues xenófobos y nacionalistas, así como la del lugar de la mujer en la construcción y la realización humana, social y política. Y habría mucho que decir sobre el encuentro de Öcalan con la ecología social y libertaria.

“Los kurdos y su deseo de independencia, de acuerdo, pero el PKK…”. Eso es todo lo que domina, tanto entre los observadores como incluso en las denominadas corrientes políticas radicales en Europa. Entre la izquierda, por supuesto, algunos no se olvidan de añadir en la parte inferior de los folletos “la necesidad de eliminar al PKK de las listas de terroristas”. Pero se añade de inmediato que “la necesidad de una solución política para los kurdos pasa por un Estado”, como si eso pudiera legitimar al Partido de los Trabajadores del Kurdistán como un futuro engranaje institucional en un Estado-nación adicional en Oriente Medio, tan inevitablemente presentable. En este sentido, el follón europeo sobre Cataluña merecería ser analizado a través del prisma “comunalismo y confederalismo” que reflexiona y practica el PKK, donde su influencia política se ve reforzada por procesos reales en marcha como en Siria del Norte. Los kurdos también han tenido de sobra con su referéndum.

Pero una segunda explicación se impone por el peso de la historia de las contrarrevoluciones. Recordemos los asesinatos en África de líderes políticos, llevados a cabo por los movimientos tercermundistas, y los nombres surgen fácilmente. Los distorsionados interrogantes sobre el asesinato de Thomas Sankara, por no nombrar a los seguidores recién convertidos de la globalización capitalista en Europa y la necesidad de eliminar las molestas asperezas del proceso, muestran claramente los tabúes que existen, por ejemplo. Y los regímenes dictatoriales impuestos en América Latina han hecho eclosionar el neoliberalismo. El mundo habría cambiado, el liberalismo triunfante sería la única vía, a riesgo de improvisar con las viejas cantinelas estatistas. Así pues, pensadores políticos surgidos del viejo mundo, ¡piensen entonces!

Reiterar que Öcalan fue objeto de un montaje internacional para su detención, con el apoyo de muchos servicios estatales interesados ​​en verlo desaparecer, es útil aquí. Turcos, estadounidenses, israelíes, con el apoyo oculto de los servicios de estados europeos, contribuyeron a su detención en Kenia el 15 de febrero de 1999. Una suerte de safari internacional de la contrarrevolución que terminaría el 28 de abril de 1999 en Turquía con una condena por el régimen kemalista turco del momento, por traición a la Nación, seguida de una sentencia a muerte el 29 de junio por haber fundado y dirigido una organización armada considerada terrorista. La pena fue conmutada en aquel momento por cadena perpetua. La pena de muerte desaparecería del arsenal de Turquía en 2002, para complacer a Europa.

Desde entonces, Apo, tal como los kurdos lo llaman familiarmente, que ha cumplido 68 años a principios del presente 2017, se encuentra detenido en la isla prisión de Imrali. La última visita autorizada fue en septiembre de 2016. No pasa un año sin que circulen rumores sobre su estado de salud o el maltrato psicológico que sufriría. Cuando vemos lo que está sucediendo en las prisiones denominadas ordinarias en Turquía, podemos dar crédito a los rumores, sobre todo desde el golpe caído del cielo de 2016.

La presencia confirmada regularmente del PKK en las listas terroristas, casi a la par que Daesh, demuestra que los líderes políticos se cogen de la mano cuando se trata de mantener encerrado a una personalidad política que podría tener las ideas e influencia necesarias para cuestionar el maná energético de Oriente Medio, trastornando las perspectivas. Hacer pues todo para que Öcalan siga siendo la figura del terrorista “asesino de bebés”, como les gusta decir a los nacionalistas turcos, fanáticos o demócratas, sigue siendo la regla. Es necesario a toda costa evitar una comparación con Mandela y hacer escribir el “circulen, no hay nada que ver”.

