Afrin: La barbarie contra la esperanza

El ejército turco y los yihadistas que lo apoyan están a algunos kilómetros de la ciudad de Afrin. Los aviones turcos la bombardean a diario. Se destruyen antiguos lugares de culto así como cementerios de los combatientes muertos de las YPG y las YPJ, las unidades de protección kurdas de Siria. Además de esos horrores, ahora está presente la amenaza de destrucción total de la ciudad. La amenaza es un genocidio de más de 800.000 personas que viven aún en la ciudad de Afrin, que se han refugiado allí porque era una de las regiones más seguras de Siria, hasta que Turquía y sus tropas yihadistas desencadenaran su guerra de agresión contraria a los derechos de los pueblos.

El ejército turco prosigue en Afrin lo que el Estado Islámico había comenzado en Shengal

La palabra genocidio no es en este caso una exageración. Alrededor de Afrin hay numerosos pueblos y aldeas en las que viven sobre todo yezidíes. En julio de 2014, unas 30000 personas yezidíes tuvieron que refugiarse en las montañas de Shengal, en la provincia iraquí de Nínive, que el autodenominado Estado Islámico (EI) rodeaba. Para el EI los yezidíes son infieles y satánicos a los que hay que destruir. El servicio de prensa oficial del EI comunicaba que iban a reducir a todas las mujeres y jóvenes yezidíes a la esclavitud. Gracias a algunas unidades militares yezidíes de protección del pueblo, pero ante todo gracias al apoyo del PKK que, con grandes pérdidas, creó un corredor de escape hasta la región de Shengal, miles de personas yezidíes pudieron ser arrancadas de la esclavitud y la muerte. Hoy esta situación parece repetirse: de las 22 ciudades yezidíes que existen alrededor de Afrin, solo queda una sin ocupar. Mucha gente yezidí se ha refugiado en la ciudad de Afrin. Nada indica que los combatientes que asedian Afrin tengan mejores intenciones que el EI hace cuatro años. Al contrario.

Turquía y el reciclaje del Estado Islámico

Hace tiempo que se multiplican las advertencias que señalan que las milicias yihadistas que Turquía apoya y que se reagrupan bajo la bandera del Ejército Sirio Libre, tienen solapamientos personales e ideológicos con el EI. Por otra parte, esas unidades se han hecho notar por muchos crímenes de guerra y brutales asesinatos de civiles. Por ejemplo, la milicia Nour al-Din al-Zenki, que avanza ahora con el ejército turco en dirección a Afrin, se dio a conocer internacionalmente cuando decapitó en julio de 2016 a un joven palestino ante las cámaras, en un ambiente de algarabía y gritos de alegría.

Lo que igualmente es manifiesto es la proximidad con el Frente Al-Nusra o con Al Qaeda, que son en muchos casos aliados cercanos. Pero el ejército turco también es muy conocido por su crueldad en la guerra, justamente cuando arremete contra regiones y poblaciones kurdas. Las fuerzas especiales turcas que combaten en Afrin son las mismas que bombardearon y redujeron a cenizas la ciudad de Cizre, el casco antiguo de Diyarbakir y otras ciudades kurdas. En los media occidentales, las imágenes de esas ciudades totalmente destruidas han aparecido muy raramente, a pesar de que se parezcan mucho a las imágenes atroces de Alepo y de Guta. En los sótanos de Cizre, sesenta personas ardieron intentando ponerse al abrigo de los esbirros turcos. Quien necesite aún más pruebas de que Erdogan, el aliado occidental, miembro de la OTAN y generoso comprador de armas, planifica un genocidio en Afrin y en todo Rojava, es decir el Kurdistán autónomo de Siria, no tiene más que oír lo que dice el propio Erdogan.

Saludos del lobo y limpieza

Desde el comienzo de la guerra de agresión ilegal por Turquía, Erdogan y su partido el AKP hablan de la limpieza que pretenden realizar en el norte de Siria. Sus representantes políticos en Berna (Suiza) han hablado en numerosas ocasiones de limpieza en las entrevistas concedidas a la TV suiza. Por otra parte, no hay que creer en absoluto que el ataque turco solo sea contra Afrin. La ofensiva turca apunta a todo Rojava así como a otras regiones del norte de Siria. Turquía, bajo Erdogan, no tolerará jamás una región kurda autónoma y autogobernada en su frontera sur. Es igualmente una guerra ideológica contra el proyecto de democracia de base, ecológico y feminista en Rojava.

A fin de cuentas, las consignas de feminismo, ecología y democracia fueron referencias decisivas en el último gran movimiento de protesta en Turquía, en el Parque Gezi, Plaza Taksim de Estambul, en 2013. La dictadura de Erdogan no soporta ninguna alternativa de este tipo. Tampoco tolera ninguna voz que se exprese contra la guerra.

Casi 1000 personas están en la cárcel solo porque se han expresado de forma crítica contra la guerra en las redes sociales. Además, en las ciudades turcas se ven carteles del MHP, el Partido de Acción Nacionalista, aliado de extrema derecha del AKP, en los que se pueden leer “82 Kirkuk”, “83 Mosul” y ya “84 Afrin”, en alusión a las provincias de Turquía que aumentarán en número con la entrada en Siria del Norte.

Quien de una forma u otra vea aún una inclinación democrática en este socio de la OTAN y niño mimado de numerosas empresas exportadoras de armas europeas, quien no quiera ver aún las tendencias fascistas del Estado turco, que mire a Mersin. Fue en esa ciudad de la costa mediterránea donde hace unos días Erdogan hizo por primera vez en una reunión pública y de forma abierta, el saludo del lobo fascista. Los Lobos Grises, cuyo signo característico de reconocimiento es el saludo del lobo, son una asociación fascista que forma parte del MHP de extrema derecha. Se hacen notar continuamente por sus ataques contra la gente kurda, armenia, cristiana, así como por su antisemitismo y su racismo, no solo en Turquía sino también en Europa a través de sus filiales como la ATB (Unión de Asociaciones culturales turcas en Europa) o la ATIB. El viceprimer ministro turco Lutfi Elvan, por su parte, acompañaba el saludo del lobo de Erdogan con el saludo rabia de los Hermanos Musulmanes egipcios. Erdogan utiliza desde hace algún tiempo ese saludo rabia para unir a sus partidarios a su curso islamista.

Esta mezcla de dictadura, fascismo e islamismo, con el consentimiento de las fuerzas occidentales, está atacando en estos momento el proyecto democrático de Afrin, el único lugar de Siria en el que las minorías están protegidas por derechos y una participación democrática. El silencio de Occidente es ensordecedor. Este silencio justifica a Turquía en su comportamiento, este silencio va a justificar un potencial genocidio. ¡Tenemos que romper ese silencio! Los medios siguen informándose en las agencias de prensa turcas que pretenden, entre otras cosas, que ningún civil ha sido herido en la guerra de agresión, que no ha sangrado ni una sola nariz de ningún civil. Quien aún da fe a tales evidentes mentiras no es ni neutral ni objetivo, sino que se sitúa del lado de crímenes de guerra en contra de la humanidad, del lado del fascismo y de la barbarie. Pero las calles no se callan. En toda Europa y en Próximo Oriente miles de personas han salido a la calle, bloqueado trenes, se han manifestado ante las embajadas de Turquía o de Rusia, o han impedido la entrada de empresas de armamento. Nos corresponde subir aún más la presión y clarificar que hay que tomar una decisión sobre en qué lado situarse. Al lado de la barbarie o del de la esperanza. ¡Afrin resiste libre!

FUENTE: Juventudes MPS/BFS – Artículo publicado originalmente el 13 de marzo de 2018 en https://sozialismus.ch/artikel/2018/afrin-barbarei-gegen-hoffnung / Traducción: Faustino Eguberri para Viento Sur