Y cuando vemos todos los días que el genocidio político programado de la oposición democrática en Turquía, el encarcelamiento de sus líderes, electos, militantes, de la oposición intelectual, de periodistas, no termina, no podemos ser optimistas a corto plazo. Las pocas recomposiciones políticas que se anuncian entre el AKP, los ultra nacionalistas y los kemalistas aíslan todas las alternativas democráticas y ocultan la voz de los kurdos, mientras dispersan a sus aliados por medio de la represión estatal. Surge una demanda para la liberación inmediata de Öcalan, planteada como tal, lejos de las realidades del equilibrio de poder.

No se trata únicamente de liberar a un hombre, fuera él Apo, sino de liberar las palabras políticas alternativas. Las diásporas en Europa tienen una parte importante que jugar.

Pero ¿la propia diáspora kurda ayuda a romper el telón? Nada es menos seguro, al menos hasta hace poco.

Los viejos anhelos nacionalistas tan presentes entre los exiliados kurdos de los años 1980 y 1990, fortalecidos por su proximidad con las izquierdas europeas, por ejemplo, que siempre refuerzan a los estados-nación para su propia supervivencia institucional, hacen poco para superar el culto aparente dedicado al líder. Estas nostalgias se han manifestado en apasionados debates durante el referéndum barzanista, iniciado en el Kurdistán iraquí sobre la independencia. Abdullah Öcalan fue incluso recalificado por algunos como alguien que “aceptó el proceso de paz” (proceso de resolución) y “traicionó la independencia kurda”. Allí, el partido HDP no era mucho mejor visto a los ojos de estos nacionalistas, acusado ​​de no ser sólo “pro-kurdo”; es el colmo. Y el deseo de unidad que prevalece sobre la división, esta nostalgia nacionalista hizo que las mentes y las cabezas se giraran nuevamente.

Por tanto, el movimiento kurdo necesita de Öcalan y de las palabras de sus otros líderes encarcelados para disipar las tentaciones nacionalistas que alcanzan a todos los perdedores de la globalización capitalista, así como a los países europeos hacia la derecha más extrema. Es el único que puede disipar el veneno nacionalista en la diáspora, y poner de relieve el ejemplo de Kurdistán sirio contra el fracaso político del clan Barzani, que trabajaba para un nuevo Estado-nación kurdo. Este movimiento tiene hoy la oportunidad de, por ejemplo, en las discusiones relativas a la violencia contra las mujeres y la desigualdad, mostrar que el patriarcado se puede combatir, incluso en tiempos de guerra, y que el Confederalismo Democrático teorizado por Öcalan está en proceso allí, y que las mujeres son sus primeras actrices.

Nadie podrá prescindir de la controversia política sobre las cuestiones fundamentales, y en particular la de los nacionalismos dentro de los movimientos kurdos y las asociaciones de la diáspora. El debate fundamental une más de lo que divide, y también se ocupa principalmente de las llamadas corrientes políticas progresistas o radicales en países donde los kurdos viven en el exilio.

Y convencerse de que el fin del secreto para Öcalan, su presencia indispensable para pensar un proceso de paz después de las victorias militares contra Daesh, es vital y debería ir acompañado de un énfasis en las alternativas. La libertad para Öcalan es inseparable de la defensa de Rojava y la Confederación del Norte de Siria en los procesos venideros. Y esta defensa debe mantener la distancia crítica para avanzar, pero en los contenidos.

No habrá nada que esperar de las alianzas de intereses de geometría variable de los poderes imperialistas o regionales, ni hay salvación en un referéndum que ha desviado fuerzas y atención de las emergencias. Rojava está amenazada, Öcalan le será aún de más ayuda, como persona, en este contexto.

Que las fuerzas políticas y sociales capaces de hacer ruido, intelectuales, humanistas y defensores de los derechos humanos, en todas partes de Europa y en otros lugares, se encuentran frente a este requisito de apoyo para que cese este estatuto de rehén político, en manos del régimen turco. Esto impulsaría la paz y reduciría la barbarie, mucho más que todos los discursos ansiosos sobre el terrorismo, y la ley del silencio sobre el PKK.

Hay muchos golpes de martillo que dar sobre el yunque, desde hoy hasta el próximo Newroz.

Fuente: Daniel Fleury/Kedistan/Traducido por Rojava Azadî